¿Creéis que un joven de una minoría, tal vez un expulsado del instituto, con pocas habilidades laborales, tiene un derecho a trabajar? ¿O creéis que ser de baja cualificación, tal vez de una cualificación tan baja que solo podéis conseguir 8$ o 9$ la hora en el mercado laboral significa que para vosotros se elimina ese derecho? Es extraño, pero la izquierda progresista, aquellos que afirman ser los más compasivos de nuestra sociedad, han adoptado esta última postura. De hecho, la postura que ha adoptado el programa del Partido Demócrata este verano, argumenta que aquel cuyas habilidades sean tan bajas que no pueda ganar 15$ la hora no tiene derecho a un empleo remunerado. Argumentan que cualquier empresario que trate de contratar a esa persona con un sueldo equivalente a sus habilidades estará incumpliendo la ley y estará sometido a sanciones graves.
Esta es la realidad del aumento del salario mínimo. Si estáis a favor de un salario mínimo horario legal de 15$ estás defendiendo que una persona pierde su derecho a ser empleada si sus habilidades no están un nivel en el que pueda generar al menos una cantidad equivalente de producción para un empresario. (Debería advertirse que en realidad estáis diciendo más que esto, ya que contratar a alguien por 15$ l hora probablemente coste a un empresario unos 17$ o 18$, dados los impuestos de la Seguridad Social y las prestaciones obligatorias, como, en algunos casos, el seguro sanitario).
Por supuesto, no es así como se describe normalmente el salario mínimo. Cuando se discute el aumento del salario mínimo, normalmente oímos tópicos moralistas, como “no debería obligarse a nadie a trabajar por menos de 15$ la hora” o la gente “merece recibir un salario que le permita vivir”.
Los progresistas: “No os permitiremos trabajar”
Pero lo que no se dice nunca explícitamente es el reverso implícito de estos tópicos. Cuando los Bernie Sanders y Hillary Clinton del mundo afirman que nadie debería estar “obligado a trabajar por menos de 15$ la hora”, lo que están diciendo realmente es que no debería permitirse a nadie trabajar por menos de 15$, independientemente de lo mal que haya sido educado o lo limitadas que estén sus capacidades. O cuando dicen que la gente merece un salario que le permita vivir nunca añaden la consecuencia implícita que es “o que no tenga ningún salario”.
En la mente del progresista típico, no hay relación entre habilidades y salarios. La opinión parece ser que si se ordena un salario mínimo superior, los empresarios continuarían tomando las mismas decisiones de contratación que habían tomado hasta entonces, salvo que a la gente a la que contraten se le pagará más. En algunos casos, más de un 100% más. En esta visión progresista, el salario de una persona es solo una cantidad arbitraria de dólares por encima de cero y el trabajador se ve obligado a aceptarla. Es la economía marxista clásica en la que los trabajadores son explotados y están a merced de los empresarios. Como decía el propio Marx, hay poca diferencia entre una relación de empleo y una relación de esclavitud.
Pero en un mercado libre y competitivo las cosas no funcionan así. La competencia por el trabajo asegura que a la gente se le paga de acuerdo con lo que los economistas llaman el valor de su producto marginal, que es una forma elegante de decir que los salarios tienden a reflejar el valor para el empresario de la productividad del trabajador. Si un empresario paga mal al trabajador, corre el riesgo real de que un empleado se ofrezca a otro empresario que probablemente le pague más.
Esto significa también que un empresario no pagará a ningún trabajador más por hora que el valor que ese trabajador esté produciendo por hora. Dicho de forma simple, el coste asociado con contratar a un trabajador (es decir, salarios más beneficios, más impuestos relacionados con el empleo) tiene que ser menor que los beneficios que se reciban por emplear al trabajador. Los empresarios no están dispuestos a tener pérdidas sobre los trabajadores que emplean. A 15$ la hora, un trabajador de baja cualificación que solo pueda producir por valor de 8$, 10$ o 14,99$ de producto por hora no solo quedará sin empleo, sino que, como se ha señalado antes. Pierde su derecho a ser empleado por cualquiera de esos menores salarios que podrían dar un empleo a alguien.
La crueldad del salario mínimo
Esta es la crueldad implícita en las reclamaciones de los progresistas de un salario mínimo de 15$. Históricamente, la idea de que el salario mínimo pondría a los más desafortunados fuera del mercado laboral se reconocía ampliamente. Por eso los progresistas de principios del siglo XX estaban a favor del salario mínimo. Era parte del plan general de apoyo del movimiento progresista a la eugenesia para mantener a los “débiles mentales”, inmigrantes y gente de color fuera de los mercados laborales. En Sudáfrica, los salarios mínimos fueron apoyados originalmente por los sindicatos de blancos para mantener a los negros de baja cualificación trabajando en las minas de diamantes, impidiéndoles competir por empleos que “pertenecían a los trabajadores blancos”.
Aunque los progresistas modernos apoyan las mismas políticas que los fundadores eugenistas de su movimiento, afirman hacerlo por preocupaciones humanitarias y no cuestiono estos motivos. El problema es que se mantienen los argumentos económicos que los fundadores de su movimiento entendían bastante bien y usaban para promover fines nefastos y odiosos.
Publicado originalmente el 10 de agosto de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
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