“¿Estado? ¿Qué es eso? Bien, abridme ahora los oídos, pues voy a deciros ahora mi palabra sobre la muerte de los pueblos. Estado se llama el más frío de todos los monstruos fríos. Es frío incluso cuando miente; y ésta es la mentira que se desliza de su boca: Yo, el estado, soy el pueblo”. F.Nietzsche
Llevamos, aproximadamente cien días, con el objeto de la anterior definición un tanto convulso. Todavía no ha llegado el apocalipsis que muchos advenían, tan solo fábulas de tipos “estupendos” y unas cifras de paro más elevadas (sí, todavía pueden ser mayores). Cuan superfluos son todos esos parásitos burocráticos, mas son fecundos los masoquistas que aúllan: ¡Socorro parásitos, socorro! Socorro os gritamos, ansiamos que pactéis para poder subirnos los impuestos, aguardamos impacientes vuestra corrupción, suspiramos con tristeza por lo baja que es nuestra deuda, si es que no podemos vivir sin vuestra peste.
Ojalá la votación se repita sempiternamente, quizás así, algunos lúcidos en potencia concluirían que para la mayoría de aspectos de nuestra vida, son totalmente innecesarios. El estado, lejos de ser un ídolo, debiera reflejar la cara más oscura de la humanidad: Nuestra incapacidad de convivir en libertad, en tolerancia y respeto con lo y los que nos rodean. Pudiera semejar su desaparición una temeridad (aunque bien gustaría de ver las lágrimas de sus muchos séquitos), pero no ha de parecerlo en ningún caso, la limitación de sus poderes. La corrupción humana, no depende tanto de su naturaleza, sino de los límites que establezcamos al poder.
El carnicero que no corta y vende carne no cobra, el campesino que no labra la tierra empobrece, el ingeniero que no calcula es despedido, mientras que el político que no trabaja; es decir, que no roba, sigue acumulando capital ajeno. Hoy en día, basta con una oratoria elocuente, una nariz pinochesca y un televisor, para que millones de iluminados te voten. Sin tan si quiera plantear una medida económica decente, todo basado en darle a la “maquinita mágica” de crear billetes. Total, luego no va a producirse inflación…¿Seguros?
En cierto tiempo, pensé que los gobernantes pudieran ser unos genios malvados, que incluso habían trazado un plan maestro y toda esta crisis no fue más que un espectro para socavar el liberalismo e inveterar el modelo socialdemócrata, sin embargo, cada vez que escucho a un miembro del PP, del PSOE o de Ciudadanos mi duda se disipa: No son malvados, son estúpidos. Los que han percibido la falta de Podemos no se enojen, no son santos de mi devoción desde luego, pero si no hubiesen abandonado su “transversalidad Ideológica” podrían haber recuperado por completo la hegemonía hablando en términos gramscianos, lo que traducido del errejoniano viene a decir: Si no llegan a pactar con IU, no se les hubiese visto el plumero, no hubiesen sido asociados tanto al comunismo y mucha más clase media; pero mostrenca, les hubiese votado.
Cuantiosos recelosos clamarán: ¡Pero son la única alternativa al neoliberalismo! . En primer lugar, el 90% de sus votantes, en mayoría muchos jóvenes, ni han leído a su padre fundador Antonio ni incluso a Carlitos, ni tampoco obviamente a Hayek, Friedman, Bastiat, etc….Por lo tanto el término neoliberalismo me parece a mí un significante vacío, no un “significante flotante” hablando diáfanamente. Hablar de lo nuevo, cuando no se conoce lo anterior, es un absurdo propio de posturetas adolescentes. Más apropiado me parecería el decir: neosocialismo. Puesto que los socialistas gremiales son un conjunto vacío desde el fallecimiento de Russell, éste sería un término mucho más adecuado a la realidad sumamente plagada de coacción. Aunque dada la ignorancia de las hordas universitarias, que consideran votar a “algo” la verdad absoluta, no se notaría la diferencia.
Cuando la gorda serpiente nos pica, pedimos más veneno, escasean los inmunes y sobran los adictos.
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