domingo, 4 de septiembre de 2016

La imputación es antidemocrática: La extraña definición de la democracia de la izquierda, por Mises Hispano.

Dilma_vota_2010

Tras la imputación de la Presidenta brasileña Dilma Rouseff, la izquierda internacional estado calificando su imputación como “antidemocrática”.

Un ejemplo típico se ve en el think-tank de izquierdas llamado Council on Hemispheric Affairs:

La imputación de Rouseff es un golpe devastador para la democracia de Brasil, constituyendo un “minigolpe de estado”, un proceso antidemocrático de cambio de régimen manchado por la ilegalidad política, la justicia selectiva y la transferencia no electoral del poder disfrazada bajo el estado de derecho.

En esta forma de pensar, las acciones de los ejecutivos electos constituyen acciones aprobadas democráticamente, pero (por alguna extraña razón) las acciones de los cuerpos legislativos representativos electos no lo son. Así, por esta lógica, cuando a Richard Nixon se le amenazó con la imputación y se le obligó a abandonar el cargo, esto constituyó un “minigolpe” en el que un “proceso antidemocrático de cambio de régimen” fue un golpe devastador para la democracia estadounidense. Llevando esto a su conclusión lógica, nos vemos obligados a pensar que mientras que Nixon fue elegido democráticamente (arrasando, por si os importa), el Congreso electo que le acosó hasta su dimisión estaba actuando en cierto modo contra los ideales democráticos.

¿Ganar con el 51% de los votos significa que los presidentes pueden hacer todo lo que quieran?

Los argumentos proferidos por los defensores de la tesis del “minigolpe” son tan rebuscados como para que uno se pregunte cuándo es democrático y cuándo no un cuerpo elegido democráticamente.

De hecho, en Brasil, el Senado es elegido popularmente y está pensado para proporcionar representación a cada uno de los 26 estados de Brasil. Adicionalmente, el 71% (367 de 513 miembros) de la cámara baja, democráticamente elegida, conocida como Cámara de Diputados, votaron continuar con el proceso de imputación. Podría discutirse la manera exacta en que se elige el Senado o la Cámara de Diputados, igual que algunos estadounidenses quieren abolir el senado de EEUU o reformar la Cámara por ser insuficientemente representativos.

Pero, tanto en el caso de Nixon como en el de Rouseff, es difícil ver por qué el ejecutivo es más democrático que el legislativo que les destituyó (o amenazó con hacerlo, en el caso de Nixon). De hecho, el Senado de EEUU es elegido en diversas elecciones estatales en cada uno de los 50 estados (además de algunos pequeños territorios y distritos). ¿Así que cuál es más legítimo democráticamente? ¿Los candidatos elegidos por los votantes en cada uno de los estados? ¿O el candidato elegido por los votantes en cada uno de los estados? Esto es lo que llamamos “seis de uno, media docena de otro”. Podríamos también advertir que el Senado no puede ni siquiera destituir a un Presidente sin estar autorizado por la Casa de Representantes democráticamente elegida.

Además, en el caso de EEUU, en ningunas elecciones desde la paliza de Reagan del 58% en 1984, ningún presidente ha recibido más del 54% del voto popular. De hecho, muchas veces (incluyendo 1992, 1996 y 2000) el ganador recibió menos del 50% de los votos, lo que significa que más de la mitad de los votantes votó contra el ganador.

Si esos presidentes fueran imputados por la Cámara de Representantes y destituidos por el Senado, ¿con qué motivo afirmarían los opositores a la imputación que esto es una acción que atenta contra la voluntad de la mayoría?

Además, que una pluralidad apoyara a ese candidato en el día de las elecciones no significa que esa gente le apoye el día en que sea imputado. ¿Una elección en noviembre de 2012 se considera entonces indefinidamente como la voluntad inmutable y mística de la mayoría? ¿Qué pasa si la cámara de representantes (la institución designada por los autores de la Constitución para ser la más representativa) contiene una mayoría de representantes opuestos al programa del presidente en el cargo? ¿No representaría eso mejor la voluntad de la mayoría?

Igualmente en Brasil, Dilma Rouseff consiguió ganar a duras penas con un 51% del voto en 2014. En aquel entonces, la economía funcionaba razonablemente bien. Sin embargo, casi la mitad de los votantes votó en su contra.

¿Pero por qué debería obligarse a los votantes a mantener su opinión años después de que tuvieran lugar las elecciones? Hipotéticamente: si una mayoría de los votantes pidiera a sus representantes en el Senado destituir a Rouseff y los senadores lo hicieran, ¿constituiría eso un “golpe devastador” para la democracia?

Por supuesto, lo que querían exactamente los votantes del Senado cuando realizaron la imputación es una cuestión empírica cuya respuesta nunca podremos saber. Al mismo tiempo, sería absurdo afirmar que la imputación sea necesariamente antidemocrática solo porque la presidenta consiguió ganar poco más que la mitad de los votos hace dos años.

Reino Unido tiene jefes del ejecutivo no elegidos

Por el contrario, podríamos también decir que el senado brasileño eligió al nuevo presidente Michel Temer, ya que llevó a cabo acciones que se sabía que llevarían a una presidencia de Temer.

¿Hay entonces algo antidemocrático en el hecho de que un parlamento electo elija a un jefe del ejecutivo?

Para encontrar un caso reciente de un parlamento eligiendo un jefe del ejecutivo, no tenemos que ir más allá del Reino Unido, que actualmente tiene una Primera Ministra que nunca fue elegida para el cargo. Theresa May, Primera Ministra del gobierno del Reino Unido, fue elegida para el cargo por su partido político. Ningún votante británico normal emitió ningún voto a favor de May en ninguna campaña para convertirse en Primera Ministra, igual que ningún votante británico normal nunca emitió ningún voto para elegir a Tony Blair, John Major o Margaret Thatcher para el cargo. Los únicos votantes que votaron a esos primeros ministros fueran los de sus distritos locales, que votaron a esa persona solo como su representante miembro del parlamento. El propio puesto de primer ministro lo ocupan miembros del parlamento del partido mayoritario o de la coalición mayoritaria. A esto se llama “democracia parlamentaria”. Muchos otros países usan sistemas similares.

Entonces, si los británicos actualmente tienen un primer ministro al que no han votado, ¿está Reino Unido en medio de una crisis constitucional? ¿Ha sufrido aquí la democracia un golpe aplastante? Sin duda hay algunos críticos del sistema político de Reino Unido que podrían argumentar que sí, pero prácticamente nadie llegaría a afirmar que el sistema parlamentario en Reino Unido es antidemocrático. De hecho, la mayoría de los observadores dirían que el sistema de Reino Unido es uno de los principales modelos de democracia del mundo.

No hace falta decir que la izquierda argumenta que la imputación de Rouseff es antidemocrática porque no le gusta el resultado. Por eso nadie ha oído nunca a ningún izquierdista quejarse de la forma en la que los demócratas lanzaron un golpe malicioso contra la democracia estadounidense cuando obligaron a Richard Nixon a abandonar el cargo. Indudablemente es probable que se pueda dar un argumento razonable contra la imputación de Rouseff, pero argumentar contra ella diciendo que es “antidemocrática” requiere indudablemente una visión extravagante y selectiva de lo que es una democracia.


Publicado originalmente el 2 de septiembre de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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