La mala reputación del capitalismo se ha extendido por el tiempo y el espacio, probablemente desde la publicación de El Capital de Karl Marx en 1867. Al menos, fue precisamente el filósofo alemán quien dio al capitalismo su nombre, porque la economía de mercado es casi tan antigua como la civilización misma.
Sobran en el mundo ejemplos en el que el socialismo y el comunismo han fracaso sistemáticamente, causando pobreza, hambre, represión, persecución, censura, muerte y todo tipo de miserias, tanto intelectuales como físicas.
Una mirada a, por exponer casos recientes, Corea del Norte, Alemania Oriental, la Unión Soviética, Cuba y Venezuela bastaría para el ojo imparcial.
Sin embargo, el término “capitalismo” sigue sonando altamente antipático para detractores e incluso algunos simpatizantes. Las asociaciones que suele suscitar el sustantivo son por demás negativas, desde “explotación” a “imperialismo”, pasando por una serie de desatinos y errores conceptuales, no pareciera haber atenuantes a la hora de declararse un firme defensor del capitalismo.
Se podría encontrar alguna explicación a tal reacción en los dudosos embajadores involuntarios que el capitalismo ha tenido y tiene, o quizás el gran embajador, Estados Unidos. O al menos el Estados Unidos reciente, de los últimos 80 años. El intervencionista, el tantas veces belicoso, el fabricante de armas, el invasor, el manipulador.
¿Quién querría al capitalismo cuando su máximo representante es así?
Dos puntos merecen ser estudiados sobre el país más poderoso del mundo: primero, no es así siempre ni fue siempre así (que no es lo mismo) y segundo, pero quizás mucho más sorprendente, es que Estados Unidos no es capitalista. No, no entre en shock. Desde un punto de vista estricto, no lo es.
Estados Unidos es un país con un altísimo nivel de consumo (este punto será atendido más adelante) pero no es absolutamente capitalista.
El capitalismo tiene como pilar máximo la libertad de mercado, y en Estados Unidos, no hay nada más regulado que el mercado. Si un país reniega de la piedra fundamental que sostiene a una ideología, no es coherente que sea abanderado de la misma.
De hecho, Estados Unidos cuenta con leyes de regulación que rozan lo absurdo. Por ejemplo, es ilegal comprar leche recién ordeñada, que no haya pasado por el proceso de un tambo. O, si usted desea, por ejemplo, tener un blog, debe tener una licencia. Algo tan inocente como recolectar agua de lluvia, también es ilegal.
Un país que se entromete de tal manera en el mercado y en la vida de sus ciudadanos, no puede ser llamado capitalista.
El capitalismo y el socialismo/comunismo, tienen algo en común: no son sólo teorías económicas, sino que también tienen postulados filosóficos que los respaldan.
Al capitalismo lo respalda la libertad, una libertad que es inherente al ser humano y que sólo termina cuando se violenta la libertad del otro. El capitalismo cree en el mutuo acuerdo entre partes consensuales (principio de consensualidad) y esos acuerdos están por fuera de cualquier regulación, o deberían estarlo.
Para poner un ejemplo cotidiano, imaginemos que usted vende manzanas. Como desea prosperar en su negocio, decide venderlas a un precio competitivo: un dólar el kilogramo.
Es el precio más barato del barrio, por lo que usted hace dinero y el cliente se lo ahorra.
Un día le llega a usted una notificación y citación, pues resulta que el Sindicato de Vendedores de Manzanas lo ha denunciado por competencia desleal y tuvo justo la suerte de encontrar dos manzanas podridas en todos los kilogramos que usted vendió. El Estado le dice entonces que podrá seguir vendiendo manzanas, pero con los precios pautados por el Sindicato (dos dólares el kilogramo) y con las condiciones que el primero marque. Eso no es capitalismo, así de sencillo.
Otro de los motivos por el que el capitalismo no tiene muchos amigos, es la derecha. Como la izquierda representa al socialismo (en teoría) se ha sostenido que la derecha representa al capitalismo. Esto tampoco es cierto.
La derecha de todo el mundo puede que haya tomado (y que tome) medidas medianamente liberales en lo económico, como exención de impuestos a empresas multinacionales a efectos que se radiquen en un país y creen puestos de trabajo.
Pero, en términos generales, la derecha no hace honor a las pautas del capitalismo. La derecha suele ser conservadora en términos sociales, lo que se contradice con el principio de libertad.
Asimismo, la derecha se ha dedicado en varios puntos del globo a hacer salvatajes de bancos. Un capitalista puro se espanta ante tal horror. Para el capitalismo, un banco es exactamente igual a cualquier otra empresa: si da pérdida, debe cerrar. El capitalismo no cree en la intervención.
En muchas ocasiones se puede leer como los términos “capitalismo” y “consumismo” se usan indistintamente, cual sinónimos. Nada más lejos de la realidad. Hay quienes creen que el capitalismo necesita del consumismo para subsistir, y no es así. El capitalismo necesita del libre mercado, que dista del consumismo.
El libre mercado se maneja con principios de oferta y demanda y en libertad de consumo (por ejemplo, la capacidad de poder elegir entre UBER y un taxi) y nada tiene que ver con comprar tres modelos de celular por año – dicho sea de paso, el capitalismo cree en su libertad de hacerlo, pero no se lo impone, que es bien diferente.
Quizás el más grande de los mitos sea la explotación al trabajador. En un mercado libre, el capitalismo no sólo puede brindar más fuentes de empleo, sino que el trabajador tiene más libertades a la hora de elegir cuánto trabaja, por cuánto y en qué condiciones. Tristemente, estas medidas hoy en día son tomadas por el Estado, fijando mínimos que impiden a las empresas crear más empleo e impidiendo, a quien así le parezca pertinente, trabajar por cuanto le parezca conveniente.
Sin importar los enemigos que el capitalismo pueda tener, al final del día nos quedan los números. El mundo está lejos de ser perfecto, pero desde la aparición del capitalismo y su fortalecimiento luego de la Revolución Industrial, e incluso a pesar de todas las regulaciones e intervenciones estatales, somos más saludables, vivimos más tiempo y sí, tenemos más dinero.
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