[Publicado originalmente por la Future of Freedom Foundation. Reimpreso con permiso del autor]
La majestuosa obra maestra de Ludwig von Mises, La acción humana, se publicó el 14 de septiembre de 1949. En las casi siete décadas que han pasado desde su aparición, La acción humana ha llegado a reconocerse como una de los verdaderos grandes clásicos de la economía moderna.
A menudo, “clásico” significa un libro famoso que se considera que ha realizado contribuciones importantes a una disciplina de la que se habla reverencialmente, pero raramente se lee. En economía, La riqueza de la naciones, de Adam Smith es el ejemplo típico de esas obras. Todo economista ha oído hablar de la “mano invisible” y la noción de interés propio que funciona en interés público a través del mercado de incentivos del mercado, pero probablemente pocos economistas hayan leído hoy día más de un puñado de fragmentos y breves pasajes del tratado de Smith.
Sin embargo, La acción humana destaca especialmente como un clásico de la literatura económica no solo entre los economistas austriacos, sino también para un creciente número de otras personas. El brillante tratado de Mises continúa siendo leído y tomado en serio como piedra angular para entender la naturaleza de la sociedad libre y el funcionamiento de la economía de mercado.
Ha alcanzado todavía más importancia en estas primeras décadas del siglo XXI precisamente debido a las crisis económicas que ha estado pasando el mundo. Suena hoy tan relevante como cuando fue publicado en 1949, porque los asuntos que trata Mises en La acción humana y en muchos de sus demás trabajos siguen dominando las discusiones público-privado en nuestros tiempos.
El mundo cuando se publicó La acción humana
Tal vez sea útil recordar el estado del mundo cuando apareció La acción humana en 1949. El sistema soviético de planificación económica centralizada se había impuesto sobre toda Europa Oriental. En Asia, los ejércitos comunistas de Mao Tse Tung estaban terminando de conquistar el continente chino. En Europa Occidental, muchos de los principales gobierno no comunistas estaban practicando lo que un crítico del mercado libre llamaba “colectivismo nacional”, una forma de inflación reprimida con controles de precios y salarios y tipos de cambio y los keynesianos influían en la aplicación de políticas de “pleno empleo” con gasto en déficit y “dinero barato”.
En La acción humana Ludwig von Mises se oponía a todas y cada una de estas tendencias y políticas, además de a muchas otras en filosofía social contemporánea, filosofía de la ciencia y teoría económica y método. Desafiaba los fundamentos, lógica y conclusiones de todas las facetas del colectivismo del siglo XX.
En 1949, los argumentos de Mises fueron a menudo ignorados o desdeñados como errores reaccionarios de un hombre desconocedor de las ideas “progresistas” y las políticas económicas del periodo de posguerra. En esta segunda década del siglo XXI, por el contrario, es evidente que era Mises el que entendía mucho mejor que la enorme mayoría de los economistas y defensores políticos contemporáneos los defectos fundamentales del socialismo, el intervencionismo y el estado del bienestar.
Mises, un filósofo propio de la Ilustración
La acción humana era el retoño revisado y mejorado de un tratado anterior en alemán, Nationalökonomie, que Ludwig von Mises había publicado en mayo de 1940, mientras todavía vivía en Ginebra, poco antes de mudarse permanentemente a Estados Unidos.
El economista austriaco amigo y compañero de Mises, Friedrich A. Hayek, y decía en una reseña de la anterior versión alemana:
Parece haber una amplitud de miras y una espaciosidad intelectual en todo el libro que se parecen más a las de un filósofo del siglo XVIII que a las de un especialista moderno. Y aun así, o tal vez por eso, uno se siente delante una realidad mucho más cercana y esto se le recuerda constantemente desde la explicación de los aspectos técnicos hastaa la consideración de los grandes problemas de nuestro tiempo. (…) Va de los problemas filosóficos más generales planteados por todo el estudio científico de la acción humana a los grandes problemas de política económica de nuestro tiempo.
