No hay solución sencilla e indolora. El mundo tiene que reducir la deuda, encoger la parte financiera de la economía y cambiar las estructuras destructivas de incentivos de las finanzas. Las personas los países desarrollados tienen que ahorrar más y gastar menos. Las empresas tienen que volver a la ingeniería real. Los gobiernos tienen que equilibrar mejor sus cuentas. La banca debe convertirse en un mecanismo de encuentro de ahorradores y prestatarios, financiando cosas reales. Los bancos no pueden ser más grandes que las naciones, países en sí mismos. Los países no pueden basarse en la deuda y la especulación para su prosperidad. El mundo debe vivir de acuerdo con sus propios medios.
~ Satyajit Das, Extreme Money: Masters of the Universe and the Cult of Risk
Ahora mismo hay casi dieciséis billones de dólares de deuda soberana cotizando con un rendimiento negativo. La semana pasada, la burbuja del crédito entró en un nuevo territorio cuando dos emisores de deuda corporativa de la Eurozona, la alemana Henkel y la francesa Sanofi se convirtieron en las primeras empresas privadas en vender bonos corporativos no financieros con intereses negativos en euros. Esto puede, solo puede, resultar una indicación del final de la gran carrera al alza de los bonos que empezó ya en la década de 1980. El viernes de la semana pasada, las implicaciones de una fea caída en los mercados de bonos y acciones puede haber llevado a algunos gestores y traders de bonos a ensuciar sus pantalones o sufrir ataques de corazón o ambas cosas. Sin embargo, por una feliz coincidencia, Henkel fabrica el detergente Persil y Sanofi tratamientos para enfermedades cardiovasculares. Así que cualquier “inversor” afectado lo suficiente tonto como para haber comprado esos productos garantizadores de pérdidas y que luego se haya arrepentido de inmediato no tiene que ir muy lejos en busca de un remedio.
Aparecen dudas en los mercados globales
Parece que ha llegado el segundo “taper tantrum”. Las ventas en los mercados de bonos de la semana pasada fueron universales. Los bonos de EEUU, de Reino Unido, de Alemania, de Japón… disminuyeron todos. Los bonos japoneses están sufriendo más que la mayoría. Kevin Buckland, Wes Goodman y Shigeki Nozawa informan en Bloomberg:
Uno de los pilares del repunte global récord de los bonos está empezando a ceder. La deuda soberana de Japón está sufriendo su peor retirada en 13 años, dejando a los inversores mayores pérdidas en los últimos dos meses que cualquier otro bono público en medio de la especulación de que el Banco de Japón planea cambiar su estrategia de compra de activos. El cambio está generando la preocupación de que el segundo mercado más grande de deuda esté en la vanguardia de una venta más amplia. (…) “El impacto del estímulo del Banco de Japón es tal que los mercados de bonos en todo el mundo se están convirtiendo en uno”, dijo Chotaro Morita, estratega jefe de tipos en (…)SMBC Nikko Securities Inc., uno de los 21 dealers primarios que comercian directamente con el banco central. “Si se invierte la política, no se puede descartar que perturbe a la deuda global”.
El abuso de confianza de los bancos centrales
Yuval Harari, en su excelente historia de la humanidad, Sapiens, señala que casi todo en la infraestructura de la economía moderna es algún tipo de narrativa o mito. Los edificios de Wall Street y la Square Mile pueden ser bastante sólidos, pero el resto del tejido de nuestro sistema financiero depende de la confianza o la creencia colectiva, en lugar de lo material y lo “real”.
El dinero, por ejemplo, se basa en principios universales:
- Convertibilidad universal: con el dinero, como un alquimista, se puede convertir terreno en lealtad, justicia en salud y violencia en conocimiento.
- Confianza universal: con dinero de por medio, cualesquiera dos personas puede cooperar en cualquier proyecto.
Advirtamos ese uso de la palabra “confianza”. Nuestro sistema monetario requiere una creencia colectiva masiva. Cuando las administraciones abusan de la confianza de la gente (como hacen hoy los bancos centrales imprimiendo dinero creado de la nada y usándolo para comprar acciones en negocios productivos para los que los demás tenemos que sudar para comprarlos) corren el riesgos de hacer añicos el sistema que debían proteger.
Y nuestro concepto de dinero es extraordinariamente frágil. En algún momento tuvo sustancia literal, en forma de metales preciosos y otros productos. Pero desde 1971 ha sido completamente virtual y no ha estado respaldado más que por las promesas de los políticos.
También es insustancial casi mágicamente. Satyajit Das escribe:
Menos del 8% de todos los dólares están en forma de billetes o monedas. La inmensa mayoría de los dólares existen en forma de apuntes en cuentas de tomadores o prestadores. El papel moneda es una abstracción o, como la mayoría no existe físicamente, la abstracción de una abstracción. La única razón para su existencia es como medio de intercambio. No hay límites en la cantidad de dinero que puede crearse.
Lo que es un principio del que los bancos centrales han estado peligrosamente cerca de abusar.
La venta de bonos de principios de septiembre de 2016 puede resultar ser solo otro pequeño incidente en el extraordinario mercado al alza de los bonos. Pero la confianza en un sistema ilusorio de creencias no respaldado por nada sustancial no sigue una vía lineal. Dura hasta que se quiebra, de forma impredecible, como una rama de un árbol que soporta demasiado peso. Todo lo que podemos hacer es advertir cuándo el sistema ha pasado de ser estable a críticamente inestable, un punto al que indudablemente se ha llegado ahora.
El segundo taper tantrum (si es esto) solo puede tener tres resultados.
- Uno es que los bancos centrales decidan no hacer nada. Los mercados pueden calmarse o no según decidan hacerlo. (Sospecho que se han convertido en demasiado adictos al dinero gratis como para dejar de hacerlo fácilmente ahora).
- Dos es que los bancos centrales decidan hacer algo. Tal vez otra repetición (condenada) de la flexibilización cuantitativa o dinero de helicóptero. Y así sosegar el pánico del mercado.
- Una tercera opción es que los bancos centrales decidan hacer algo, pero no se sosiegue el pánico del mercado.
Nadie puede decir con ningún grado de certidumbre cuál es la probabilidad de cada uno de estos resultados. Sobre la base de que la probabilidad del tercer resultado es en todo caso mayor que cero, hay una defensa justificada para la posesión de activos reales a precios sensatos (en la medida en que puedan determinarse en un mundo de represión financiera) por encima de activos puramente nominales que se destruirían por una pérdida generalizada de confianza en el sistema.
Es hora de que los bancos centrales empiecen a reconocer sus limitaciones y a hacerlo actuando y no hablando acerca de intenciones futuras. También es hora de que los inversores dejen de creer que los bancos centrales tienen las respuestas, para empezar.
El artículo original se encuentra aquí.
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