miércoles, 28 de septiembre de 2016

Autoconsumo y reguladores europeos, por D. Lacalle

Se acaba de publicar un documento esencial del CEER (Council of European Energy Regulators) sobre autoconsumo . CEER es el consejo de TODOS los reguladores europeos, y merece la pena leerlo para evitar esa politización de ciertos aspectos del mercado energético que se han generado en nuestro país. Me parece esencial porque lo primero que hace es, correctamente, hablar de “autogeneración”, y especifica la responsabilidad y obligaciones de los participantes del mercado eléctrico.

Los principios básicos para aprovechar al máximo la autogeneración sin que se convierta en un sistema de incentivos perversos y subsidios cruzados, como explicaba en mi artículo Autoconsumo sí, pero de verdad y evitar que se convierta en una burbuja que busque atrapar a clientes incautos.

Elementos esenciales del informe son:

Los consumidores, al convertirse en productores, pasan a ser agentes activos del mercado energético y con ello deben asumir responsabilidades en cuanto al sistema integrado.

Evitar incentivos perversos. Los consumidores que no participen de la autogeneración no deben sufrir desventajas en costes del sistema, y por ello debe darse un reparto justo de los costes del sistema -primas a renovables, impuestos y coste de redes- entre todos los consumidores (no sólo los que se mantienen “enganchados” a la red). No vale que se cargue a los consumidores de costes fijos durante la época de “verde que te quiero verde” y el “coste de un café” y ahora algunos se desentiendan de esa acumulación, pero se beneficien vertiendo a la red.

El informe recomienda evitar el mal llamado “balance neto” (net metering), ya que el concepto asume que la capacidad de almacenamiento del sistema, que pagamos todos los consumidores “enganchados” en la factura, está “disponible gratuitamente” para algunos.

En resumen, es un informe que busca garantizar que los beneficios y obligaciones para consumidores y productores estén adecuadamente repartidos sin cometer los errores de incentivos perversos que se han generado en otros mercados, como Maine, EEUU, donde han tenido que rectificar.

Una de las ventajas del debate sobre autoconsumo en Europa es que están saliendo a la luz las monstruosas deficiencias del mercado eléctrico europeo, cargado de costes fijos y subvenciones. En Alemania, los consumidores han visto su factura más que duplicarse mientras los costes de generación caían más del 60% por la acumulación de subsidios y costes fijos.

En España se ha conseguido que la factura de la luz baje un 15% en 2016, cayendo hasta niveles de 2012 (la factura anual de una familia media para el año 2016 será unos 124 euros menor, según el Ministerio de Industria). Pero es que entre 2004 y 2012 la factura anual se encareció en 328 euros (lo que supuso una subida del 67% del recibo), mientras nos lanzábamos a la burbuja de sobrecapacidad y costes fijos. El autoconsumo es una respuesta a un sistema endiablado de costes fijos, pero no evita el problema esencial, que es la sobrecapacidad subvencionada -y no sólo en tecnologías nuevas, sino en convencionales-, y debe servir como motor de eficiencia y competencia, no como otro “efecto llamada” de estimaciones mágicas.

El autoconsumo (autogeneración) es estupendo siempre que no sea un mecanismo para evitar pagar por una red que se utiliza para vender, pasar costes fijos a todos los demás consumidores y beneficiarse de un privilegio en generación. El que quiera desconectarse completamente, sin verter a la red, es libre de hacerlo. El que participe del sistema como si fuese otra planta de generación, debe compartir costes fijos. Es importante que los reguladores europeos pongan en marcha los principios para que el autoconsumo sea un motor positivo, no otra burbuja.

En energía sólo hay dos formas de atacar estas ineficiencias acumuladas. Una es el sistema norteamericano, que quiebre el que tenga que caer, donde las ayudas son incentivos fiscales no subvenciones, y por ello hemos visto la quiebra de miles de empresas ineficientes solares y de carbón en electricidad y de productores de gas y petróleo. La otra es la europea, que parte de una planificación centralizada y objetivos políticos. Lo que no vale es escoger lo que nos gusta de la segunda -la hiperregulación- pero no sus costes.

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