domingo, 29 de abril de 2018

¿Es EL ISLAM una religión de PAZ?

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sábado, 28 de abril de 2018

Stalin en un minuto

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BEN SHAPIRO y una NEURÓLOGA: Dos opiniones sobre el trato que se le dió a ALFIE EVANS

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viernes, 27 de abril de 2018

Lo más grave del caso de la Manada, por Manuel Llamas.

Lo peor del caso de la Manada no es la sentencia, sino la peligrosa irracionalidad que se está abriendo hueco tanto a nivel social como político.

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FRANK DE LA JUNGLA hace un duro reclamo A QUIENES LE ATACAN por sentirse ORGULLOSO DE SER ESPAÑOL

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Leland Yeager, R.I.P., por Mises Hispano.

Lamento informar que Leland Yeager falleció el 23 de abril, a la venerable edad de 93 años. Aunque se describió a sí mismo como un “compañero de viaje” en lugar de un miembro de pleno derecho de la Escuela Austriaca, admiraba mucho a Ludwig von Mises y Murray Rothbard, e hizo contribuciones importantes a la teoría austriaca.

En su ensayo, “Tautologies in Economics and the Natural Sciences“, defendió el método deductivo de la praxeología:

Las tautologías son proposiciones analíticas o lógicamente necesarias… Las proposiciones analíticas pueden proporcionarnos nuevos conocimientos (o ayudarnos en su búsqueda) … Lógica y matemáticas, aunque apodícticamente ciertas, a veces pueden dar resultados sorprendentes “. Mises no lo hubiera dicho de otra manera.

Yeager varió ampliamente sus contribuciones a la teoría económica. Ya desde un comienzo estableció una reputación en la teoría del comercio internacional y fue un fuerte crítico de los esquemas proteccionistas y restrictivos de todo tipo. Fue un maestro en el difícil campo de la teoría del capital, y aquí el enfoque equivocado de Frank Knight podía hacerlo montar en cólera. En teoría monetaria, escribió en la tradición de Clark Warburton. Tradujo Nación, Estado y Economía de Mises.

Era un gran erudito, y en todo su trabajo es evidente que por cada tema que consideró, había leído toda la literatura relevante en varios idiomas. (Fue un talentoso lingüista capaz de leer un gran número de idiomas, habiendo trabajado durante la Segunda Guerra Mundial como traductor criptoanalista de japonés, y fue uno de los principales defensores de Interlingua, un lenguaje artificial.) Analizaba cada artículo que leía con minucioso detalle, y si los autores no cumplían con sus estrictos estándares, podría ser un crítico mordaz. El dominio de Yeager de las fuentes se extendió a la filosofía. Su trabajo más importante en esta área, Ethics As Social Science, es una defensa sobresaliente de una forma modificada de ética utilitaria, en la tradición de Mises y Henry Hazlitt, cuyo Fundations of Morality calificó altamente.

Yeager fue profesor en la Universidad de Virginia durante treinta años, donde fue mentor de varios economistas austriacos, incluido Roger Garrison. Después de su retiro allí, enseñó durante otros diez años en la Universidad de Auburn como Ludwig von Mises Distinguished Professor of Economics, se retiró nuevamente en 1995. El Instituto Mises desempeñó un papel clave en traer Yeager a Auburn, donde fue un maestro reconocido y riguroso. Sus estudiantes en Auburn incluyeron a Mark Thornton y muchos de los primeros Becarios de Mises.

Asistía regularmente a conferencias y programas en el Instituto Mises. En un seminario al que asistí hace varios años, cuando tenía más de 80 años, pronunció una conferencia perfectamente organizada, con una duración de casi una hora.

Era una persona tímida, bastante formal; pero una vez que uno llegaba a conocerlo, era evidente que le gustaba la gente y quería discutir con ellos. Sus altos estándares académicos son una inspiración para nosotros, aunque pocos pueden esperar cumplirlos plenamente.


El documento original se encuentra aquí.

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jueves, 26 de abril de 2018

Revista austriaca de prensa: 26-IV-2018, por Mises Hispano.

  • Muchos austriacos en el artículo de Alberto Benegas Lynch (h) en Diario Exterior.

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LOS MOSSOS dijeron ¡YA NO MÁS! se cansaron de que se les obligue a VIOLAR LA CONSTITUCIÓN

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miércoles, 25 de abril de 2018

Revista austriaca de prensa: 25-IV-2018, por Mises Hispano.

  • Axel Kaiser cita a Nozick en Radio Agricultura.
  • Jorge Retana cita a Bruce Ackerman, que menciona a Hayek y Nozick, en SDPNoticias.
  • Gerardo del Cerro Santamaría menciona a Hayek en Deia.
  • Hugo Cancio cita a Hayek en On Cuba.

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LA QUISIERON HUMILLAR y ella puso en su sitio a las FEMINISTAS RADICALES

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lunes, 23 de abril de 2018

Cervera, heroísmo en la derrota

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Revista austriaca de prensa: 23-IV-2018, por Mises Hispano.

  • Enlace Judío publica un artículo del Institituto Mises.
  • Macario Schettino cita repetidamente a Nozick en El Financiero.
  • Beethoven Herrera Valencia habla de Keynes y Hayek en Portafolio.
  • Antonio Sánchez García menciona a Mises en El Nacional.
  • Gustavo Helguera se remite a Bastiat en La Capital.
  • Reseña en La Prensa del último libro de Lomborg, con menciones a Mises y Hayek.
  • Ernesto Jiménez escribe sobre Hayek en El Nuevo Diario.
  • La Escuela Austriaca y Huerta de Soto en el artículo de Rodrigo de Silos en Hispanidad.
  • Johnny Sánchez cita a Bastiat en Al Momento.
  • Ioannis Kantartzis entrevista en Finanzas a Enrique Díaz Valdecantos, que menciona a múltiples austriacos.
  • Emilio Nouel cita a Hayek en Informe21.
  • Jaime Lopera menciona a Hayek en El Quindiano.
  • Alberto Benegas Lynch (h) menciona a Bastiat en Infobae.
  • Sergio Abréu menciona a Hayek en El País.
  • Luz Marina Delgado menciona a Rockwell en El Ciudadano.
  • Guillermo del Valle Alcalá dice que leyó a Hayek, en Diario16.
  • Yamid Amat entrevista a Mario Vargas Llosa y se menciona a Hayek. En El Tiempo.
  • Andrés Jirón cita a Bruno Leoni en El Líbero.

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Cómo sobrevivió el comunismo gracias a la tecnología capitalista, por Mises Hispano.

A pesar del papel esencial desempeñado por los bancos centrales controlados por el estado y las instituciones financieras a la hora de producir las condiciones que llevaron a la contracción global del crédito de 2008, los mercados libres y el “capitalismo”, en lugar del fracaso del gobierno, se han llevado todas las culpas de esa compleja crisis y el marxismo y otras variedades de socialismo están de nuevo atrayendo el apoyo entusiasta de muchos jóvenes en nuestras universidades.

Sin embargo, por muy bienintencionado que sea, este renovado interés por el socialismo radical y la creencia de que ofrece buenas soluciones a nuestros problemas actuales ignora las lecciones que nos enseñaron los muchos experimentos socialistas fracasados del siglo XX, algunos de los cuales han sido descritos por dos economistas estadounidenses: Kevin D. Williamson, en su reciente libro The Politically Incorrect Guide to Socialism, y Thomas J. DiLorenzo, en su igualmente informativo y bien documentado nuevo estudio, The Problem with Socialism.

Lo que quiero hacer en este artículo, en este contexto, pero en un frente más estrecho, es llamar la atención de los lectores de izquierdas de mente abierta sobre el importante pero poco conocido y muy relevante hecho de que durante décadas la tecnología capitalista occidental sostuvo el fracasado experimento económico del comunismo soviético, rescatándolo de las consecuencias completas de sus debilidades sistemáticas inherentes hasta su desplome final en 1991.

Tecnología capitalista para la supervivencia soviética

El fracaso del modelo marxista en la Rusia revolucionaria posterior a 1917 y su posterior dependencia parasitaria del capitalismo occidental se explica con detalle en mi trabajo Capitalist Technology for Soviet Survival, publicado en 1981 por el Institute of Economic Affairs. Lo que hago aquí, una generación después, es ofrecer un breve resumen de algunos de los argumentos y evidencias relevantes presentados en ese trabajo. El que esto deba ser necesario casi 30 años después de la caída del Muro de Berlín fue recientemente subrayado por las opiniones expresadas por Fiona Lali, presidenta de la Sociedad Marxista en la School of Oriental and African Studies (SOAS) de la Universidad de Londres, durante una reciente entrevista en el programa Today, de Radio 4.

Preguntada sobre el fracaso del comunismo soviético, tras su comentario previo de que el capitalismo ya no era útil, “afirmó que ‘nunca tuvo la oportunidad de desarrollarse’ debido a la interferencia de Occidente”. No es sorprendente que el historiador británico Dominic Sandbrook, de cuyo artículo en el Daily Mail (22/1/2018) está tomada esta nota, comentara: “Mis pensamientos reales acerca de la versión de la historia de Ms. Lali no son apropiados para ser publicados” y se puede entender fácilmente su incredulidad.

