Miles de personas se manifestaron recientemente en Bruselas contra los acuerdos de libre comercio negociados por la UE. Esto ocurrió pocos días antes de una reunión de los ministros de comercio de la UE en Bratislava el mes pasado, que fue considerada como el último intento de salvar la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (conocida por sus siglas en inglés TTIP) entre la UE y Estados Unidos. No es solo que Europa esté dividida sobre el acuerdo, sino que las conversaciones han sido extremadamente secretas.
Muchos manifestantes se oponían especialmente al secreto que rodeaba a los acuerdos comerciales.
Parece ser que los dos socios querían que el proceso de negociación permaneciera fuera del radar público, contando con que la gente estaría distraída por otros asuntos, como el “bréxit”, el terrorismo, la crisis de los refugiados y la actual depresión económica.
Sin embargo resultó imposible mantener a votantes y contribuyentes en ambos lados del Atlántico completamente en la oscuridad acerca de los términos de un acuerdo que puede afectar directa y decisivamente a sus vidas, trabajos y negocios.
¿Cuál es la historia detrás de este acuerdo secreto que Obama y Merkel han estado impulsando con tanto vigor? ¿Por qué no hay transparencia? ¿Por qué se ha retenido información que es crucial para el interés público a lo largo del proceso?
Excluyendo al público
Las declaraciones públicas y la información en los sitios web oficiales acerca del acuerdo son bastante vagas no mencionan, o al menos se resisten a entrar en los detalles del trato. Esto ha creado una atmósfera de sospecha y desconfianza.
La Comisión Europea ha mantenido la naturaleza oculta de las negociaciones aprobando una nueva regulación que permite solo a los políticos ver el texto en una ‘sala de lectura’ segura en Bruselas. Según la comisaría de comercio de la UE, Cecilia Malmström, esto fue supuestamente necesario debido a “vulnerabilidades importantes en las últimas rondas de negociaciones”.
En algunos casos se ha permitido a miembros de parlamentos de la UE leer los documentos en sus países de origen, pero también se aplica aquí la norma de que deben hacerlo en una habitación sellada, mientras la seguridad registra todos sus movimientos.
Antes de usar una de estas salas secretas de lectura, debe firmarse un acuerdo de confidencialidad, hay que entregar los dispositivos móviles, que se guardan aparte, es una habitación para un máximo de ocho personas, las computadoras no están conectadas a ninguna red (ni conexión LAN ni internet). Un puñado de obras de referencia está disponible en forma impresa.
La seguridad se refuerza: al liderazgo de la UE no le gustó que los representantes de estados miembros con acceso a los detalles empezaran a filtrar información sobre el trato y que los parlamentos nacionales poseyeran documentos relevantes. Tal y como dijo la Comisión de la UE, esto ocasionó que “cientos de personas tuvieran en la práctica acceso descontrolado”.
La única explicación lógica que explica por sí misma la extraordinaria furtividad de estas conversaciones es que el trato incluía términos que tengan implicaciones críticas para el ciudadano medio y a las que probablemente se resista.
Entretanto, ha habido numerosas grandes manifestaciones contra la TTIP en Europa. El apoyo a estas manifestaciones probablemente aumente. Esto es así especialmente a la vista del cambio de actitud política en muchos países occidentales, donde movimientos nacionalistas y populistas están consiguiendo un apoyo cada vez mayor de los votantes.
Una parte importante del público se opone rotundamente al tratado ahora mismo, ya que muchos sospechan que afectará negativamente al bienestar social y económico de la gente y que es probable que restrinja severamente la soberanía nacional.
Promesas, promesas…
Al público se le dice que la TTIP promete un mayor crecimiento económico, más empleo, la armonización de la protección medioambiental, regulaciones de sanidad y seguridad e incluso mejoras en los servicios bancarios y financieros. Si hay que creer las estimaciones de la comisión europea, ¡la TTIP parece ser el tratado de siglo!
La Comisión espera que aumente la producción económica de la UE en 120.000 millones de euros anuales, la producción económica de EEUU en 90.000 millones de euros y la economía global en 100.000 millones de euros, al tiempo que crearía millones de nuevos empleos.
En un informe publicado el año pasado, el World Trade Institute decía que el TTIP elevaría el crecimiento del PIB en toda la UE hasta un 1,6%, aumentarían las exportaciones y crecerían los salarios. Incluso se suponía que disminuiría algo la desigualdad de rentas, ya que se esperaría una mejora de los salarios por encima de la media para los trabajadores de baja cualificación.
