viernes, 26 de agosto de 2016

El genio de las ideas de Mises, por Mises Hispano.

Mises color

[Este ensayo se publicó por primera vez en Toward Liberty (Menlo Park, CA: Institute of Humane Studies, Inc., 1971), pp. 123-131]

Los historiadores económicos del siglo XXI indudablemente se sentirán confundidos por la recepción otorgada los teóricos económicos del siglo XX. Estarán especialmente confundidos por lo que ocurrió en los años que pasaron entre la Primera Guerra Mundial y 1970.

Por un lado, la historia revelaría que los hombres académicos y, en muchos casos, recompensas monetarias sustanciales recayeron sobre académicos cuyas contribuciones fueron minúsculas. Sus obras se basaban en una abstrusa creación de modelos para deleite de una camarilla de economistas de moda en las principales universidades. Empleaban fórmulas matemáticas intrincadas quedaban la falsa impresión de precisión científica: una presunta precisión que desaparecía con el análisis del significado concreto de los símbolos matemáticos empleados como base para sus ecuaciones.

Además, recayeron grandes honores sobre economistas cuyos principales logros habían sido promover una gran inflación, que, al final del siglo XX se reconoció como el origen de tremendos desórdenes sociales y crisis económicas. Éstos eran los economistas de moda que patrocinaban fundaciones ricas y la mayoría de los intelectuales académicos.

Pero cuando los historiadores económicos del futuro se pongan a evaluar precisamente quiénes han realizado las contribuciones más importantes a la teoría económica, aquellos principios amplios y fundamentales que explican las acciones humanas en el mundo práctico en el que debe ir la gente, su confusión aumentará. Porque sólo podrían encontrar un magro registro de honores académicos o premios monetarios de universidades importantes de la Ivy-League otorgados al economista y ha descubierto y formulado algunas de las teorías económicas más brillantes de ese siglo. Su nombre era Ludwig von Mises.

Por supuesto, Mises tuvo un seguimiento importante entre los llamados conservadores de esa época (la mayoría de los cuales era liberales de viejo cuño), que prácticamente le veneraban por sus grandes trabajos. El mundo de moda de los intelectuales homenajeaba en su lugar a algunos de los estadísticos y economistas más inconsecuentes de aquella época.

Después de haber investigado la historia detallada del pensamiento económico en el siglo XX, los historiadores del siglo XXI homenajearán a Mises como una de las mentes más poderosas y perspicaces de esa época anterior. Destacarán la profundidad de su pensamiento seminal y se preocuparan por sus importantes contribuciones a la teoría económica.

El relato anterior puede sonar como una visión imaginativa del futuro, pero podría (debería) ocurrir porque la lógica del análisis de Mises se confirma cada vez más cada década y cada año. El majestuoso barrido de sus ideas, el genio de sus ideas y la rigurosa formulación de sus teorías se combinan para considerar su obra como del máximo nivel.

Cuando Mises presentó el concepto de “acción humana” (llama a esto ‘praxeología’) como la base de la economía, hizo tanto por crear todo un nuevo mundo como los exploradores de los siglos XV y XVI, que descubrieron nuevos continentes. “Elegir determina todas las decisiones humanas”, decía Mises. “Al tomar sus decisiones, el hombre elige no solo entre diversas cosas materiales y servicios, todos los valores humanos son una opción”. Su obra monumental, La acción humana, desarrolla este pensamiento con una explicación profunda y de amplio rango, que revela el conocimiento de un filósofo, sociólogo, historiador y economista de primer orden.

Como sabe cualquiera que haya estudiado a Mises, no llega a ningún compromiso para defender los principios del mercado libre. El intervencionismo de cualquier tipo y el desarrollo del estado del bienestar son fustigados con su prosa mordaz. Naturalmente, los defensores del estado del bienestar y los intervencionistas no simpatizan con Mises. Esto explica la frialdad de muchos economistas del establishment hacia este gran personaje. Pero la verdad de sus opiniones se demuestra todos los días.

Crisis en el estado igualitaria

Mientras escribo estas palabras, al principio de la primavera de 1971, han aparecido en la prensa explicaciones notables de la crisis devastadora en los principales estados igualitarios del mundo, el nirvana de los estados del bienestar: Suecia. La nación se ha visto afectada por huelgas de sus principales trabajadores intelectuales y administrativos, incluyendo maestros y profesores universitarios, empleados de ferrocarril, funcionarios, trabajadores administrativos municipales y otros más. Setecientos mil alumnos de escuelas secundarias se han quedado sin profesores. Los ánimos estaban calientes y delegados se mostró en discusiones entre trabajadores administrativos e industriales.