Para empezar, la extendida creencia en la izquierda de que el comunismo soviético recibió una sociedad opresora y una economía rural atrasada y de que posterior y heroicamente transformó esto en un estado industrial avanzado y poderoso, mejorando los derechos de los trabajadores y los niveles de vida de las masas de población durante el proceso es exactamente lo contrario de la verdad.

La verdad acerca del legado dejado por la Rusia prerrevolucionaria

Aunque la Rusia prerrevolucionaria estaba retrasada comparada con Gran Bretaña, Alemania y Estados Unidos, su economía estaba evolucionando rápidamente y su sociedad estaba realizando una importante liberalización en las últimas décadas del gobierno zarista. Durante 18 de los últimos 25 años antes del estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, la Rusia zarista disfrutó de la tasa más alta de crecimiento industrial en el mundo y en 1913 estaba alcanzando a Francia como la cuarta potencia industrial del mundo. Con respecto al progreso de la liberalización, a continuación incluyo un resumen de lo que se había logrado y que sorprenderá a muchos lectores, viniendo como viene de la pluma de un gran historiador y politólogo ruso de origen húngaro, el malogrado profesor Tibor Szamuely, un antiguo veterano del Ejército Rojo encarcelado por Stalin y exvicerrector de la Universidad de Budapest y profesor de política en la Universidad de Reading hasta su prematura muerte en 1971.

Cita de su panfleto, Communism and Freedom, publicado por el Conservative Political Centre en septiembre de 1969:

Pocas personas en Occidente saben hasta qué grado antes de la revolución, en los primeros años del siglo XX, había en la Rusia zarista una completa libertad de prensa, sin censura: incluso obras y libros bolcheviques se imprimían con libertad, había una completa libertad para viajar al extranjero, sindicatos independientes, tribunales independientes, juicios con jurado, un sistema bastante avanzado de legislación social, etc. La Rusia zarista tenía un parlamento, una Duma, con miembros elegidos de distintos partidos, incluyendo los bolcheviques. No era un parlamento completo en el sentido inglés de la palabra (el ejecutivo no era responsable ante el parlamento), pero hoy, en general, la Rusia prerrevolucionaria podría considerar una democracia modelo y, comparada con la mayoría de los aproximadamente ciento veinte países que hay en la ONU, sería uno de los quince o veinte estados más liberales del mundo.

Por el contrario, después de décadas de gobierno comunista, con su concentración de todo el poder, la propiedad y los recursos en manos del omnipotente Estado marxista, decenas de millones de personas habían muerto en represiones internas bajo Lenin y sus sucesores, las semillas de la libertad y la democracia habían sido totalmente eliminadas, los sindicatos se habían convertido en órganos pasivos y servidores del Partido Comunista, la corrupción se había convertido en universal y la masa de la población se había reducido una condición de penuria, miseria y servidumbre.

Unos pocos hechos clave que muestran el fracaso económico del comunismo

A continuación, unos pocos hechos clave acerca de las condiciones materiales de la vida bajo el comunismo soviético.

Según investigadores como el profesor Sergei Propokovich, el Dr. Naum Jasny y Mrs. Janet Chapman, por ejemplo, los salarios reales de los trabajadores industriales soviéticos en 1970 apenas eran mayores que los de 1913. Igualmente, el economista suizo Jovan Pavlevski calculaba en 1969 que los salarios reales de los trabajadores industriales soviéticos solo alcanzaron el nivel de 1913 en 1963. Pavlevski también descubría que los salarios reales de los trabajadores agrícolas soviéticos en 1969 solo eran un 1,2% superiores a los de 1913. Además, merece la pena recordar que, al contrario que la mimada élite comunista, con sus elegantes apartamentos, villas en el campo y acceso privilegiado a bienes importados de lujo, los ciudadanos soviéticos tenían que soportar la miseria diaria de escaseces constantes en las necesidades más básicas, como detergente, hojas de afeitar, carne y verduras y muchos otros productos que damos por supuestos en Occidente.

Esta imagen de esos patrones de vida generalizadamente bajos sufridos bajo el comunismo soviético entre 1917 y 1991 se hace todavía más oscura cuando se incluyen las evidencias de la extensa pobreza que existía entre la gente anciana y los habitantes de algunas de las antiguas repúblicas soviéticas más atrasadas. Así, según Ilja Zemstov, un exprofesor de sociología en el Instituto Lenin de Bakú (Azerbaiyán), que escribía en 1976, una de cada dos personas jubiladas en la Unión Soviética vivía en la pobreza y en la república soviética de Azerbaiyán el 75% de la población vivía por debajo de la línea de pobreza y allí había más viviendas sin agua corriente, electricidad ni baño que en toda Europa Occidental. Otros investigadores, que también escribían en la década de 1970, calculaban que aproximadamente la mitad de todas las viviendas en la Unión Soviética no tenían agua corriente ni saneamiento y el espacio vital por persona era solo aproximadamente la mitad del disponible en Europa Occidental.

Pero tal vez el hecho más revelador que mostraba la quiebra económica del comunismo soviético fue el fracaso espectacular de su ineficiente e improductivo sector agrícola colectivizado. A pesar de representar solo en torno al 3% del área agrícola total de la Unión Soviética, las diminutas propiedades privadas cultivadas en su tiempo libre por los granjeros colectivos soviéticos producían un tercio de la producción agrícola total del país.

Los defectos y debilidades inherentes del modelo marxista

Lejos de que el comunismo soviético no haya tenido “nunca la oportunidad de desarrollarse” debido a la interferencia de Occidente, como cree Fiona Lali, el endémico fracaso económico y carácter opresivo de la Unión Soviética derivaban inevitablemente de su modelo marxista de desarrollo económico y social. Una sociedad en la que el estado posee y controla todos los sectores de la economía y es el único terrateniente, empresario, doctor, educador y proveedor de bienestar, no puede dejar de ser destructiva de la libertad, los incentivos personales, la creatividad y el emprendimiento, mientras que la planificación centralizada pública y monopolística, reflejando el conocimiento limitado y las teorías políticas de la burocracia gobernante, inevitablemente impide la innovación y el progreso técnico. Por eso se repitió la experiencia negativa del comunismo soviético en todas las demás revoluciones y países comunistas durante el último siglo.

A partir de estas verdades, resulta absurda la idea de que la interferencia occidental perjudicara el desarrollo y por tanto el éxito del experimento comunista en la Unión Soviética. Como se verá a continuación, la realidad fue exactamente la contraria. De una manera u otra, el capital, el “know-how” y la tecnología occidentales en realidad sacaron las castañas del fuego al comunismo soviético en casi todas las décadas de la existencia de la Unión Soviética, principalmente compensando su incapacidad sistemática antes mencionada para generar niveles importantes de innovación tecnológica nacional.

Mientras que no había nada que fallara de por sí en la calidad de la investigación científica soviética, las limitaciones de la planificación central y la ausencia de mecanismos e incentivos de mercado impedían la prueba sistemática de los frutos de la investigación frente a alternativas en competencia. En lugar de permitir que el conocimiento disperso, las opiniones y los talentos de millones de individuos, cooperando libremente en el mercado, determinaran el éxito o fracaso de nuevas ideas y descubrimientos, casi toda la actividad económica en la Unión Soviética estaba estrechamente limitada dentro de la camisa de fuerza al desarrollo impuesta por sus todopoderosos gobernantes comunistas; de ahí la necesidad de importar personal cualificado, know-how y tecnologías de las sociedades más libres y dinámicas de Europa Occidental y Norteamérica. Además, esta necesidad era aún mayor, dada la falta de emprendimiento y habilidades creada por la liquidación física de muchos de los ciudadanos más productivos y educados de la Rusia prerrevolucionaria y por la “fuga de cerebros” de todos aquellos que, huyendo al extranjero, conseguían escapar de la prisión y la ejecución a manos de las bandas de asesinos y la policía secreta de Lenin.

El estudio pionero del Dr. Anthony Sutton

La increíble pero poco conocida historia de la forma y grado en que el capitalismo occidental fue al rescate del comunismo soviético la contó hace medio siglo, con abundante y fascinante detalle, un investigador estadounidense, el Dr. Anthony Sutton, un antiguo miembro investigador de la prestigiosa Institución Hoover en California, en su enorme estudio en tres tomos, Western Technology and Soviet Economic Development 1917-1965.

La conclusión clave de esta investigación histórica exhaustivamente documentada, basada en literalmente cientos de fuentes oficiales y extraoficiales occidentales y soviéticas y abundante en gráficos estadísticos, tablas, notas al pie de página y apéndices, fue que el 90% de toda la tecnología soviética era de origen occidental.

