Hace varias semanas, los medios de comunicación mainstream (MCM) dieron cobertura hasta la saciedad a una imagen de un niño pequeño sacado de los escombros de la ciudad de Alepo después de que su hogar y su familia fuesen destruidos por lo que informaciones de dudosa fiabilidad presentaron como un ataque aéreo ruso. Tras ser rápidamente apodado como “El niño de Alepo”, su imagen polvorienta se volvió viral al instante en todos los medios de prestigio en Estados Unidos y Europa. El mensaje subyacente: que la “comunidad internacional”, “el mundo libre”, los Estados Unidos, usted y yo, debemos “hacer algo” para detener al presidente sirio, Bashar al-Assad y a su principal promotor y compañero clon de Hitler Vladimir Putin.
No mucho antes, otro niño, también en la zona de Alepo, fue decapitado en directo por el grupo terrorista yihadista “moderado” apoyado por Estados Unidos Harakat Nour al-Din al-Zenki. Las imágenes de su espantosa muerte han recibido mucha menos atención de los medios que las del Niño de Alepo oficial. A este otro niño no se le dio ningún apodo pegadizo. Nadie hace llamamientos para que la gente en el poder “haga algo”. De hecho, el apoyo occidental a los yihadistas – a los que la administración Obama se negó a repudiar incluso después de la decapitación y de que se acusase a al-Zenki de usar de gas de cloro- puede verse como un intento de “hacer algo” con el malo, malísimo Assad.
Otro pequeño detalle que estuvo rápidamente disponible en “medios alternativos”, pero que pasó casi totalmente desapercibido en los MCM: Mahmoud Raslan, el fotógrafo que tomó la foto del niño de Alepo y la difundió con gran éxito mundial, también se sacó un selfie sonriendo junto a miembros del grupo al-Zenki, los radiantes decapitadores del otro niño. Pero, bueno, dice Raslan, que apenas conoce a esos tipos. Sigamos…
Para aquellos que han estado prestando atención durante el último par de décadas, el Niño de Alepo es un ejemplo habitual de lo que se conoce como “porno de atrocidades“, que sirve para excitar a la audiencia a través de terror e incitarla al odio de los presuntos autores. El porno de atrocidades ha sido esencial para vender la necesidad de tomar acciones militares en “guerras opcionales” no relacionadas con la defensa real de los EE.UU: los bebés de las incubadoras (Kuwait / Irak); la matanza de Racak (Kosovo); los bombardeos del mercado de Markale, los “esqueletos vivientes” de Omarska, y la matanza de Srebrenica (Bosnia); la violación como instrumento calculado de guerra (Bosnia, Libia); y gas venenoso de Ghouta (Siria). No importa que los hechos, en la medida en que, finalmente, se den a conocer, más tarde pueden llegar a ser muy diferentes de las acusaciones categóricas de blanco y negro en los labios de los líderess occidentales y alzadas como estandarte en cuestión de horas, si no de minutos, del acontecimiento en cuestión.
Como ya detallé en un estudio recientemente publicado, Cómo los medios de comunicación estadounidenses sirven de hilo conductor para las guerras opcionales, la pornografía de atrocidades no se da nunca de forma aislada. Más bien forma parte de un patrón bien establecido. Cada vez que un presidente de Estados Unidos, ya sea demócrata o republicano, planea una intervención militar en otro país, los medios de comunicación (en particular, los MCM) diligentemente repiten como loros el contenido proporcionado por el gobierno.
Entre las características clave analizadas se encuentran:
- La deficiencia de conocimiento como la norma americana: Cuanto menos sepamos, más probable es que nos creamos lo que nos dicen. Los menos informados son los más convencidos de la necesidad de “hacer algo”.
- La dependencia de fuentes gubernamentales, la “ventriloquia”, y el incesto de información: El público desconoce que la mayor parte de la “información” de los MCM proviene de fuentes gubernamentales. Pregunta al asistente de la Casa Blanca Ben Rhodes.
- La propiedad corporativa centralizada: No se puede servir a Dios y al dinero, pero César y el dinero se llevan muy bien. La propaganda se junta con el dinero de los seis grandes conglomerados de la información.
- “Para-periodismo”, “infotenimiento” y “porno de atrocidades” como detonadores de la guerra: Una vez que el gobierno decide iniciar una guerra, es necesario venderla. Los MCM sirven puntualmente a las atrocidades a la carta.
- Memes de demonización tipo “Hitler” y “militarización” de los medios de comunicación: Todo es blanco y negro, sin grises. El compromiso y la negociación no tienen cabida en la lucha contra el mal absoluto. La guerra es la opción por defecto.
- EEUU y la “comunidad internacional”, el “mundo libre”, el “excepcionalismo americano” y el “liderazgo”: Lo que los estadounidenses normales entienden por el carácter “excepcional” de nuestro país es muy diferente al uso maligno que emplean las élites políticas y los medios de comunicación.
- Indiferencia hacia los medios de comunicación “alternativos”, el samizdat estadounidense: La información fiel a los hechos está disponible en los medios de comunicación “alternativos”, pero los MCM aún son quienes deciden si esta existe o no.
- “Nunca cometemos errores”, “mantengamos el rumbo” y “sigamos adelante”: la política estadounidense no tiene espejo retrovisor. Nunca se desacredita a los autores de los desastres pasados. Se ignora a los que dijeron “os lo dije”.