Pocos meses después, apareció otra reseña, esta de Walter Sulzbach, un eminente economista alemán de libre mercado que entonces vivía en Estados Unidos. También destacaba la excepcionalidad del hombre y la obra. “Mises ha escrito un libro notable”, decía Sulzbach. “Pocos economistas de nuestra generación pueden presumir de un logro similar. Es la obra de un hombre que combina un inmenso conocimiento de historia económica, teorías económicas y hechos actuales con una mentalidad absolutamente lógica”.
Y como alumno y amigo estadounidense de Mises, Murray N. Rothbard explicaba muchos años después de la primera aparición de La acción humana:
La acción humana es eso: El mayor logro de Mises y uno de los mejores productos de la mente humana en nuestro siglo. Es toda la economía. (…) Además de proporcionar esta teoría económica completa integrada, La acción humana defendía a la economía austriaca contra todos sus oponentes metodológicos, contra historicistas, positivistas y neoclásicos practicantes de la economía matemática y la econometría. También actualizaba su crítica del socialismo y el intervencionismo.
Vida y carrera de Ludwig von Mises
Ludwig von Mises nació en Lemberg, Austria-Hungría, el 29 de septiembre de 1881. Aunque interesado originalmente por la historia, poco después de entrar en la Universidad de Viena en 1900 se pasó a la economía después de leer los Principios de economía política de Carl Menger, el fundador de la Escuela Austriaca de economía. En la universidad estudió con Eugen von Böhm-Bawerk, tal vez el máximo responsable de establecer la reputación internacionalmente respetada de la Escuela Austriaca a finales del siglo XIX y principios del XX. En 1906, Mises consiguió el grado de Doctor en Derecho (en ese momento, la economía se estudiaba dentro de la facultad de derecho en la Universidad de Viena).
A partir de 1909, Mises estuvo empleado en la Cámara de Comercio, Artes e Industrias de Viena como analista económico, dentro del departamento de finanzas, ascendiendo a la posición del secretario titular de la cámara en los años de entreguerras y desempeñando un papel importante en las discusiones de política económica de la Austria de las décadas de 1920 y 1930. Viviendo en un entorno ideológico dominado por socialistas, intervencionistas e ideas cada vez más totalitarias, la suya fue sobre todo una defensa de retaguardia de políticas liberales clásicas y de libre mercado.
En 1934, le ofrecieron a Mises y este aceptó un puesto como profesor de relaciones económicas internacionales en el Instituto de Grado de Estudios Internacionales en Ginebra, Suiza. Poco después de llegar a Ginebra, inició un proyecto que llevaba pensando desde hacía mucho tiempo, la redacción de un tratado completo sobre economía que se convirtió finalmente en Nationalökonomie y luego en La acción humana, en su forma final y definitiva.
Después de llegar a Estados Unidos en 1940, se estableció en Nueva York y acabó siendo nombrado profesor visitante en la Escuela de Grado de Negocios en la Universidad de Nueva York, un puesto que mantuvo hasta jubilarse con 89 años, en 1969. Ludwig Von mises murió el 10 de octubre de 1973, a los 92 años.
El significado y la lógica de la acción humana
A finales de la década de 1920 y principios de la de 1930, Mises escribía una serie de ensayos en los que argumentaba que la economía era una ciencia diferente, que partía de la idea de que todos los procesos sociales derivan de las decisiones y acciones de los participantes individuales en el orden social y de mercado. Los intentos de reducir la conducta humana consciente e intencionada a los métodos físicos de las ciencias naturales, no solamente distorsionaría cualquier comprensión real de la toma de decisiones y de las actividades humanas, sino que crearía una grave falsa impresión de que los procesos sociales y del mercado podían manipularse y controlarse más o menos de la misma manera que la materia inanimada en un experimento de laboratorio.
En La acción humana, este asunto se refinaba y desarrollaba completamente. Todos los procesos sociales tienen su origen y pueden reducirse a las acciones y reacciones de seres humanos individuales. Siendo él mismo humano, el científico social puede utilizar una fuente de conocimiento de la que no dispone un científico natural: la introspección. Es decir, el científico social puede mirar en su interior y apreciar las características lógicas y formales de sus propios procesos mentales.
