Suponiendo que los parlamentos estatales encuentren la voluntad política para dejar de financiar cursos sobre pornografía y que el Congreso acabe con la bonanza del capitalismo de compinches en los préstamos estudiantes, ¿cómo sería un mundo de universidades privatizadas? Resulta que podría ser muy bueno.
Ante todo, sin subsidios, es probable que poquísimos estudiantes paguen de sus propios bolsillos licenciaturas inútiles. Sin un flujo garantizado de subvenciones, la inmensa mayoría de los departamentos no STEM acabarían cerrando. Las universidades (que se han convertido en una especie de programa social público a gran escala, que emplea a intelectuales que reciben fondos de los contribuyentes para escribir artículos acerca de HBO y “estudios de audiencias”) o bien irán a la quiebra o se dividirán en unidades más pequeñas, con las rentables (probablemente ingeniería y similares) permaneciendo en el negocio. Las desesperadas (ingles, antropología, todos los diversos “studies”) finalmente cerrarían en sus puertas.
Los precios no atenderían la demanda
Esto sería algo bueno para los estudiantes universitarios y sus padres. Sin la demanda artificial generada a través de subvenciones financiadas por los contribuyentes, las universidades se verían forzadas a rebajar sus precios de matrícula para atender lo que los estudiantes y sus familias pueden y están dispuestos a pagar. La nueva realidad obligaría a las instituciones de educación superior a adaptarse a las necesidades de los estudiantes. Las universidades tendrían una mayor inclinación a permitir que los estudiantes elijan los cursos que ellos más deseen recibir, sin tener que ajustar sus estudios a materias extrañas a las carreras que elijan.
A las agencias de acreditación no les gustaría esto, pero idealmente tendrían que cerrar sus puertas. En un mundo en el que las universidades acreditadas ofrecen cursos sobre música pop y programas de televisión, la función de asegurar a los empresarios que los estudiantes en las instituciones de enseñanza superior están recibiendo una educación rigurosa ha desaparecido aparentemente del entendimiento de las agencias de acreditación.
Sin embargo, para hacer que la educación superior funcione mejor tanto para los empresarios como para los estudiantes, sería necesario anular antes todos los casos en los tribunales que dificulten a los empresarios hacer pruebas a los solicitantes de las habilidades necesarias para un sector concreto.
Emparejando a estudiantes con empresarios
Actualmente, la mayoría de los estudiantes está en universidades de cuatro o dos años simplemente para conseguir entrar en trabajos de cuello blanco. La desconexión entre lo que los alumnos estudian realmente y lo que acaban haciendo ha sido una broma de la vida estadounidense durante décadas.
Hoy las universidades funcionan como un método no específico de examen subvencionado por el gobierno para muchos empresarios. Pero para hacer el proceso mucho menos caro tanto para estudiantes como para contribuyentes, los empresarios solo necesitan examinar a los solicitantes tan rigurosamente como quieran a través de exámenes privados y experiencia en el trabajo.
De hecho, cuatro o más años de dormirse en las clases matinales de español es menos indicador de éxito en una oficina que trabajar realmente en una oficina durante esa misma cantidad de tiempo. Quienes suspendieran los exámenes de empleo, podrían tomar exactamente los cursos que necesitarían para aprobar y evitarían el gasto y el tiempo perdido de trabajar duro la historia otomana para ser considerados capaces de trabajar en un pozo de petróleo.
Liberar recursos para una mejor investigación
Muchos objetaron que esto es antiintelectual, pero es precisamente lo contrario. Hoy todavía quedan investigadores serios en la universidad estadounidense, pero su trabajo se ve paralizado por tareas administrativas, inacabables reuniones de la facultad y cada vez más por la acechante amenaza de demandas del Título IX pendiendo como espadas de Damocles sobre sus cabezas.
La solución es un sistema emprendimiento privado. Después de todo, los donantes ricos privados ya dan millones de dólares anualmente para becas universitarias. No hay razón (que no sean las regulaciones públicas) por la que los donantes no pudieran dar el dinero directamente a los profesores en su lugar. Si el dinero de los impuestos debe ser usado para algo, que sea para dotar y mantener bibliotecas. Para todo lo demás, dejemos que los profesores (aquellos que saben más que nadie acerca de sus asignaturas) hagan lo que los donantes les permitan hacer. Si esto incluye dar clases, mejor. Los profesores con una buena sinecura de un magnate rico, en muchos casos, podrían dar lecciones gratuitamente. (Esto incluye a profesores contratados para hacer investigación STEM en un entorno corporativo. Las clases gratis de investigadores de máximo nivel serían una perfecta herramienta de marketing para mejorar una marca corporativa). Y si los honorarios del profesor fueran demasiado altos, entonces los estudiantes sencillamente elegirían no acudir a las clases o encontrar una versión similar en línea o en persona.
Lejos de ser antiintelectual, este modelo liberaría a los investigadores para dedicarse a la investigación puramente intelectual, sin verse perturbados por las oleadas de buscadores de licenciaturas que se ven literalmente obligados a tomar clases en asignaturas que desdeñan solamente para mantener la ficción de que todos se benefician por igual al acudir a una universidad. Aliviados del tedio que conlleva que las masas soporten educación contra su voluntad, los profesores podrían pensar, escribir y decir aquello que sus financiadores estén dispuestos a tolerar.
Liberar a hordas de estudiantes no interesados de hacer algo distinto que echar la siesta en clases de cálculo todo el día difícilmente sería un golpe fatal para el propio cálculo. El estudio de Jane Austen, algoritmos y asteroides florecería sin tener que justificar esas asignaturas para adolescentes aburridos, endeudados y malhumorados.
Todo esto liberaría dinero para estudiantes que elijan dedicar algunos años a un estudio serio para disfrutar de todas las ventajas actuales de la vida universitaria (y muchas más) con una fracción del coste. Por ejemplo, si un estudiante fuera capaz de recibir lecciones por 3.000$ anuales en lugar de 30.000$, podría fácilmente trabajar a tiempo parcial y pagar su matrícula. Los profesores podrían emitir certificados de asistencia a sus clases o podrían examinarles si decidieron hacerlo y graduar a estudiantes como les pareciera.
Tal y como están ahora mismo las cosas, los estudiantes, sus padres y los contribuyentes de cada estado se ven estafados cada año por importe de miles de millones de dólares. Los administradores se hacen ricos, las universidades dejan sin empleo a profesores reales para ahorrar dinero contratando adjuntos y los estudiantes entregan cientos de miles de dólares cada uno que podrían quedarse en sus bolsillos o dedicarse al aprendizaje de lo que ellos quieren aprender. Hay pocos fuera de la propia universidad (y el sector financiero que financia los préstamos a estudiantes) que se benefician de nuestra deuda de estudiantil arremolinada. Hace mucho tiempo que debería haberse dejado que el libre mercado volviera las universidades y pusiera finalmente las cosas en orden.
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