lunes, 19 de septiembre de 2016

El libre comercio produce abundancia, el proteccionismo produce escasez, por Mises Hispano.

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En un ataque dirigido contra el comercio con China, Donald Trump ha afirmado que Estados Unidos ha perdido trabajos bien pagados en manufacturas frente a China porque China promociona sus exportaciones mediante subvenciones, ventajas fiscales y manipulaciones de la moneda. La realidad es que no deberíamos preocuparnos por lo que hace China. Cuanto más subvencione China sus industrias, más ganaremos en abundancia de bienes y servicios baratos y, en contra de lo que cree Trump, en creación de empleos bien pagados.

Queremos abundancia y alta productividad

En una economía de intercambio, hay un antagonismo natural de todo tipo entre productores y consumidores. Los productores se benefician de la escasez de los bienes que venden, mientras que los consumidores quieren abundancia de esos bienes u otros parecidos. (Los productores, por supuesto, también se benefician de la abundancia de bienes intermedios usados para fabricar sus productos).

Un productor quiere ser la única tienda en una manzana, vendiendo un número limitado de productos durante un periodo limitado el tiempo. Los consumidores, por el contrario, quieren abundancia, con más productores y productos disponibles a lo largo de un periodo más largo de tiempo. Este conflicto se produce naturalmente en una economía de intercambio. Robinson Crusoe cazando para sí mismo claramente preferirá la abundancia la escasez.

Por suerte, la competencia promueve la abundancia al tiempo que permite la igualdad de rentas y riqueza.

En un entorno no competitivo, pueden acumularse los trabajos bien pagados en sectores protegidos, pero esto depende de la capacidad de los sindicatos de controlar la oferta laboral. La presión de la mano de obra no sindicalizada es una amenaza constante para estos trabajos bien pagados creados por la acción del gobierno que crea una escasez artificial. Pero ni siquiera en ese caso hay garantías de que se generarán trabajos mejor pagados en lugar de mayores beneficios para estos sectores protegidos.

En un entorno competitivo en el que la abundancia es la norma, un mayor salario debe derivar de una mayor productividad. Nuestros niveles de vida son más altos de los de aquellos que viven en África, no porque seamos más inteligentes o trabajemos más duro por el momento, sino porque nuestro trabajo está inserto en una base de capital mucho mayor. Robinson Crusoe atrapará más peces con una red que con sus manos y cuantas más redes tenga, más peces atrapará. Su productividad aumenta constantemente con más recursos su disposición.

Así que para conseguir salarios altos, un trabajador debe producir bienes o servicios valiosos. Nadie pagará a un trabajador más del valor que produzca.[1] Por ejemplo, supongamos que podemos fabricar un artilugio de cinco piezas que podría venderse por un precio subjetivamente alto de 100$ por unidad en el sector altamente competitivo de los artilugios. Para fabricar este artilugio, contratamos a 100 trabajadores que trabajan independientemente en el mismo y necesitan 10 horas para completar un artilugio. Dejando aparte otros costes y beneficios no laborales, ¿cuánto pagaríamos a cada trabajador? 10$ la hora. Supongamos ahora que nos especializamos y que cada empleado trabaja solo uno de los cinco componentes del artilugio. Las ganancias de la división del trabajo nos permiten fabricar un artilugio en la mitad de tiempo, es decir, en cinco horas. ¿Cuánto podríamos pagar ahora a cada uno? Hasta 20$ la hora. Supongamos ahora que añadimos una máquina que permite a cada trabajador completar un artilugio en una hora. ¿Cuánto pueden esperar ahora los trabajadores? Ahora un trabajador podría ganar hasta 100$ la hora. Así vemos que los salarios altos provienen de la división del trabajo y de la abundancia de capital. Cuanto mayor sea la cantidad de capital, mayor será la productividad del valor y, en un entorno competitivo, mayores serán los salarios.

Por supuesto, la competencia acabará reduciendo el precio de los artilugios, reflejando una creciente abundancia, y los salarios nominales de este trabajo no cualificado. Aun así, si la deflación fuera la norma, los salarios reales o el nivel de vida del trabajador medio estarían aumentando constantemente: todos los hombres se beneficiarían del aumento de los salarios reales resultante de una mayor abundancia o precios más bajos.

Supongamos ahora que China subvenciona sus exportaciones hasta el punto de que podamos comprarlas esencialmente gratis. Esto significaría que ya no tendríamos que usar recursos escasos para producir estos productos en casa y que podríamos desviar parte del capital de estos sectores (acero, textiles, etc.) para usarlo en otros. Con más capital, estos otros sectores, en igualdad de condiciones, tendrían empleos mejor pagados que antes de que empezáramos a comerciar con China.

Utilizando al gobierno para crear la escasez artificial

Una política comercial proteccionista se estructura sobre la creación de escasez. Las restricciones comerciales no aumentan la cantidad de capital, sino que obligan a desviarlo. Como el país proteccionista tendría que dedicarse a una menor especialización, el capital estaría más ampliamente disperso y por tanto los salarios serían menores de los que habrían sido en otro caso.

Además, proteger a la industria estadounidense frente a la competencia “injusta” es mucho más difícil y complejo de lo que parecen pensar Donald Trump y otros proteccionistas. Por ejemplo, ¿cómo respondería un proteccionista a las quejas de las tres grandes empresas automovilísticas de que Audi, Land Rover, BMW, Hyundai y Toyota tienen una ventaja competitiva injusta nacional e internacionalmente por usar el acero chino de bajo coste? ¿Impondría entonces un proteccionista restricciones sobre todo las importaciones que usen componentes chinos como entradas? Está claro que esto pronto degeneraría en guerras comerciales en las que todos pierden. La globalización o competencia internacional ha llevado a márgenes muy estrechos y una política anticomercial pondría a la industria estadounidense en desventaja competitiva tanto nacional como internacionalmente.

Si la “justicia” en el comercio es una preocupación, pueden darse muchos pasos sin privar de bienes y servicios extranjeros a productores y consumidores estadounidenses. Un buen lugar para empezar sería cerrar el banco de exportación-importación que beneficia injustamente a los exportadores de EEUU.

Otro lugar bueno para empezar sería devolver a Estados Unidos una moneda fuerte.

En lo que se refiere al comercio, la mejor política de Estados Unidos o de cualquier país es la eliminación de todas las barreras a la importación. Esto puede hacerse unilateralmente. Siempre debería preferirse la abundancia a la escasez.


El artículo original se encuentra aquí.

[1] Los defensores de aumentar el salario mínimo no entienden esto.

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