domingo, 4 de septiembre de 2016

El pago para jugar de Clinton es la consecuencia natural del gran gobierno, por Mises Hispano.

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Hillary Clinton ha estado aguantando un chaparrón por su relación con la Fundación Clinton. ¿Consiguieron personas y empresas que hicieron grandes donaciones a la fundación o pagaron grandes tarifas por discursos o consultas un acceso preferente a la Sra. Clinton como secretaria de estado? ¿Hay puertas giratorias entre la campaña de Clinton y el personal captador de fondos de la fundación? ¿Son estas relaciones el tema de los correos electrónicos que borró de su servidor privado?

Estas preguntas apuntan a un tema más básico acerca del papel del dinero la política. ¿Qué obtienen exactamente las grandes empresas a cambio de sus contribuciones a las campañas? La Sra. Clinton dio 92 discursos entre 2013 y 2015, para un total de 21,6 millones de dólares, incluyendo 1,8 millones por solo 8 discursos en grandes bancos. (La CNN proporciona detalles esclarecedores sobre sus requisitos para los discursos: la tarifa de 225.000$ es solo la punta del iceberg). La Sra. Clinton no es conocida por su agudeza empresarial: sus famosas operaciones sobre futuros de ganado son ampliamente reconocidas como un soborno político y sus opiniones sobre gobernanza corporativa han sido ridiculizadas por los expertos. Sus opiniones sobre política mundial ya son de dominio público, así que dudo que Goldman Sachs obtuviera el equivalente a 200.000$ por sus ideas únicas acerca de los asuntos globales. Bill Clinton, sin ninguna experiencia en administración en educación superior, se embolsó 17 millones de dólares siendo canciller honorario de una oscura universidad con ánimo de lucro. ¿Por qué están estas empresas tirando su dinero?

La mayoría de la gente asume que las contribuciones de campaña, las tarifas de conferencias y consultorías y los puestos lucrativos en los consejos para políticos pasados y futuros y los pactos similares son puros chanchullos, el tipo de acuerdos de pago para jugar comunes bajo el capitalismo de compinches. De algunas de estas transferencias indudablemente dan acceso e incluso resultados políticos específicos. Sin embargo, hay varios problemas con la suposición común. Primero, la investigación sobre contribuciones de campaña encuentra que la tasa esperada de retorno sobre estos pagos es bastante alta y aun así, dadas las ganancias potenciales, las cantidades de las contribuciones son notablemente pequeñas. Segundo, hay poca evidencia sistemática de que las políticas estén, en general, muy influenciadas por dichas contribuciones, lo que lleva a algunos a sugerir que esta forma de pago a políticos y partidos políticos es principalmente consumo, no inversión.

El cabildeo como estrategia defensiva

Sin embargo, una conclusión más interesante es que la mayoría de las grandes empresas no sólo donan generosamente, sino casi por igual ambos grandes partidos, incluso cuando los candidatos y representantes de los partidos difieren sobre asuntos concretos. Esto sugiere los pagos a los políticos se entienden mejor como una forma de seguro. El dinero en política proporciona protección contra lo que Fred McChesney  ha llamado “extracción de rentas” por parte del gobierno. Por ejemplo, antes de mediados de la década de 1990, el sector tecnológico tenía un perfil muy bajo en Washington: pocas contribuciones, ninguna oficina de las grandes empresas tecnológicas en Washington y todo eso. Después del juicio antitrust de Microsoft, la situación se ha invertido completamente y ahora las empresas tecnológicas están entre los mayores cabilderos en EEUU. El mensaje estaba claro: si quieres jugar, pagas, o te hacemos cerrar. No es que las empresas estén pagando necesariamente resultados concretos; más bien, están pagando por el derecho a hacer negocios en general.

Como señalaba Ludwig von Mises, es complicado hacer negocios en un mundo de regulaciones públicas agresivas. Una consecuencia es hacer a las empresas más burocráticas, con lo que Mises quiere decir hacerlas menos eficaces a la hora de responder a las necesidades del consumidor de la forma más eficiente.

El coste de cumplir con las regulaciones públicas

Bajo el capitalismo, el tamaño, la complejidad y la estrategia de las grandes empresas reflejan las decisiones que los empresarios capitalistas acerca de cómo conseguir mejores ganancias, compitiendo libremente entre sí por los recursos y el apoyo del consumidor.

Bajo el intervencionismo (lo que ahora llamamos capitalismo de compinches) la situación es diferente. Ahora las empresas deben emplear grandes plantillas de abogados, contables, cabilderos, equipos de relaciones públicas y otros que se dedican, no a crear valor económico, sino a satisfacer los requerimientos públicos legales, fiscales regulatorios y de otro tipo. El que las grandes empresas estén llenas de esos empleados no productivos no es, como escribe Mises en La acción humana, “un fenómeno de la economía de mercado no intervenida”, sido un resultado de la política del gobierno.

En su libro anterior Burocracia, publicado en 1944, Mises cuestiona la idea de que la burocracia sea una consecuencia necesaria del tamaño de la firma. “Ninguna empresa con ánimo de lucro, no importa lo grande que sea, tiende a convertirse en burocrática si las manos de su dirección no están atadas por la interferencia pública. La tendencia hacia la rigidez burocrática no es propia de la evolución de los negocios. Es un resultado del gobierno entrometiéndose en los negocios”. Con esto Mises quiere decir que la interferencia pública impide que los empresarios usen el cálculo económico y el intento de usar precios para imponer disciplina en la dirección. Mises da tres ejemplos: impuestos y regulaciones de precios que interfieren con los beneficios empresariales (distorsionando una señal importante del rendimiento de los empleados); leyes que interfieren con la contratación y promoción (incluyendo la necesidad de contratar personas para tratar con el gobierno) y la omnipresente amenaza de actividad arbitraria antitrust o regulatoria, en respuesta a la cual los empresarios deben convertirse de seguidores de “la diplomacia y el soborno”.

Por eso las grandes empresas dan millones de dólares a los Clinton ya otros políticos importantes de los dos partidos principales. Una presidenta Hillary Clinton podría dirigir miles de millones a empresas favorecidas y quedarse con miles de millones de posibles beneficios de aquellos que no quieren “jugar”. Igual los periodistas saben que las preguntas comprometidas les harán verse apartados de las futuras conferencias de prensa, los líderes empresariales bajo el capitalismo de compinches saben que sin un contribuyen, no contratan, no pagan las personas correctas en Washington o Bruselas o donde sea, no tengan éxito.

¿La solución? Eliminar la capacidad del gobierno para intervenir en asuntos económicos. ¡Imaginaos la popularidad la Sra. Clinton de circuito de conferencias en un mundo como ese!


Publicado originalmente el 26 de agosto de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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