martes, 2 de agosto de 2016

Digamos no al examen de la democracia, por Libertario.es

Muchas personas debido a las pasadas elecciones del 26 de Junio empezaron a justificar la derrota estrepitosa de la izquierda con que había gente que “votaba sin pensar” “gente que ya no debería votar” o incluso, después de defender a muerte a la 3º edad por mantener a muchas familias, les querían dejar sin voto a todos ellos ya que votaban al PP o similares. Nada nuevo en su hipocresía. Sin embargo volvió a surgir el debate del llamado “examen de la democracia”, esto es, un examen a cada ciudadano para que, en vez de solo alcanzar la mayoría de edad para votar, tenga que aprobar este examen para obtener el sufragio activo y pasivo. Muchos liberales incluso han defendido este método. Sin embargo, sería el mayor error que podríamos cometer y denota un gran desconocimiento sobre la Escuela de Elección Pública.

Primero de todo debemos preguntarnos, ¿quién haría éste examen? ¿Sería el Estado? ¿El partido político en el poder? En ese caso sería un sistema idóneo para realizar purgas de votantes de los partidos en el poder, una herramienta del todo perversa para, poco a poco, eliminar ciertos votantes o colectivos y así justificar su estadio en el poder. No se engañen, es ésto lo que ocurriría si hiciésemos éste examen. Podemos poner todos los “Ministerios de Control del Correcto funcionamiento del examen” ¡y podemos ponerle a él otro para controlarlo! Pero nada cambiaría. Los políticos tendrían otra arma, además de la educación, para controlarnos, adoctrinarnos y purgar al pensamiento que no compensa tenerlo en la opinión. Casi igual que un Golpe de Estado a uno mismo pero sin muchas bajas.

Segundo deberíamos pensar seriamente en lo que se preguntaría. ¿Preguntamos quiénes son X políticos? ¿Cuántos asientos tiene el Senado? ¿Qué políticas llevó a cabo X presidente? ¿Preguntamos su opinión? Es inevitable que estas respuestas no tengan algunas un contenido de opinión y se enlaza con la primera cuestión de cómo los políticos controlarían la opinión de cada uno de los que hicieran dicho examen. Aunque elimináramos del todo estas preguntas, habría gente que no le interesa la política y se vive más sano mentalmente, ¿por qué tienen que interesarle estos asuntos? Es un arma también de colectivización y casi adoración a la política. Un rito de iniciación. Lo que suscita otra incógnita, ¿habría que hacerlo solo una vez? ¿O lo realizamos cada cuatro, ocho, diez años…? Vuelven a dar arbitrariedad a los políticos y burócratas a su control para decidir. Cabría ver otras cosas, ¿se podría impugnar este examen…?

Y último, enlazado con la idea anterior, ¿por qué una persona que puede no interesarle la política ha de verse afectado en sus aspectos de la vida porque otros llamados “élite social” o “involucrados en la vida social” que han aprobado dicho examen  pueden decidir sobre su vida? Aumentando impuestos, regulando su profesión, imponiendo regulaciones que a éstos les parezca..Bien es cierto que esto ocurre haya o no este examen, pero deberíamos ver que esto haría siquiera aún más evidente cómo la democracia destruye la cooperación social de las personas, así como una tremenda injusticia sobre quienes no quieran participar del proceso o quieran secesionarse del mismo.

No debemos defender este sistema para nuestra democracia. La arbitrariedad conferida al Estado sería tal que no tendríamos ya control alguno sobre quién nos roba. Como afirma Huerta de Soto “la democracia es populismo”  no podemos dejar semejante arma en manos de los políticos para que la usen con fin de mantenerse el poder y controlar la población. Más allá de dar tanta importancia a la política debemos eliminarla de nuestras vidas para devolver el control que han obtenido a la sociedad civil para que ésta no se vea afectada por las decisiones de unos cuantos burócratas que quieran controlarla.

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