miércoles, 24 de agosto de 2016

Desmontando los mitos sobre la inflación y la creación de dinero (10), por el maestro impresor E.Garzón.

Atención, aquí vas a leer un nuevo desparrame mental de Eduardo Garzón. Vigile sus pasos.

Ésta es la décima entrega de una serie de artículos en los que estoy abordando poco a poco la relación entre la creación de dinero y la inflación, con el objetivo de rebatir muchos falsos mantras ampliamente extendidos y ofrecer explicaciones alternativas más serias que las que imperan en el imaginario colectivo. En los artículos anteriores vimos que entre las distintas causas que pueden provocar inflación se encuentra la aparición de nuevo dinero. En el artículo anterior exploramos una importante forma de introducir nuevo dinero en circulación: el crédito bancario. En este artículo exploramos otra: el déficit público.

3.4.2.3 Diferentes formas de introducir nuevo dinero: déficit público

Ya sabemos que todo el mundo puede crear dinero y que el problema en todo caso reside en que sea aceptado como medio de pago. Hemos llamado dinero oficial al que es creado por las instituciones públicas (que es aceptado ampliamente), y dinero extraoficial al dinero que es creado por los agentes privados (que, exceptuando al dinero bancario, es aceptado en muy pocos sitios). También hemos visto que hay buena parte del dinero oficial que se crea únicamente para respaldar el dinero extraoficial que crean los bancos: cuando las entidades bancarias deben cumplir sus promesas de pago se ven en la necesidad de obtener dinero oficial, y es entonces cuando los bancos centrales acuden en su ayuda dándoles dinero oficial. Éste es un privilegio que tienen los bancos privados pero que no tiene ninguna otra empresas o familia del sector privado. Yo puedo crear notas que digan “pagaré 1.000 euros a su poseedor” y ningún banco central me rescatará si no soy capaz de cumplir mi promesa de pago. En cambio, con los bancos es diferente, especialmente con los grandes que son capaces de desestabilizar economías enteras. De ahí que muchos economistas defendamos que ningún banco de gran envergadura sea privado, porque por su propia naturaleza afectan a toda la economía.

En cualquier caso, ésa es una forma de crear dinero oficial, pero hay otra: la que se produce a través del déficit público. Ésta es sin duda la más importante, y también sin duda la más desconocida. La inmensa mayoría de la gente cree erróneamente que cuando un Estado registra déficit público (tiene más gastos que ingresos), cubre esa diferencia con dinero de otra persona a través del endeudamiento público. Esto, que puede parecer muy intuitivo, no es exactamente así. La extendida y errónea creencia suele rezar de esta forma: “cuando el sector público tiene más gastos que ingresos necesita pedir prestado dinero de algún agente económico privado (familia o empresa), de forma que se producirá un trasvase de dinero privado al sector público para que éste pueda afrontar su déficit público. En consecuencia, el déficit público reduce el ahorro privado.” Puede parecer lógico, pero es absolutamente falso. Veamos por qué.

En primer lugar, si el sector público correspondiente tiene la capacidad de emitir libremente su propia moneda (como Estados Unidos, Japón, Australia, Reino Unido, etc) no necesita en absoluto pedir dinero prestado para cubrir el déficit. Le bastaría con crear tanto dinero como fuese necesario para cubrir la brecha entre gastos e ingresos. Y ese nuevo dinero creado sería utilizado para algo (pago de sueldos, pensiones, educación pública, infraestructuras, etc), por lo que acabaría en la cuenta bancaria de una empresa o una familia, ergo la creación de dinero por parte del sector público incrementaría directamente el ahorro privado en vez de reducirlo. No puede haber ninguna discusión (seria) al respecto. Es pura contabilidad. Todo gasto de un agente económico supone un ingreso para otro agente económico. Si el sector público gasta, es porque alguien ingresa; y ese alguien es necesariamente un agente del sector privado.

