Algunos teóricos afirman que las externalidades son probablemente la razón más legítima para la intervención estatal en las interacciones humanas. El caso ético para la intervención es que se presume un incremento general en la eficiencia económica. Este artículo demuestra que, aún si uno acepta este principio ético, la opción usual de las acciones generadoras de externalidad que tienen que ser creídas para justificar la intervención estatal es meramente arbitraria.
De hecho, de acuerdo con la definición de acciones con efectos externos, cualquier acción humana en una sociedad multi-individual podría calificar para regulación bajo el manto de mejorar la eficiencia económica (ej: internalizar externalidades). Sin embargo, la naturaleza de la existencia humana hace esta internalización imposible. Así, que terminamos con una situación paradójica en la que cada acción inevitablemente reprueba el criterio ético que hemos puesto frente a nosotros.
¿Qué son las externalidades?
Existen diversas definiciones de externalidades, pero posiblemente la más común de todas sea la que las externalidades son efectos beneficiales o dañinos de la acción de uno en otros que no fueron tomados en cuenta a la hora de tomar la decisión de actuar. Uno de los ejemplos más comunes a usar son las emisiones industriales de gases hacia la atmósfera. Se dice que el dueño o gerente de la fábrica no tomaría en cuenta el daño causado por los gases emitidos en otros miembros de la sociedad. Por consiguiente, las fábricas producirían más salida industrial que si tuvieran que producir tomando en consideración los efectos negativos de sus acciones en otros. Estos sería una externalidad negativa.
Sin embargo, también existen externalidades positivas, aquellas en las que sin intención se beneficia a otros. [1] Un ejemplo frecuentemente usado es la educación. En este caso, muy poco de la actividad beneficial está siendo realizada si se dejará a las transacciones voluntarias de los individuos. Como resultado, en ambos casos de externalidades positiva y negativa, se presentan ineficiencias. Se dice que el total de la beneficencia social se podría incrementar al ajustar la cantidad de actividades generadoras de externalidades a sus niveles óptimos socialmente.
Comúnmente, se cree que la intervención gubernamental es el mecanismo corrector. En los casos donde mucha acción se está realizando, el gobierno debería coercitivamente limitar la acción creadora de externalidades (regulaciones, impuestos, penalidades, cuotas, etc.). Alternativamente, las acciones que resulten en externalidades positivas se deben alentar utilizando los medios disponibles al gobierno (ej: subisidios). [2]
Estas intervenciones gubernamentales son las que supuestamente mueven la economía hacia una mezcla de salidas tan cercano como sea posible a la mezcla que supuestamente predica el modelo de la competencia perfecta. En este sentido, el modelo de la competencia perfecta es adoptado como una vara de medición para determinar la validez ética de la acción individual. Según dicho principio, uno no debería actuar sin tomar en consideración el efecto de sus acciones en todos los individuos dentro de la economía.
Los límites de las externalidades
La primera pregunta que uno se puede preguntar es cuántas acciones creadoras de externalidades hay. Uno puede entonces formar una lista oficial y actual de los efectos externos y rápidamente notar que esta lista se ha expandido a través del tiempo. Una de las adiciones más recientes a la lista es la provisión de bienes y servicios ambientales.
Naturalmente, uno entonces preguntaría hasta dónde llega el límite de esta expansión. [3] Yo usaré la verdad básica que el conocimiento de la relación de las acciones propias y el bienestar de otras personas es siempre incompleto, para mostrar que realmente no hay límite a la lista expansiva de acciones que crean efectos externos imprevistos en las sociedades (en tanto, que estén compuestas de más de un individuo). El siguiente experimento mental ilustra porqué este es el caso.
Piense sobre todas las cosas que hizo hoy. Ud. se levantó en cierto momento. Ud. probablemente tuvo una ducha y se cepilló sus dientes. Tal vez comió un desayuno nutricional o tal vez se haya saltado el desayuno. Tal vez fue amable con la gente a su alrededor, pero también es posible que con algunos no lo fuera. Ud. puede haber manejado cautelosamente al trabajo o tal vez no fue particularmente atento mientras manejaba. Tal vez fue al gimnasio en su descanso.
Tal vez, si se hubiera levantado 15 minutos después, Ud. podría haber contribuido a la congestión resultando a que alguna gente llegara tarde al trabajo. Ud. puede incluso haber contribuido a un mayor número de accidentes (sin haber estado involucrado en uno directamente). La gente que se salvó de la congestión o del accidente porque Ud. se levantó 15 minutos antes se vieron beneficiadas por sus acciones. Sin embargo, si Ud. no evaluó esos beneficios cuando decidió en qué momento levantarse, entonces el que Ud. se levante a cierta hora constituye una actividad que generar una externalidad.
