jueves, 27 de octubre de 2016

Del feminismo moderno, por Libertario.es

En las últimas semanas ha habido una constante concatenación de controversias acerca del feminismo y su compatibilidad con el libertarismo. Mediante este artículo intentaré definir y desarrollar lo que en redes sociales he sintetizado al respecto.

Mi argumento titular es que hoy, en occidente, el patriarcado no existe y que por lo tanto el activismo feminista aquí y ahora, aunque compatible con los principios libertarios en en su vertiente liberal, es corrosivo y pernicioso ya que:

  1. acusan al hombre como clase y a su supuesto dominio social histórico de la relativa obligatoriedad social a conformar con unos estereotipos de género concretos y reclaman reparaciones y favoritismos indebidos.
  2. Ante las críticas científicas que achacan las diferencias a una plausible causa genética evolutiva erigen una nueva pseudo-ciencia según la cual no hay distinciones cerebrales morfológicas o de comportamiento causadas por el sexo al que se pertenece, relegando el comportamiento fenotípico de género en exclusividad a influencias del entorno, la cultura. Esto entra en colisión directa con décadas de observación e investigación científica, como veremos a continuación, y pretende deslegitimar a la mayoría de mujeres que escogen este patrón de comportamiento como víctimas inconscientes de una inercia cultural que las oprime.

El término

El feminismo es en si es un término muy problemático. Es etimológicamente torpe ya que no incorpora el objeto de la lucha limitándose al sujeto por el cual se lucha. Eso establece una caducidad programada innecesaria, o como mínimo una vigencia discontinua, ya que se podría dar el caso (como ocurre hoy) de que la cultura se volviese matriarcal heteronormativa y por lo tanto hiciese falta un movimiento igualador masculinista, derogando así la dimensión igualitaria necesaria del feminismo al menos temporalmente.

Arriba afirmé que el patriarcado no existía actualmente en España. Por patriarcado se entiende centralmente la organización social en la cual la autoridad es ejercida por un varón jefe de cada familia. Desde el prisma femenista incluye la opresión normativa de género y extiende lo anterior a la distribución asimétrica de poder entre hombres y mujeres, ya que no olvidemos que el hombre es mentalmente igual a la mujer y por lo tanto el agregado de géneros debería dar resultados equivalentes.

De género y sexo

El feminismo lucha por disociar e incuso derruir el concepto de género, argumentando que el género es un constructo social que no estrecha lazo alguno con el sexo biológico del individuo. Este debate cosmológico entre la influencia de la naturaleza y el entorno, el yo y las circunstancias, ha sido una histórica fuente de conflictos intelectuales que la ciencia ha ido resolviendo con el tiempo.

Analicemos lo que si sabemos. Varios estudios longitudinales sobre gemelos monocigóticos criados por separado determinan que el cociente intelectual, o CI, viene definido principalmente por los genes, es decir, el entorno juega un rol muy inferior salvo en casos de violencia o extrema pobreza en el seno familiar en los primeros años de la infancia.

Los temperamentos de las personas también parecen responder a factores principalmente genéticos.

Si las herramientas cognitivas básicas son hereditarias y la respuesta temperamental a estímulos también, la sociedad y los valores culturales no puede jugar un papel muy relevante definiendo las aptitudes, talentos y tendencias preferentes de sus individuos, salvo favoreciendo o dificultando su reproducción en esa sociedad.

Por otro lado, existe un claro dimorfismo sexual en prácticamente todo el cuerpo de los seres humanos, desde la altura y proporciones físicas hasta los niveles hormonales, pasando por el volumen cerebral donde hay entre un 8 y 10% de variación. Estas notorias diferencias entre sexos no son más que el reflejo de la división del trabajo como estrategia evolutiva, lo que induce a plantearse por qué no ocurrirían especializaciones similares en la arquitectura cerebral de ambos. Veamos brevemente lo que cuenta la literatura científica al respecto.

Empezaré constatando que estas diferencias voluméticas del cerebro fluctúan desde el nacimiento.

Hay muchas diferencias fisiológicas entre el cerebro de hombres y mujeres. Una de las diferencias más notorias es el cuerpo calloso, sección cerebral que conecta ambos hemisferios es muy diferente en ambos sexos, siendo proporcionalmente más voluminoso en las mujeres. El mayor tamaño podría explicar la lateralización masculina y las diferencias en habilidades espaciales y de lenguaje.