Para explicar esta conclusión con más detalle, el Dr. Sutton examinó 75 grandes procesos tecnológicos en sectores tan esenciales y diversos como minería, petróleo, productos químicos, construcción de maquinaria, aviación, comunicaciones, equipamiento agrícola, etc. y estimó el porcentaje originado en Rusia. Los sorprendentes resultados fueron: entre 1917 y 1930, 0%; entre 1930 y 1945, solo un 10% y entre 1945 a 1965, un mero 11%.

Mientras que hubo algunos avances nacionales soviéticos entre 1930 y 1945 en el desarrollo de ametralladoras (!), goma sintética, técnicas de perforación de petróleo y calderas, esas mejoras fueron temporales y se abandonaron posteriormente a favor de diseños y procesos extranjeros. Entre 1946 y 1965, la mayoría del progreso y la innovación soviética dependió de la “ampliación” de plantas y tecnologías existentes importadas y copiadas de Occidente. Esto fue especialmente así en la fabricación de hierro y acero, la generación de electricidad y la tecnología de misiles.

Empresas occidentales famosas acuden a la Unión Soviética

La lactancia del capitalismo occidental al comunismo soviético empezó en la década de 1920, durante el periodo de la “nueva política económica” de Lenin, cuando se contrataron más de 350 concesiones extranjeras dentro de todas las secciones de la economía rusa, salvo muebles y accesorios. Entre las empresas extranjeras que acudieron a la Unión Soviética con sus técnicos, maquinaria y capital hubo nombres famosos como General Electric, Westinghouse, Singer, Du Pont, Ford, Standard Oil, Siemens, International Harvester, Alcoa, Singer, Krupp, Otto Wolf y muchos otros, incluyendo importantes empresas británicas, francesas, suecas, danesas y austriacas. Y su impacto beneficioso sobre la economía soviética fue enorme.

Así, por ejemplo, a finales de la década de 1920, el 80% de las perforaciones soviéticas de petróleo se realizaba con la técnica rotativa estadounidense y todas las refinerías habían sido construidas por empresas extranjeras. Como resultado de esta transfusión de capital y experiencia occidental, hubo una recuperación de la producción soviética desde casi 0 en 1922, tras la guerra civil provocada por la toma del poder bolchevique en octubre de 1917, hasta las cifras previas a la Primera Guerra Mundial en 1928.

El mismo patrón se reprodujo en la década y media de 1930 a 1945. Durante estos años, las enormes plantas industriales construidas para los sectores de máquina herramienta, automóviles, aviación y molinos tubulares fueron construidas por empresas extranjeras, y se importaron 300.000 máquinas herramienta extranjeras de alta calidad entre 1929 y 1940. Además, durante la Segunda Guerra Mundial los soviéticos (a pesar de su traición previa al firmar el pacto nazi-soviético de 1939) recibieron 11.000 millones de dólares en recursos y equipo de Estados Unidos bajo el sistema de préstamo y arriendo.

La derrota de Hitler posteriormente permitió a la Unión Soviética saquear Europa Oriental para sus necesidades de posguerra. Dos tercios del sector de la aviación alemana, la mayor parte de su sector de producción de misiles, unos dos tercios de su sector eléctrico y toneladas de equipo militar fueron expropiados por Stalin. Las instalaciones alemanas de misiles adquiridas por los rusos incluían además la enorme fábrica subterránea de V-2 en Nordhausen y sentaron las bases del programa “Sputnik” soviético, así que incluso el muy pregonado programa espacial soviético debió mucho de su éxito a la apropiación por la fuerza de tecnología occidental. Como bonus añadido de la ocupación aliada de Alemania, los rusos recibieron el 95% de las plantas desmanteladas en la zona estadounidense, incluyendo bienes estratégicos como fábricas de aviones, rodamientos y munición.

La lactancia tecnológica del comunismo soviético por parte del capitalismo occidental continuó incluso durante el periodo de la Guerra Fría. Por ejemplo, de 1959 a 1963 la Unión Soviética compró al menos 50 plantas químicas completas para productos químicos no fabricados previamente la Unión Soviética y las importaciones soviéticas se multiplicaron por diez entre 1946 y 1966: de 692 millones de rublos a 7.122 millones. Además de todo esto, en 1967 dos tercios de la flota mercante soviética había sido construida en Occidente.

Así que la evidencia es abrumadora. El comunismo soviético no fracasó porque no se le dio tiempo suficiente para perseguir sus objetivos totalitarios y asesinos, libre de la “interferencia occidental”. Fracasó precisamente debido a esos objetivos y a pesar de infusiones repetidas de capital, know-how y tecnología occidentales, durante un periodo de al menos cinco décadas.

El veredicto final de Alexander Solzhenitsin

Como siempre, la verdad esencial del asunto fue explicada de la manera más lúcida y clara por el mayor escritor y disidente ruso del siglo XX, el malogrado Alexander Solzhenitsin, en un discurso en 1975 a los sindicatos estadounidenses:

La economía soviética tiene un nivel extremadamente bajo de eficiencia (…) No puede tratar todos los problemas a la vez: guerra, espacio (que es parte del esfuerzo de guerra), industria pesada, industria ligera y al mismo tiempo la necesidad de alimentar a su propia población. Las fuerzas de toda la economía soviética están concentradas en la guerra (…) todo lo que les falta (…) lo obtienen de vosotros. Así que les estáis ayudando indirectamente a rearmarse. Estáis ayudando al estado policial soviético.

Dejemos que los que defienden el marxismo en nuestras universidades ponderen estas coas y se pregunten si la causa que ahora defienden merece realmente su energía e idealismo.


El artículo original se encuentra aquí.

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La importancia de un cordelito, Prez

El liberal de Bilbao El otro día pasé frente al Ayuntamiento de Bilbao y volví a fijarme en algo que me pareció extraño. El Ayuntamiento de Bilbao muestra siempre dos banderas: la española y la ikurriña. Lo extraño es el comportamiento de cada una de ellas cuando hay viento. La ikurriña se comporta de manera esperada. Cuando hay viento […]

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SE QUIERE JUSTIFICAR LA MUERTE como un ACTO DE LIBERTAD, advierte catedrático de filosofía

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domingo, 22 de abril de 2018

Atardece en Ortegagua

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LA MASONERÍA es una clara consagración AL DEMONIO, Alberto Bárcena explica por qué

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sábado, 21 de abril de 2018

¿Existen los valores europeos? [Turno de preguntas]

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¿Existen los valores europeos? (María Blanco)

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¿Existen los valores europeos?

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DEBEMOS GANARLE la batalla AL AISLAMIENTO TECNOLÓGICO, dice Natalia Sanmartin

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viernes, 20 de abril de 2018

La fórmula de las pensiones, por Mises Hispano.

Ríos de tinta han corrido sobre la sostenibilidad del sistema estatal de pensiones en España. Se habla de empleo, demografía, cotizaciones, productividad, índice de revalorización, tasa de sustitución… todo ello en discursos barrocos que concluyen lo que cada uno quiere que concluya: los unos que deben subir las pensiones, y los otros… ¡que también! No vaya a ser que pierdan votos. Pocos temas se han enrevesado tanto a pesar de ser en realidad un asunto de una extrema sencillez. Pongamos los puntos sobre las íes, entendamos la fórmula de las pensiones.

Los sistemas de pensiones de reparto consisten en que los trabajadores aportan parte de su salarios para pagar las pensiones. No hay ahorro, tan sólo una transferencia de renta de trabajadores a pensionistas, y por eso, a largo plazo lo recaudado por cotizaciones de los trabajadores tiene que ser igual a lo pagado en concepto de pensiones.

FÓRMULA DE LAS PENSIONES:

Número de cotizantes * Cotización media = Número de pensionistas * Pensión media

Viendo la sencillez del asunto es inexplicable (o solamente explicable en términos políticos) que los políticos en este país lleven años enzarzados en un debate sin fin sobre si se deben subir o bajar las pensiones. Vayamos a la fórmula y arrojemos luz al tema. Las pensiones tienen que subir si el número de cotizantes aumenta o si sube su cotización media, y tienen que bajar si el número de pensionistas sube o lo hace su pensión media. ¿Qué está sucediendo en España?

Fuente: Instituto Nacional de Estadística.

Como podemos observar en esta comparativa de pirámides poblacionales en España (pinchar en imagen para ver), la tendencia a largo plazo es un aumento del número de pensionistas y una reducción relativa del número de trabajadores. Esto se debe al aumento de la esperanza de vida y a la baja natalidad característica de las sociedades desarrolladas.. Por si esto fuera poco, vemos que la población actual entre 30 y 50 años es una generación especialmente numerosa fruto del baby boom. Para sostener esta generación en su jubilación deberían haber nacido una gran cantidad de niños, pero lejos de haber ocurrido, los que tienen actualmente de 0 a 30 años son especialmente escasos.

Ante esto, hay una verdad incómoda que conviene repetir hasta la saciedad y que todo político ocultará:

Dado el inevitable aumento de los pensionistas respecto a los trabajadores: o bajan las pensiones o suben las cotizaciones, pagar más para cobrar menos, a esto nos aboca el sistema público de pensiones.