En segundo lugar, incluso aunque el sector público correspondiente no sea soberano de su moneda o aunque el sector público soberano se endeude en los mercados[1], el resultado es el mismo: el ahorro privado se incrementa. Cuando el sector público vende bonos públicos y se endeuda, lo que está ocurriendo es que el agente privado que compra los bonos pasa de tener ahorros en forma de dinero contante y sonante a tener ahorros en forma de bonos públicos. Pero la cuantía de su riqueza (la cuantía de su ahorro) es la misma. Si compra bonos públicos por 1.000 euros, pasará de tener dinero líquido por valor de 1.000 euros a tener bonos por valor de 1.000 euros. Su ahorro no mengua, sólo su composición se ve alterada. Además, siempre que quiera, el agente privado puede vender sus bonos a otro agente y convertir el bono en dinero contante y sonante, alterando de nuevo su composición. En definitiva, el ahorro del comprador del bono público no se reduce en absoluto, sólo cambia de forma.

Atendiendo al otro lado de la operación, el sector público incrementa el gasto por la misma cantidad de dinero que obtiene vendiendo el bono (para eso lo ha vendido). Si vende un bono por 1.000 euros, incrementará el gasto público por 1.000 euros. Ese dinero se utilizará para algo (pago de sueldos, pensiones, educación pública, infraestructuras, etc), por lo que acabará en la cuenta bancaria de una empresa o una familia. Recordemos que por identidad contable todo gasto supone un ingreso, de forma que ese gasto público supondrá un ingreso para el sector privado, aumentando así su ahorro.

Recapitulemos: por un lado, el ahorro privado del agente que compró los bonos no mengua, sólo cambia su composición; por otro lado, el ahorro privado de los agentes que reciben el gasto del sector público aumenta. El efecto conjunto es evidente: incremento del ahorro del sector privado. Un euro de déficit público es un euro que aumenta el ahorro privado. Es contabilidad, no hay otra.

Si el lector no se ha perdido, se habrá dado cuenta de una cosa muy importante: registrar déficit público es equivalente a crear dinero (oficial), independientemente de que el sector público pueda emitir moneda. Cuando se produce el déficit público, la cantidad total de activos financieros aumenta: por el lado del agente que compra los bonos públicos el volumen de activos financieros no varía, pero por el lado del gasto que realiza el sector público aumenta la cantidad de activos financieros (en forma de depósitos en cuentas bancarias de los que reciban el gasto público). Por lo tanto, con los déficits públicos los gobiernos crean dinero (dinero oficial, evidentemente). De hecho, como la deuda pública no es ni más ni menos que déficits públicos acumulados, la deuda pública es la cantidad de dinero que se ha creado a través de esta vía.

La otra cara de la moneda es que registrar superávit público es equivalente a destruir dinero (retirarlo de la economía), independientemente de que el sector público pueda emitir moneda. Cuando se produce superávit público, la cantidad total de activos financieros disminuye: el Estado inyecta en la economía a través del gasto menos dinero del que retira de ella a través de los impuestos, y si el Estado utiliza ese superávit para devolver deuda, el antiguo poseedor del bono público verá cambiar la forma de su ahorro, pero no su cantidad (en nuestro ejemplo pasaría de tener 1.000 euros en bonos a tener 1.000 euros en dinero contante y sonante). Por lo tanto, con los superávits públicos los gobiernos destruyen dinero (o, si se prefiere, lo retiran de la economía).

Es probable que al lector le haya venido a la cabeza la siguiente reflexión: “Cuando el sector público tenga que devolver el dinero prestado (más los intereses correspondientes), tendrá que sacarlo de algún sitio, y ese sitio será el bolsillo de familias y empresas a través de los impuestos, de forma que aunque a corto plazo el ahorro privado no se reduzca, si que ocurrirá en el futuro”. Suena razonable, pero también es absolutamente falso.

En primer lugar, y siguiendo el hilo anterior, si el sector público tiene soberanía monetaria la citada reflexión no tiene ningún sentido, porque podría devolver los préstamos e intereses simplemente creando dinero. Un sector público que controla y emite su moneda no necesita impuestos para financiarse, se puede financiar simplemente creando dinero[2]. Por lo tanto, los sucesivos déficit públicos jamás reducirían el ahorro privado (ni a corto ni a largo plazo), sino todo lo contrario: lo incrementarían.

