El revocatorio es un procedimiento democrático para cesar anticipadamente a un gobernante cuando se estime que ha incumplido el mandato de las urnas. En su forma más participativa, el revocatorio se activa por petición popular a través de la recolección de un determinado número de firmas, por lo que se lo considera un mecanismo para “empoderar” al pueblo frente a la casta política. Acaso por ello, muy pocos Estados reconocen a sus ciudadanos el derecho a destituir a sus mandatarios, si bien algunos —Suiza o EEUU— cuentan con una tradición democrática enormemente asentada. Aún menos Estados —apenas Venezuela, Bolivia y Ecuador— extienden el revocatorio popular a la figura del presidente. En España, Podemos es el único de los grandes partidos que promueve establecerlo en nuestras instituciones. Las ventajas del revocatorio parecen evidentes —monitorizar en todo momento el desempeño de los políticos bajo la amenaza de destituirlos— y sus desventajas, inexistentes. Pero el revocatorio bien puede terminar convirtiéndose en una herramienta no para restringir el poder arbitrario de los mandatarios sobre los ciudadanos, sino para amplificarlo.
En primer lugar, la figura del revocatorio podría servir como excusa para incrementar la duración y las competencias del mandato presidencial: a la postre, si la ciudadanía disfruta del derecho a desplazar en cualquier momento a cualquier cargo público, los riesgos de la concentración de poder parecen difuminarse. La célebre advertencia de Lord Acton contra los autócratas —“el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente— pierde fuerza ante la potestad popular de cesarlos. Por eso, por ejemplo, en Venezuela la figura del presidente concentra tantas atribuciones y cuenta con un mandato extendido de seis años.
En segundo lugar, la activación del revocatorio popular requiere de la recolección de los datos personales y de las firmas de aquellos ciudadanos favorables a su convocatoria: de manera no intencionada, pues, los opositores se destapan como tales ante el público al inscribirse en una lista negra que los autócratas pueden emplear para reprimirlos. “Que cien flores florezcan”, reclamó tramposamente Mao para identificar y aplastar a sus enemigos; asimismo, Nicolás Maduro anunció recientemente la purga de todos aquellos empleados públicos que suscribieron la petición del referéndum revocatorio en su contra. En suma, el revocatorio puede ser un instrumento útil en Estados con gobiernos limitados y con ciudadanías refractarias a la concentración de poder: pero en otras sociedades puede convertirse en un caballo de Troya para erigir despotismos y perseguir a la disidencia.
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