La repartición de materia gris parece variar más allá del volumen general entre hombres y mujeres incluso ajustando proporcionalmente entre tamaños y edad.

Si nos centramos en la actividad neuronal, hay discrepancias significativas en la organización funcional del lenguaje en el cerebro de ambos sexos, con una regionalización intensa en el caso de los hombres según lado dominante y una dispersión hemisférica en las mujeres.

Cuando revisamos las diferencias en CI, las diferencias son notables tanto en las aptitudes como en la media y distribución. (También esto).

En fin, parece que tanto material como funcionalmente los cerebros entre sexos son dispares. La epítome de esto es el paradógico sinsentido posmoderno que son los transexuales para el feminismo. De no venir las preferencias de género dadas por la genética, ¿cómo se explicaría la fuerte identificación infantil de los miembros de este colectivo por considerarse del género opuesto?¿Son todos rebeldes recalcitrantes inconscientes de su subversión? La ciencia lo explica atribuyendo la disociación de género a una falta de sincronía en el desarrollo fetal.

Cabe también aceptar que la plasticidad de estructuras neuronales varía considerablemente entre humanos y por lo tanto la generación de nuevos patrones de comportamiento que puenteen las tendencias más eficientes será más o menos posible según la amplitud permitida por estos márgenes.

Preferencias y Salarios

El libertarismo parte del reconocimiento que todos los seres humanos somos diferentes. Como desde nuestras necesidades biológicas básicas hasta nuestras aptitudes y limitaciones mentales existen discrepancias, el libertarismo propone que cada persona escoja libremente y permita a terceros escoger para poder optimizar su recorrido en la vida, siempre y cuando no entre en conflicto directo con las libertades de otros. Las fronteras de los derechos pueden ser muy difusas pero el fundamento filosófico es ese.

Estas diferencias ocurren a nivel individual, fruto de genéticas y entornos diferentes, pero a gran escala se pueden observar patrones de comportamiento en grupos que comparten características similares (incluidos hombres y mujeres). Sobre estos patrones construye el marketing, optimizando la producción y colocación de sus productos. Esta segregación por patrones de comportamiento en el ámbito comercial forman parte de la crítica del feminismo moderno, quejándose de una normativización de estos roles que no se concuerdan con la naturaleza del sexo femenino, que es nula.

El feminismo moderno, como vimos anteriormente, niega que haya condicionamiento mental de origen genético alguno y lo adjudica exclusivamente al aprendizaje social. Partiendo de esta falsa tabla rasa inicial, tanto en preferencias como en capacidades, se claudica que toda disparidad en las estadísticas entre sexos se debe a una influencia cultural. Es decir, si hay más directivos que directivas, es la cultura. Si las niñas prefieren jugar con barbies, es la cultura. Si hay más mujeres médico que hombres, es la cultura. A esta cultura dominante la llaman patriarcado, ya que asumen que el hombre, por su mayor fuerza física, fue el que impuso su orden de dominancia masculina o hegemonía patriarcal.

Un ejemplo muy acudido para ejemplificar la falsa teoría que asume que no hay diferencias mentales entre sexos es el reparto de las tareas domésticas.

Aparentemente las mujeres realizan las tareas domésticas en una mayor proporción que los hombres, llegando a realizar cerca del 70% del total de las horas dedicadas al cuidado del hogar.

Desde el particular prisma feminista, las mujeres realizan estas tareas porque fueron educadas a hacerlo. De la misma manera que los hombres trabajan en las minas porque la cultura les ha guiado a ello. Nada que ver con preferencias personales o con las diferentes dispersiones de la campana intelectual entre sexos.

La realidad es algo más compleja que como la describen las feministas modernas. No cabe duda que la cultura juega un rol significativo moldeando preferencias, incluso promoviendo una regresión a unos roles preestablecidos, pero hay que examinar cómo llegan estos géneros a fraguarse. Cabe asumir que si hay diferencias notables entre las morfologías cerebrales y flujos hormonales por sexos, también las habrá entre las psicologías agregadas de cada sexo.

Cuando en una sociedad un cohorte bien diferenciado tiene un comportamiento característico, lo definimos en estereotipos por mayor eficiencia analítica. Al hacerlo hay que asumir que probablemente no todos los individuos son iguales a esta media, que la distribución rara vez es homogénea. Pero este detalle crucial se ignora con frecuencia, llegándose incluso a legislar o normativizar culturalmente asumiendo un comportamiento unívoco. A eso se añaden dogmatismos preferenciales por parte del legislador o generador de cultura alejando la media referencial de su ubicación original. La suma de estas distorsiones puede alcanzar una discrepancia tal con el cohorte, que sesgue fundamentalmente el desarrollo de los planes vitales de la mayoría de las personas comprendidas.