En segundo lugar, si el sector público no tiene soberanía monetaria, cuando se cumple el plazo para devolver el dinero prestado, lo que hace es volver a vender bonos públicos (lo que se llama refinanciar la deuda). Esto significa que vuelve a crear dinero para devolvérselo al antiguo comprador del bono (y pagarle intereses) al mismo tiempo que está vendiendo bonos a nuevos compradores. El ahorro privado vuelve a incrementarse, no a menguar: el antiguo comprador del bono ve de vuelta su dinero más unos intereses añadidos, mientras que el nuevo comprador del bono sólo ve alterada la composición de su ahorro (conversión de euros contantes y sonantes en bonos). No ocurre nada más; no hay detracción del ahorro privado, sino todo lo contrario.

Por supuesto, en este proceso la deuda pública aumenta, pero esto sólo significa que el sector público está creando nuevo dinero. La reflexión que suele surgir a continuación es: “la deuda pública no puede incrementarse indefinidamente, y cuando haya que ir reduciéndola entonces el sector público tendrá que aumentar impuestos y por lo tanto estará reduciendo así el ahorro privado”. Pero de nuevo esto es falso ya que no tiene por qué ser así.

Hay muchas formas de ir controlando o reduciendo la deuda pública. La ideal es incrementar el volumen del PIB, puesto que de esta forma el indicador deuda pública/ PIB se irá reduciendo. Y téngase en cuenta que incrementar el PIB no tiene nada que ver con aumentar impuestos o reducir el ahorro privado, ¡sino todo lo contrario! La mejor forma de estimular el PIB es impulsando la inversión pública y el gasto público, es decir, creando dinero e incrementando el ahorro privado. Puede resultar paradójico que para reducir la deuda pública haya que incrementar el déficit público, pero no lo es en absoluto cuando se entienden bien los vínculos que hay entre todas estas variables, y es algo que muchos economistas heterodoxos hicieron hace ya muchas décadas[3].

Otra forma de reducir la deuda pública es provocando inflación. Cuando hay inflación el dinero pierde valor y también las deudas expresadas en ese dinero, y al mismo tiempo el PIB aumenta a mayor ritmo, de forma que el indicador deuda pública/PIB cae. No es lo mismo tener que devolver una deuda de 1000 euros cuando conseguir esa cantidad de euros es difícil a tener que hacerlo cuando conseguir esa cantidad de euros es más fácil porque ha aumentado la inflación. En el caso de Reino Unido, en torno a 14 de 18 puntos porcentuales de reducción de deuda desde el año 2008 hasta 2014 se deben a la inflación. ¿Y cómo se genera algo de inflación? Pues una forma de hacerlo es registrando déficits públicos (que deberán ser más o menos elevados dependiendo de la capacidad utilizada en relación a la capacidad instalada de la economía). La generación de déficits públicos inyectará nuevo dinero en los bolsillos de empresas y familias y esto estimulará la actividad económica, ayudando a empujar al alza los precios que hoy día están prácticamente estancados o en terreno negativo. Por lo tanto, llegamos de nuevo a la conclusión de que una forma de reducir la deuda pública es incrementando el déficit público. ¡Y esto supone incrementar el ahorro privado, no reducirlo!

En cualquier caso, lo que a nosotros nos interesa es entender que cuando el sector público registra déficit se crea dinero oficial. Y no hay que confundir –mucha gente lo hace– este dinero oficial creado por saldos fiscales negativos con el dinero oficial creado por la política monetaria para respaldar el promesas de pago (entre ellas, el dinero bancario). Por ejemplo, la famosa Expansión Cuantitativa (Quantitative Easing en inglés) es una política a través de la cual los bancos centrales crean dinero oficial para cubrir determinadas promesas de pago realizadas por bancos o por Estados. En sentido estricto no es creación de activos financieros netos, ya que el dinero oficial se crea para sustituir dinero que ya existía. Las promesas de pago de los bancos o de los Estados desaparecen y en su lugar aparece dinero oficial contante y sonante. Es como si a mí me diesen 1.000 euros oficiales a cambio de cancelar mi nota que decía “pagaré 1.000 euros oficiales al poseedor de esta nota”. Se cambia un tipo de dinero por otro. En la actualidad el Banco Central Europeo está creando cada mes 80.000 millones de euros oficiales y cambiándolos por dinero bancario o promesas de pago de un Estado. En cambio, el dinero oficial creado a través de déficits públicos no sustituye a nada que existiese antes: es dinero totalmente nuevo que se pone en circulación; son nuevos activos financieros.