Tener un desayuno nutritivo puede haber contribuido a su buen humor, lo cual beneficia a todos los que entran en contacto con Ud. Tal vez este efecto sea cargado por la gente con la que Ud. entró en contacto, con la demás gente con la que estos interactúen. Talvez Ud. haya salvado o prolongado la vida de algunas personas al crear una cadena de eventos que se originan desde el punto en que Ud. tuvo un desayuno nutritivo.
Pero ¿qué tal si estás mismas acciones salvan la vida a una mujer que da a luz a un asesino en serio o a un genio inventor o a un gran artista? Las posibilidades son ilimitadas. En cualquier caso, Ud. No puede tomar en cuenta todos estos efectos potenciales cuando decide si comer o no el desayuno. Realmente, sería una especie de tortura mental realizar tal procedimiento de contabilización cada vez que se toma una decisión.
Asimismo, si Ud. Fuera amable con la gente alrededor suyo, Ud. Puede haber tomado en consideración el efecto que esta acción tiene en su propio bienestar, pero si Ud. no ha tomado en consideración el efecto de sus acciones en el bienestar de todos los demás miembros de la sociedad, Ud. acaba de crear una externalidad positiva. Por otro lado, tal vez si a Ud. no le importa trata a la demás gente amablemente y es grosero con todos los que conoce. En dicho caso, Ud. impone una externalidad negativa. La gente está siendo lastimada por su comportamiento sin que Ud. tenga que experimentar “costo” alguno de sus acciones. Si estas personas de alguna forma son capaces de hacerle sentir su dolor, Ud. podría haber reducido su grosería.
Y por cierto ¿cómo se ve Ud.? ¿A la gente le gusta su apariencia física? Tal vez están complacidos cuando lo ven limpio, atlético y delgado o con un maquillaje apropiado. Pero tal vez a algunas personas les guste verlo en una luz más natural, en su apariencia diaria. Puede haber incluso gente a la cuál su apariencia física le resulte desagradable de cualquier forma.
Mientras puede que Ud. esté trabajando en su apariencia para alcanzar beneficios personales en las interacciones con las personas de su ambiente inmediato, puede que haya mucha gente que disfrute de su apariencia sin que Ud. nunca hubiera considera tomar acción. Tal vez le envidien y sea para ellos doloroso verlo a Ud. con su apariencia atlética. O tal vez, si es uno de esos que no mantienen su higiene personal, o no tiene un cuerpo atlético, a alguna gente le puede desagradar verlo en público.
De cualquier manera, Ud. está creando efectos externos en otras personas con la forma que se presenta ante ellos. Algunos pueden disfrutar efectos beneficios al verle mientras otros, sufran de efectos dañinos. Estos efectos son externos porque Ud. no ha tomado en cuenta las experiencias de todas las demás personas cuando Ud. toma la decisión de presentarse a sí mismo en público.
Podríamos continuar esta lista indefinidamente, solo para darnos cuenta que, para poder determinar el efecto de cada una de nuestras acciones en otros, deberíamos de poder observar un mundo paralelo en el cual cada acción alternativa sea tomada y se comparen los dos resultados. Entonces, deberíamos repetir este “ejercicio” para todos los cursos de acción posibles para poder encontrar el que valoremos más, dado sus efectos en cada miembro de la sociedad. Necesitaríamos hacer estos en cada momento consciente de nuestras vidas ya que actuamos constantemente.
De hecho, esto no es suficiente. La segunda condición para la internalización de las externalidades a través de la acción es que necesitamos tener conocimiento de la evaluación de todos de cada uno de los diferentes resultados de nuestra acción para poner en orden nuestro propio juicio de valor con el bienestar de cada persona. Es por esto que Ud. nunca sabrá realmente el efecto de levantarse a las 6:15 y no a las 6:30 de la mañana. [4]
Entonces, cualquier cosa que nosotros hagamos afecta a mucha gente de diversas formas. Para la mayoría de estas interacciones no tendremos los medios para determinar la naturaleza de nuestro efecto en otros. Incluso si tuviéramos la intensión de hacerlo, es inevitable que no seamos capaces de tomar en consideración el efecto de nuestras acciones en otros individuos de la sociedad. O sea, cualquier cosa que hagamos inevitablemente producirá efectos externos.
