El 29 de septiembre de 1981 se celebra el centenario del nacimiento de Ludwig von Mises, economista y filósofo social, que murió en 1973. Von Mises fue mi maestro y mentor y la fuente o inspiración de la mayoría de lo que sé y considero importante y que merece la pena en estos campos de lo que me permite entender los acontecimientos que dan forma al mundo en que vivimos. Quiere aprovechar esta oportunidad para homenajearle, porque creo que merece ocupar un puesto importante en la historia intelectual del siglo XX.
Von Mises es importante porque sus enseñanzas son necesarias para la conservación de la civilización material. Como demostró, la base de la civilización material es la división del trabajo. Sin la mayor productividad del trabajo que hace posible dicha división del trabajo, la mayoría de la humanidad simplemente moriría de hambre. Sin embargo, la existencia y funcionamiento con éxito de la división del trabajo depende vitalmente de las instituciones de una sociedad capitalista, es decir, de un gobierno limitado y libertad económica, propiedad privada de tierras y demás propiedades, intercambio y dinero, ahorro e inversión, desigualdad económica y competencia económica y las instituciones con ánimo de lucro que han estado siempre bajo ataque durante varias generaciones.
Cuando Mises apareció en escena, el marxismo y otras sectas socialistas disfrutaban de un monopolio intelectual virtual. Grandes defectos e incoherencias en los escritos de Smith y Ricardo y sus seguidores permitían a los socialistas reclamar a la economía clásica como un aliado real. Los escritos de Jevons y los primeros economistas austriacos Menger y Böhm-Bawerk no eran suficientemente completos como para proporcionar una respuesta eficaz a los socialistas. Bastiat había tratado de proporcionar una, pero murió demasiado pronto y probablemente le hubiera faltado la profundidad teórica necesaria en todo caso.
Así que cuando apareció Mises no había prácticamente ninguna oposición intelectual sistemática al socialismo, ni defensa del capitalismo. Literalmente, los baluartes intelectuales de la civilización estaban indefensos. Lo que asumió Mises y resume la esencia de su grandeza, fue construir una defensa intelectual del capitalismo y por tanto de la civilización.
El principal argumento de los socialistas era que las instituciones del capitalismo servían solo a los intereses de un puñado de duros explotadores y monopolistas y funcionaban contra los intereses de la gran mayoría de la humanidad, a la que serviría el socialismo. Mientras que la única respuesta que otros pudieron dar fue idear planes para quedarse con algo menos de la riqueza de los capitalistas de lo que reclamaban los socialistas o pedir que se respetaran los derechos de propiedad a pesar de su incompatibilidad con el bienestar de la mayoría de la gente, Mises se oponía a la suposición básica de todos. Demostró que el capitalismo opera a favor del propio interés material de todos, incluyendo los no capitalistas y los llamados proletarios. En una sociedad capitalista, demostraba Mises, los medios de producción de propiedad privada sirven al mercado. Los beneficiarios físicos de las fábricas y talleres son todos los que compran sus productos. Y, junto con el incentivo de las pérdidas y ganancias y la libertad de competencia que ello implica, la existencia de propiedad privada asegura una oferta siempre creciente de productos para todos.
Así, Mises demostró que eran una tontería frases hechas como que la pobreza causa el comunismo. No es la pobreza, sino la pobreza más la creencia errónea de que el comunismo es la cura para la pobreza, lo que causa el comunismo. Si los equivocados revolucionarios los países subdesarrollados y de los suburbios empobrecidos entendieran de economía, cualquier deseo que puedan tener de luchar contra la pobreza les haría defensores del capitalismo.
Mises demostró en su mayor contribución original al pensamiento económico que el socialismo no sólo elimina el incentivo del beneficio y la pérdida y la libertad de competencia junto con la propiedad privada los medios de producción, sino que hace imposibles el cálculo económico, la coordinación económica y la planificación económica y por tanto lleva al caos. Como el socialismo significa la abolición del sistema de precios y de la división intelectual del trabajo, significa la concentración y centralización de toda la toma de decisiones en manos de una institución: el consejo planificador central o el dictador supremo.
