lunes, 10 de octubre de 2016

¿Cuál es el tamaño óptimo del estado para un liberal?, por Libertario.es

Durante años, dentro de los círculos liberales se han dado algunos debates para los que aún no se ha encontrado una respuesta. Uno de ellos es el peso que debe tener el Estado en una supuesta sociedad liberal. Tradicionalmente, todos los amantes de la libertad han estado de acuerdo en que el tamaño actual del estado es gigantesco, siendo necesario el recorte de este. Las divergencias han venido cuando ha tocado cuantificar hasta qué tamaño tiene que ser recortado este. Vamos a resumir las múltiples posturas que hay en este campo en dos: liberales clásicos o minarquistas y anarcocapitalistas.
Por un lado, los liberales clásicos defienden un estado pequeñito. Ven el papel de este como un bien hacia la sociedad, ya que la ausencia de Estado haría que el bienestar de la sociedad fuera menor que con la presencia de este. Afirman que es imprescindible la provisión pública de algunos bienes y servicios. Esto conlleva en que hay una cantidad de coacción óptima. A ojos de un minarquista, conforme se reduce el papel del Estado, mejora el bienestar de la población, hasta un punto en el que seguir reduciéndolo sería contraproducente. No hay un consenso dentro de este campo sobre cuál sería la óptima intervención pública, oscilando este porcentaje entre el necesario para prestar los bienes públicos (aquellos en los que no hay rivalidad en el consumo y que no es posible excluir de su disfrute a aquellos que no paguen) hasta lo necesario para prestar un mínimo Estado del Bienestar.
Por otro lado, los anarcocapitalistas defienden que el Estado debe desaparecer. Las funciones que actualmente realiza se deben bien privatizar (sanidad, educación…) o eliminar (políticas de igualdad, por ejemplo). La prioridad de un anarcocapitalista es eliminar cualquier coacción por parte del estado, por delante de los potenciales efectos beneficiosos que este pudiera acarrear. Además, si dichos efectos existieran, dicho servicio lo podría prestar una empresa privada.
Sin embargo, ambas posturas presentan dos problemas que ponen en jaque esta sociedad liberal. En primer lugar, los liberales clásicos al asumir que existe una cantidad de estado mayor de cero óptima, dejan la puerta abierta al crecimiento del estado. Utilizando este mismo argumento, cualquier persona de conciencia socialdemócrata puede argumentar que los cálculos que hizo el liberal para determinar el porcentaje de estado optimo son erróneos, necesitando aumentar el poder del estado. La realidad es que, ni el liberal ni el socialdemócrata podrán determinan cual es la cantidad de estado que maximizaría esa supuesta ecuación.
El anarcocapitalismo, por el contra, utiliza argumentaciones puramente teóricas de cómo funcionaria la provisión privada de bienes o servicios que nunca han sido suministrados por el mercado, al menos íntegramente. En caso de llevarse a cabo sin las suficientes garantías de que iba a funcionar, podría ocurrir que la población se rebelara y exigiera altos porcentajes de intervencionismo estatal para subsanar esa deficiencia. Dicho fracaso supondría volver al punto de partida y perder la posibilidad de durante mucho tiempo de volver a explorar esta vía.
¿Cual sería el mejor sistema? El estado debería ser tratado por los liberales como una enfermedad crónica. Esto implica que, con las armas que actualmente tenemos, trataríamos de reducirlo a lo mínimo que nos permitan el estado actual de conocimiento “farmacéutico”, y una vez reducido a su mínima expresión, aplicar medicamentos para que este no crezca. Paralelamente, deberíamos seguir investigando con el fin de encontrar la cura a dicha enfermedad. Es decir, seríamos minarquistas, hasta el punto en el que la coacción estatal fuera mínima dado el conocimiento actual de lo que puede y no puede ser provisto por el mercado. A su vez, tendríamos que mantenernos alerta sobre la evolución de este, evitando que creciera y con la vista puesta en los potenciales avances tecnológicos que permitieran ir quitando atribuciones al estado para dárselas al mercado.

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