Además, se suponía que los precios bajarían hasta un 0,9% en la mayoría de los estados miembros de la UE. (Esto fuera verdad, daría al BCE una razón para inflar aún más la oferta monetaria, ya que, de acuerdo con la ortodoxia moderna del banco central, una bajada en los precios del consumo se considera “mala”).
El informe identificaba concretamente a las manufacturas, el transporte marítimo, los servicios de seguros, los alimentos procesados, los productos químicos y las farmacéuticas como los sectores que obtendrían los mayores beneficios potenciales del tratado.
También promete mucho para las pequeñas y medianas empresas, para las que se supone que habrá un mejor acceso al mercado para sus exportaciones. ¡La lista de beneficios es larga y las cifras parecen muy prometedoras!
Desconfianza, confusión y rabia públicas
Sin embargo, según Time, los europeos entienden ahora mismo la TTIP como “un plan estadounidense para perjudicar a sus democracias y a los patrones medioambientales nacionales”. Las filtraciones han puesto la vista temas polémicos, particularmente con respecto a la privatización de servicios públicos (el sistema sanitario de Reino Unido puede salvarse después del bréxit, ¿pero qué pasa con el resto de los sistemas sociales europeos?) o la rebaja en las restricciones bancarias para los bancos de EEUU (que podría ser bastante arriesgada a la vista de las políticas monetarias que ya están subvencionando al sector financiero y extrayendo riqueza del público).
Uno de los asuntos más polémicos se refiere a la introducción del sistema Investor-State Dispute Settlements (ISDS), del que se piensa que en la práctica daría a las grandes multinacionales el poder de dictar las políticas de gobiernos democráticamente elegidos (en un grado desconocido).
Los partidos populistas en Alemania y Francia se oponen al acuerdo, al que consideran un riesgo para la sociedad y el bienestar social, así como una renuncia a la soberanía nacional. De acuerdo con datos recientes, solo un 17% de los alemanes sigue considerando bueno el acuerdo comercial.
Según una encuesta realizada por la emisora alemana ARD en mayo de 2016, un 70% de los alemanes están en contra de la TTIP, comparado con un 55% en las primeras etapas de las negociaciones en 2014. Asimismo, un 79% ve el acuerdo como un riesgo para la protección del consumidor y el 83% está en desacuerdo con la naturaleza secreta de las negociaciones.
Esto sugiere que, cuanta más información se filtre al público, más consciente y preocupado estará este por el acuerdo y los riesgos que implica. Incluso el apoyo público en EEUU ha caído entretanto al 18% desde el 53% de 2014.
También parece que Merkel está ahora mismo sola a la hora de impulsar el pacto: la pasada primavera, el ministro francés de comercio, Matthias Fekl, dijo que la UE ha ofrecido más de lo que recibiría a cambio, declarando: “No puede haber un acuerdo sin Francia y mucho menos en contra de Francia”. En varias ocasiones, cargos públicos franceses han reclamado en bloque suspender totalmente el acuerdo.
Los grupos ecologistas son también grandes opositores a la TTIP, particularmente Greenpeace. En mayo de este año, la organización público un extenso informe, incluyendo información confidencial que forma parte del acuerdo.
Daniel Mittler, el director político de Greenpeace International, dijo a la prensa: “Nuestra impresión es que este es realmente, como temíamos, un documento que ponen a las grandes empresas, al poder corporativo en el centro de la creación de políticas”. Jorgo Riss, el director de Greenpeace en la UE, fue citado diciendo: “Está abriendo el camino para una carrera para rebajar los patrones medioambientales, de protección al consumidor y de sanidad pública”.
El reto es reconciliar diferencias entre dos mentalidades a menudo fuertemente opuestas, particularmente en asuntos como banca, medio ambiente y servicios sanitarios. En áreas como cosmética, por ejemplo, la UE prohíbe las pruebas con animales, un asunto sobre el que a las dos partes parece separarles un mundo.
Filtraciones de los negociadores de la UE inter alia indican que “EEUU dijo que tenía que consultar con su sector químico sobre cómo posicionarse”. (Esto era en referencia a la posible interferencia de empresas químicas y de combustibles fósiles).
