Si vd lee la prensa hoy en día parecería que hay un colapso del “sistema de pensiones privado”… Y es una falacia.
El modelo chileno tiene problemas porque las aportaciones son muy bajas (10% vs 37,4% de España), no porque sea privado o público. Lean el excelente artículo de John Muller aquí.
El principal y más repetido cuestionamiento de la Fundación Sol es que las pensiones chilenas son muy bajas. Afirman que más de un 90% de las pensiones pagadas por los fondos de pensiones no alcanzan los 147.000 pesos chilenos (202 euros al cambio) apenas dos tercios del ingreso mensual mínimo en Chile que es de 225.000 pesos (310 euros). Lo que no revelan los autores del estudio es cuántos años de cotización acreditan los que reciben esas cantidades y sobre qué base salarial se calculan, elementos esenciales para juzgar lo que tenemos delante.
Todo el mundo tiende a pensar que el césped del vecino es más verde, pero en este caso las comparaciones entre distintos sistemas (capitalización y reparto) no terminan de aclarar las cosas. La pensión media en Chile representa un porcentaje mayor en términos de PIB que la pensión media española. En Chile, según el órgano regulador de los fondos de pensiones, la jubilación media es de 207.382 pesos (285,7 euros). En España, con un sistema de reparto ya muy consolidado, es de 1.043,48 euros, según datos del Ministerio de Empleo y Seguridad Social. Pero la economía de Chile es casi la quinta parte (19,8%) de la de España (un PIB de 214.560 millones de euros frente a 1.081.191 millones). Para que la pensión chilena representara lo mismo que la española en términos de riqueza nacional debería ser de 208,6 euros o unos 151.235 pesos.
Las pensiones chilenas son bajas porque los chilenos están obligados a ahorrar poco: un 10% de su sueldo frente al 37,38% de un trabajador español
Pero esta es una comparación muy gruesa porque la naturaleza de las economías como la de los sistemas de pensiones son radicalmente distintas. La verdad es que las pensiones chilenas son bajas porque los más de 10 millones de chilenos afiliados al sistema -de los que 5 millones actualmente cotizan-, ahorran mucho menos que los españoles para su jubilación.El sistema de capitalización puede ser más eficiente, pero magia no hace. La cotización que marca la ley chilena y que el empresario debe ingresar en una cuenta a nombre del trabajador ha sido del 10% de su salario desde que se creó el sistema. Por su parte, la Seguridad Social española detrae un 37,38% de la renta generada por cada trabajador en forma de cotizaciones (un 23,6% en términos reales debido a exenciones y ayudas a los empleadores). E incluso así, el modelo español presenta un déficit importante después de liquidar sus compromisos.
La única área donde un sistema de pensiones de reparto frente a uno de capitalización presenta ventajas es en la política: con el primero es más fácil aplazar los problemas y centrifugar el riesgo moral obligando a unos a que paguen por las malas decisiones de otros. Pero, incluso así, si se cotiza poco, se cobra poco. ¿Imaginan cuál sería la pensión media en España si la cotización a la Seguridad Social bajara al 10%? Bajísima.
Los partidarios de imponer un sistema de reparto en Chile ni siquiera han evaluado el impacto sobre la actividad y el empleo
Lo que sí es seguro es que en España habría mucho más empleo porque las cotizaciones sociales constituyen el primer coste laboral no salarial de España y es un elemento de fuerte disuasión para crear empleo. Ese obstáculo no existe hoy en la economía chilena, porque la cotización no es un impuesto al empleo sino parte de la renta del trabajador. Pero a los partidarios de crear un sistema de reparto no parece importarles.La llamada ‘cuña fiscal’, el efecto de los impuestos y las cotizaciones sociales sobre la renta, que es una medida de la presión fiscal sobre el trabajo, es bajísima en Chile mientras que en España es la decimotercera más alta de la OCDE. Los políticos chilenos, en vez de considerar esto una favorable singularidad, quieren acercarse al promedio de la OCDE para poder financiar sus propios planes.
Es además falso que la rentabilidad o el papel del estado sean malos. Lean (aquí):
Se dice en Chile que el promedio de las pensiones que proveen las AFP es de alrededor de 340 dólares, lo cual no es mejor que el sistema de reparto. Pero como ha mostrado el Instituto Libertad y Desarrollo (LyD), eso es comparar peras con manzanas. Para calcular la cifra de las AFP se toma en cuenta a todos los afiliados, incluso si solo han cotizado una sola vez en sus vidas. El cálculo correspondiente al sistema público, sin embargo, solo toma en cuenta las pensiones de quienes han cotizado un mínimo de 10 a 15 años, cosa que deja de lado a la mitad de los cotizantes. Además, la pensión bajo el sistema privado se obtiene con un 10% de cotización, mientras que en el público es del 20%. Al corregir estas distorsiones, se encuentra que las AFP otorgan pensiones con un valor tres veces superior a las del sistema de reparto.
Para evaluar el sistema privado se tiene que tomar en cuenta su desempeño respecto a quienes han cotizado de manera regular. Según datos de la AFP Habitat, la pensión promedio de quienes han cotizado más de 30 años es de casi 1.000 dólares para los hombres y más de 500 para las mujeres. Y si bien existe demasiada informalidad y precariedad en la obtención del trabajo —por lo que muchos chilenos no llegan a cotizar con mayor frecuencia— es un problema que afecta a cualquier sistema de pensiones, sea público o privado, y que solo se resuelve con reformas laborales.
Tampoco es verdad que el Estado no tenga ningún papel en las jubilaciones, o que las AFP roben a sus clientes. Como nos recuerda LyD, desde el principio el Estado ha aportado una pensión a quienes no hayan podido ahorrar un monto mínimo. Y las comisiones que cobran las AFP equivalen al 0,6% de los fondos administrados, por debajo del promedio de los países de la OCDE.
Siempre se puede mejorar el sistema de las AFP, pero la realidad es que ha sido extremadamente exitoso. Las cuentas privadas han producido durante 35 años una rentabilidad promedio del 8% anual, y la jubilación ya no representa un fardo para el fisco. Los ahorros previsionales han alcanzado los 168.000 millones de dólares, alrededor del 70% del PBI, lo cual ha impulsado el alto crecimiento económico y la inversión doméstica, convirtiendo a Chile en un país casi desarrollado.
En Suecia, y muchos países nórdicos, el sistema de capitalización funciona perfectamente, como explicaba aquí.
En Suecia el Estado da una pensión mínima garantizada. A ese mínimo, equivalente a las pensiones no contributivas -y que solo se percibe si no se tienen otros ingresos-, se suma un sistema de capitalización personal en el que la empresa pone un 10% y el trabajador un 7% de su salario bruto en un plan individual de gestión estatal, y dicho plan se complementa con un 2,5% que se invierte en fondos, privados o públicos. Los que tildan el sistema de capitalización de “privatización” de las pensiones, mienten.
Para implementar este sistema se estableció en 2001 un periodo de transición por el cual los trabajadores nacidos antes de una fecha permanecían en el sistema antiguo y el resto pasaban al nuevo sistema. Dadas las diferencias demográficas y de desempleo, en España se podría utilizar parte del Fondo de Reserva y reducir los impuestos al trabajo para aumentar el empleo y reducir los desequilibrios. Un sistema sostenible, justo y a la vez que garantiza una pensión a todos.
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