“El asunto de la igualdad ha hecho añicos, tal vez para siempre, el clima social y económico del estado mundial de Suecia”, comentaba una importante revista.

El jefe de los 1,6 millones de miembros de la federación sueca de sindicatos ha dicho: “Ha habido un elemento de lucha de clases en esta disputa. La gente en huelga creía que su posición se había degradado”.

Mirabile dictu, Gunnar Myrdal, que fue el creador del intervencionismo e hizo mucho por promover el estado del bienestar en Suecia, como en otras partes del mundo, tenía esto que decir: “El estado organizado del bienestar se ha vuelto loco (…) [La huelga] se ha convertido en una lucha de clases, con los jueces, los profesores universitarios y los funcionarios viendo las clases inferiores cernirse sobre ellos (…) Es una situación imposible”.

Hay algo de justicia poética en la angustia de Gunnar Myrdal y los demás académicos de Suecia que promovieron la sociedad igualitaria y ahora ven como le sale el tiro por la culata.

Mises explicaba muy sucintamente el dilema irresoluble del estado del bienestar. Bajo el título del capítulo “Desigualdad y renta” de La acción humana, dice: “Ningún sistema de división social del trabajo puede funcionar sin un método que haga a los individuos responsables de sus contribuciones al esfuerzo productivo conjunto. Si no se produce esta responsabilidad por la estructura de precios del mercado y la desigualdad de riqueza y renta que produce, deben aplicarse métodos de compulsión directa, como los que lleva a cabo la policía”.

Como Suecia, con la aprobación e impulso de sus intelectuales, adoptó fuertes restricciones sobre la desigualdad de rentas y riqueza, ahora debe sufrir la “compulsión directa” del estado al buscar establecer el igualitarismo.

El devastador análisis del socialismo de Mises

La creación de un estado igualitario de superbienestar es un paso de gigante hacia el socialismo. Sobre este tema, el maestro es Mises. Su brillante análisis en su libro ahora famoso, Socialismo, ha tenido un impacto tremendo en todo el mundo. De hecho, su análisis ha sido tan ampliamente aceptado que sus ideas son frecuentemente robadas por escritores que ignoran su origen.

Bastante a menudo aparece en algún artículo o en la prensa diaria una declaración de alguien que descubre repentinamente que la economía de los soviéticos totalitarios y sus satélites tienen problemas debido a la quiebra de su proceso productivo. Aparecen enormes excedentes de bienes no deseados y hay escasez de muchos productos esenciales. Algún escritor señala entonces los comisarios soviéticos de producción no tienen forma de saber qué producir y cuánto de cada categoría. La economía socialista no puede llevar a cabo con éxito el cálculo económico, se dice. Raramente se señala que Mises, en su gran libro, Socialismo, publicado en 1922, fue el primero en descubrir este hecho y en formular su argumentación con una lógica irrefutable.

Los teóricos comunistas, ante las asombrosas ineficiencias de la producción, las escaseces, las quejas públicas, etc., buscan resolver sus problemas adoptando algunos de los lemas de sistema capitalista. Instituyen “sistemas de incentivos” en fábricas, recompensando a quienes produzcan más eficientemente, etc. También afirman que algunas grandes fábricas no están produciendo de acuerdo con las cuotas indicadas por el gobierno, sino que más bien están respondiendo a la “demanda del consumidor”. En la práctica, esto no tiene sentido.

Mucho antes de cualquiera de estos intentos de aprovecharse de las ideas del sistema de empresas privadas, Mises, en una breve sección de su libro Socialismo, destruiría su propaganda con estas palabras: “Donde no hay mercado, no hay sistema de precios y done no hay sistema de precios, no puede haber cálculo económico”.

Hace varios años se reportó en los periódicos otro intento de emplear los datos del mercado libre como guía para la dirección totalitaria de la industria. Parece que la burocracia de la Unión Soviética, para tener una idea sensata de la relación entre sí de diversos productos de consumo, importó de Estados Unidos unos mil catálogos de Sears Roebuck. Los precios y relaciones entre productos de Sears Roebuck fueron por tanto utilizados como guía para formar e informar a aquellos que estaban dirigiendo ese sistema cerrado. Los defensores de sistema socialista no ven lo gracioso y sublime de esa política.

