lunes, 29 de agosto de 2016

A vueltas con los ingresos, ¿sufrirán los autónomos?, por D. Lacalle

“I feel like slipping away” Dave Edmunds.

Si analizamos algunas de las noticias de la semana, nos sorprenderán al menos dos.

La primera es que algunos titulares vaticinan un desplome de los ingresos fiscales por Impuesto de Sociedades hasta menos de la mitad de los 25.000 millones de euros estimados para 2016. La culpa, “de Hacienda”. ¿O no?

Pues no es culpa de Hacienda. Los  beneficios empresariales han caído con respecto a 2015, como muestra el Banco de España y la cifra de disminución de 5,9% observada en el último dato oficial de resultado ordinario neto, se añade el dato de que las grandes empresas del Ibex han publicado una caída de beneficios del 12,5%. Las cuatro empresas que suponen casi el 40% de los beneficios del selectivo publicaron desplomes de beneficios de entre un 31 y un 40%. Ninguno de esos efectos se hubiera solventado (en términos recaudatorios) subiendo impuestos. Ya comentamos la semana pasada el enorme error de eliminar deducciones.

A pesar de todo ello, el propio Banco de España muestra un cálculo de “impuesto sobre beneficios” que crece con respecto a 2015, ligeramente. ¿Por qué? Estos datos del BdE caen fundamentalmente por un sector, el refino, mostrando expansión en otros sectores industriales.

Desde el punto de vista de ingresos en Impuesto de Sociedades, olvidamos que la mayor parte de la recaudación se produce en el cuarto trimestre, por razones obvias. En dicho trimestre se recauda casi el doble que en el tercer trimestre.

Antes de hablar de fracaso de Hacienda, hablemos de estacionalidad. En 2015 entre agosto y diciembre se liquidaron 17.700 millones de euros, el 84% de la recaudación total del año. El 62% de la recaudación de Impuesto de Sociedades de 2015, por ejemplo, se generó en octubre y diciembre. El resto de impuestos, IVA, IRPF, etc… tienen un comportamiento, lógicamente, menos dispar mes a mes. Es muy probable que se dé la misma evolución en 2016.

Pero podemos llegar a dos conclusiones. Tenemos pocas grandes empresas y muy cíclicas. Y si solo pensamos en términos recaudatorios, y no en atraer capital y aumentar el número y estabilidad de las grandes empresas, nos pasaremos la vida echándole la culpa de todo al ministro de turno.

MÁS GASTO… ¿SOCIAL?

En España seguimos con una mentalidad de Sheriff de Nottingham de Disney, ese que iba por el pueblo derruido paseando buscando rascar la última moneda escondida en la escayola del cojo.

Las exigencias que llegan a los medios sobre pactos de investidura suponen gastos de 6.300 millones de euros. Hablan de Complemento Salarial Garantizado, un mínimo de 2.800 millones -a mí me salen 3.000-. Una medida que, en un país de pymes y con alta economía sumergida, puede suponer trasladar al contribuyente los problemas de competitividad de los sectores de bajo valor añadido. Perpetúa los sectores de baja productividad vía subvención de salarios y el coste lo paga usted en más impuestos. Por no hablar de los más que obvios riesgos de que incite al fraude (empresario y trabajador acuerdan un sueldo inferior, y el resto lo paga usted, sufrido contribuyente). Y, eso seguro, tenemos perpetuados los sectores rentistas y de baja productividad hasta el siglo XXIII.

6.300 millones de euros se pueden sufragar reduciendo duplicidades, cercanas a 30.000 millones anuales, pero el problema en España no es compensar, sino acabar con los conceptos de gasto que perpetúan el clientelismo.

En EEUU, donde funciona un sistema parecido llamado EITC, Earned Income Tax Credit, es un crédito fiscal a la renta del trabajo y no un pago finalista (no es una subvención). Pero en EEUU, igual que lo haría en España, aunque no es un desincentivo al trabajo, sí se convierte en un incentivo para perpetuar sectores de muy bajo valor añadido y, con ello, no se cambia el patrón de crecimiento. Sorprende que, por un lado, se quieran eliminar las deducciones fiscales a las empresas en el Impuesto de Sociedades, que incluye la de creación de empleo fijo, y a la vez se quiera implementar un complemento salarial. O es vía subvención final, y entonces es un desincentivo al trabajo y acumula los riesgos que mencionábamos, o es un crédito fiscal que contrasta con la negativa a bajar el IRPF, por ejemplo.

“El chocolomo”, lo llamaban en un debate de la Comunidad de Madrid. Exigir gastar más, eliminar deducciones, pero dar subvenciones, no bajar impuestos, no subirlos y a la vez cumplir el déficit. Chocolate con lomo. Un lío.

LOS AUTÓNOMOS, ¿LOS GRANDES PERDEDORES?

Si es vd autónomo, muchos temen que nos va a tocar la papeleta de pagar la fiesta “social”.