Recurramos a la fórmula y veamos como se puede equilibrar el sistema ante las tensiones demográficas desde cada uno de los factores.

1. Por el lado de las pensiones.

a) Número de pensionistas.

Dado que matar pensionistas está mal visto en la sociedades actuales es un elemento de enorme rigidez que resulta muy complicado modificar… ¿No? Pues no tanto como parece. No hace falta matar pensionistas, tan sólo con redefinir que es pensionista estos pueden desaparecer por arte de magia. No hace falta echarle imaginación, es algo que se lleva haciendo mucho tiempo. ¿Quieren ejemplos?

En 1985 se elevo en España el periodo mínimo de cotización de 10 a 15 años y en 2011 se aprobó su elevación progresiva a 25 años. Asimismo se elevó la edad de jubilación de 65 a 67. En un abrir y cerrar de ojos muchos pensionistas que antes cobrarían pensión ahora no la cobrarán. Algún día nos pedirán medir 183 cm para cobrar la pensión, quizás así el sistema se vuelva sostenible,

b) Pensión media.

Otra forma de bajar las pensiones es bajar la pensión media. Vale que serán más pensionistas, pero cobrarán menos y punto. Sin embargo, la corriente fluye en otra dirección: los nuevos pensionistas que entran en el sistema lo están haciendo con pensiones más altas que la media dado que han cotizado más, por ello, las pensiones medias en España no han dejado de crecer en los últimos años.

Para minimizar este efecto, un truco muy utilizado para contener la pensión media es el aumento de los años utilizados para el cómputo de la pensión. De media, los trabajadores van elevando sus salarios con el paso de los años cobrando de este modo mucho más cuando tienen 60 años que cuando tiene 35. Si cogemos los bajos salarios de edades tempranas para calcular la pensión nos saldrán pensiones más bajas. ¿Algún ejemplo?

En 1985 elevaron los años que entran en el cálculo de la cuantía de la pensión de 2 a los 8 últimos años de vida laboral… ¡en 2023 serán los últimos 25 años! Una forma de bajar las pensiones sin que la gente se entere, a los políticos les encantará.

2. Por el lado de las cotizaciones.

a) Número de cotizantes.

El número de cotizantes es quizás el factor de esta fórmula más difícil de modificar. En la situación actual con el enorme desempleo existente en España el número de cotizantes es especialmente bajo, pero incluso suponiendo pleno empleo, situación nunca dada en España, el problema no se arreglaría. El 100 % de la gente en edad de trabajar no llegarán para sostener los pensionistas del baby boom. Existe la posibilidad de la entrada de inmigrantes, pero tan sólo supondría posponer el problema, la nueva ola de inmigrantes adquirirá derechos a cobrar pensiones ¿quién se las pagará? ¿una nueva ola de inmigrantes…? A esto se le llama estafa piramidal y Bernard Madoff está en la cárcel por ello.

b) Cotizaciones medias.

Si hay más pensionistas, cobran mayores pensiones, y el número de cotizantes no es suficiente, nuestro último recurso es subir la aportación de los pocos cotizantes existentes. Hoy en día pagamos cerca del 30% de nuestro sueldo para el sistema de pensiones, si nos lo suben al 80% seguro que se hace sostenible, o eso, o empezaremos a trabajar en negro.

Son muchos los que dicen que el sistema de pensiones se hará sostenible por los futuros aumentos de productividad. Es decir, si aumentan los salarios aplicaremos el 30% a una cantidad mayor, lo que nos permitirá sostener a una mayor cantidad de pensionistas. Lo que no nos dicen es que con las pensiones se trata de mantener el nivel de vida durante la vejez cercano a cuando se estaba en activo. Si los salarios futuros crecen gracias a la productividad y las pensiones se mantienen, lo que tenemos es un enorme desplome relativo del nivel de vida. Ahora mismo en España la tasa de sustitución es del 70%, es decir, si nuestro último salario es de 1000 euros nos jubilaremos con una pensión de 700, se estima que en 2052 tendremos una tasa de sustitución del 45%, es decir, el equivalente a cobrar en la actualidad 450 euros.

Otros proponen romper la fórmula, olvidarnos de las cotizaciones y pasar a financiar las pensiones con los Presupuestos Generales del Estado, lo que implica pagar más, cargarse el sistema contributivo e ir encaminados a lo que parece inevitable, que la pensión pública sea asistencial (no morirnos de hambre en las aceras) pero si queremos tener un cierto nivel de vida más allá de la subsistencia tendremos que completar la pensión pública con nuestro patrimonio privado.

En definitiva, la fórmula de la pensiones es muy tozuda. Todos los ajustes encaminados a hacer sostenible el sistema de pensiones pasan por subir cotizaciones o bajar pensiones. No se dejen engañar, pagar más, recibir menos, esta es la condena del sistema público de pensiones. Pueden soñar con que los políticos reformarán este pésimo sistema hacia uno mejor, o pueden asumir la realidad y ser conscientes de que no ahorrar es el camino más rápido a la pobreza en su jubilación. Ustedes eligen.

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Venezuela: hambre y cadenas [Turno de preguntas]

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Venezuela: hambre y cadenas

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El mito del Che Guevara [Turno de preguntas]

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El mito del Che Guevara

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Si algo caracteriza a LA IZQUIERDA es que ES POLÍTICAMENTE INDEFINIDA, dice Pedro Insua

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miércoles, 18 de abril de 2018

10. Jon Crespo Ortega, Prez

El liberal de Bilbao Jon Crespo Ortega es el décimo. Jon Crespo Ortega ya había aparecido antes por aquí. En marzo del año 2.000 los vecinos de un portal de Galdácano recibieron una carta. El contenido de la carta era el siguiente. “COMO USTEDES YA SABRÁN, EN EL PISO 5º D DE SU VECINDARIO RESIDE EL CONCEJAL DEL PP […]

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AGUSTIN LAJE: La derecha carece de INTELECTUALES CULTURALES por eso ACEPTA las ideas de los PROGRES

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Revista austriaca de prensa: 18-IV-2018, por Mises Hispano.

  • Luis Christian Rivas Salazar cita a Hazlitt en Los Tiempos.
  • José Joaquín Arguedas cita a Hayek en El Financiero.
  • Muchos austriacos en el artículo semanal de Alberto Benegas Lynch (h) en Informe21.
  • Gabriel Vargas Lozano menciona a Mises en Siempre!
  • Iván Carrino cita a Hayek y Röpke en El Cronista.

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martes, 17 de abril de 2018

Ni todo era ETA ni todo es terrorismo., Prez

El liberal de Bilbao   El “Todo es ETA” siempre lo usaron quienes negaban que ETA fuera algo. Los simpatizantes, familiares o amigos de etarras concretos. O los tontos útiles. Lo usaban como broma, y por tanto como instrumento político. Quienes durante esos años abordaron la costosa tarea de plantar frente a los hechos y al relato de la […]

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BEN SHAPIRO explica las evidencias de que DIOS EXISTE

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Aranceles de ingresos y aranceles proteccionistas, por Mises Hispano.

En 1828, el Congreso aprobaba un arancel que aumentaba los gravámenes obre diversas importaciones hasta el extremo de que se conocería como el Arancel Abominable. En protesta por estos altos gravámenes, el vicepresidente John C. Calhoun escribió anónimamente La exposición y protesta de Carolina del Sur, denunciando la propuesta “inconstitucional, opresora e injusta”. La protesta se hacía en contra de “todo el sistema de legislación que impone gravámenes a las importaciones no por razón de los ingresos, sino para la protección de un sector industrial a costa de otros”.

La polémica generó la tristemente famosa “crisis de la anulación”, en la que Carolina del Sur se situó en contra de Andrew Jackson y el gobierno nacional hasta que se llegó a un compromiso que rebajaba los gravámenes existentes. Carolina del Sur estuvo de acuerdo en someterse, aunque no hubo ninguna indicación real de que hubiera tenido lugar ningún cambio sustantivo en la ley: sencillamente, se rebajaron los gravámenes.

Como he argumentado en otro momento, la polémica de los aranceles quedó relegada ante otros problemas políticos después de 1833, pero el desacuerdo entre el Norte y el Sur, en términos generales, siguió sobreviviendo con respecto al problema de los aranceles. Una vez se independizaron los estados sureños, el gobierno de la Unión, controlado por los republicanos, no ofreció resistencia real a la aprobación del Arancel Morrill en 1861. Los Estados Confederados de América demostraron su contraria oposición al proteccionismo al permitir a su Congreso “Establecer y recaudar impuestos, tasas, gravámenes y contribuciones para obtener ingresos”, pero, en la misma cláusula, su constitución prohibía específicamente “cualquier gravamen o impuesto a importaciones de naciones extranjeras establecido para promover o estimular cualquier sector industrial” (cursivas añadidas).