Tal y como lo expresaba Mises, “acción” es razón aplicada a un propósito. Al entender la lógica de sus propios procesos de razonamiento, el científico social puede comprender lo esencial de la acción humana: que el hombre, como ser consciente, invariablemente encuentra insatisfactorios algunos aspectos de su condición humana, imagina fines u objetivos que le gustaría alcanzar en lugar de sus circunstancias presentes o esperadas y percibe métodos o medios para tratar de lograrlos.
Pero pronto descubre que algunos de los medios con los que podría alcanzar fines están limitados en cantidad y calidad con respecto a sus usos potenciales. Así que el hombre se enfrenta a la necesidad de elegir entre los fines deseados y tiene que dejar algunos de lado durante un día o para siempre, para que esos medios puedan usarse para conseguir otros fines a los cuales ha asignado una mayor importancia. Sin embargo, pocas decisiones humanas son completamente categóricas, es decir, una cosa u otra. La mayoría son incrementales, es decir, renunciar a un poco de un fin obtenible para así poder alcanzar un poco más de algún otro fin deseado; así que la mayoría de las decisiones se toman en el “margen”.
A partir de estos fundamentos elementales y evidentemente verdaderos, argumentaba Mises, pueden en principio desarrollarse en todos los teoremas complejos de la economía. Y eso es lo que trata de hacer en La acción humana, con un razonamiento preciso y unas formas a menudo hirientes en respuesta a las críticas.
Las “leyes” de la economía, insistía Mises, no están abiertas a verificación cuantitativa o falsación o predicción. En otras palabras, las leyes de la economía, como explica Mises con cuidadoso detalle en La acción humana, son relaciones lógicas, no empíricas. ¿Por qué? Porque el hombre tiene voluntad, libre albedrío, la capacidad de cambiar de opinión e imaginar nuevas posibilidades que hagan distintas en el futuro sus acciones y respuestas en la forma concreta de la que tuvieron ayer u hoy. Por tanto, la búsqueda de una economía cuantitativa para una predicción determinista de lo que hombres y mercados harán hoy, mañana o dentro de un año es la búsqueda de lo inalcanzable.
La ley de la asociación humana y la economía de mercado
Para Mises, uno de los grandes logros de la humanidad fue el descubrimiento de la mayor productividad que deriva de la división del trabajo. El análisis de los economistas clásicos de la ventaja comparativa, bajo la cual la especialización de la producción aumentaba la calidad, cantidad y variedad de bienes disponibles para todos los participantes en la red de intercambio, fue más que una simple demostración compleja de las ganancias mutuas del comercio.
En opinión de Mises, expresada en La acción humana, la ley de la ventaja comparativa es en realidad la “ley de la asociación humana”. Los beneficios mutuos resultantes de una especialización permanente y extendida de las actividades fue el origen de la sociedad y el punto de partida para el desarrollo de la civilización.
La racionalidad de la economía de mercado deriva de su capacidad de asignar los medios escasos de producción en la sociedad a la satisfacción más eficiente de los deseos del consumidor en un sistema complejo de división del trabajo, es decir, de asegurarse de que los medios a disposición de la gente se aplican a sus usos más valorados, tal y como se expresan en las decisiones libres de los participantes en el mercado. Esto requiere algún método a través del cual se puedan descubrir usos alternativos para esos medios escasos y su valor relativo en aquellas aplicaciones en competencia.
El cálculo económico como “brújula” de la acción del mercado
Por eso un concepto central a lo largo de La acción humana es la insistencia de Mises en la importancia esencial del cálculo económico. En las primeras décadas del siglo XX, los socialistas de casi todos los tipos estaban seguros de que se podía prescindir de todas las instituciones de la economía de mercado (ya fuera través de medios democráticos pacíficos o por revoluciones violentas) y reemplazarlas con la propiedad o control público directo de los medios de producción sin ninguna pérdida de productividad o eficiencia económica.
La contribución fundamental de Mises en su obra anterior, Socialismo (1922), fue demostrar que solo con precios basados en el mercado expresados a través de un medio de intercambio (dinero) se podrían tomar decisiones racionales sobre el uso y aplicación de multitud de medios de producción para asegurar la satisfacción efectiva de la multitud de demandas de consumidores en competencia en la sociedad.
