Finalmente ha ocurrido. La Comisión europea y todo el circo burocrático que le envuelve, se ha quitado la máscara y ha mostrado su verdadera cara en materia fiscal: Prohibido tener impuestos bajos. El complejo de inferioridad de Bruselas frente a las multinacionales americanas sigue incólume y las instituciones europeas continúan en su travesía de no permitir una competencia fiscal entre los Estados miembros.
Tras la reclamación por parte de la Comisión Europea de 13.000 millones de € al gigante tecnológico, APPLE lanzó un comunicado defendiendo su honradez fiscal y su gran aportación a la economía de la eurozona. Y nos le falta motivos para pensar así. El contenido del mensaje decía entre otras cosas: ‘…En octubre de 1980 Apple abrió una fábrica en Cork (Irlanda) con 60 empleados. … En aquellos años Cork sufría una alta tasa de desempleo y un volumen de inversiones económicas extremadamente bajo. Desde entonces hemos continuado trabajando ininterrumpidamente en Cork…, y hoy damos empleo a casi 6.000 personas en toda Irlanda. … Este éxito nos ha ayudado a crear y a mantener más de un millón y medio de puestos de trabajo en toda Europa. Nuestro crecimiento a lo largo de los años nos ha convertido en el mayor contribuyente fiscal de Irlanda, el mayor contribuyente fiscal de Estados Unidos y el mayor contribuyente fiscal del mundo.’ (mensaje Apple).
Y así es, APPLE vino a Europa, aportó bienestar del bueno, el de valor añadido, no el del Estado. Ha generado más de un millón de puestos de trabajo, y son los que más contribuyen al bien confiscatorio común. Todo ello mediante un tipo impositivo acordado en el lugar donde se sitúa la empresa, nada raro y de dudosa legalidad. Lo insospechable era que Papá Bruselas llegara dispuesto a romper la soberanía de Irlanda y su política fiscal. El primer paso para una europeización estatal con décadas de conspiración.
¿Por qué Europa teme tanto a la libre competencia fiscal entre Estados miembros? ¿Qué hay de malo en bajar impuestos y atraer inversión y, por consiguiente, prosperidad? ¿Por qué tanta obsesión por parte de la Comisión Europea en controlar la fiscalidad de los colegas comunitarios? La competencia fiscal nos beneficia a todos. La planificación impositiva desde las instituciones europeas es un cáncer para la competitividad y el libre mercado. Si no permites que los Estados compitan entre ellos con políticas fiscales atractivas para la inversión y la actividad económica, estás mandando un claro mensaje al exterior: No vengan a Europa, les vamos a freír a impuestos.
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