El proteccionismo fue indudablemente la justificación para los altos aranceles y este argumento continuó usándose mucho después de la Guerra de Secesión. El propio Andrew Carnegie avalaba el arancel del acero como su razón para entrar en el sector del acero antes que cualquier otra aventura empresarial. Cuando se aprobó en 1930 el Arancel Smoot-Hawley, imponiendo aranceles a más de 20.000 bienes importados, el proteccionismo fue de nuevo su justificación. Incluso en el Sur antiproteccionista se toleraron silenciosamente varias excepciones, como el arancel del azúcar que protegía a las plantaciones de Luisiana y Texas, aunque tuvo la oposición de sureños de otras regiones.

El problema de todas estas disputas (aranceles como impuesto frente a aranceles como estímulo a la industria nacional) es que no hay diferencia sustancial entre uno y otro. Es verdad que una propuesta puede redactarse revelando un supuesto propósito de aumentar los ingresos o proteger la industria, y los políticos también defenderán una propuesta usando esos argumentos. Es posible que esas intervenciones sean sinceras. Pero, sin embargo, sigue sin haber ninguna diferencia económica entre un arancel de ingresos y un arancel proteccionista.

Casi parece demasiado obvio como para merecer decirlo, pero los debates recientes ilustran la necesidad de decir a veces lo obvio: los efectos económicos de un arancel son independientes de las intenciones de la ley. Los aranceles pueden variar en función de lo altos o bajos que sean los gravámenes impuestos y pueden variar de acuerdo con los sectores objetivo. Pero todos los aranceles, independientemente de sus propósitos respectivos, tienen los mismos efectos. Recaudan dinero para el gobierno y aumentan los precios de los bienes de consumo (ya directamente para importaciones de bienes de consumo o indirectamente para importaciones de bienes de producción). Políticamente, no es raro que otros países instituyan sus propios aranceles de represalia en respuesta, lo que no hace más que multiplicar los efectos dañinos de los aranceles en ambos países. Y tal vez el efecto más importante, además de ser el más probable que quede a la vista en el radar, es la reasignación de recursos en líneas menos eficientes de producción.

El comentarista conservador (léase: animador) Dinesh D’Souza revelaba su propia incapacidad de entender esto último cuando alababa recientemente el anuncio del CEO de US Steel de que abrirían una nueva factoría de acero como resultado de los aranceles de Trump. Afirmaba sarcásticamente que “el pobre Milton Friedman estaría confuso” por este fenómeno. Pero para cualquiera que esté familiarizado con los escritos de Frédéric Bastiat no hay nada confuso acerca del comportamiento de US Steel.

Bastiat escribe:

En el área de la economía, una acción, una costumbre, una institución, una ley no hacen nacer solo un efecto, sino una serie de efectos. De estos efectos, solo el primero es inmediato; se manifiesta simultáneamente con su causa: se ve. Los otros se desarrollan en sucesión: no se ven, nos basta si se prevén. Entre un economista bueno y uno malo esta constituye toda la diferencia: uno tiene en cuenta el efecto visible; el otro tiene en cuenta tanto los efectos que se ven y también los que es necesario prever.

Henry Hazlitt, uno de los mejores divulgadores modernos de Bastiat, lo deja todavía más claro en el contexto de la polémica de los aranceles:

Por tanto, el efecto de un arancel es cambiar la estructura de la producción estadounidense. Cambia el número de ocupaciones, el tipo de ocupaciones, y el tamaño relativo de un sector comparado con otro. Hace más grandes los sectores en los que somos comparativamente ineficientes y más pequeños los sectores en los que somos comparativamente eficientes. Por tanto, su efecto neto es reducir la eficiencia estadounidense, así como reducir la eficiencia en los países con los que habríamos comerciado más en caso contrario.

Estos efectos son reales independientemente de si un arancel pretende “proteger” a la industria nacional o no. El anuncio del CEO de US Steel simplemente demuestra que las políticas proteccionistas sí tienen algunos beneficiarios (en este caso, empresas gigantescas) a costa de los consumidores y otras empresas, como la multitud de compañías que necesitan acero para su propia producción. Los 500 empleos que D’Souza cree que habrían desconcertado a Milton Friedman indudablemente serán a costa de otros empleos invisibles que no se crearán en empresas consumidoras de acero, además de los precios más altos por los bienes que sufrirán todos los consumidores como consecuencia de estas políticas anticomerciales.

El proteccionismo es una falacia económica que sencillamente no va a morir. Los aranceles de Trump no son nada más que la vieja ideología mercantilista para cuya refutación se inventó en la práctica la profesión económica. A lo que la mayoría de los economistas llaman hoy la Ley de la Ventaja Comparativa, Ludwig von Mises siempre la llamaba “la ley ricardiana de la asociación”, por la que halaga a David Ricardo (merecidamente) por haber sido siempre “totalmente consciente del hecho de que su ley del coste comparativo, que exponía principalmente para tratar un problema especial del comercio internacional, es un caso concreto de la ley más universal de la asociación” (La acción humana, p. 159).

Los mitos del proteccionismo y el mercantilismo se basan en el atractivo político de los éxitos exotéricos, como los 500 nuevos empleos de US Steel. Pero la Ley de Asociación nos recuerda los fracasos esotéricos de estas políticas. Libre comercio significa dejar que aquellos que pueden producir mejor y más eficientemente lo hagan, en cualquier sector que puedan y, mediante el comercio, todos se beneficien de la mayor productividad. Esto es verdad cuando se produce entre dos individuos y es verdad cuando se produce entre dos naciones.


El artículo original se encuentra aquí.

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La ciencia económica requiere una macroeconomía del capital desde la Escuela Austríaca, por Mises Hispano.

Mi amigo el filosofo Gabriel Zanotti aclara que, aunque “no es lo mismo la moneda en la antigua Roma y en el Washington actual […] Cuando Mises define moneda como una mercancía que demandamos no para consumo directo, sino para intercambiar por otras mercancías que sí demandamos directamente consumir, está haciendo una definición fenomenológica, universal, de la relación intersubjetiva que llamamos “cambio indirecto”.

O en otras palabras, de la evolución del intercambio, surgió una categoría de relación que se institucionalizó como dinero. Explicando al  fenómeno, la teoría del dinero da cuenta de lo común al dinero de la antigua Roma, el Washington actual. Y a todo dinero.

Porque tenemos teoría monetaria podemos afirmar que, tal como en la interferencia sobre el sistema de precios, el sostenimiento de un precio regulado exige la regulación de otros hasta que todos los precios queden regulados.

La interferencia arbitraria del poder político sobre cualquier característica del dinero que evolucionó como medio de intercambio indirecto de general aceptación, conduce fatalmente a interferencias sobre todas sus características. Y a la interferencia creciente en todo lo relacionado al dinero. Creando infinidad de distorsiones que se traducen en escenarios de oportunidad artificiales. Escenarios en que se desperdicia inevitablemente capital.

El gran problema de la macroeconomía al uso —de Keynes en adelante— es que, como señaló Robert Solow (prestigioso economista tan distante de la Escuela Austríaca como de otra galaxia) carece de conexión real entre el corto y el largo plazo. La ausencia de anclaje microeconómico coherente es el problema. Eso se ha evidenciado en los estériles intentos de desarrollarlo dentro del paradigma macroeconómico dominante. Esfuerzos que inevitablemente sacrifican la aplicabilidad de la teoría para conservar una cierta rigurosidad. Signo de la crisis del paradigma.

Explicó en La Teoría del Dinero y el Crédito Mises que: “no existe relación aritmética directa entre un aumento o una disminución en la emisión de medios fiduciarios, por una parte, y el aumento o disminución del tipo de interés que esto ocasiona de forma indirecta a través de sus efectos sobre la distribución social de la riqueza […] La redistribución de la propiedad hace que los agentes económicos individuales tomen decisiones distintas de las que en otro caso hubieran tomado.

Tratan a los bienes de que disponen de manera diferente; los asignan de modo diferente entre el empleo presente (consuntivo) y el empleo futuro (productivo). […] De hecho es indudable que, por muy grande que sea el aumento en la cantidad de dinero en el sentido amplio, ya se origine en un aumento de los medios fiduciarios o en el aumento en la cantidad de dinero en sentido estricto, el tipo de interés nunca podrá reducirse a 0.

Y también como “Nada ha sido más fácil que burlar las medidas legislativas encaminadas a la protección del patrón monetario. Todos los gobiernos, incluso los más débiles e incapaces, lo han hecho sin dificultad. Su política bancaria les ha permitido crear una situación que el patrón oro estaba destinado a evitar: el sometimiento del valor del dinero a las fuerzas políticas. Y, habiéndose arrogado este poder, lo gobiernos lo han empleado del peor modo posible”.

El problema es que la estructura dinámica del capital tiende a reequilibrarse a través del proceso de mercado. De lo que se pudieran suponer interrelaciones causales de ciertos resultados agregados con otros agregados. Algo sin sentido en tanto haga abstracción del proceso por el que aquello en realidad ocurre. Lo que efectivamente hizo la macroeconomía al uso desde finales del primer tercio del siglo pasado.

