viernes, 11 de noviembre de 2016

El lado positivo de las elecciones de 2016, por Mises Hispano.

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[Extracto del Círculo Mises de Dallas-Ft. Worth del 5 de noviembre de 2016]

Aspecto positivo: Los medios de comunicación han perdido el control del discurso

Quiero hablar acerca de algunos de los aspectos positivos en estas terribles elecciones y uno de los más evidentes es este: la tecnología nos ha permitido superar realmente a los guardianes de las puertas de medios de comunicación, desafiar el discurso oficial, consumir noticias reales y hechos reales y amenazar el control del establishment político sobre la opinión pública. El genio de la información ha salido de la botella y no va a volver a ella. En el mundo digital la gente está abandonando lo que Tom Woods llama las fichas 3×5 de la opinión disponible y está teniendo debates reales, sin ningún filtrado de los medios.

Es posible obtener las “noticias” de hilos de redes sociales adaptados al punto de vista propio. Así que cuando la CNN, por ejemplo, muestra resultados de encuestas que sugieren cierta tendencia, se supone que todos aceptemos esto como el evangelio. Pero si la CNN no aparece nunca en vuestros hilos de la redes sociales y no veis la CNN (y yo sé que vosotros no lo hacéis), es como si la encuesta nunca hubiera tenido lugar, al menos para vosotros. Y cada vez hay más gente apagando y eludiendo a los guardianes de las puertas. La conclusión es que los medios de comunicación de los partidos han perdido el control del discurso aprobado.

Nuestro problema no es conseguir información: es filtrarla. La avalancha de noticieros 24  horas, sitios web y redes sociales crea tanto ruido de fondo que la clase política en la práctica oculta su criminalidad a la vista de todos. Sólo espera a que se ahogue. En la era del Watergate, una historia sencilla (un robo) cautivó al país durante meses. Hoy, toda entrega de WikiLeaks parece contener las semillas de un millar de Watergates. La información está allí para quien quiera encontrarla. Así que no es que no sepamos qué hacen los políticos, es que sabemos demasiado y se crea una especie de fatiga que nos lleva a encogernos de hombros y aceptarlo.

Aspecto positivo: Los progresistas han quedado al descubierto

Consideremos otro aspecto positivo: progresistas y demócratas han quedado completamente al descubierto como los autoritarios antiliberales que han sido siempre, independientemente de sus políticas u objetivos declarados. Las elecciones han dejado a la vista su carácter real, sus tácticas reaccionarias y su programa ahora la vista. La idea de que existan los conservadores o incluso de que participen en las elecciones es para ellos una afrenta. Las elecciones de 2016 han llevado esta realidad a las casas de las personas normales de muchas maneras, pero es especialmente visible en el odio y desdén abiertos hacia los que apoyan a Trump. Se piense lo que se piense de Trump, este desenmascaramiento público de la izquierda es algo nuevo.

La gente en esta sala ya sabe qué es el liberalismo real. Pero la gente que robó esa palabra, los progresistas de hoy, no. No están creando un movimiento de clase trabajadora industrial, por decirlo suavemente. No son los liberales de vuestros padres, organizando sindicatos o diciéndonos que hagamos el amor y no la guerra. No les preocupan en absoluto las libertades civiles y con respecto a la paz, bueno, basta con que os fijéis en los ilustres neoconservadores que apoyan a Hillary Clinton. Y no estamos hablando solo de universitarios alocados que salieron de las aulas o de un puñado de radicales marxistas. Los demócratas de la corriente principal, incluyendo a Hillary y Obama, son directamente responsables del uso de políticas de identidad en su beneficio, a través de un odio y una desconfianza exacerbados.

Y respecto al amor sagrado de la izquierda por la democracia, ahora hablan directamente de abandonar los resultados democráticos cuando los retrógrados tengan la audacia de votar equivocadamente. Hemos visto esto con el voto del bréxit de Reino Unido y lo hemos visto aquí cuando el New York Times pondera cómo anular los votos de los segmentos no deseados del electorado.

Advertid la táctica progresista de lanzar escandalosos globos sonda y luego retirarse a una posición a medio camino que en comparación parece casi sensata. Así que cuando un pequeño grupo empieza a reclamar que todos usemos 31 pronombres de género, podemos reírnos de ello por absurdo. Pero planta una semilla para el futuro. Cuando una actriz pública un video animado que celebra la extinción de los varones blancos, podemos rechazarla como una odiosa lunática. ¿Pero dónde estará la conversación en unos pocos años?

