Los críticos del liberalismo y de la economía de mercado han hecho su costumbre el inventar términos que nunca usaríamos para describirnos. El más común de los cuales es “neoliberal” o “neoliberalismo”, que pareciera significar cualquier cosa que los críticos quieran que signifique para describir ideas que no les gustan. En la medida en que los términos tengan una definición clara, ciertamente no coinciden con los verdaderos puntos de vista de los mercados y de la sociedad libre.
El derrame
Otro término relacionado es “economía del derrame”. La gente que argumenta en favor de las reducciones de impuestos, un menor gasto público y mayor libertad para que la gente produzca y comercie con lo que piensen que es valioso es a menudo acusada de respaldar algo llamado “economía del derrame”. Es difícil definir exactamente lo que significa este término pero parece ser algo como lo siguiente: “esos tíos a favor del libre mercado creen que si les das una rebaja de impuestos o subsidios a los ricos, la riqueza que adquieran va (de alguna manera) a ‘derramarse’ a los pobres.”
El problema con este término es que, hasta donde yo tengo entendido, ningún economista lo ha usado jamás para describir su propia posición. Los críticos del mercado deberían tomar el reto de encontrar algún economista que diga algo como “darle cosas al grupo A es buena idea porque siempre se derramará al grupo B.” Sostengo que no lograrán encontrarlo porque tal persona no existe. Además, como lo ha señalado Thomas Sowell, el argumento es en su totalidad una tontería: ¿por qué no dar cualquier cosa que sea directamente al grupo B y eliminar al intermediario?
No hay argumento económico que diga que las políticas que solo benefician a los ricos se “derramará” directamente hacia los pobres. Transferir riqueza a los ricos, o incluso bajarles los impuestos solo a ellos, no son políticas que vayan a beneficiar a los pobres, o por lo menos no en una forma que se note. Los defensores de los mercados ciertamente no respaldarán transferencias o subsidios directos a los ricos bajo ninguna circunstancia. Ese es precisamente el tipo de capitalismo de compinches que rechazan los verdaderos liberales.
Prosperidad generalizada
Lo que encontrarán los críticos, si se deciden a investigar, es que muchos economistas que argumentan que dejar a todo el mundo ir en pos de todas las oportunidades que puedan en el mercado, con el nivel mínimo de impuestos y regulación, creará una prosperidad generalizada. El valor de reducir impuestos no está en reducirlos únicamente para los grupos de mayores ingresos sino para todos. Dejar a todos conservar una mayor parte del valor que están creando mediante los intercambios significa que todos tienen un incentivo mayor de crear ese valor para empezar, ya sea por medio de la posesión de capital o por buscar nuevos usos para su trabajo.
Además, aquellos de nosotros que respaldamos tales políticas no queremos “darle” nada a nadie, sea rico o pobre. Cuando la gente habla acerca de reducciones de impuestos como “dar” algo a alguien, implícitamente parten de la premisa que todo le pertenece al gobierno y que nosotros solo somos capaces de conservar algo para nosotros mismos como una concesión de su parte.
Dejando de lado el hecho de que los derechos no son lo que el gobierno nos da a nosotros sino lo que ya tenemos y debería, en teoría, proteger, la única razón por la que el gobierno tiene ingresos es en primer lugar porque les fue quitado por medio de impuestos a quienes lo crearon. El gobierno no nos “da” reintegros de impuestos; simplemente se abstiene de quitarnos más de lo que en primer lugar hemos creado mediante intercambios mutuamente beneficiosos.
Un fondo de verdad
Sin embargo, hay un pequeño fondo de verdad en la idea del “derrame”. Una de las principales razones por las que los occidentales modernos, incluyendo a los pobres, viven mucho mejor hoy que en ningún momento en el pasado es porque nuestra habilidad para combinar trabajo con más y mejor capital ha elevado los salarios y reducido el coste de bienes y servicios. La acumulación de capital de algunos contribuye al enriquecimiento de otros porque el capital vuelve la mano de obra del trabajador más productiva y por lo tanto más valiosa.
La verdad histórica no es una justificación para subsidiar a los dueños actuales de capital. Contrario a lo que pensadores como Thomas Piketty parecen creer, el mero hecho de poseer capital no asegura un ingreso. No es la propiedad de capital per se lo que beneficia a otros sino su capacidad de emplear el capital en formas que creen valor para los consumidores. Por eso es que reducir los impuestos y las cargas regulatorias a todos es tan importante: a cualquiera se le pueden ocurrir nuevas formas de crear valor y de enriquecer en el proceso a sí mismos y a otros.
La clave no está en transferir fondos a los actualmente ricos sino en asegurar el ambiente económico más competitivo posible para que aquellos con las mejores ideas puedan ponerlas en práctica. Los dueños actuales de capital no deberían ser capaces de perpetuarse en su posición por medio del proceso político para enriquecerse mediante legislación que los beneficie de forma específica.
Tal como Hayek observó en su defensa de la competencia:
No es de ninguna manera una regularidad que sea el emprendedor establecido, el hombre a cargo de la planta existente, quien descubra el mejor método [para una producción eficiente]. La fuerza que en una sociedad competitiva trae consigo la reducción del precio al coste más bajo al que la cantidad vendible a ese coste puede producirse es la oportunidad para quienquiera que sepa el método más barato venga bajo su propio riesgo y atraiga consumidores, venciendo a los otros productores.
Los dueños de capital de hoy no tienen todas las respuestas, y la forma de asegurarnos que se obtenga el mejor resultado para todos, especialmente para los que estén peor, es darle a todos la libertad de entrar y salir del mercado y de tener el mayor incentivo para hacerlo permitiéndoles quedarse con los frutos de su éxito en crear valor.
Primero es la creación de riqueza
Ningún economista serio cree que las vidas de los pobres se mejoren transfiriéndole riqueza a los ricos y que luego esta se “derrame” hacia los pobres. Lo que la economía nos dice es que la riqueza debe crearse antes y por encima todo. No se puede transferir algo que no existe. La creación de riqueza es más probable que ocurra cuando la gente es capaz de innovar sin necesidad de permiso y cuando sujete sus ideas a la prueba del mercado.
Este proceso de innovación sin permiso que pase la prueba del mercado sin duda alguna hará ricos a algunos y hará pobres a algunos ricos. Lo que también hace es dirigir la creación de valor a través de sociedades enteras, elevando el estándar de vida de todos sus habitantes.
Las fotografías instantáneas de quiénes son ricos y pobres en un momento dado no son categorías que importen para políticas públicas sólidas. La riqueza no se “derrama” de los ricos a los pobres. Es creada por todos nosotros cuando desarrollamos ideas, habilidades y productos nuevos, ya sea como trabajadores o como dueños de capital.
La forma de ayudar a los pobres es maximizar la libertad de crear y mantener el valor por medio de una economía de mercado no intervenida. La respuesta no es dar ayudas a aquellos que, momentáneamente, ocupen el grupo que llamamos “los ricos”. Y la historia nos dice que la mejora en el estándar de vida de todos que resulta de más libertad económica será más bien una inundación que un derrame.
Publicado originalmente el 9 de noviembre de 2016 en Fee.org. Traducido del inglés por Edgar Carlos Duarte Aguilar. El artículo original se encuentra aquí.
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