En Tiempo y Dinero, Garrison actualiza y “traduce” la teoría austríaca del capital a los términos de la macroeconomía post Keynes, para proponer una macroeconomía de la estructura de capitalde la Escuela Austríaca –Teoría Austriaca del Capital y Teoría Austríaca del Ciclo– como el camino de solución a la fundamentación microeconómica de la teoría macroeconómica.

Tarea pendiente para  economistas de la Escuela Austríaca desde que Hayek pasa de La Teoría Monetaria y el Ciclo Económico y Precios y Producción a una inconclusa Teoría Pura del Capital. Y lo deja ahí, dedicándose a otras líneas de investigación. Su investigación es una vía para retomarlo, y Garrison la resumió en Tiempo u Dinero. Aunque no fuera el único economista de la Escuela Austriaca que se ocupase del problema. Fue el que más profundizó esa línea de investigación, desde lo que distingue a la Escuela Austriaca, pero en términos compresibles para economistas formados en otros paradigmas.

Garrison afirma que “En respuesta a la cuestión ¿De que tratan las expectativas tenemos la teoría de malas percepciones monetarias de los Nuevos Clásicos, la teoría del ciclo económico real, y la nueva teoría keynesiana. Este es el estado de la moderna macroeconomía. Mientras cada una de estas teorías contiene demostraciones rigurosas de que los supuestos sobre expectativas son coherentes con la teoría misma, ninguna va acompañada de razones convincentes para creer que hay una conexión entre la construcción teórica y la verdadera actividad económica en una secuencia de expansiones y depresiones. La aplicabilidad ha sido sacrificada al rigor. La proyección keynesiana nos ha llevado a este final estéril”.

Y lo cierto es que la teoría de la estructura del capital sí conecta razonablemente el corto y largo plazo. Está lejos de explicar todo, pero es la que más explica de lo que realmente ocurre. Considera el tiempo transcurrido entre que el ahorro se invierte en la compleja estructura del capital para iniciar la producción —lo que implica invertir en etapas alejadas e incluso extender la estructura— y que los bienes de primer orden llegan a sus demandantes finales.Para ser consumidos.

Y considera que las distorsiones de origen monetario pueden inducir errores sistémicos en los agentes. Errores generalizados que ocasionan alargamientos insostenibles de la estructura del capital hacia los bienes de orden superior en etapas de auge. Errores que se saldan en cada crisis cíclica, con el doloroso ajuste posterior.


El artículo original se encuentra aquí.

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Revista austriaca de prensa: 17-IV-2018, por Mises Hispano.

  • Esther Mucientes introduce sorprendentemente una cita de Mises en un artículo en El Mundo sobre una concurso televisivo.
  • Iván Cachanosky habla también de Mises en Panampost.
  • Marcial Parráguez menciona a Hayek en Pousta.
  • Rodolfo Bueno menciona a Ron Paul en La Haine.

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lunes, 16 de abril de 2018

¿Quién las entiende? LAS INCOHERENCIAS de las FEMINISTAS RADICALES

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LOS PARTIDOS POLITICOS en España son promotores DE LA MUERTE. Así piensan quienes defienden la vida

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El fraude de la Resolución de Poderes de Guerra, por Mises Hispano.

[Publicado originalmente el 4 de febrero de 2006 en LewRockwell.com]

Tras la Guerra de Vietnam, el Congreso aprobó la Resolución de Podres de Guerra de 1973. Según dicen los libros de historia, el Congreso restringía así los poderes presidenciales de guerra y reafirmaba las prerrogativas tradicionales del Congreso en política exterior como estaban contempladas en la Constitución.

No fue así. Ni siquiera estuvo cerca de ser así.

El Congreso sí aprobó la Resolución de Podres de Guerra, es verdad. Pero, si hacía algo, la Resolución (a pesar de una mitología simpatizante con lo contrario) en realidad reforzaba al presidente y codificaba poderes ejecutivos de guerra que habrían asombrado a los redactores de la Constitución.

He explicado aquí las intenciones de los redactores con respecto a los poderes de guerra. Baste con decir que los redactores se oponían decididamente a colocar poderes ofensivos de guerra en manos del presidente y asignaron deliberadamente esa autoridad al poder legislativo.

La Resolución de Podres de Guerra no restaura el equilibrio constitucional adecuado entre Presidente y Congreso en asuntos de guerra. Consideremos primero la disposición de la resolución por la que el presidente puede enviar tropas a operaciones ofensivas en cualquier lugar del mundo que decida y por cualquier razón con el consentimiento del Congreso, durante un periodo de 60 días (aunque debe informar de su acción al menos en 48 horas). Después de los 60 días iniciales, debe conseguir la autorización del Congreso para que continúe la acción. Después tiene 30 días para retirar las tropas si no consigue dicha autorización.

Hasta la Resolución de Podres de Guerra, no podía citarse ninguna autoridad constitucional o legal a favor de ese comportamiento por parte del presidente. Ahora está fijado por ley, a pesar de violar el espíritu y la letra de la Constitución.

Además, resulta que, gracias a los defectos de la resolución, el reloj de los 60 días solo se inicia siempre y cuando el presidente informe al Congreso bajo la Sección 4(a)(1) de dicha Resolución. Sorpresa, sorpresa: los presidentes por consiguiente han informado al Congreso solo de la manera más genérica que cumpla esa sección. Publican informes “compatibles” en lugar de “conformes” con la Resolución.

Aun así, en pocos casos los presidentes han actuado como si estuviera en vigor el límite de los 60 días, tal vez por consideraciones políticas (aunque no lo sean desde un punto de vista estrictamente legal). Pero solo la intervención militar multianual de Bill Clinton en Bosnia, sin ni siquiera un gesto de reconocimiento en dirección al Congreso, dejaba perfectamente claro que la resolución, por muchas buenas cosas que incluyera, era en la práctica letra muerta.

La Resolución requiere una “consulta” del presidente al Congreso antes de comprometer tropas en el combate. Esta consulta se nos dice que puede ocurrir “en cualquier caso posible”. (¿Quién podría encontrar aquí un vacío legal?). En la práctica, los presidentes han interpretado esta disposición en el sentido de que deben avisar al Congreso tras la iniciación de hostilidades, lo que no es exactamente lo que probablemente tenían en mente sus redactores.

Desde la aprobación de la Resolución, algunas veces los opositores a las acciones presidenciales han seguido la estrategia de acudir a los tribunales para corrección, agitando la Resolución de Podres de Guerra ante los jueces federales. Por diversas razones, estos jueces han dudado en intervenir en esos casos. Louis Fisher y David Gray Adler,[1] dos expertos en poderes presidenciales de guerra, han sugerido por tanto que la Resolución de Podres de Guerra ha desviado a los opositores a las guerras presidenciales hacia demandas judiciales infructuosas en lugar de declarar sencillamente que la acción del presidente era inconstitucional y rechazar financiarla.

Es verdad que los neoconservadores normalmente desdeñan la Resolución de Podres de Guerra (y por eso la gente normal puede inclinarse a apoyarla solo por eso), pero esto solo pasa porque parece en principio limitar los poderes del presidente. Los neocones son presa de una extraña paranoia en temas como estos. Los think-tanks de Washington están escribiendo constantemente informes sobre las intrusiones peligrosas y sorprendentes del poder legislativo en el ejecutivo, intrusiones que solo existen en el Mundo Bizarro en el que también habita nuestro no-veo-nada-malo y la-verdad-es-la-que-yo-digo que es nuestro presidente.

En 1995 se intentó una derogación parcial de la Resolución, pero la versión adelgazada en realidad habría acentuado el poder presidencial y eclipsado aún más al Congreso. El presidente de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich, ese gran opositor a Clinton, pedía en la Cámara “aumentar, al menos sobre el papel, el poder del presidente Clinton”. Gingrich quería “reforzar al actual presidente demócrata porque es el presidente de Estados Unidos. Y el presidente de Estados Unidos, desde una perspectiva bipartidista, merece ser reforzado en asuntos exteriores y reforzado en seguridad nacional”. Unos 44 republicanos abandonaron a Gingrich (eran todavía aquellos tiempos en los que al menos unos pocos republicanos pensaban que el poder presidencial era algo que había que restringir) y el intento fracasó.

Fisher y Adler insisten en que, por el bien de la república, la Resolución de Podres de Guerra debería derogarse:

La derogación de la Resolución de Podres de Guerra eliminaría la concesión de 1973 de que los presidentes pueden usar fuerza militar en cualquier parte del mundo, por cualquier razón, hasta noventa días, si no más. No hay base constitucional para esa proposición. La derogación eliminaría esa fuente de poder presidencial y podría fin a un infructuoso debate legislativo acerca de si la “consulta” presidencial ha sido suficiente, si los informes presidenciales son puntuales y completos y si el presidente debería haber informado bajo la Sección 4(a)(1), 4(a)(2) o alguna otra disposición. La abolición eliminaría la actual carrera inútil al tribunal federal, esperando algún tipo de respuesta judicial. Los miembros del Congreso entenderían que solo la acción legislativa puede detener al presidente: sin fondos, prohibiendo ciertas acciones y tomando otras medidas concretas.

