En algún momento tenemos que cambiar. En algún momento tenemos que empezar a dejar claro que aquí quienes tienen el poder son los ciudadanos, somos nosotros. Y para ello no hay mayor cambio que decirles a los políticos electos que ellos trabajan para ti y para mí. Es verdad que muchas veces las palabras se las lleva el viento, al igual que los programas electorales. Así que tenemos que ponernos manos a la obra ya. Tenemos que empezar a hacer los cambios necesarios para que nosotros tengamos el control, por una vez en nuestra sobrecargada España, de quién se sienta en el Congreso. Y sí, digo por una vez, porque hasta ahora, a pesar de revoluciones, luchas, cambios de reyes o gobiernos nunca yo, Víctor, o tu, María, hemos podido decirle a un diputado: “ya no voy a votar por ti”.
Empecemos con crear circunscripciones de personas. Sí, es necesario aumentar el número de diputados, pero si ello conlleva que trabajaran para ti, ¿no vale la pena? El gasto por diputado no es malo en sí, es malo cuando todos se dedican a hacer lo mismo, que no es más que obedecer las órdenes que les dan en las cúpulas de sus partidos.
¿Por qué es necesario que un partido controle quién va en las listas y quién no? ¿O por qué es necesario que tenga que pertenecer a un partido y adorar al líder para poder representar a la gente? Son consignas creadas por hombres, no más inteligentes que tú y que yo, del siglo XVIII, las cuales no buscaban la participación de todo el mundo, sino más su sometimiento a un sistema que les da todo tipo de caprichos.
Imaginemos un diputado por cada 100.000 personas y circunscripciones que aglutinen a varios diputados, 3 ó 4, salvando así la proporcionalidad a la hora de la representación. De todas maneras son los ciudadanos los que elegirán a sus diputados, ya que independientemente de las prioridades del partido, los ciudadanos elegirán a los representantes que ellos crean más válidos, sin importar el partido. Sí, sé lo que estás pensando: “ellos, los partidos, seguirán dominando y controlando las elecciones y las listas”. ¡Pues no! Llevan mucho tiempo engañándote: no necesitas estar en un partido para defender los intereses de tus vecinos. Abramos la participación a candidatos independientes.
Éste es el único modo para que las personas que salgan elegidas sepan perfectamente a quién le deben su puesto de trabajo: a ti.
También el Senado tiene que ser reformado, sobre todo si eliminamos la representación territorial en el Congreso. ¿Qué hacer con el? ¿Disolverlo? Eso significaría volver a un Estado centralizado. Lo que tenemos que hacer es elegir a senadores que representen a territorios, y a la vez tenemos que crear territorios que representen a ciudadanos. Y la representación tiene que ser directa, elegida por los ciudadanos y no por los parlamentos autonómicos.
Es necesaria una descentralización real de la Administración. Basta ya de copiar a unas instituciones centrales que no han servido a los intereses de los ciudadanos y hacer prácticamente lo mismo a nivel autonómico. Arranquemos competencias de las manos de los burócratas y funcionarios, sentados en las capitales de las comunidades autónomas y en la capital central y devolvamos todos esos poderes a un alcalde, elegido directamente y supervisado por un grupo de concejales elegidos por barrios y pedanías en las ciudades en vez de formar equipos de partidos políticos como si de un partido de fútbol se tratase.
De está manera, con un alcalde elegido directamente, podríamos poner en sus manos responsabilidades mayores, arrancadas de esos pasillos amontonados de papeles de las gobiernos autonómicos y central, quienes, por mucho que intentemos hablarles, nunca nos escucharán. Y así nosotros, los ciudadanos, estaremos atentos por si en cuatro años tenemos que elegir a otro de nuestros vecinos que lo haga mejor.
En definitiva, es necesaria una reforma total del sistema electoral y territorial que devuelva el control a los ciudadanos y ponga en su sitio a los representantes políticos, a trabajar para el pueblo y dejar de estar encima de él.
Una reforma que garantice la implicación de las personas mas descontentas con la política y que permita que todos aquellos que no encuentran quién les representa puedan ejercer su derecho a querer representar a personas que opinan como ellos. Este derecho tiene que ser fácil ejercerlo en una democracia, pero por desgracia en muy pocas lo es y es nuestro deber hacerlo! ¿Cómo? Te lo explico en el próximo artículo.