Pero esta igualdad que desean es un nuevo equilibrio que prácticamente nunca corresponderá con las preferencias innatas o aprendidas de la gente. Aunque para eso el marxismo cultural y el posmodernismo tienen fácil solución como veremos más adelante.

Entremos con más detalle en el mundo laboral fuera del hogar. Para cualquier libertario que se precie los salarios no son más que contratos libres de prestación de servicios por el empleado a cambio de una contraprestación consecuente por el empleador.

Pero hay muchos que siguen preocupados por las discrepancias laborales entre ambos sexos. Se habla de que el 53% de los hombres capaces trabajan frente al 42% de mujeres. Por contra se dice que el paro es mayor en hombres, 22% frente a 20%. También que los índices de precariedad y temporalidad son peores en la mujer. Esto encaja perfectamente en la línea que tocamos previamente: el hombre y la mujer son diferentes, por lo tanto cabe esperar estadísticas diferentes para cada uno. Pero hay un dato que persigue a las pequeñas mentes dogmáticas empecinadas en encontrar el maldito grial de la división de clases como un pesado goblin púrpura. Hablo de la mal-llamada brecha salarial. Se habla de un 24%. Pero el máximo órgano estatal, el INE, en un alarde de integridad estocástica, determinó que “la brecha salarial está condicionada por una serie de factores sociales, legales y económicos que van más allá de la premisa igual pago por igual trabajo”.

La razón de tanta discordia numérica viene de una confusión de términos: sueldos y salarios. Lo explicaré brevemente: los sueldos son la cantidad recibida periódicamente (cada fin de mes, 15 días, etc) por un trabajo realizado. Los salarios, en cambio, son la cantidad de dinero recibida por hora (y por lo tanto por productividad estándar esperada).

Los sueldos varían bastante (24%) pero los salarios no tanto. Cuando eso ocurre nos encontramos no ante unos empleadores intolerablemente injustos (leer más adelante), sino ante 2 cócteles de elección de trabajo diferentes.

Ante esta nueva tesitura muchos perseveran maliciosamente en la lucha por la igualdad de sueldos y otros más decentes indagan en la disparidad de salarios, por menor que sea.

Cuando nos fijamos en los salarios nos encontramos que la ley prohíbe tajantemente cualquier discriminación por condición sexual. Se originó en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966, artículo 7.a.1., reconocido en España por la Constitución Española en su art.35 y desarrollado en la Ley Orgánica 3/2007 22 de Marzo y en el vigente Estatuto de los Trabajadores art. 28.

Pese a esta rotunda protección estatal, se dice que sigue habiendo una diferencia de salarios de un 13% a jornada completa y 4% a tiempo parcial o de un 12% por hora en el mismo sector. Aquí entramos en el problema del desagregamiento de las estadísticas también conocido como el “efecto composición” ya que cuando se segrega por antigüedad, preparación y demás ventajas comparativas la estadística varía significativamente. El INE, por desgracia es particularmente opaco al respecto.

Y ahora el aspecto más peliagudo: el embarazo y los hijos. Se presume que uno de los factores más determinantes en la discrepancia salarial es que las mujeres que ya tienen hijos e incluso las que les gustaría tenerlos en el futuro son discriminadas por ello. Como libertario no puedo estar en contra de esta supuesta práctica por 2 razones:

  1. El empleador está en su pleno derecho de escoger dar trabajo a quien estime oportuno.
  2. Un trabajador que potencialmente va a estar ausente durante largos periodos de tiempo como ocurriría con un embarazo que además la ley protege y fuerza a compensar es un problema empresarial a la hora de maximizar beneficios. Del mismo modo, de existir una correlación significativa entre mujeres con hijos y baja productividad también tendría sentido que los empresarios optasen por contratar a la opción más productiva.

Como estamos viendo no sólo no existe una diferencia social significativa sino un incipiente matriarcado legal fruto de una continuidad en la lucha feminista cuando la igualdad ya se ha alcanzado: existen a día de hoy un conjunto de leyes que contienen dosis de discriminación contra el hombre o a favor de la mujer. Veamos algunas:

-Las mujeres trabajadoras autónomas pueden beneficiarse de 5 años más de descuentos en su cuota de la RETA.