Una Resolución de Podres de Guerra es tan innecesaria como una enmienda para equilibrar el presupuesto y ha demostrado ser al menos igual de problemática. Si queremos un presupuesto equilibrado, presentemos uno. Si queremos restringir el poder del presidente en el exterior, hagámoslo con el poder del presupuesto para eliminar la financiación del aventurerismo en política exterior. Las meras resoluciones no pueden detener a un ejecutivo decidido, que puede sencillamente definir “guerra”, “consulta” y otros términos críticos para ajustarlos a su agenda. En resumen, la Resolución de Podres de Guerra es solo una de las muchas estratagemas políticas pensadas para dar la impresión de que las cosas han cambiado, cuando en realidad nunca han sido tan iguales.


El artículo original se encuentra aquí.

[1] Sobre este tema en particular, Louis Fisher y David Gray Adler, “The War Powers Resolution: Time to Say Goodbye”, Political Science Quarterly 113 [Primavera de 1998]: 1-20.

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La república se convierte en imperio, por Mises Hispano.

[Este artículo se publicó originalmente con el título “The Decline of the American Republic” en The Freeman, el 25 de febrero de 1952]

Hemos cruzado la frontera que separa la república del imperio. Si preguntáis cuándo, la respuesta es que no se pasa de golpe del día a la noche. No importa el momento exacto. No hay un cartel que diga: “Está entrando en el imperio”. Pero hay un camino muy antiguo y la voz de la historia dice en él: “Lo sepáis o no, la acción de cruzar puede ser irreversible”. Y ahora, no muy lejos, hay una señal que dice “Prohibido el cambio de sentido”.

Si decís que no hay presagios que temer, es verdad. Los cimientos políticos no se han estremecido, las tumbas de los padres fundadores no se han abierto, la Constitución no se ha hecho pedazos. Si decía que el pueblo no lo quería, también es verdad. Pero si decís que por tanto no ha pasado, lleváis demasiado tiempo confundidos con la idea de que vuestra mente no cree lo que el ojo puede ver, como si en la jungla el aterrorizado indígena, al encontrarse con el león, invocara la magia diciéndose: “No está aquí”.

La república romana se convirtió en imperio romano y aun así nunca un ciudadano romano pudo haber dicho: “Eso pasó ayer”. Tampoco el historiador, con todas las ventajas de la perspectiva, es capaz de colocar ese importante acontecimiento en algún punto exacto en el tiempo. La república tuvo un largo e infeliz crepúsculo. Estamos de acuerdo en que el imperio empezó con César Augusto. Algunos antes que él habían tratado de ser emperadores y fueron destruidos.

Al primero al que se podría haber llamado de hecho emperador fue Julio César, que simulaba no querer la corona y la rechazó públicamente una vez. No se sabe si temía más el disgusto de la plebe romana o las dagas de los republicanos. Puede que en sus sueños viera una toga manchada con sangre. Su asesinato poco después fue una acción desesperada y perfectamente inútil de la moribunda tradición republicana. Su heredero fue Octavio y fue un tiempo muy sangriento, pero tampoco Octavio se llamó a sí mismo emperador.

Por el contrario, fue extremadamente cuidadoso en observar los viejos formalismos legales. Restauró el Senado. Posteriormente hizo creer que restauraba la república e hizo acuñar monedas en conmemoración de ese acontecimiento. Tras adquirir por consentimiento universal, como escribiría posteriormente, “un dominio completo sobre todo, tanto en la tierra como en el mar”, realizó un discurso largo y astuto en el Senado y acabó diciendo: “Y ahora os entrego la república para que la cuidéis. Leyes, tropas, tesoro, provincias, todo para vosotros. Custodiadlos dignamente”.

La respuesta del Senado fue coronarle con hojas de roble, plantar laureles a su puerta y nombrarle Augustus. Después de reinar durante más de cuarenta años, los huesos de la república se enterraron con él. “La personalidad de un monarca”, dice Stobart, “se había introducido casi subrepticiamente en el marco de una constitución republicana. (…) La creación de un imperio era una acción tan delicada y equívoca que ha estado abierta a diversas interpretaciones desde entonces. Probablemente en la mente inteligente de Augusto pretendía ser equívoca desde el principio”.

Lo que hizo César Augusto fue poner en práctica una propuesta que aparece en la Política de Aristóteles, una que debía conocer muy bien y que es esta:

El pueblo no cambia con facilidad, pero ama sus costumbres ancestrales y solo a pequeños pasos una cosa toma el lugar de otra, así que las leyes antiguas permanecerán, aunque el poder esté en manos de quienes hayan traído una revolución al estado.

Revolución dentro de las formas.

No supone ningún alivio histórico para quienes ponen su fe en las formas, quienes piensan que hay seguridad en palabras inscritas en pergamino, conservadas en una urna de cristal, reproducidas en facsímil y arrastradas arriba y abajo en un Tren de la Libertad.

Vayamos a la historia actual. ¿Cuánto ha reflexionado la mitad más joven de esta generación acerca del hecho de que en su tiempo ha tenido lugar una completa revolución en las relaciones entre gobierno y pueblo?  Puede dudarse que ni siquiera un estudiante universitario de cada mil pueda siquiera explicarlo con claridad. El primer artículo de nuestra tradición heredada, implícito en el pensamiento estadounidenses desde el inicio hasta hace unos pocos años era este: El gobierno es la responsabilidad de un pueblo que se autogobierna. La doctrina ha sido eliminada: solo la recuerdan los viejos.

En nombre de la democracia, ahora se acepta como un hecho político que el pueblo es responsabilidad del gobierno.  Las formas de gobierno republicano sobreviven, pero el carácter del estado ha cambiado. Antes el pueblo apoyaba al gobierno y le ponía límites y se preocupaba de su propia vida.

Ahora pagan un gobierno ilimitado, lo quieran o no, y el gobierno se ocupa de sus vidas, atendiendo a cómo se alimentan y visten y viven, cómo se preparan para la vejez, cómo debería dividirse entre ellos la renta nacional, que es el producto de su propio trabajo, cómo compran y venden, cuándo tiempo y cuán duramente y bajo qué condiciones deben trabajar y cómo se mantiene el equilibrio entre los compradores de comida que viven en las ciudades y los productores de esta que viven en el campo. Para estos últimos recurre a un sistema de subvenciones, sanciones y obligaciones y supone con sabiduría medieval que puede fijar el precio justo.

Esto es el estado del bienestar. Apareció de repente dentro de las formas. Es legal porque lo dice el Tribunal Supremo. El Tribunal Supremo dijo una vez que no y luego cambió de opinión y dijo que sí, porque entretanto el presidente que fue el creador del estado del bienestar había nombrado para el Tribunal Supremo a hombres que creían en él.

Los fundadores que escribieron la Constitución no podían haber imaginado un estado del bienestar con la aprobación de sus palabras, igual que no podían haber imaginado una monarquía, y aun así la Constitución no tuvo que alterarse. Solo tuvo que reinterpretarse una cláusula, la cláusula que dice: “El Congreso tendrá facultad para establecer y recaudar contribuciones, impuestos, derechos y consumos; para pagar las deudas y proveer a la defensa común y bienestar general de los Estados Unidos”.

“Estamos sometidos a la Constitución”, decía el juez principal Hughes, “pero la Constitución es lo que los jueces dicen que es”.

El presidente nombra a los miembros del Tribunal Supremo, con el consejo y el consentimiento del Senado. De esto se deduce que, si el presidente y una mayoría del Senado resultan querer un estado del bienestar o cualquier otra innovación y si, por el azar de su diseño, la muerte o la vejez crean varias vacantes en el tribunal de forma que puedan llenar este con hombres de mentalidad similar, la Constitución se convierte en realidad en un instrumento muy elástico.

La medida en que se han erosionado los preceptos e intenciones originales de un gobierno constitucional, representativo y limitado, en forma republicana, por medio de argumentos y dialéctica es algo independiente, largo y ominoso, y corresponde a un tratado de ciencia política.

Lo único que hay que destacar ahora es que cuando el proceso de erosión ha avanzado hasta que no se puede decir lo que es la ley suprema del país en un momento dado, la Constitución empieza a incumplirse por parte del ejecutivo, con algo similar a la impunidad. Los casos puede que no sean esenciales al principio y por eso son todavía más peligrosos. Cuando se consiente uno, le sigue otro y se van haciendo progresivos.

Aventajar a la Constitución y eludir sus restricciones se convirtió en un ejercicio popular del arte del gobierno en el régimen de Roosevelt. En defensa de su intento de llenar el Tribunal Supremo con jueces con mentalidad social después de que varias de sus leyes del New Deal fueran declaradas inconstitucionales, el presidente Roosevelt escribía: “Los miembros reaccionarios del tribunal aparentemente han decidido permanecer en él durante toda su vida con el único propósito de bloquear cualquier programa de reformas”.