Y sí, los progresistas usan al estado para acercarse a sus objetivos. Muchos de vosotros probablemente hayáis oído hablar del profesor de la Universidad de Toronto que está siendo atacado por rechazar usar esos 31 pronombres de género. Es posible que pierda su trabajo y además puede ser condenado por un tribunal público a pagar una multa elevada. El si creéis que los códigos penales de expresión no van a llegar pronto  a Estados Unidos gracias a la Primera Enmienda, tengo que estar en desacuerdo.

E incluso cuando no hay a la vista ninguna sanción penal, los progresistas se dedican a destruir las vidas de quienes están en desacuerdo con ellos. Un ejemplo es el profesor de la NYU que creó un pseudónimo en Twitter para burlarse con críticas a la corrección política en el campus. Ha sido echado a los perros por sus administradores, suspendido del cargo y puede ser despedido. Así que aunque puede que aunque nunca afronte sanciones penales como su colega canadiense, viva el resto de su vida en una especie de celda carcelaria. Su carrera académica, relaciones y finanzas se verán menoscabadas. Será encerrado y su vida perjudicada.

Así es como son hoy los progresistas: sicarios religiosos de una visión aprobada del mundo basada en un código de corrección política siempre cambiante. Una cosa es cierta y aquí muchos libertarios se equivocan: la amenaza principal a la libertad hoy viene de la izquierda, no de la derecha. Es francamente estúpido pretender otra cosa, por mucho que insistamos correctamente en que no somos conservadores. La amenaza existencial para libertad no la plantean cinco skinheads idiotas corriendo por los bosques en algún lugar vistiendo sábanas, la plantean millones de autoritarios progresistas que están por todas partes, como los que enseñan civismo en la escuela de vuestros hijos. Pero se han excedido en las elecciones de 2016 y han despertado como consecuencia a millones de estadounidenses.

Aspecto positivo: La derecha se ha autodestruido

Sin embargo, no nos engañemos creyendo que la derecha es algo mejor solo porque no tiene poder. Pero hablemos de aspectos positivos: somos testigos de la muerte del Partido Republicano ante nuestros ojos. Es increíble de ver, aunque siempre fue inevitable: los cambios demográficos en estados como Texas y Florida le habían condenado a la extinción como partido nacional. Pero Trump y las elecciones han acelerado esta realidad.

Afrontémoslo: Los conservadores actuales no conservan nada, salvo trabajos políticos. Y el Partido Republicano es un partido que nunca defendió gran cosa, salvo guerras y bancos.

El Partido Republicano moderno es globalista, militarista, corporativista y antipopulista. La derecha elige el neoconservadurismo por encima del no intervencionismo, Wall Street por encima de Main Street, la ciudad por encima del campo y el estado gestor de Washington por encima del federalismo y los derechos de los estados. Eligen a la Fed por encima del oro, a Lockheed Martin por encima de Woolworth y a Goldman Sachs por encima de la caja de ahorros de tu pueblo. Les gusta el auge de la presidencia imperial del siglo XX. Eligen el lado de la oferta por encima del laissez-faire, Milton Friedman por encima de Mises, las desgravaciones fiscales por encima del constitucionalismo. Adoptan el estado del bienestar y el estado regulatorio en lugar de defender optimistamente el capitalismo y la propiedad y las oportunidades. Han dejado que la izquierda les califique como racistas y reaccionarios. Alaban los derechos sociales solo para mantener sus confortables escaños en el Congreso y sus ventajas políticas. Eligen nacionalizar asuntos sociales y ceder enormes cantidades de poder ilegal al Tribunal Supremo.  ¡¡¡Eligen a John McCain y Mitt Romney por encima de Ron Paul!!!

Damas y caballeros, ¡este es un movimiento que merece perecer! Los conservadores y su vehículo, el Partido Republicano, han perdido cualquier derecho a reclamar bajo el manto de la propiedad privada y la libertad personal. Existen solamente para ser “menos progresistas” que los progresistas, al tiempo que aceptan el principio subyacente de que el estado dirige nuestras vidas: las únicas preguntas son cómo lo hace, en qué grado lo hace y hacia qué fines lo hace.

Tenemos la salida delante nuestras narices

Aunque podamos celebrar el declive y caída de los medios de comunicación y de los dos partidos, también tenemos que reconocer que nos han hecho un regalo. Un regalo de claridad, ya que la fachada de las elecciones democráticas se ha quebrado. Un regalo de insatisfacción, de animosidad hacia el estado y la clase política. Un regalo de populismo, con todas las oportunidades y peligros que este conlleva.

Las elecciones de 2016 son un regalo y nuestra tarea es desenvolverlo: convertir el desdén nacional por los políticos en desdén por la propia política. Pero para hacer esto tenemos que tener el valor de renombrar al libertarismo.