Pero la planificación de un sistema económico está más allá del poder de ninguna consciencia: el número, variedad y ubicaciones de los distintos factores de producción, las diversas posibilidades tecnológicas que tiene abiertas y las distintas permutaciones y combinaciones posibles que podrían producirse a partir de ellas, están muy lejos del poder de la mente incluso del mayor genio. La planificación económica, demostraba Mises, requiere la cooperación de todos los que participan en el sistema económico. Solo puede existir bajo el capitalismo, donde, todos los días, los empresarios planean a partir de cálculos de pérdidas y ganancias, los trabajadores a partir de sus salarios y los consumidores a partir de los precios de los bienes de consumo.
Las contribuciones de Mises al debate entre capitalismo y socialismo, el tema principal de los tiempos modernos, son abrumadoras. Antes de sus escritos, la gente no se daba cuenta de que el capitalismo tiene planificación económica. Aceptaban acríticamente el dogma marxista de que el capitalismo es una anarquía de producción y de que el socialismo representa la planificación económica racional. La gente estaba (y la mayoría sigue estando) en la posición del M. Jourdan de Moliere, que no sabía que toda su vida había hablado en prosa. Porque, al vivir en una sociedad capitalista, la gente está literalmente rodeada por planificación económica y aun así no se da cuenta de que esta existe. Todos los días hay innumerables empresarios que están planificando para expandir o contraer sus empresas, que están planificando para presentar nuevos productos o dejar de fabricar los viejos, planificando abrir nuevas sucursales o cerrar las existentes, planificando para cambiar sus métodos de producción o continuar con los presentes, planificando para contratar trabajadores adicionales o dejar que se vayan los actuales. Y todos los días hay innumerables trabajadores planificando para mejorar sus habilidades, cambiar sus trabajos o lugares de empleo o continuar con las cosas como están y consumidores planificando comprar viviendas, automóviles, estéreos, carne o hamburguesas y cómo usar los bienes que ya tienen, por ejemplo, conduciendo al trabajo o tomando el tren en su lugar.
Pero la gente niega el nombre de planificación a toda esta actividad y lo reserva para los débiles intentos de un puñado de cargos públicos, que, habiendo prohibido la planificación a todos los demás, presume de poder sustituir con su conocimiento e inteligencia el conocimiento e inteligencia de decenas de millones. Mises identificó la existencia de la planificación bajo el capitalismo, el hecho de que se basa en los precios (cálculo económico) y el hecho de que los precios sirven para coordinar y armonizar las actividades de todos los millones de planificadores independientes.
Demostró que cada individuo, al preocuparse por obtener unos ingresos o rentas y limitar sus gastos, se ve obligado a ajustar sus planes particulares a los planes de los demás. Por ejemplo, el trabajador que decide convertirse en un contable en lugar de en un artista, porque valora la mayor renta que se gana como contable, cambia su plan de carrera en respuesta los planes de otros de adquirir servicios de contabilidad en lugar de pinturas. La persona que decide que una casa en un barrio concreto es demasiado cara y que por tanto renuncia su plan de vivir en ese barrio, se dedica igualmente a un proceso de ajustar sus planes a los planes de los demás, porque lo que hace demasiado cara a la casa son los planes de comprarla de otros que pueden y están dispuestos a pagar más. Y, sobre todo, Mises demostró que todos los negocios, tratando de obtener beneficios y evitar pérdidas, se ven obligados a planificar sus actividades de una manera que no solo sirva a los planes de sus propios clientes, sino teniendo en cuenta los planes de todos los demás usuarios de los mismos factores de producción a lo largo del sistema económico.
