viernes, 23 de septiembre de 2016

El velo de la ignorancia de Rawls no aplica en plebiscito de Colombia, por Mises Hispano.

justice-is-blind1-530x317

justice-is-blind1-530x317La profesora de la Universidad de los Andes, Julieta Lemaitre, en un reciente artículo publicado en la Silla Vacía ha pedido a sus lectores que en el momento de votar al plebiscito lo hagan detrás de un “velo de ignorancia”, recordando el experimento propuesto por John Rawls en su obra Teoría de la Justicia, en la que propone una teoría, que como bien es sabido fundamenta el igualitarismo social y económico.

El argumento de Rawls es muy sencillo, este filósofo supone que si vamos a tomar una decisión sobre los principios de justicia que deben regir nuestra sociedad y reunimos en una mesa a ricos, pobres, talentos y torpes, fuera de la dificultad del acuerdo, este de existir, estaría parcializado en virtud de los intereses de cada uno. Por ejemplo, hoy en día de darse una situación así, seguramente algunos abogarían por una sociedad de libre mercado, mientras que otros por una redistributiva con amplios sistemas de acción afirmativa e incluso enfoques de género.

Dada la mencionada dificultad para lograr un acuerdo respecto de estos principios de justicia, Rawls propone realizar un experimento mental en el que nos hace suponer que cuando vayamos a decidir nos encontremos tras un “velo de ignorancia”, esto es, una especie de situación original en la que no conocemos el lugar que tendremos en la sociedad, en otras palabras, sin conocer quiénes somos en concreto. En esta particular situación no conocemos nuestro género, raza, etnia, ni de opiniones políticas, ni si contamos con ventajas (como ser un heredero millonario) o si somos personas que viven en situación de pobreza. Siendo así, Rawls supone que el acuerdo al que llegaríamos sería justo.

En este acuerdo resulta muy probable que muchos no abogarían por una sociedad de libre mercado, puesto que al no conocer el lugar que allí les correspondería podrían tener tan mala suerte de no ser un próspero empresario, sino un miembro de un grupo marginado o en situación de desventaja, de tal forma que en este estado de ignorancia todos tenderíamos a elegir unos principios de justicia que nos permitieran salir adelante sin importar nuestro punto de salida. En consecuencia de lo anterior, uno de los principios que saldrían de este acuerdo es el que el filósofo llamó “principio de igualdad” el cual implica garantizar un conjunto básico de libertades compatible con las de los demás y por otra parte el “principio de diferencia”, que en corolario con el primero añade la igualdad de oportunidades y reclama que las desigualdades sociales y económicas sólo serán permitidas en la medida en que contribuyan a beneficiar a aquellos que estén en una posición desfavorable.

Antes de proseguir es importante plantearse las siguientes preguntas ¿No resulta evidentemente problemática una teoría de la justicia que se basa en una elección que haría un individuo en una situación un tanto desesperada (ya que no conoce su lugar en la sociedad)?, y que, por tanto, se ve obligado a apostarle a un principio que permita su supervivencia,  ¿No se trata de una elección que vicia la razón por el miedo de la suerte que podamos correr?, ¿Qué tanta libertad tienen estos sujetos cubiertos por “el velo de ignorancia?, dado lo atractivo e innovador del argumento, es muy usado por los que abogan por el igualitarismo y la implantación de un sistema de corte más igualitario, o lo que es lo mismo, una “teoría” un tanto “peligrosa”.

La filósofa objetivista Ayn Rand en su momento se refirió a la teoría propuesta por Rawls en su libro Filosofía: ¿Quién la Necesita? (1961) afirmando lo siguiente:

“… entiendo que es imposible que los hombres hagan cualquier elección sobre la base de la ignorancia, o sea, usando la ignorancia como criterio: si no conocen sus propias identidades, no podrán captar cosas tales como “los principios con los cuales vivir”, las “alternativas” o qué es un “posible resultado” bueno, malo o peor. Ya que para ser “justos” no deben saber cuál será su beneficio, ¿cómo podrían saber cuál es el resultado menos beneficioso (“el peor posible)?”. (p. 207).

Asimismo, el filósofo libertario Robert Nozick arremetió contra esta teoría en su obra Anarquía, Estado y Utopía (1974) poniendo de presente:

“Un procedimiento que funda principios de justicia distributiva sobre lo que acordarían personas racionales, que no saben nada sobre sí mismas o de sus historias, garantiza que los principios de justicia de estado final sean tenidos como fundamentales. (…) Pero ningún principio histórico, al parecer, podría ser acordado en primera instancia por los participantes de la posición original de Rawls. Puesto que las personas que se reúnen tras un velo de ignorancia para decidir quién obtiene qué, sin conocer nada sobre ningún derecho especial que las personas pudieran tener, tratará como maná del cielo cualquier cosa que deba distribuirse”. (p. 197).

Ahora bien, pensemos en la propuesta de Lemaitre; ella nos dice que a la hora de votar el plebiscito lo hagamos detrás del “velo de ignorancia” del que habla Rawls, poniéndonos así en una posición original. Tenemos entonces que debemos ser sujetos con imparcialidad y desconocimiento que se enfrentan a la siguiente pregunta:

“¿Apoya usted el acuerdo final para terminar el conflicto y construir una paz estable y duradera?”.

Como no sabemos que podríamos ser de hecho una profesora de los Andes con doctorado en Harvard que muy seguramente en cualquier momento puede salir del país, lo más probable es que sintamos miedo de no saber cuál será nuestra suerte (si es que en tal ignorancia puede sentirse algo), siendo así tenemos que elegir la opción más ¿“racional”? En este punto la mayoría suponen –entre ellos Lemaitre indirectamente– que es votar por el Sí, debido a que podríamos ser en sus palabras, ese que patrulla “sin saberlo, un campo minado con sus compañeros en Arauca”, “la mamá de un soldado profesional”, “la mamá de un desaparecido” o “la mamá de un secuestrado”.

Supongo que el lector ya pudo notar los problemas evidentes de tal ejercicio didáctico. Vale cuestionarse para comenzar si es este realmente un modo racional de tomar una decisión. Es más, si en la posición original tras el velo de ignorancia nadie sabe quién es ¿Cómo puede tan si quiera entender la pregunta? ¿Cómo sabe que es guerra, paz o acuerdo? ¿Secuestro, campo minado, muerte? Tales preguntas no las podrían comprender los zombies ignorantes que recomienda esta prestigiosa profesora que seamos.

Además de lo anteriormente dicho, resulta un tanto paradójico que ese mismo acuerdo que tiene 297 páginas incorpore la justicia prospectiva, justicia social y justicia de género, siendo evidente que estas son sólo fruto de la negociación que ocurrió entre los partidarios del sí, quienes evidentemente negociaron teniendo en mente sus intereses, pues seguramente de haber tenido en cuenta al resto de personas que integran la sociedad, se hablaría también de otras tantas “justicias”.


(Publicado el 7 de septiembre de 2016 en el PanAmPost), el artículo original se encuentra aquí.

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