No digo que necesitemos un “nuevo” libertarismo, porque no existe tal cosa. La libertad es simplemente la negación del poder estatal en la sociedad, no una tercera vía política entre izquierda y derecha ni un híbrido ideológico. No, lo que necesitamos es un nuevo nombre libertario, necesitamos mejores ventas y marketing, no un nuevo producto. Ya sabemos que la libertad funciona. La teoría y la historia lo demuestran. Pero la libertad no ha perdurado, nunca sido ampliamente entendida ni aceptada y siempre está bajo ataque.

Incluso podríamos reconsiderar el término “libertario”, por mucho que me duela decirlo. Como predijo Mises, los socialistas secuestraron con éxito nuestro nombre correcto (liberalismo) no tenemos décadas para reclamarlo. Como marca, el libertarismo (al menos la versión pusilánime difundida con muy poco éxito por Gary Johnson y Bill Weld) necesita un cambio de imagen. No somos “liberales de bajos impuestos”, me impresionamos a nadie repitiendo lemas progresistas sin sentido como “inclusión social” y no conseguimos más libertad afirmando compartir fines progresistas. ¡Nuestro mensaje ganador no es demócrata light, republicano light, ni definitivamente libertario light!

La aproximación de Johnson/Weld se ha convertido en una enorme oportunidad perdida para alcanzar y ganar la mayor recompensa de estas elecciones: millones de conservadores desafectos dispuestos a abandonar el Partido Republicano por un candidato tan lamentable como Trump, todo debido a alguna necesidad masoquista de convencer a los progresistas de que no somos malvados derechistas sin corazón. Aun así, ¿cuántos airados seguidores de Bernie o de Ocupa Wall Street votarán realmente por Johnson en lugar de por Hillary o Jill Stein?

Pero no es solo la campaña actual. Durante décadas, los libertarios han cometido el enorme error de mostrarse hostiles a la familia, la religión, la tradición, la cultura y las instituciones sociales, en otras palabras, ¡a la propia sociedad! Aun así, la sociedad civil es por definición del mismo medio por el que organizamos los asuntos humanos sin el estado. ¿Y no entendemos realmente que la familia es la primera, la última y la más importante línea de defensa para el individuo frente al gobierno?

El coste estratégico es incalculable. La libertad se ha presentado como una ideología para individuos atomizados, para actores económicos sin alma preocupados solo por hacerse ricos en una economía precaria, para la droga y los libertinos obsesionados por el sexo, para personas sin ninguna lealtad a nada que no sea su propio interés inmediato.

¡Qué error! Si sabemos algo acerca de la naturaleza humana es que todos deseamos ser parte de algo más grande que nosotros mismos. ¡Solo porque nosotros como libertarios no queramos que algo sea el estado no cambia esto! Sí, el nacionalismo que va de la mano del estatismo y del militarismo es peligroso. Pero no podemos hacer desaparecer el impulso humano completamente natural de formar grupos y alianzas en un mundo peligroso e impredecible. ¿Deberíamos denunciar al nacionalismo cherokee? ¿Deberíamos acabar con la Oktoberfest y el día de San Patricio basándonos en que está mal celebrar una identidad en cualquier sentido?

La libertad no debería separarnos de nuestras familias o de las estructuras de nuestras comunidades; debería fortalecer la comunidad. Yo espero que un día ser libertario no sea notable, como tener ojos verdes o ser católico o tener gustos particulares en música. La libertad debería ofrecer el pegamento de la cooperación, no algún hiperindividualismo antinatural, alejado de la experiencia humana.

Así que promovamos una visión distinta de la libertad, una visión robusta, potente y pragmática que esté de acuerdo con la realidad y la naturaleza humana. Una que no entre en guerra con la cultura, la tradición, la familia, la religión y la comunidad. Una que se ajuste al mundo tal y como es: duro, pragmático, orientado a resultados, centrado en temas y soluciones de mercado.

Un mensaje libertario eficaz debe ser:

  • Orgullosamente favorable a la propiedad, favorable al comercio y contrario al estado del bienestar.
  • Inarrepentidamente contrario al estado, contrario a la Fed, contrario al globalismo y contrario a la guerra.
  • Abiertamente defensor de la descentralización, la secesión y el localismo.
  • Sin temor a apelar al populismo y al materialismo burgués.
  • Dando la bienvenida a la religión, la tradición y la familia.

En otras palabras, deberíamos renovar la imagen del libertarismo para ajustarnos al mundo tal y como es, para vender en el mercado de la acción humana. Este es el momento que ha estado esperando la gente preocupada por la libertad: la mayor perturbación política y social desde la década de 1960. La vía de salida está delante de nuestras narices, basta con que elijamos seguirla. Muchas gracias.


El artículo original se encuentra aquí.

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