Así que Mises demostró que el capitalismo es un sistema económico planificado racionalmente por los esfuerzos combinados e interesados de todos los que participan en él. Demostró que el fracaso de socialismo deriva del hecho de que no representa planificación económica, sino la destrucción de la planificación económica, que solo existe bajo el capitalismo y el sistema de precios.
Mises no era principalmente antisocialista. Era procapitalista. Su oposición al socialismo y a todas las formas de intervención pública derivaba de su apoyo al capitalismo y de su amor subyacente por la libertad individual y de su convicción de que los intereses propios de los hombres libres son realmente armoniosos, de que la ganancia de un hombre bajo el capitalismo no es la pérdida de otro, sino que en realidad es la ganancia de otros. Mises fue un defensor coherente del hombre hecho a sí mismo, del pionero intelectual y empresarial, cuyas actividades son fuente de progreso para toda la humanidad y que, como demostró, solo puede florecer bajo el capitalismo.
Mises demostró que la competencia bajo el capitalismo es de un carácter completamente distinto a la competencia en el reino animal. No es una competencia por medios de subsistencia escasos y dados por la naturaleza, sino una competencia en la creación positiva de riqueza nueva y adicional, de la que todos ganan. Por ejemplo, el efecto de la competencia entre aquellos granjeros que usaban caballos y aquellos que usaban tractores no fue que los primeros murieran de hambre, sino que todos tuvieron más comida y también más renta disponible para comprar cantidades adicionales de otros bienes. Esto fue cierto incluso para los granjeros que perdieron la competencia, tan pronto como se reubicaron en otras áreas del sistema económico, que pudo expandirse precisamente debido a las mejoras en la agricultura. Igualmente, el efecto del automóvil sustituyendo al caballo y la carreta fue beneficioso incluso para los antiguos criadores de caballos y herreros, una vez realizaron las necesarias reubicaciones.
Realizando un gran desarrollo de la ley de la ventaja comparativa de Ricardo, Mises demostró que hay espacio para todos en la competencia del capitalismo, incluso para los que tienen las habilidades más modestas. Esa gente solo necesita concentrarse en las áreas en las que es menor su inferioridad productiva relativa. Por ejemplo, una persona que no es capaz de ser más que un limpiador no tiene que tener la competencia del resto de la sociedad, la mayoría de cuyos miembros podrían ser mejores limpiadores que él, si eligieran ser eso. Sin embargo, por mucho mejores limpiadores que puedan ser las demás personas, su ventaja en otros trabajos es aún mayor. Y mientras la persona con habilidad limitada esté dispuesto a trabajar por menos como limpiador de lo que otra gente pueda ganar en otras líneas, no tiene nada de lo que preocuparse por su competencia. En realidad, le supera en el trabajo de limpiador por estar dispuestos a aceptar una renta inferior a la de ellos. Mises demostró que en este caso también prevalece una armonía de intereses. Pues la existencia del limpiador permite a gente con más talento dedicar su tiempo a tareas más demandadas, mientras que su existencia le permite obtener bienes y servicios de otra forma le habría sido imposible obtener.
A partir de esos hechos, mises argumentaba contra la posibilidad de conflictos propios de interés entre razas y naciones, así como entre individuos. Pues incluso si algunas razas o naciones fueran superiores (o inferiores) a otras en todos los aspectos de su capacidad productiva, la cooperación mutua en la división del trabajo seguiría siendo ventajosa para todos. Así, demostró que todas las doctrinas que alegaban conflictos inherentes se basaban en una ignorancia de la economía.
Argumentaba con lógica incuestionable que las causas económicas de la guerra eran el resultado de la interferencia del gobierno, en forma de barreras al comercio y la emigración, y que esa interferencia para restringir las relaciones económicas exteriores es producto de otra interferencia del gobierno, que es restringir la actividad económica interior. Por ejemplo, los aranceles se convierten en necesarios como medio para impedir el desempleo solo debido a la existencia de leyes de salario mínimo y legislación pro-sindical, que impiden que la mano de obra nacional afronte la competencia extranjera por medio de la aceptación de salarios menores cuando sea necesario. Demostró que la base de la paz mundial es una política de laissez faire, tanto nacional como internacionalmente.