Entre los millones que en ese momento aplaudieron esa declaración de desprecio había muy pocos, si es que había alguno, que no se habrían asustado por una revelación de la secuela lógica. Creían, como todos, que había una cosa que un presidente nunca podría hacer. Había una frase en la Constitución que no podía desaparecer mientras viviera la república.

La Constitución dice: “El Congreso tendrá facultad para declarar la guerra”. Por tanto, eso era algo que ningún presidente podría hacer. No podía declarar la guerra a voluntad. Solo el Congreso podía declarar la guerra y se podía confiar en que el Congreso nunca lo haría sin el consentimiento del pueblo, o eso creían. Ningún hombre podía hacerlo en su nombre. Incluso si pensáis que el presidente Roosevelt llevó al país a la Segunda Guerra Mundial, no fue así. Fue al Congreso en busca de una declaración de guerra (después de que los japoneses atacaran Pearl Harbor). Puede que la quisiera, puede que la planeara y aun así la Constitución le prohibía declarar la guerra y no se atrevió a hacerlo. Nueve años después lo haría un presidente mucho más débil.

El presidente Truman, solo y sin el consentimiento ni el conocimiento del Congreso, había declarado la guerra contra el agresor coreano, a 10.000 kilómetros de distancia y el Congreso consintió esta usurpación de su poder constitucional exclusivo. Más aún, sus defensores políticos en el Congreso argumentaron que en el caso moderno esta frase de la Constitución que confería al Congreso el poder único para declarar la guerra estaba obsoleta.

Fijaos en que las palabras no se habían borrado: seguían existiendo formalmente. Solo era que se habían quedado obsoletas. ¿Y por qué obsoletas? Porque ahora la guerra podía empezar de repente, con bombas cayendo desde el cielo y podíamos perecer mientras esperábamos a que el Congreso declarara la guerra.

El razonamiento es pueril. La Guerra de Corea, que supuso un precedente, no empezó así; en segundo lugar, el Congreso estaba en sesiones en ese momento, así que no podría haberse producido un retraso mayor que unas pocas horas, siempre que el Congreso hubiera estado dispuesto a declarar una guerra y, en tercer lugar, el presidente como comandante en jefe de las fuerzas armadas de la república puede actuar defensivamente de forma legal antes de que se realice una declaración de guerra. Pero solo puede hacerlo si la nación ha sido atacada.

Los defensores del presidente Truman argumentaban que en el caso coreano esta acción era defensiva y por tanto estaba dentro de sus poderes como comandante en jefe. En ese caso, para hacerlo constitucional, estaba legalmente obligado a pedir al Congreso una declaración posterior de guerra. Nunca lo hizo. Durante una semana, el Congreso vio en los periódicos las noticias de la entrada del país en guerra, luego el presidente llamó a unos pocos de sus líderes a la Casa Blanca y les contó lo que había hecho.

Un año después, el Congreso seguía debatiendo si el país estaba en guerra o no, en un sentido legal y constitucional. Pocos meses después, Mr. Truman envió tropas estadounidenses a Europa para unirse a un ejército internacional y no solo lo hizo sin ninguna ley, sino sin siquiera consultar al Congreso, llegando a retar al Congreso a que le detuviera.  EL Congreso hizo todo el ruido furioso necesario y luego intentó salvar su dignidad con una resolución que decía que la acción del presidente estaba bien por esa vez, ya que se había tomado de todos modos, pero que a partir de entonces el Congreso esperaba ser consultado.

En ese momento, el Comité de Relaciones Exteriores del Senado pidió al Departamento de Estado que mandara un escrito con lo que podría llamarse la postura del ejecutivo. El Departamento de Estado respondió atentamente con un documento titulado: “Poderes del presidente para enviar tropas fuera de Estados Unidos – Preparado para su uso por el comité conjunto compuesto por el Comité de Relaciones Exteriores y el Comité de las Fuerzas Armadas del Senado, 28 de febrero de 1951”.

Este documento será en los años en torno al 2950 un maravilloso descubrimiento para cualquier historiador que pueda estar tratando de buscar las huellas del abandono de la desaparecida república estadounidense. Para conocimiento del Senado de Estados Unidos, decía (Registro del Congreso, 20 de marzo de 1951, p. 2.745):

Como ha dejado claro esta explicación de los poderes respectivos del Presidente y el Congreso, la doctrina constitucional se ha moldeado en buena debida de acuerdo con necesidades prácticas. Por ejemplo, el uso del poder del Congreso para declarar la guerra se ha suspendido porque las guerras ya no se declaran por adelantado.

César podría haber dicho esto en el senado romano. Si la doctrina constitucional se moldea de acuerdo con las necesidades, ¿para qué se escribe una Constitución?

Así que un argumento que parecía a primera vista basarse en un razonamiento pueril resulta ser profundo e ingenioso. El uso inmediato del mismo era defender el inconstitucional precedente coreano, es decir, el recurso a la guerra como una acción de la voluntad del presidente. Pero no se inventó solo para eso. Es un pronóstico de intenciones del ejecutivo, una manifestación de su mentalidad como ejecutivo, un desafío mortal al principio parlamentario. La pregunta es sencillamente: ¿Qué mano controlará el instrumento de la guerra? Es tarde para preguntar. Puede que sea demasiado tarde, pues cuando la mano de la república empieza a relajar la otra mano ya está presentando un plan.


El artículo original se encuentra aquí.

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Revista austriaca de prensa: 16-IV-2018, por Mises Hispano.

  • Bryan Brennan cita a Bastiat en La Prensa.
  • Enrique López Enciso menciona a Hayek en El Colombiano.
  • Econintech publica en La Patilla un artículo citando a Hayek.
  • Otra cita de Hayek en el artículo de Guillermo Rodríguez González en Panampost.
  •  Víctor Maldonado cita a Mises en Finanzas Digital.
  • Hayek “neoliberal” en la entrevista de Jorge Fernández Díaz a José Nun en La Nación.
  • Bulmaro Pacheco incluye una cita de Vargas Llosa que lleva dentro a Hayek, en Termómetro.

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domingo, 15 de abril de 2018

Misión cumplida

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PISOS DE ALQUILER TURISTICO no afectan al mercado, ni a la HOSTELERÍA, dice experto inmobiliario

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Revista austriaca de prensa: 15-IV-2018, por Mises Hispano.

  • Artículo sin firma en El Mundo con mención a Wicksell.
  • Christopher Domínguez Michael menciona a Jouvenel en El Nacional.

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sábado, 14 de abril de 2018

La ContraRéplica (64)

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Revista austriaca de prensa: 14-IV-2018, por Mises Hispano.

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viernes, 13 de abril de 2018

jueves, 12 de abril de 2018

Apuntes sobre la Inquisición

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FRANK DE LA JUNGLA se declara ANTIANIMALISTA

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Revista austriaca de prensa: 12-IV-2018, por Mises Hispano.

  • Juan Carlos Hidalgo cita a Bastiat en El Ojo Digital.
  • Antonio Deudero Mayans cita a John Bright en El Mundo.

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miércoles, 11 de abril de 2018

El legado de Mayo del 68… 50 años después

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La búsqueda desesperada de HITLER por encontrar el SANTO GRIAL

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martes, 10 de abril de 2018

Revista austriaca de prensa: 10-IV-2018, por Mises Hispano.

  • Noticia en El Espectador en la que se menciona a Israel Kirzner.
  • Antonio Sánchez García cita a Mises en El Nacional.
  • Javier J. Navarro menciona a Huerta de Soto en El Blog Slamón.
  • Jaime Arimany menciona a Manuel Ayau en El Periódico.
  • Luís Torras menciona una obra de Huerta de Soto en The Objective.
  • Juan Carlos Hidalgo cita a Bastiat en El Comercio.
  • Otra mención a Huerta de Soto en Público.
  • Juan Velarde menciona a Hayek en El Economista.
  • Hayek “neoliberal”: Manuel Navarrete en Kaos en la Red.
  • Diego Sánchez de la Cruz entrevista a Deirdre McCloskey en Libre Mercado y se menciona la Escuela Austriaca.
  • Ramón González Férriz menciona a Hayek en El Confidencial.
  • Menciones a Hayek y Mises por Eduardo Blandón en La Hora.
  • Mamela Fiallo menciona a Ron Paul y Tyler Cowen en Panampost.
  • Javier Zarzalejos menciona a Hayek en El Correo.
  • Valentina Verbal menciona a Hayek en El Líbero.
  • Armando Ribas cita a Hayek en La Prensa.
  • Alberto Benegas Lynch (h) menciona a Nozick y Jasay en Infobae.
  • Cristóbal Hasbun menciona a Hayek en El Mostrador.
  • Cristian Campos entrevista a Santiago Abascal y menciona a Hayek en El Español.
  • Federico Jiménez Losantos menciona a Carlos Rangel en Libertad Digital.
  • Goldwin Smith menciona a John Bright en Los Tiempos.

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