La manera en que los medios de comunicación actúan como hilo conductor para la guerra se entiende mejor si vemos a los propios MCM como una parte integral de una entidad público-privada híbrida multifacética, sorprendentemente profunda y variada. Centrada en Washington con ramificaciones secundarias en Nueva York y Silicon Valley, se la conoce de diversas maneras: el establishment, la Oligarquía (nombre acuñado por el senador de Alabama Jeff Sessions), o el Estado profundo (como analizó en profundidad mi antiguo colega del Congreso Mike Lofgren) . Esta entidad incluye elementos de las tres ramas del gobierno estadounidense (sobre todo del ejército, los servicios de inteligencia, y los sectores financieros), la empresa privada (la industria financiera, contratistas del gobierno, las tecnologías de la información), centros de investigación, ONG‘s, el “Demintern”, ambos partidos políticos y agentes de campaña, y un ejército de lobistas y agentes de publicidad. Los estudiantes de historia observarán un parecido sorprendente con la antigua nomenklatura soviética.
El estado profundo no sólo es el “complejo militar-industrial” de Dwight Eisenhower. Comparado con estos chicos, Curtis LeMay era un pacifista. La propensión de la oligarquía a hacer la guerra es inseparable de sus medios generadores de mentiras. Como observa Solzhenitsyn: “Cualquier persona que ha proclamado la violencia como método inexorablemente debe elegir la mentira como principio”. Ambos se han convertido en algo profundamente arraigado en nuestra vida pública, especialmente en nuestra política exterior y militar.
Pero aún hay esperanza. Bajo el asalto de los desafíos anti-Establishment de este año por parte de Donald Trump y Bernie Sanders, el fracaso de las políticas de Barack Obama en Siria y Ucrania, y la ira proveniente de una clase media estadounidense en declive, tanto la oligarquía como sus medios de comunicación asociados muestran señales de estar perdiendo poder. De particular interés es el creciente escepticismo público de los MCM en favor de los “medios alternativos” digitales de todo el espectro político: Antiwar.com, OpEdNews, RonPaulInstitute.org, zerohedge.com, LewRockwell.com, Infowars.com, Counterpunch.com, Unz , VDARE, Takimag, Consortiumnews, y muchos otros, incluyendo la recién llegada cadena de televisión conservadora independiente One America News.
Existen también otras publicaciones abiertas a otros puntos de vista, las cuales sirven de conductos hacia opiniones más mainstream, como la Chronicles Magazine (la verdadera derecha, no la Neocon), The Nation en la izquierda, la libertaria Reason, y la publicación sobre política exterior realista The National Interest . Al mismo tiempo, los MCM cada vez tienen que reconocer más informaciones “alternativas” en un intento de preservar parte de su cada vez menor credibilidad. El éxito más evidente en este sentido es DrudgeReport.com, especialmente por haber triunfado al cubrir la carrera presidencial con visiones favorables a Trump, siendo Breitbart también digno de mención. Un segmento creciente de la opinión pública estadounidense está descubriendo una nueva habilidad, que ya dominan bien los ciudadanos de los países ex comunistas: la lectura entre líneas de los medios oficiales (a los que suponen llenos de mentiras) y hacer comparaciones informadas con los medios alternativos “samizdat”, las fuentes extranjeras, e intentar adivinar mediante rumores cuál es la verdad. Un signo alentador es el fracaso de Obama de meter al país en la guerra de Siria en 2013 a causa de la ebullición de la oposición pública de todo el espectro político. Existe la posibilidad de que se produzca una evolución pacífica en los próximos años hacia una postura menos belicosa que vuelva a centrarse en las necesidades internas de los Estados Unidos.
También existe un grave peligro, que tal vez esté creciendo cada vez más. Los sirvientes y los beneficiarios del estado profundo podrían arriesgarse a entrar en una guerra mayor, en un intento desesperado por salvar su riqueza, su poder y sus privilegios – con consecuencias nefastas para EEUU y el mundo. La mayor parte de la gente puede sentirse inclinada a descartar la idea de “comenzar la III Guerra Mundial”, como puro alarmismo, o teoría de la conspiración. Tal vez tengan razón. Por otro lado, tal especulación no es del todo infundada a la luz de la disposición de algunos políticos estadounidenses, entre ellos algunos que aspiran al Despacho Oval (y una que podría llegar a él) para imponer una zona de exclusión aérea o “zona segura “en Siria, y amenazan con derribar aviones rusos si es necesario; prestar ayuda letal a las fuerzas ucranianas, junto con asesores de la OTAN y entrenadores estadounidenses; o desafiar directamente las reivindicaciones de soberanía de Pekín sobre las rocas del Mar del Sur de China mediante el tránsito aéreo y naval estadounidense y aliado, pese a las advertencias chinas de una respuesta militar. Si tal confrontación llegase a descontrolarse, ya sea accidentalmente o a propósito, el conflicto resultante podría asumir proporciones catastróficas de forma inesperada. En lugar de salvar al Estado profundo, una guerra mundial (que se presume que sería nuclear) podría acelerar su extinción, junto con la de muchas otras cosas.
Traducido por Verónica Santamaría
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