En respuesta al a la acusación maliciosa y ampliamente creída de los marxistas de que el nazismo era una expresión del capitalismo, demostró, además de todo lo anterior, que el nazismo era realmente una forma de socialismo. Cualquier sistema caracterizado por controles de precios y salarios y por tanto por la escasez y los controles públicos sobre la producción y la distribución, como era el nazismo, es un sistema en el que el gobierno es en la práctica el dueño de los medios de producción. Porque en esas circunstancias el gobierno decide no solo los precios y los salarios cobrados y pagados, sino también lo que hay que producir, en qué cantidades, por qué métodos y a dónde ha de enviarse. Todas estas son las prerrogativas fundamentales de la propiedad. Esta identificación del socialismo de patrón alemán como lo llamaba, es de inmenso valor para comprender la naturaleza de las presentes reclamaciones de controles de precios.
Mises demostró que todas las acusaciones realizadas contra el capitalismo eran, o bien completamente infundadas, o debían dirigirse directamente contra la intervención del gobierno, que destruye el funcionamiento del capitalismo. Estuvo entre los primeros en señalar que la pobreza de los primeros años de la Revolución Industrial fue la herencia de toda la historia previa, que existía porque la productividad del trabajo seguía siendo lamentablemente baja, porque científicos, mentores, empresarios, ahorradores e inversores solo pueden avanzar paso a paso y acumular así el capital necesario para aumentarla. Demostró que todas las políticas de la llamada legislación laboral y social eran en realidad contrarias a los intereses de las masas de los trabajadores a los que se pretendía ayudar, que su efecto era causar desempleo, retrasar la acumulación de capital y por tanto mantener baja la productividad del trabajo y el nivel de vida de todos. En una gran contribución original al pensamiento económico, demostró que las depresiones eran el resultado de políticas patrocinadas por el gobierno de expansión del crédito y pensadas para rebajar el tipo de interés del mercado. Demostró que esas políticas creaban malas inversiones a gran escala, que privaban al sistema económico de capital líquido y producían contracciones del crédito y por tanto depresiones. Mises fue un importante defensor del patrón oro y del laissez-faire en banca, que, creía, lograría prácticamente un patrón de reservas 100% oro y por tanto haría imposible tanto la inflación como la deflación.
Lo que he escrito de Mises solo proporciona una mínima indicación del contenido intelectual que se encuentra en sus escritos. Fue el autor de más de una docena de libros. Y me atrevo a decir que no recuerdo haber leído solo párrafo en ninguno de ellos que no contuviera uno o más pensamientos u observaciones profundos. Incluso en las ocasiones en las que he encontrado necesario estar en desacuerdo con él (por ejemplo, en su opinión de que los monopolios pueden existir bajo el capitalismo, su defensa del servicio militar y ciertos aspectos de sus opiniones sobre epistemología, la naturaleza los juicios de valor y el punto apropiado de inicio para la economía), siempre he encontrado que lo que tenía que decir era extremadamente valioso y un poderoso estímulo para mi propio pensamiento. No creo que nadie pueda firmar estar realmente educado sin haber absorbido una parte sustancial de la inmensa sabiduría presente en sus obras.
Los dos libros más importantes de Mises son La acción humana y Socialismo, que son los que mejor representan la amplitud y profundidad de su pensamiento. Sin embargo no son para principiantes. Deberían estar precedidos por algunos de los escritos populares de Mises, como Burocracia y Planificación para la libertad.
La teoría del dinero y del crédito, Teoría e historia, Problemas epistemológicos de la economía y Los fundamentos últimos de la ciencia económica son obras más especializadas que probablemente sólo deberían leerse después de La acción humana. Otros escritos populares de Mises en inglés incluyen Gobierno omnipotente, La mentalidad anticapitalista, Liberalismo, Critica del intervencionismo, Política económica y La creación histórica de la Escuela Austriaca de economía. Para todo interesado en economía, filosofía social o historia moderna toda la lista debería considerarse de lectura obligatoria.