Consecuentemente, debemos enfocarnos solamente en aquellas acciones para las cuáles es relativamente fácil identificar la mayoría de posibles relaciones causa y efecto mientras ignoramos todas las otras relaciones. Por ejemplo, si los oficiales de inmigración no permitían el ingreso de Nikola Tesla, el inventor del generador de la corriente alterna (AC), entrar a los Estados Unidos en 1884, no hubiéramos conocido de esta acción que prevenía a Tesla de construir la primer planta generadora AC en Niagara Falls, New York. La restricción migratoria no hubiera sido calificada como una acción que pudiera potencialmente prevenir la electrificación del mundo en aquel entonces. Por el contrario, esto hubiera sido registrado como un inmigrante menos en territorio de estadounidense.
La razón por la que nos enfocamos en acciones más repetitivas y aparentemente “predecibles” es porque estas nos permiten observar alguna regularidad y patrón. Ejemplos de tales acciones son la emisión de gases a la atmósfera, desecho de sólidos o líquidos en cuerpos de agua, generación de vibración del aire, producción de un paisaje agradable (por ej: vistas de granja), construcción de capital humano (por ej: educación).
Pero no hay una razón objetiva para detenerse ahí. El mismo principio se pude aplicar a otras acciones repetitivas como mantener la higiene personal, ser cortés (o grosero), hacia otras personas, ser un buen trabajador (o uno holgazán), levantarse e ir a la cama en un punto particular de tiempo, ser un padre, esposo, madre o esposa amorosa (o incompetente). La lista puede continuar por siempre.
Entonces, según la definición de externalidades, cualquier cosa que hagamos califica para ser regulada por el estado. Pero una investigación más cuidadosa revela porque estos sería una conclusión superficial.
El estado no es una fuerza mágica que actúa según leyes diferentes a aquellas de la acción humana. El aparato estatal está compuesto por seres humanos y, por tanto, es sujeto a la misma lógica que cualquier otro grupo de individuos. Consecuentemente, como cualquier acción, las acciones de los oficiales gubernamentales inevitablemente resultan en efectos externos no contabilizados.
Como cualquier ser humano, ellos también son incapaces de identificar las relaciones causales entre sus acciones y el bienestar de la mayoría de los individuos de la sociedad. Entonces, si aún nosotros asumimos que la internalización de las externalidades es el principio normativo definitivo, confiar en un grupo de individuos para implementarlo no hace mucho sentido.
Conclusión
Finalmente, debemos concluir que las externalidades son una consecuencia de las leyes de la naturaleza, no son una anomalía en un modelo de competencia perfecta. Esto, sin embargo, no significa que a uno no le deban importar cómo sus acciones afectan a los demás.
Lo que simplemente significa, es que, si somos honestos sobre la naturaleza de los efectos externos de la naturaleza humana, debemos admitir la internalización de las externalidades, como un vástago de la teoría utilitaria de los derechos, una pobre elección para normativa ética simplemente porque no puede haber acción alguna que jamás la cumpla. Entonces, existen buenas razones para valorar a otros métodos de evaluación de la acción humana.
Notas
[1] Nótese, el efecto de las acciones propias se evalúa siempre en relación con el resultado alterno. Consecuentemente, evitar una acción que resulta en externalidades negativas constituiría una acción que produce externalidades positivas.
[2] Este artículo usa como ejemplo las políticas canadienses que pretenden internalizar externalidades. Políticas comparables existen en otras jurisdicciones, ya sea Estados Unidos, la U.E., y Nueva Zelanda.
[3] Walter Block notó que este límite puede ser realmente muy amplío al señalar que incluso usar medias produce externalidades positivas al evitar que los demás tengan que oler los pies de uno.
[4] Incluso si uno tuviera estas dos habilidades supernaturales y fuera capaz de identificar todos los estados posibles del mundo originando de sus propias acciones y tuviera conocimiento de la evaluación de cada estado por cada individuo dentro de la sociedad, existe un tercer obstáculo. No hay forma objetiva de utilizar las valoraciones individuales para elegir un estado preferible del mundo. En otras palabras, incluso si uno supiera todo lo que hay que saber sobre el efecto de sus acciones sobre otras personas, no hay razón alguna por la cual la acción que Ud. escogió sería la preferida por todas las partes involucradas. Ver Kenneth J. Arrow, “A Difficulty in the Concept of Social Welfare,” The Journal of Political Economy, Vol. 58, No. 4. (Ago., 1950), pp. 328–346.
(Publicado el 03/10/2011) Traducción por José Manuel Agüero Fernández, el artículo original se encuentra aquí.
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