[Extraído de Economic Policy: Thoughts for Today and Tomorrow]
¿Qué es el intervencionismo? Intervencionismo significa que el gobierno no restringe su actividad a la conservación del orden o (como solía decir la gente hace cien años) a “la producción de seguridad”. Intervencionismo significa que el gobierno quiere hacer más. Quiere interferir en los fenómenos del mercado.
Si alguien protesta y dice que el gobierno no debería interferir con los negocios, la gente contesta muy a menudo: “Pero el gobierno interfiere necesariamente siempre. Si hay policías en la calle, el gobierno interfiere. Interfiere con un ladrón robando una tienda o impide que ningún hombre robe un coche”. Pero cuando se trata el intervencionismo y se define qué se quiere decir con intervencionismo, estamos hablando de interferencia del gobierno en el mercado. (El que se espere que el gobierno y la policía protejan a los ciudadanos, lo que incluye a los empresarios y, por supuesto, a sus empleados, contra ataques de bandoleros nacionales o extranjeros, es en realidad una expectativa normal y necesaria para cualquier gobierno. Esa protección no es una intervención, pues la única función legítima del gobierno es precisamente producir seguridad).
Lo que tenemos en mente cuando hablamos de intervencionismo es el deseo del gobierno de hacer más que impedir atracos y fraudes. Intervencionismo significa que el gobierno no solo no protege el funcionamiento eludido de la economía de mercado, sino que interfiere en los distintos fenómenos del mercado: interfiere en precios, en niveles salariales, en tipos de interés y en beneficios.
El gobierno quiere interferir para obligar a los empresarios a dirigir sus negocios de una forma distinta de la que hubieran elegido si hubiera obedecido solo a los consumidores. Así que todas las medidas de intervencionismo del gobierno se dirigen a restringir la soberanía de los consumidores. El gobierno civil arrogarse para sí mismo el poder, o al menos parte del poder, que, en la economía de libre mercado, está en manos de los consumidores.
Consideremos un ejemplo de intervencionismo, muy popular en muchos países e intentado una y otra vez por muchos gobiernos, especialmente en tiempos de inflación. Me refiero al control de precios.
Los gobiernos normalmente recurren al control de precios cuando han inflado la oferta monetaria y la gente ha empezado a quejarse acerca del consiguiente aumento en los precios. Hay muchos ejemplos históricos famosos métodos de control de precios que fracasaron, pero solo me voy a referir a dos de ellos, porque, en ambos casos, los gobiernos fueron realmente muy enérgicos a la hora de aplicar o tratar de aplicar dichos controles de precios.
El primer ejemplo famoso es el caso del emperador romano Diocleciano, muy conocido por ser el último de aquellos emperadores romanos que persiguieron a los cristianos. El emperador romano la segunda parte del siglo III sólo tenía un método financiero y este era la devaluación de la moneda. En aquellas épocas primitivas, antes de la invención de la imprenta, incluso la inflación era primitiva, por decirlo así. Incluía el envilecimiento de la moneda acuñada, especialmente la plata. El gobierno mezclaba cada vez más cobre con la plata, hasta que el color de las monedas de plata cambiaba y su peso se reducía considerablemente. El resultado de este envilecimiento de la moneda acuñada y el consiguiente aumento en la cantidad de dinero fue un aumento en los precios, seguido por un decreto para controlarlos. Y los emperadores romanos no tenían muchos miramientos cuando aplicaban una ley: no consideraban la muerte un castigo demasiado suave para un hombre que hubiera pedido un precio superior. Aplicaron controles de precios, pero no consiguieron mantener la sociedad. El resultado fue una desintegración del Imperio Romano y del sistema de la división del trabajo.
Luego, 1.500 años después, tuvo lugar el mismo envilecimiento de moneda durante la Revolución Francesa. Pero esta vez se usó un método distinto. La tecnología para producir dinero había mejorado notablemente. Ya no era necesario que los franceses recurrieran al envilecimiento de la moneda acuñada: tenían la imprenta. Y la imprenta era muy eficiente. De nuevo, el resultado fue un aumento sin precedentes en los precios. Pero en la Revolución Francesa, los precios máximos no se aplicaron por el mismo método de la pena capital que había usado el emperador Diocleciano. También había habido una mejora en la técnica de matar ciudadanos. Todos recordamos al famoso Doctor J. I. Guillotin (1738–1814), que defendió el uso de la guillotina. A pesar de la guillotina, los franceses también fracasaron con sus leyes de precios máximos. Cuando el propio Robespierre era llevado a la guillotina, el pueblo gritaba; “Ahí va el sucio Máximo”.
Quiero mencionar esto, porque la gente dice a menudo: “Lo que hace falta para hacer eficaz y eficiente el control de precios es simplemente más brutalidad y más energía”. Indudablemente Diocleciano fue muy brutal y también lo fue la Revolución Francesa. Sin embargo, las medidas de control de precios fracasaron completamente en ambas épocas.
Publicado originalmente el 16 de agosto de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
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