jueves, 27 de octubre de 2016

Ley de ingresos 2017: pésimas señales, por Mises Hispano.

dt-common-streams-streamserver

dt-common-streams-streamserverLa Ley de Ingresos de la Federación (LIF) para el ejercicio fiscal del año entrante, ha sido aprobada en la Cámara de Diputados. Sin embargo, lo que votaron debe generarnos preocupaciones. Y es que si bien es el Presupuesto de Egresos (PEF) el que suele atraer más la atención, la LIF es en realidad la que determina el monto general a ejercer por el gobierno, que luego los diputados reparten, como es su facultad exclusiva.

Preocupa porque en un contexto en el que hasta el gobierno Federal mismo ha reconocido la urgente necesidad de hacer recortes significativos al gasto, los legisladores de todos los partidos se empeñan en resistirse a lo inevitable. Pueden tener diferencias en el destino de los recursos, pero todos coinciden en algo: siempre quieren más.

Es ese apetito insaciable por gastar el dinero ajeno, el de los contribuyentes, lo que ha llevado a que la LIF plantee ingresos, del orden de 51 mil 380 millones de pesos adicionales a lo originalmente propuesto por Hacienda. Nunca les es suficiente.

Los ingresos totales en la LIF ascienden ahora a un total de 4 billones 888 mil 892.5 millones de pesos.

Así el gobierno –que es quien le dice al PRI qué debe hacer y aprobar-, se lava las manos porque nadie puede decir que son ellos los irresponsables de presentar un estimado de ingresos (y por ende de gasto) más alto, sino los legisladores.

El tema entonces no es si son o no “razonables” los ajustes que se hicieron al tipo de cambio promedio en el año, que pasaron de 18.20 a 18.62 pesos, o si en efecto Pemex podrá entregar un extra de producción de crudo de 19 mil barriles diarios (para un total de 1,947 mdbd), ni tampoco si crecerán los ingresos tributarios y no tributarios en 34 mil 10.3 millones de pesos.

No. El punto es que esos ingresos adicionales en el papel, evidencian el espíritu derrochador y las fortísimas resistencias a ser responsables en el ejercicio del gasto, que debería contraerse. Cuando más, los diputados debieron tomar como límite la propuesta del Ejecutivo, y el PRI defender esa posición. El presidente debió ordenárselo a sus correligionarios.

Lejos de ello, ese partido se ha sumado a la “cargada” de todos por exigir más recursos. De este modo, dejan exhibido que el compromiso del gobierno Federal por recortar el presupuesto no es tan fuerte como asegura en público.

Ahora le tocará a los senadores de la República analizar, discutir y en su caso modificar lo que aprobaron los diputados. Ojalá que las críticas en el Senado se centren justo en esa expansión imaginaria de los ingresos y se volviera por prudencia a la propuesta original de la Secretaría de Hacienda.

Lo que han hecho los diputados merece ser corregido. No han entendido ni la gravedad de su decisión ni lo obligado que es que dejen de lado su dispendiosa mentalidad.

Gane quien gane la presidencia en Estados Unidos, el panorama externo no es alentador, pero sobre eso no tenemos ningún tipo de control o influencia.

En cambio, lo que sí nos toca, como ser responsables con las finanzas públicas en un contexto de expansión acelerada del endeudamiento público –como el que se ha hecho en este sexenio-,  bajo crecimiento y presiones en las cuentas con el exterior, no es opcional.

Queda poco tiempo para corregirle la plana a la Cámara de Diputados. Ojalá el gobierno y todos los partidos lo entiendan. Su credibilidad ante los inversionistas nacionales y extranjeros, está en juego.


 

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