“El cálculo monetario es la estrella crecía la acción bajo un sistema de división del trabajo”, declaraba mises en La acción humana, donde desarrollaba su argumento y replicaba a sus críticos colectivistas. “Es la brújula del hombre que se dedica la producción”.
La importancia al proceso competitivo, como había expresado Mises en su libro anterior, Liberalismo (1927), está en que facilita “la división intelectual del trabajo, que consiste en la cooperación de todos los empresarios, terratenientes y trabajadores como productores y consumidores en la formación de precios del mercado. Pero sin ella, la racionalidad, es decir la posibilidad de cálculo económico, es impensable”.
Sin propiedad privada de los medios de producción, no habría nada para comprar ni vender (legalmente). Sin la capacidad de comprar y vender, no habría ofertas de compra ni venta, ni por tanto ninguna negociación sobre los términos comerciales entre compradores y vendedores en competencia. Sin la negociación de la competencia de mercado, por supuesto, no habría términos acordados de intercambio. Sin términos acordados de intercambio, no habría precios reales de mercado. Y sin esos precios de mercado, ¿cómo sabrían los planificadores centrales los costes de oportunidad y por tanto los usos más valorados a los que esos recursos podrían o deberían aplicarse? Con la abolición de la propiedad privada y por tanto del intercambio y los precios de mercado, a los planificadores centralizados les faltarían las herramientas institucionales e informativas necesarias para determinar qué producir y cómo, para minimizar el desperdicio y la ineficiencia.
Por esta razón, Mises había declarado en 1931:
Desde el punto de vista tanto de la política como de la historia, esta prueba [de la “imposibilidad” de la planificación socialista] es indudablemente el descubrimiento más importante de la teoría económica. (…) Por sí solo, permitirá a historiadores futuros entender como resultó que la victoria del movimiento socialista no llevó a la creación de un orden socialista de la sociedad.
Al mismo tiempo, Mises mostraba en La acción humana las incoherencias propias de cualquier sistema de intervención política gradual en la economía de mercado. Los controles de precios y las restricciones de producción a la toma empresarial de decisiones producen distorsiones y desequilibrios las relaciones de oferta y demanda, así como limitaciones al uso más eficiente de recursos al servicio de los consumidores.
Al interviniente político le queda la alternativa de introducir nuevos controles y regulaciones en un intento de compensar las distorsiones y desequilibrios que han causado las intervenciones anteriores o derogar los controles y regulaciones intervencionistas ya implantados y permitir que el mercado vuelva a ser libre y competitivo. La vía de una serie de intervenciones graduales seguida por otra conlleva una lógica del crecimiento del gobierno y podría acabar haciendo que toda la economía quedara bajo la dirección del estado. Por tanto, el intervencionismo aplicado coherentemente podría llevar al socialismo sobre una base incremental.
La manipulación monetaria y el ciclo económico
La forma más perniciosa de intervención pública, en opinión de Mises, era el control político y la manipulación del sistema monetario. Una de las contribuciones más importantes de Mises a la economía se había producido en 1912 con su libro La teoría del dinero y del crédito, al que siguió en 1928 Monetary Stabilization and Cyclical Policy.
Contrariamente a los marxistas y los posteriores keynesianos, Mises no consideraba que las fluctuaciones experimentadas en toda la economía a lo largo del ciclo económico fueran una parte propia e inevitable de la economía de libre mercado. Las olas de inflaciones y depresiones eran el producto de la intervención política del dinero y la banca. Y esto incluía a la Gran Depresión de la década de 1930, argumentaba Mises.
Ofrecía una exposición más rica y sistemática de su teoría en La acción humana. Bajo diversas presiones políticas e ideológicas, los gobiernos habían monopolizado el control sobre el sistema monetario. Usaban la capacidad de crear dinero de la nada a través de la imprenta o en los libros de contabilidad de los bancos para financiar déficits públicos y para rebajar artificialmente los tipos de interés, para estimular auges insostenibles de inversión.
