El dividido estado montañoso del sur de Asia, Cachemira, es como un volcán: olvidado cuando se encuentra en reposo, pero aterrador cuando entra en errupción.
Tras la primera guerra entre la India y Pakistán en 1947, en la que el Raj británico de la India quedó dividido en dos estados, uno mayoritariamente hindú y otro musulmán, la India terminó quedándose con dos tercios del montañoso estado de la antes independiente Cachemira, y el nuevo estado de Pakistán con el tercio restante, pobre y lleno de maleza, conocido como la Cachemira Azad.
Muchas revueltas e intentos de secesión han estallado desde entonces en la Cachemira india, que tiene una mayoría musulmana intranquila, y minorías hindúes y sijs. De hecho, el conflicto de Cachemira es ahora la gran crisis más antigua del mundo. Las llamadas de la ONU para permitir un plebiscito para determinar el futuro de Cachemira han sido ignoradas por la India.
Hace una semana, militantes de Cachemira atacaron la base de una brigada del Ejército Indio en Uri, que se encuentra cerca de la línea de alto el fuego de 1948-1949 conocida como la Línea de Control (LDC). Diecisiete soldados regulares indios murieron junto con cuatro militantes. Nueva Delhi envió rápidamente 10.000 soldados a Cachemira, haciendo que la fuerza militar india en el montañoso estado ascendiese a más de 500.000 hombres.
Es un grave error que el mundo ignore Cachemira. En mi primer libro, “War at the Top of the World”, exploré la crisis de Cachemira y las rivalidades entre la India y el Pakistán-chino-tibetano en las cordilleras del Karakorum y el Himalaya (una obra inspirada en mis conversaciones con el Dalai Lama). Hace más de una década desde que denominé el conflicto de Cachemira como ‘la crisis más peligrosa del mundo.’ Y permanece así hoy en día.
La India y Pakistán, ambos estados poseedores de armas nucleares con unas poderosas fuerzas armadas y misiles de medio alcance, se mantienen a un golpe de cimitarra de distancia por Cachemira, por la que lucharon dos grandes guerras y sufrieron innumerables enfrentamientos.
Yo me encontré bajo fuego en dos ocasiones en la Línea de Control de Cachemira y otra vez más al norte, en la frontera mal demarcada que conduce al glaciar Siachinr, a 5.000 metros de altura; la guerra más alta del mundo.
La mayoría de los habitantes de la Cachemira Azad quieren la unión con Pakistán (aunque existe una minoría que desea la independencia total de la Cachemira histórica, que es aproximadamente del tamaño de Inglaterra.) La India insiste en que Cachemira es una parte integral de la Unión India y en que el tema no está abierto a discusión. Para hacer las cosas aún más compleja, Pakistán entregó un trozo estratégico del vertiginoso norte de Cachemira llamado Aksai Chin a la vecina China. La India quiere que le devuelvan ese trozo. China a su vez reclama el territorio indio de Ladakh, también conocido como el “Pequeño Tíbet”.
La India llama “terroristas” a los militantes musulmanes de Cachemira y acusa a Pakistán de promover el “terrorismo transfronterizo.” Pakistán acusa a la India de la salvaje opresión en Cachemira que incluye ejecuciones extrajudiciales, secuestros, represalias contra civiles y torturas generalizadas, cargos corroborados por grupos indios de defensa de los derechos humanos.
Esta disputa no tenía repercusiones internacionales hasta que la India, y Pakistán a continuación, desarrollaron armas nucleares y medios para lanzarlas con misiles y aviones. Se estima que ambos estados han desplegado unos 100 dispositivos nucleares.
Durante los últimos 20 años, la creciente economía de la India ha permitido ampliar considerablemente sus grandes fuerzas militares, ahora las terceras mayores del mundo. Estas fuerzas superan a las de Pakistán por al menos 2,5 a 1 en personal militar, aviones de combate, artillería y blindados. Es cierto que una parte de las fuerzas militares indias están desplegadas con el objetivo de vigilar la larga frontera del Himalaya con China. En mi libro, indiqué que las dos potencias asiáticas, al final, acabarían yendo a la guerra en el Himalaya y por el control de Birmania (Mynmar).
A pesar de ello la India podría usar sus potentes cuerpos blindados para cortar al estrecho Pakistán por la mitad en cuestión de días. Por eso, Pakistán desarrolló armas tácticas y estratégicas para compensar la aplastante superioridad de las fuerzas indias, de tecnología militar convencional. Hasta el momento, la estrategia nuclear de Islamabad ha funcionado. El gobierno de la India ha rechazado repetidamente las solicitudes del ejército de cargar contra la Cachemira Azad y el norte del Punjab pakistaní tras las descaradas incursiones fronterizas paquistaníes.
Sin embargo, otro choque fronterizo en Cachemira, tal como el ataque de la semana pasada en Uri, podría provocar graves enfrentamientos entre los viejos enemigos de la India y Pakistán, aumentando el riesgo de que se produzca una guerra a gran escala e incluso que China intervenga para rescatar a su antiguo aliado, Pakistán. Esta semana, China llevó a cabo ejercicios de entrenamiento a pequeña escala en Pakistán, una clara advertencia hacia la India.
Para el resto del mundo, el aspecto más aterrador de esta frontera polvorín, la más militarizada del mundo junto con la DMZ coreana, es que ambas partes tienen sólo tres minutos de advertencia para ataques aéreos y de misiles enemigos.
Eso, en el mejor de los casos. Los sistemas electrónicos de la India y Pakistán son a menudo poco fiables y plagados de fallos. Una falsa alarma de aviones de combate y misiles obligaría a realizar una respuesta de tipo “úsalo o piérdelo”. El riesgo de que se produzca un accidentes es muy alto.
Un intercambio nuclear entre Pakistán y la India mataría o heririría gravemente a decenas de millones de personas en el sur de Asia, contaminaría las aguas subterráneas durante décadas, y liberaría nubes de polvo radiactivo en todo el mundo.
Esto no es un apocalipsis Hollywoodiense. Los tiroteos son eventos diarios en la línea de control. El odio fanático entre la India y Pakistán sigue siendo una constante. Es más probable que se produzca una guerra nuclear entre la India y Pakistán que en cualquier otro lugar del mundo. Evitarlo debe ser un objetivo diplomático primordial para las principales potencias del mundo.
Traducido por Verónica Santamaría
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