A Mises debe considerársele no solo como un pensador notablemente brillante, sino también como un ser humano notablemente valiente. Mantuvo la verdad de sus convicciones por encima de todo y estuvo dispuesto a mantenerse solo en su defensa. No le preocupó nada la fama personal, la posición o la ganancia financiera, si eso significaba tener que venderlas sacrificando los principios. En vida, fue rehuido e ignorado por el establishment intelectual, debido a que la verdad de sus opiniones y la sinceridad y energía con las que presentaba desmoronaba las capas de falacias y mentiras en las que la mayoría de los intelectuales basaban entonces y todavía siguen basando hoy sus carreras profesionales.
Tuve el gran privilegio de haber conocido a Mises personalmente durante veinte años. Le conocí cuando tenía dieciséis años. Al reconocer la seriedad de mi interés por la economía, me invitó a acudir a su seminario de grado en la Universidad de Nueva York cosa que hice casi cada semana a partir de entonces durante los siete años siguientes, dejándolo sólo cuando el inicio de mi propia carrera como profesor me hizo imposible continuar acudiendo regularmente.
Su seminario, como sus escritos, se caracterizaba por el máximo nivel de intelectualidad y erudición y siempre por el respeto más profundo por las ideas. A Mises nunca le preocupó la motivación personal o el carácter de un autor, sino solo la cuestión de si las ideas del hombre eran verdaderas o falsas. De la misma manera, sus modales personales eran en todo momento altamente respetuosos, reservados y una fuente de ánimo amistoso. Luchaba constantemente por sacar lo mejor de sus alumnos. Esto, combinado con su énfasis en la importancia de conocer idiomas extranjeros, me llevo en mi caso a utilizar parte de mi tiempo en la universidad para aprender alemán y asumir luego la traducción de sus Problemas epistemológico guste la economía, algo que ha sido siempre uno de mis logros de los que estoy más orgulloso.
Hoy por fin las ideas de mises parecen ir ganando en influencia. Sus enseñanzas acerca de la naturaleza del socialismo se han confirmado en las observaciones de primera mano de reporteros honrados con amplia experiencia en la Rusia soviética, como Robert Kaiser, Hedrick Smith, John Dornberg y Henry Kamm. Están siendo confirmadas en este mismo momento por las acciones de millones de airados trabajadores en Polonia.
Hay unas de las ideas de mises está siendo propuestas por los ganadores del premio Nobel, F.A. Hayek (él mismo, antiguo alumno de Mises) y Milton Friedman. Ejercen una gran influencia en los escritos de Henry Hazlitt y en el personal del Foundation for Economic Education, así como en antiguos alumnos tan importantes como Hans Sennholz. Las teorías monetarias de Mises aparecen las páginas de recientes libros superventas sobre inversión personal, como los de Harry Browne y Jerome Smith. Y finalmente, pero indudablemente no por último, parecen estar ejerciendo una influencia importante sobre la actual presidente de los Estados Unidos, que ha reconocido haber leído La acción humana y ha expresado su admiración por este libro.
Los libros de Mises merecen ser lectura obligatoria en todo currículo universitario, no solo en los departamentos de economía, sino también en los departamentos de filosofía, historia, administración, sociología, derecho, empresas, periodismo, educación y humanidades. Debería concedérsele inmediatamente un premio Nobel póstumo, en realidad más de uno. Merece recibir toda muestra de reconocimiento y recuerdo que pueda otorgar nuestra sociedad. Pues más que nadie en la historia, trabajo para conservarla. Si se lee lo suficiente, sus obras pueden realmente tener éxito a la hora de ayudar a salvarla.
El artículo original se encuentra aquí.
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