La TTIP parece estar haciendo bastante sencillo para las grandes empresas influir en la legislación, lo que se ve de forma generalizada como una amenaza para los altos patrones de protección medioambiental actualmente en vigor en Europa.
¿Se aprobará la TTIP?
Actualmente la mayor preocupación parece ser finalizar realmente las negociaciones. El presidente Obama está personalmente muy motivado para firmar el “mayor acuerdo comercial hasta la fecha” antes de dejar el cargo, lo que añadiría una histórica sociedad comercial trasatlántica a su lista de logros presidenciales.
Ninguna parte puede realmente permitirse que las negociaciones se demoren hasta 2017, que es año de elecciones tanto en Francia como en Alemania. Tras las recientes conversaciones de los ministros de comercio de la UE en Bratislava, el ministro de comercio de Eslovaquia, Peter Ziga, concluía: “el debate demostró que es poco realista una conclusión de las negociaciones de la TTIP antes de acabar el año”.
Varios factores apoyan esta conclusión, como la creciente frustración con las reclamaciones de EEUU y el aumento en el sentimiento contra el establishment y la globalización que se muestra en las manifestaciones y que también ha fijado como objetivo un acuerdo independiente de libre comercio casi finalizado con Canadá.
Aunque el gobierno austriaco contrario al libre comercio está dividido acerca del tratado con Canadá y los dos parlamentos regionales de Bélgica también lo han rechazado, parece que este tratado tiene más posibilidades de ser firmado que la TTIP.
Los negociadores de ambas partes dijeron que tratarían las preocupaciones de los críticos a través de declaraciones conjuntas. Sin embargo sigue siendo un reto importante, ya que el tratado tiene que ser aprobado por 38 parlamentos nacionales y regionales, un proceso que podría llevar mucho tiempo.
Los tratados comerciales no representan el verdadero libre comercio
La TTIP no es un acuerdo de libre comercio, más bien es otro ejemplo de “comercio dirigido”. Mantener en secreto las negociaciones indudablemente ha empañado las intenciones tras el acuerdo y sobre si realmente es lo que más interesa a los ciudadanos estadounidenses y de la UE.
Murray Rothbard fue muy crítico contratados comerciales como el NAFTA. En realidad, la libertad comercial no requiere tratados: como señalaba Rothbard, el verdadero libre comercio eso una política unilateral. No hay necesidad de pedir permiso a nadie para eliminar las barreras comerciales propias. He aquí a Rothbard sobre el NAFTA:
La gente que nos ha traído el NAFTA y trata de calificarlo como “libre comercio” esla misma gente que llama “inversión” al gasto público, “contribuciones” a los impuestos y “reducción del déficit” a aumentar los impuestos. No olvidemos que los comunistas también solían llamar “libertad” a su sistema.
En primer lugar, el verdadero libre comercio no requiere un tratado (o su primo deforme, un “acuerdo comercial”; al NAFTA se le llama acuerdo comercial, así que puede evitar el requisito constitucional de aprobación por dos tercios del Senado). Si los dirigentes quisieran realmente libre comercio, todo lo que tienen que hacer es abolir nuestros numerosos aranceles, cuotas de importación, leyes anti-“dumping” y otras restricciones al comercio impuestas por Estados Unidos. No hace falta ninguna política exterior ni maniobras en el exterior.
Si alguna vez apareciera en el horizonte el auténtico libre comercio, habría una forma segura de saberlo. Gobierno/medios de comunicación/grandes empresas se opondrían a este con uñas y dientes. Veríamos una serie de editoriales “advirtiendo” acerca del inminente retorno al siglo XIX. Los expertos de los medios y académicos plantearían todos los viejos bulos contra el libre mercado, que es explotador y anárquico sin la “coordinación” del gobierno. El establishment reaccionaría a la institución de un verdadero libre comercio con tanto entusiasmo como lo haría para abolir el impuesto de la renta.
La TTIP parece ser principalmente un acuerdo escrito por las grandes empresas y sus cabilderos para el fin de posicionarlas mejor en los mercados europeos y estadounidense a costa de la calidad los productos ofrecidos al público.
Con el secreto viene la desconfianza. La TTIP que es defendida como el mayor tratado comercial en la historia moderna por cargos no electos que mantienen incontables reuniones tras puertas cerradas con intereses especiales poderosos, bien podría convertirse también en el más “antidemocrático”.
El artículo original se encuentra aquí.
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