En España, señores, los autónomos son, como negocio, el sector peor tratado en términos fiscales de los colectivos empresariales. Es un colectivo que paga por el privilegio de producir y crear riqueza mucho antes de generar un solo euro de ingresos, que sufre de mayores dificultades para cobrar, menos beneficios y peor jubilación.

Como explica, ATA, en España el autónomo “elige” cotizar entre una base mínima 884,4 euros y una máxima de 3.606 euros al mes. Si se escoge la mínima, un autónomo persona física paga 264 euros y en el caso de autónomos societarios 315 euros.

El 86,3% de los autónomos persona física cotiza por la base mínima. Cuando hablan de “adecuar” la cuota de autónomos a los “ingresos”, de lo que se está hablando, simple y llanamente, es de que se van a subir las cuotas a casi el 70% de los mismos, que son los que declaran un salario superior al mínimo interprofesional. En España, según ATA, hay 450 mil autónomos con unos rendimientos netos inferiores a 8 mil euros anuales y 700 mil con unos rendimientos netos superiores a 30 mil euros al año. Las “medidas” mal llamadas “progresivas” de algunos partidos suponen aumentar las cuotas a esos 700.000, sin contraprestación en facilidades fiscales, deducciones o mejora alguna. Progresivo es crear empleo, no torpedearlo. Un auténtico impuesto por crear riqueza. Los autónomos pagan todos los demás impuestos, igual que todos, pero su negocio es mucho, más frágil y volátil, y sujeto a travesías por el desierto para cobrar.

Uno de cada dos autónomos cobra sus facturas a más de 90 días, sin embargo, la losa de costes fijos es mensual y liquidaciones trimestrales. Adecuar a un pago trimestral de cotizaciones y semestral o anual de impuestos, como ocurre en los países líderes, sería esencial, además de que las altas y bajas sean prorrateadas al día en que se generan (no un canon fijo por mes) y que se pueda cambiar de base de cotización cuatro veces en vez de dos al año. Si no se adecúa la fiscalidad a los riesgos de la actividad, se convierte en un impedimento y un grillete más en el tobillo.

Los autónomos ya se jubilan más tarde, cobran menos pensión y cotizan más, comparado con la prestación, que los del régimen general. Si quieren ser realmente progresivos, que se adecúe al riesgo y volatilidad del negocio, como hace precisamente Reino Unido o Portugal. No un canon por producir. Si quieren, como propone el colectivo, una revisión progresiva a cuatro años a medida que se mejoran las condiciones y más salen de sus dificultades actuales. Eliminar la tarifa plana y subir cuotas sin solucionar las graves carencias del colectivo a la hora de crecer y contratar, es torpedear la creación de empleo y el cambio del patrón de crecimiento en aras de objetivos recaudatorios de hoja de Excel que luego ni se cumplen ni mejoran el mercado laboral.

Recaudar las migajas que queden del expolio, sin solucionar las graves dificultades que tiene este colectivo a la hora de cobrar, de crecer, sin atacar la burocracia y sin poner las bases para que muchos más tengan mayores ingresos y, si lo desean, cotizar más. Se tiene que tener en cuenta si el autónomo genera beneficios, si son recurrentes y si lo puede soportar. Eso no lo decide un comité.

Recordemos que España ha conseguido mejorar de manera muy importante la situación de los autónomos, reducir la losa de costes fijos y mejorar empleo con la tarifa plana y otras bonificaciones. Eliminarla es suicida. Se debería ampliar dicha tarifa plana a un año al menos y extenderla a autónomos societarios.

Una economía que parte de la base de que ellos gastan poco y usted gana mucho siempre fracasa. No caigamos en el error de pensar que eso es “social”.

La mejor política social es crear empleo y atraer empresas, no poner más palos en las ruedas de lo que ya es una actividad muy complicada -crear riqueza y empleo- ni repartir “gasto” de la nada ni, mucho menos, atacar al colectivo más desprotegido de todos los productivos.

Los autónomos son un objetivo “fácil” para los intervencionistas porque ni les gustan, ya que se escapan de su modelo de Gran Hermano, ni generan favores. Pero los partidos serios, que creen en mejorar el país, deben saber que, si no se ponen como prioridad evitar el expolio a empresas y subir impuestos a autónomos, la sangría de votos va a ser de órdago.

Pensemos en aumentar el número de grandes empresas y no nos alarmaremos porque el refino recauda menos.

Pensemos en tener muchos más autónomos que ganen más y mejor, y no nos preocuparemos por la sostenibilidad de la Seguridad Social.

Pensemos en una economía que avance en valor añadido desde la iniciativa empresarial, no que perpetúe los desequilibrios.

Estoy seguro de que tanto Ciudadanos como el Partido Popular y el PSOE lo entenderán. No existe estado de bienestar ni sector público sin ingresos de un sector privado potente. No empecemos la casa por el tejado.

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