-En el mundo empresarial contar con mujeres en la plantilla y contratar a nuevas tiene una serie de ventajas positivas considerables.

-Respecto a la custodia de hijos de padres divorciados, la praxis de la jurisprudencia tiende a conceder beneficios a la madre hasta en un 70% de los casos.

-Finalmente, el hincapié presupuestario puesto en la violencia de género masculina ha generado una distorsión de percepción social desde la ciudadanía hasta los juzgados, fomenta la suspensión cultural del habeas corpus y ningunea a las víctimas masculinas.

Todas estas leyes además y sentencias están en directa contraposición con el art. 14 de la Constitución Española que indica que no se discriminará legalmente a favor o en contra de nadie por razones de sexo.

Libertarismo y feminismo

Se dice que la primera vez que se registra la palabra libertario con significado político fue en la Francia de finales del 19 por Joseph Déjacques que, con ánimo de damnificar al comunista Proudhon, insinuó que Proudhon era anarquista pero no libertario ya que no extendía la lucha de clases a disolver la opresión del marido a la mujer.

La lucha feminista por acabar con las trabas legales frente a los hombres fue dura y, por suerte, ya acabó victoriosa. Con orgullo podemos decir que las Brönte o Marry Shelly hoy no sólo no tendrían que usar pseudonimos sino que sus firmas serían muy codiciadas. Clara Campoamor podría haber dedicado su tiempo en política no a abogar por el sufragio femenino sino a promover políticas económicas liberales. Hemos llegado lejos gracias a una ardua lucha por la libertad, hoy resulta inconcebible que alguien legitime una agresión demostrada a una mujer o una discriminación laboral o de cualquier tipo en base a su condición femenina, pero las feministas modernas prefieren seguir persiguiendo el fantasma del pasado y se pasan de vuelta.

Eso no quita que no haya resquicios aislados del pasado que habiendo perdido el tren de los tiempos, sigan perpetrando lo que uno podría considerar subjetivamente como injusticias sociales con la mujer. Y por escasos y nimios que sean estos sucesos estadísticamente, siguen suscitando gran pasión, algunos incluso ecuándolo equívocamente con la hipotética lucha que habría en un supuesto estado del 5% (falsa equivalencia ya que el estado seguiría manteniendo el monopolio hegemónico de la fuerza mientras que el mínimo machismo atomizado que tenemos hoy no).

Existen 2 fórmulas tácticas al respecto:

1. La filosofía tradicional del laissez faire laissez passer que reconoce la cuasi-imposibilidad de información perfecta y menos aun de su cálculo articulado. Si se sigue esta filosofía lo sabio es no moralizar o interceder salvo en casos de flagrante vulneración de derechos negativos (vida y propiedad privada). Según esta filosofía el feminismo liberal, más allá de que tenga o no raíces en la realidad, no estaría permitido ya que presume conocer cual es el modo correcto de acción e incluso escoge la sociedad destino que desearían ver antes de comprobar las preferencias iniciales de los seres humanos (o negando la existencia de circunstancias base en absoluto).

2. Pero luego hay libertarios de izquierdas o “bleeding hearts” o BHL que apuestan por vías de acción más extensas. El prominente BHL C. W. Johnson propone diferenciar entre el libertarismo puro o fino y otro que incluya pautas de acción episódica llamado Thick libertarianism o “libertarismo grueso”. Entre estos gruesos detaca uno definido como thickness from grounds o de “base”, ya que abre la puerta a la posibilidad de rechazar jerarquías y estructuras de poder que, aunque no vulneren el Principio de No Agresión, podrían ser sujeto de un rechazo legítimo, ya que cabe la posibilidad de que estas jerarquías procedan de una herencia pasada injusta (en el caso del feminismo argumentarían la cultura el patriarcado).

El problema con esta vía de acción yace en que diferenciar cultura buena de cultura mala adecuadamente implica asumir que toda aproximación al patrón de “cultura pasada injusta”, digamos opresión institucionalizada de la mujer, es cultura mala, lo que llevaría a identificar aspectos que se asemejan pero que no provienen de una injusticia pasada sino son fruto de una evolución adaptativa como puede ser la división del trabajo.