Es importante tener en cuenta que hay relación entre el dinero creado por los bancos y el dinero creado por los Estados con sus déficits públicos. Al fin y al cabo, los dos tipos de dinero operan en la misma economía y se arrebatan espacios el uno al otro. Cuando en una economía se está creando muchísimo dinero bancario normalmente apenas se crea dinero oficial a través de déficit públicos, porque no es necesario al no quedar muchos huecos que cubrir. Y al contrario: cuando los bancos crean menos dinero bancario o dejan de crearlo, los déficits públicos se disparan de forma que el dinero oficial creado acabe tapando todos los huecos posibles en los que se necesita dinero (normalmente este nuevo dinero adopta la forma de prestaciones por desempleo, prestaciones sociales, inversión pública en infraestructuras, menor recaudación por impuestos, etc).

Fijémonos en el siguiente gráfico. En él se representa la evolución del dinero bancario (área roja) y la del dinero fiscal (área azul). Cuando el área se sitúa por encima del 0% significa que se está creando dinero, y cuando se sitúa por debajo significa que se está destruyendo. En los años anteriores al estallido de la crisis la creación de dinero bancario a través del crédito fue extraordinariamente intenso; ocupaba casi todas las necesidades de dinero que tenía la economía, y de ahí que apenas hubiese creación de dinero oficial a través del déficit público (incluso hubo destrucción de dinero –superávit público– en los años 2005, 2006 y 2007), ya que no se necesitaba. Sin embargo, con el estallido de la crisis el crédito se desplomó y dejó de crearse nuevo dinero bancario, de forma que la economía se “secó” de dinero. La forma de compensar algo ese cierre del grifo fue la creación de dinero oficial a través de déficits públicos elevados gracias a lo que se llaman “estabilizadores automáticos”: incremento del gasto público en situaciones de recesión económica debido a un aumento de las prestaciones por desempleo y otras ayudas sociales, y reducción de los ingresos impositivos como reflejo de la menor actividad económica.

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Que el déficit público se incrementase tanto no quiere decir que acabase cubriendo todas las necesidades de dinero de la economía (de hecho no lo logró ni mucho menos, como podemos intuir del reducido tamaño del dinero fiscal en comparación con el dinero bancario), pero algo ayuda. Si recordamos que la deuda pública no es más que la acumulación de déficit públicos y por lo tanto el registro de todo el dinero creado, entenderemos mejor por qué en todos los años de crisis económica la deuda pública no ha hecho sino crecer: es la consecuencia de que el dinero creado vía déficit fiscal haya estado sustituyendo parcialmente al dinero bancario. Por eso lo que defienden muchos economistas es que precisamente lo que necesita una economía tan golpeada como la española es mayores niveles de déficit públicos, ¡no menos! Más dinero oficial para regar una economía que necesita más agua para poder desarrollarse. Y también por eso las políticas de austeridad encaminadas a reducir el déficit público lo único que hacen es perjudicar todavía más la economía, porque secan una economía necesitada de mucho dinero.

Por otro lado, a partir de 2013 el déficit público comienza a reducirse sin que el crédito se recupere, al mismo tiempo que la economía no sufre más como podríamos esperar sino incluso lo contrario ya que logra la mejora de ciertos indicadores macroeconómicos; ¿a qué se debe esto? A que en la economía española apareció con relativa fuerza otro tipo de dinero que aún no hemos analizado y del que hablaremos en el próximo artículo: el dinero del sector exterior.

 

 


[1] Que lo hacen por una cuestión operativa de regulación de dinero oficial en las cuentas bancarias, y no porque necesiten pedir dinero prestado (ya que pueden crear tanto dinero como quieran).

 

[2] Los impuestos cumplen funciones diferentes a la de financiar el sector público, que son: dar valor a la moneda en curso (la necesidad de pagar impuestos en una moneda en concreto empuja a la gente a demandar y hacerse con esa moneda); controlar la cantidad de dinero que hay en circulación (aumentando impuestos se retira dinero de la economía, y reduciéndolos se inyecta dinero); controlar los precios; redistribuir la renta y riqueza del país; y modificar la estructura productiva de la economía. Para mayor profundidad recomiendo este artículo.

[3] para profundizar leer aquí: http://ift.tt/1PaRU1C

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