Los socialistas siempre están tratando de conseguir “estabilidad”, pero el mundo moderno es un mundo siempre cambiante. Aquí de nuevo Mises hacer una observación muy interesante. Dice en Socialismo: “Usando una terminología popular, pero no del todo satisfactoria, podemos decir que el problema del cálculo económico es un problema de dinámica económica: no es un problema de estática económica”.

He relatado en un homenaje previo a Mises, impreso en el Mont Pelerin Quarterly de octubre de 1961, un incidente que ilustra la tremenda influencia de Mises. Se refiere a una importante personalidad de Washington, que fue en un tiempo discípulo comunista y que posteriormente se convenció en un defensor informado del capitalismo privado, después de renunciar a su pasado socialista. Un día fui a una cena en casa de este caballero, en la que estaba Mises. Hacia el final de la noche, nuestro anfitrión describió cómo Mises había cambiado el curso de su vida. Parece que, mientras estaba bajo la influencia comunista, vio por casualidad una copia de Socialismo de Mises una librería y estuvo sentado toda la noche para leerlo. Relataba cómo se vio completamente sacudido por esta experiencia y a partir de entonces revisó sus conceptos socialistas y finalmente los rechazó por completo. Describía con palabras brillantes el impacto de Socialismo de Mises en su mente madura y contribuyó al cambio completo de su vida intelectual bajo el poder y la lógica de los conceptos de Mises.

El análisis marginal dinámico de Mises

De paso podría mencionar otro ejemplo de la brillante inteligencia de Mises de su contribución al tema puramente teórico de la utilidad marginal. Ilustra muy bien el impulso de las ideas de mises en la dirección de un mundo cambiante y dinámico.

La visión de Mises es que la evolución del consumidor de la utilidad marginal cambia al cambiar su mente: todas las semanas, todos los días. Sus preferencias de ayer no son necesariamente sus preferencias de hoy. La evaluación del consumidor de cualquier cosa cambia no solo con la introducción de nuevos productos, sino también con la idea del consumidor del valor relativo estos productos y servicios, ya sea el de un automóvil, ropa o educación privada de su hijo. Así que estos productos y servicios no solo están siempre en un estado fluctuante, sino que las condiciones e ideas del propio consumidor están en un estado fluctuante.

Evidentemente, esta teoría se ajusta a un mundo moderno, cambiante y dinámico. Es interesante comparar la visión de Mises con la de un economista moderno que ha recibido mucha publicidad y muchos honores, Paul Samuelson. La visión de Samuelson es que el concepto de la utilidad marginal es inútil porque no proporciona ninguna base para realizar juicios empíricos sólidos y rápidos. Así que Samuelson desarrolló una teoría basada en la decisión real que han realizado los consumidores y la llama “preferencia revelada”. Estas un aproximación típica de alguien con una mentalidad estatista. La “preferencia revelada” es historia, y la historia pasa de moda muy pronto. La preferencia revelada de ayer puede no servir de guía para la preferencia del consumidor de hoy e indudablemente no para mañana.

En un mundo dinámico y cambiante, la formulación de Mises es la única guía verdadera para una teoría económica sólida.

La “interconexión” del mundo de Mises

Me gustaría seleccionar solo un ejemplo más (de las docenas que podrían citarse) de la potencia del análisis de Mises y su aplicación práctica hoy en el mundo. Como sabe cualquier estudioso de Mises, este destaca enormemente la interrelación de todos los fenómenos económicos. En un momento dado, la llamada “la inevitable interdependencia de los fenómenos del mercado”. En otro momento, en La acción humana, tiene una sección sobre “Interconexión de precios”. Mises consideraba al mercado como un vasto mosaico o tapiz de formas y colores entremezclados. Cambiar arbitrariamente cualquier parte va a afectar a la totalidad. Así que los intervencionistas que piensan que han desarrollado un esquema infalible para establecer unas condiciones “más justas” descubren invariablemente que su intervención ha causado graves perturbaciones en otras secciones del mercado. Por desgracia, el intervencionista nunca supera su estupidez, sino que federalmente insiste en que lo que hace falta es que reciba más poder para remediar la nueva perturbación.

“Interconexión” de política monetaria y leyes laborales

Podemos ver el funcionamiento del principio de la interconexión de Mises en un área muy vital, una que afecta a los precios y producción de prácticamente todos los productos y servicios en el mercado. Me refiero la intervención de las leyes laborales, que pretenden proteger a los trabajadores, pero que tienen el efecto práctico de robarles parte de su renta y crear una condición de inflación general en la nación. Las diversas leyes laborales de este país (la ley Wagner original, la Ley Norris-LaGuardia, la Ley Taft-Hartley, etc.) protegen todas el poder monopolístico de los sindicatos. Así que los sindicatos pueden demandar y obtener, con el arma de la huelga, niveles salariales que son claramente antieconómicos y excesivamente lejanos del verdadero mercado. Esto se ha evidenciado y reconocido por prácticamente todos los conservadores desde hace tiempo.