Esas expansiones monetarias siempre tendían a distorsionar los precios del mercado, generando una mala dirección de los recursos, incluyendo el trabajo y las malas inversiones de capital. La ola inflacionista que causa una expansión artificial del dinero y del crédito bancario, crea el escenario para una futura recesión económica. Al distorsionar el tipo de interés (el precio de mercado para prestar y tomar prestado), la autoridad monetaria desequilibra ahorro e inversión, lo que hace necesaria una inevitable corrección.
La fase de “depresión” o “recesión” del ciclo económico se produce cuando la autoridad monetaria ralentiza o detiene cualquier nuevo aumento en la oferta monetaria. Los desequilibrios y distorsiones se hacen visibles, teniendo que reajustar o eliminar por pérdidas algunos proyectos de inversión, con reubicaciones de mano de obra y otros recursos a empleos alternativos más rentables y a veces con ajustes y declives importantes de salarios y precios para llevar la oferta y la demanda de vuelta a un orden apropiado.
La revolución keynesiana de la década de 1930, que luego dominaría las discusiones económico-políticas de las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, se basaba en un error fundamental de concepto de cómo funcionaba la economía de mercado. Lo que Keynes llamó “fallos de la demanda agregada” (para explicar la razón de un desempleo alto y prolongado) distrajo la atención del origen real de un empleo lejos de ser pleno: el fracaso de productores y trabajadores en el “lado de la oferta” del mercado a la hora de poner precio a sus productos y servicios laborales a niveles que los demandantes potenciales estarían dispuestos a pagar. El desempleo y los recursos ociosos eran un problema de precios, no un problema de gestión de la demanda. Mises consideraba que la economía keynesiana básicamente no era más una justificación para los grupos de intereses especiales, como los sindicatos, que no querían adaptarse a la realidad de la oferta y la demanda y a lo que el mercado veía como su valor real.
No hay ninguna alternativa a una economía de libre mercado funcionamiento
Así que la conclusión de Mises en La acción humana de su análisis del socialismo y el intervencionismo, incluyendo la manipulación monetaria, era que no había alternativa a una economía de libre mercado completa y no intervenida (y que incluyera un sistema monetario basado en el mercado, como el patrón oro).
Tanto el socialismo como el intervencionismo son, respectivamente, sustitutivos impracticables e inestables del capitalismo. El liberal clásico defiende la propiedad privada y la economía de libre mercado, insistía Mises, precisamente porque es el único sistema de cooperación social que provee un amplio espacio para la libertad y la decisión personal para todos los miembros de la sociedad, al tiempo que genera los medios institucionales para coordinar de la forma más económicamente racional las acciones de miles de millones de personas.
Pero el núcleo del sistema intervencionista es el control público el sistema monetario (de hecho, es un sistema de planificación central monetaria a través de la instrucción de la banca centralizada). Durante la Segunda Guerra Mundial, el economista alemán de libre mercado, Gustav Stolper, entonces en el exilio en Estados Unidos por una Europa arrasada por la guerra, señalaba en su libro This Age of Fables (1942):
Los defensores del capitalismo libre realmente se dan cuenta de los totalmente que se vio frustrado su ideal en el momento en que el estado asumió el control del sistema monetario. (…) Un capitalismo “libre” con responsabilidad pública sobre el dinero y el crédito ha perdido su inocencia. A partir de ese punto, ya no se trata de principios, sino de conveniencia, lo lejos que se desee o permita que llegue la interferencia gubernamental. El control monetario es el supremo y más absoluto control público aparte de la expropiación.
Stolper continuaba diciendo:
Hoy solo hay un teórico liberal eminente lo suficientemente coherente como para defender la competencia libre y sin controles entre los bancos en la creación de dinero. [Ludwig von] Mises, cuya influencia intelectual en el neoliberalismo moderno fue muy fuerte, apenas ha conseguido algún prosélito para que esa conclusión extrema.