En algún momento tenemos que cambiar. En algún momento tenemos que empezar a dejar claro que aquí quienes tienen el poder son los ciudadanos, somos nosotros. Y para ello no hay mayor cambio que decirles a los políticos electos que ellos trabajan para ti y para mí. Es verdad que muchas veces las palabras se las lleva el viento, al igual que los programas electorales. Así que tenemos que ponernos manos a la obra ya. Tenemos que empezar a hacer los cambios necesarios para que nosotros tengamos el control, por una vez en nuestra sobrecargada España, de quién se sienta en el Congreso. Y sí, digo por una vez, porque hasta ahora, a pesar de revoluciones, luchas, cambios de reyes o gobiernos nunca yo, Víctor, o tu, María, hemos podido decirle a un diputado: “ya no voy a votar por ti”.
Empecemos con crear circunscripciones de personas. Sí, es necesario aumentar el número de diputados, pero si ello conlleva que trabajaran para ti, ¿no vale la pena? El gasto por diputado no es malo en sí, es malo cuando todos se dedican a hacer lo mismo, que no es más que obedecer las órdenes que les dan en las cúpulas de sus partidos.
¿Por qué es necesario que un partido controle quién va en las listas y quién no? ¿O por qué es necesario que tenga que pertenecer a un partido y adorar al líder para poder representar a la gente? Son consignas creadas por hombres, no más inteligentes que tú y que yo, del siglo XVIII, las cuales no buscaban la participación de todo el mundo, sino más su sometimiento a un sistema que les da todo tipo de caprichos.
Imaginemos un diputado por cada 100.000 personas y circunscripciones que aglutinen a varios diputados, 3 ó 4, salvando así la proporcionalidad a la hora de la representación. De todas maneras son los ciudadanos los que elegirán a sus diputados, ya que independientemente de las prioridades del partido, los ciudadanos elegirán a los representantes que ellos crean más válidos, sin importar el partido. Sí, sé lo que estás pensando: “ellos, los partidos, seguirán dominando y controlando las elecciones y las listas”. ¡Pues no! Llevan mucho tiempo engañándote: no necesitas estar en un partido para defender los intereses de tus vecinos. Abramos la participación a candidatos independientes.
Éste es el único modo para que las personas que salgan elegidas sepan perfectamente a quién le deben su puesto de trabajo: a ti.
También el Senado tiene que ser reformado, sobre todo si eliminamos la representación territorial en el Congreso. ¿Qué hacer con el? ¿Disolverlo? Eso significaría volver a un Estado centralizado. Lo que tenemos que hacer es elegir a senadores que representen a territorios, y a la vez tenemos que crear territorios que representen a ciudadanos. Y la representación tiene que ser directa, elegida por los ciudadanos y no por los parlamentos autonómicos.
Es necesaria una descentralización real de la Administración. Basta ya de copiar a unas instituciones centrales que no han servido a los intereses de los ciudadanos y hacer prácticamente lo mismo a nivel autonómico. Arranquemos competencias de las manos de los burócratas y funcionarios, sentados en las capitales de las comunidades autónomas y en la capital central y devolvamos todos esos poderes a un alcalde, elegido directamente y supervisado por un grupo de concejales elegidos por barrios y pedanías en las ciudades en vez de formar equipos de partidos políticos como si de un partido de fútbol se tratase.
De está manera, con un alcalde elegido directamente, podríamos poner en sus manos responsabilidades mayores, arrancadas de esos pasillos amontonados de papeles de las gobiernos autonómicos y central, quienes, por mucho que intentemos hablarles, nunca nos escucharán. Y así nosotros, los ciudadanos, estaremos atentos por si en cuatro años tenemos que elegir a otro de nuestros vecinos que lo haga mejor.
En definitiva, es necesaria una reforma total del sistema electoral y territorial que devuelva el control a los ciudadanos y ponga en su sitio a los representantes políticos, a trabajar para el pueblo y dejar de estar encima de él.
Una reforma que garantice la implicación de las personas mas descontentas con la política y que permita que todos aquellos que no encuentran quién les representa puedan ejercer su derecho a querer representar a personas que opinan como ellos. Este derecho tiene que ser fácil ejercerlo en una democracia, pero por desgracia en muy pocas lo es y es nuestro deber hacerlo! ¿Cómo? Te lo explico en el próximo artículo.
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