Pero lo que no ha resultado evidente para todos, salvo un puñado de economistas conservadores, es el hecho de que este poder de los sindicatos está relacionado directamente con la inflación incontrolable que está perjudicando este país. Esta es la “interconexión” que ahora aprecian casi todos.

Es realmente sorprendente que a pesar del efecto evidente de los sindicatos y la inflación, ningún personaje popular y muy pocos economistas hayan ofrecido el remedio correcto: cambiar las leyes laborales. Parece extraño que los economistas que admiten el problema prescriban invariablemente una “política de rentas”, que es alguna forma de control de salarios y precios. Como prácticamente no hay desacuerdo acerca del diagnóstico correcto de la enfermedad galopante de nuestra economía, es notable que las recetas económicas sean tan distintas.

Estos hechos son ahora evidentes: debido a su poder de monopolio, que les concedió el congreso de EEUU y fue confirmado por los tribunales, los sindicatos pueden reclamar y entender niveles salariales muy por encima de la productividad. Los empresarios naturalmente intentan recuperar las demandas salariales excesivas aumentando los precios. Sin embargo, llegó momento en que aumentar los salarios y aumentar los precios y disminuye la capacidad del consumidor para pagar. El resultado es la recesión y el desempleo.

En ese momento se ven una tremenda presión sobre el gobierno para que impida la recesión. Toda administración trata de evitar a toda costa las consecuencias de una debacle económica. Por tanto, toda administración y el Consejo de la Reserva Federal tienden a validar el nivel de salarios-precios en espiral imprimiendo suficiente dinero y extendiendo suficiente crédito bancario como para aumentar la demanda general y así incrementar el empleo y la producción.

Precisamente ese síndrome se está haciendo evidente mientras escribo estas palabras. Un aumento anual del 6% en la oferta monetaria no basta para crear pleno empleo, dicen los funcionarios de la administración. Por tanto, están pidiendo la Reserva Federal que aumente la oferta monetaria al 8% o 9%. En la práctica están reclamando una gran inflación.

Así que queda claro que el poder para regular la calidad del dinero y del crédito ya no se encuentra solamente en manos del Consejo de la Reserva Federal, que ha recibido esa autoridad del Congreso. En la práctica, en momentos cruciales, ese poder reside en los sindicatos y sus líderes. Sí reclaman y consiguen niveles salariales antieconómicos muy por encima del mercado inevitablemente causarán recesión y la consecuente acción de la Reserva Federal de inflar la oferta monetaria.

A pesar de esta causa muy evidente de la inflación actual, es realmente extraño que se reclame tan poco la revisión de nuestras leyes laborales. Todo lo contrario. Parecería que los personajes públicos, así como la mayoría de los economistas, evitan cuidadosamente cualquier ataque a la causa subyacente (el poder de monopolio de los sindicatos) y ofrecen en su lugar la antigua panacea: controles de salarios y precios de una forma u otra.

No hay mejor ejemplo de “interconexión” propio del sistema de mercado que el de los niveles salariales y la política monetaria. Mises ha expuesto este punto de vista durante muchos años.

Muchos economistas y políticos modernos en ser más listos que el mercado con respecto a cuáles deberían ser las relaciones. Familiarizarse con mises las convencería de que dicha intervención no es la vía al bienestar y la prosperidad, sino la vía a la crisis y la inquietud nacional.

Es posible que los historiadores económicos del siglo XXI se vean impresionados por esta lección, que se revelara claramente en la historia de la época anterior. En su evaluación, Mises indudablemente será considerado una figura colosal en el mundo de la teoría económica.

Tal vez encuentren estas frases significativas de en un editorial del Wall Street Journal del 17 de junio de 1963, que comentaba el nombramiento de Mises como Dr. Honoris Causa en Derecho por la Universidad de Nueva York.

El escritor del editorial decía que Mises había impreso en el mundo la lección de que “el mercado libre y la sociedad libre son inseparables”. Luego concluía: “En este sentido, von Mises es el defensor, no sólo de una filosofía económica, sino del potencial del hombre”.


El artículo original se encuentra aquí.

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