Los partidarios más radicales van más allá y exigen reparaciones sociales por el daño pasado y hasta el lucro cesante que permite el nuevo “patriarcado” mermado. El problema es que el que más fraguó estas discriminaciones en el pasado fue el estado, desde la supresión de la mujer hasta la esclavitud institucionalizada, por lo tanto exigir reparaciones sería imposible ya que no se pueden determinar responabilidades con certidumbre. Los responsables, en todo caso, sólo serían los que las perpetraron intelectual y materialmente, los electores que apoyaron la decisión y los que la legitimaron aprobando el sistema. Quedarían fuera hasta los cohetáneos que se enriquecieron de la situación sin ser responsables, salvo que se pretenda una nulidad moral de raíz en los contratos realizados durante el patriarcado que dañaron a mujeres parte, a partir de dónde se debería considerar la posibilidad de restauración y restitución económica a las partes, pero es algo que veo extremadamente complejo y en todo caso se debería analizar caso a caso, no como agregado social.

A continuación enumeraré al menos 3 problemas que genera el proselitismo feminista liberal:

1. Dificulta la libertad de empresa

Uno de los aspectos más controvertidos en la campaña electoral libertaria de EEUU fue cuando Gary Johnson determinó que él si forzaría al pastelero islámico a hacer una tarta de boda a la pareja de lesbianas que se lo encargaron.

El libertarismo predica la defensa de los derechos individuales en la empresa privada hasta el punto que protege que empresarios discriminen clientes por raza, sexo, religión o nacionalidad. Es el cliente quien, con su dinero, votará qué tipo de gente quiere ver en el mundo.

Aunque las feministas liberales no dicen pretender usar la fuerza del estado para lograr su nuevo paradigma, si que quieren demonizar a quienes escogen fuera de su marco de igualdad, que con toda probabilidad difiera de lo que la gente quiere realmente. Quieren un nuevo orden, una nueva coacción. El libertarismo fino u original ya solventaba este problema .

2. Restringe la libertad de expresión

La libertad de expresión es otro pilar básico sobre el que se asienta el libertarismo. El promover la censura de ideas o incluso palabras cuando no encajan con tu visión del mundo está permitido en el libertarismo, pero aunque sea con propaganda y no mordazas se pretende conseguir una censura de facto que implica asumir que se sabe cual es la vía correcta hacia la libertad social.

3. Materialmente diferentes

El libertarismo implica la búsqueda de libertad física de otras personas. El feminismo liberal lucha por una libertad mental. A diferencia de la coacción física, la mental es de difícil examen como vimos con los salarios. No entran en conflicto material pero juegan con un concepto de libertad mental que poco tiene que ver con el liberalismo.

 

El problema posmodernista

Para disertar el feminismo moderno hay que ir a su raiz: el posmodernismo. Sus bases se apoyan en 4 pilares fundamentales:

1. Es antiindividualista porque asume que los hombres y las mujeres no tienen condicionantes mentales biológicos sino que todo lo forja la cultura. La persona no es más que un cúmulo de infuencias del colectivo sobre ella.

2. Cuestiona todos los estudios científicos incluso calificando al método científico mismo como un instrumento de opresión patriarcal. Negando cualquier prueba en contra, sólo quedan sus experiencias incomensurables.

3. Manipulan el lenguaje creando significados comadreja o definiciones cuánticas. Cuando hablan de patriarcado lo asocian claramente a la figura de padre, el hombre, hasta que bajo la presión fruto de la ausencia de argumentos niegan la mayor, dicen que el lenguaje evoluciona y que lo que describen es la hegemonía social preestablecida, no al hombre. Calumnia que algo queda.

4. La “verdad” que exponen ellos tiene que asumirse como cierta. Cuestionarla equivale a negar su sufrimiento como oprimidos. De ahí que pretendan que las mujeres que denuncian haber sido víctimas de violencia doméstica o de violación sean creídas previo examen preliminar.

Terminaré con un mensaje pesimista: el feminismo moderno es una secta tribalista. Sus miembros, aunque se percaten de que están equivocados, maniobran para dar sentido a su queja inicial invirtiendo causa-effecto y tergiversando el lenguaje. Se alimentan del rencor y del fracaso personal. Esto les lleva una conducta que les hace agresores en situaciones de igualdad ya alcanzada y víctimas de ellos mismos en su desarrollo personal. La única forma de hacer que alguien renuncie a la secta no será mediante argumentos, razón o lógica sino cuando la persona decida renunciar voluntariamente a la mentalidad victimista de la que es presa.

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