Es en las páginas de La acción humana donde Mises detalla las ventajas y beneficios de un sistema bancario competitivo privado basado en un producto material como el oro. Por suerte, durante aproximadamente los últimos treinta años, el análisis y defensa de Mises de una banca competitiva privada respaldada por oro en lugar de una banca centralizada monopolizada por el gobierno ha empezado por fin a ganarse un número creciente de economistas austriacos y otros defensores.
Demasiado grande para caer significa riesgo moral
Desde la crisis financiera de 2008-2009, se argumenta a menudo que algunos bancos son demasiado grandes como para caer, que los depositantes tienen que tener protegidos y garantizados sus diversos tipos de cuentas bancarias y que la repercusión de permitir que los mercados financieros se ajusten a la realidad después del auge sería demasiado dura. Mises respondía a este tipo de argumentos en 1928 incluso antes de que empezara la Gran Depresión y de nuevo en las páginas de La acción humana, con una advertencia acerca de lo que hoy se entiende como “riesgo moral”, el peligro de reforzar la repetición de malas decisiones al rescatar el gobierno a los que cometieron errores en el mercado:
En todo caso, la práctica de intervenir en beneficio de los bancos que se hayan convertido en insolventes por la crisis y de los clientes de estos bancos, ha hecho que se suspendan las fuerzas del mercado que podrían servir para impedir una vuelta a la expansión, en forma de un nuevo auge, y a la crisis que inevitablemente le seguiría. Si los bancos salen de la crisis incólumes o sólo ligeramente debilitados, ¿qué queda para impedirles embarcarse de nuevo en un intento de reducir artificialmente el tipo de interés sobre los préstamos y expandir el crédito de circulación? Si a las crisis se les permitiera seguir su curso sin compasión, produciendo la destrucción de empresas que fueron incapaces de atender sus obligaciones, todos los empresarios (no solo bancos, sino también otros hombres de negocios) mostrarían más cuidado a la hora de conceder y usar créditos en el futuro. Por el contrario, la opinión pública aprueba dar ayudas en la crisis. Así que, tan pronto como pasa lo peor, los bancos se lanzan a una nueva expansión del crédito de circulación.
La continua relevancia de La acción humana de Mises
Igual que hubo una enorme cambio hacia más gobierno y más grande en los años anteriores a la escritura de La acción humana de Mises, hoy sigue habiendo muchos en todo el espectro político que reclaman una expansión similar de la presencia y dominio del gobierno en aún más partes de la vida social, especialmente en atención sanitaria, educación y el sector de la energía, así como un control mucho mayor sobre los mercados financieros y de capitales.
¿Pero de dónde vendría todo el dinero necesario para financiar esta nueva y gigantesca generosidad de un paternalismo político expandido? En la Austria del periodo de entreguerras de las décadas de 1920 y 1930, Mises había sido testigo y había explicado las consecuencias de un gasto público sin restricciones que finalmente ocasionó “comerse la simiente del grano” (consumo de capital).
Mises advertía también de este peligro en La acción humana y del hecho de que debe haber un punto en que el estado intervencionista del bienestar haya agotado “el fondo de reserva” de riqueza acumulada, después del cual el consumo de capital se convierte en la única base sobre la que continuar alimentando las demandas fiscales del estado redistributivo. Los que tienen actualmente el poder político en Washington parecen decididos producir esto en las próximas décadas.
Muchas de las tendencias político-económicas desde la aparición de La acción humana en 1949 no han hecho, por tanto, nada que disminuya la importancia de las ideas de Ludwig von Mises y su profundo análisis del orden del mercado y sus alternativas colectivistas. De hecho, la condiciones sociales, políticas y económicas de nuestro mundo dan hoy una relevancia refrescante al tratado de Mises, solo igualada por una pocas obras escritas en el siglo pasado. Esto se traduce en ser hoy leído hoy por cada vez más personas, en lugar de ser simplemente uno de esos muchos “clásicos” que acumulan polvo en un estantería.
Si un número suficiente de personas descubriera y redescubriera las verdades inmutables de las páginas de La acción humana, es posible que las ideas de Ludwig von Mises nos ayudaran a contener esta creciente marea hace un estado leviatán todavía mayor.
El artículo original se encuentra aquí.
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