viernes, 5 de agosto de 2016

La incertidumbre en el equilibrio, por Mises Hispano.

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N.º 40: LA ECONOMÍA DEL TIEMPO Y DE LA IGNORANCIA[Extraído de La economía del tiempo y la ignorancia. Por cortesía de Unión Editorial]

La existencia de un problema de conocimiento depende de que el futuro sea diferente del pasado, mientras que la posibilidad de solución del problema depende de que el futuro se parezca al pasado.  –Frank H. Knight (1921, página 313).

En este capítulo desarrollamos las implicaciones del tiempo real respecto de las importantes ideas de la incertidumbre y el equilibrio. Como ya hemos visto, la “verdadera incertidumbre” de tiempo real es de una naturaleza más básica y completa que cómo se trata normalmente en los modelos neoclásicos. Las características más importantes de la verdadera incertidumbre son su imposibilidad de listar todos los posibles resultados de una determinada actividad y la completa endogeneidad de la incertidumbre. La primera característica, tratada en el último capítulo, es la base de la novedad o de la verdadera sorpresa. Esto contrasta abiertamente la mera exposición (o ponderación) de posibilidades conocidas propia de la incertidumbre neoclásica. La segunda característica, analizada en este capítulo, es el origen de un proceso de mercado en curso que produce por sí mismo cambios a los que debe adaptarse el sistema. El estado de adaptación completa o equilibrio, por otro lado, es preeminentemente un concepto newtoniano. La ausencia de cualquier tendencia al cambio es incompatible con el tiempo real. A pesar de todo, como veremos, es importante que haya alguna idea de equilibrio. De hecho, sería difícil imaginar una economía viable sin ella. Por tanto, es necesaria una reconciliación entre tiempo real y equilibrio. Un concepto de equilibrio reformulado como es debido puede ser consistente con nuestro marco de tiempo real y también ser la fuente analítica de la incertidumbre de los cambios endógenos que impregnan los procesos de mercado. El tiempo real, la verdadera incertidumbre y el equilibrio, todos tienen importantes funciones a realizar en el análisis de un sistema económico. La elaboración detallada de este aspecto es la tarea que nos hemos encomendado.

Este capítulo se divide en cuatro secciones. En la primera, examinaremos tanto la endogeneidad de la incertidumbre en el tiempo real como su incompatibilidad don las nociones estándar de equilibrio. En la segunda sección analizaremos la anticipación de eventos futuros desde la perspectiva de sus características típicas y únicas. Se demostrará que la economía neoclásica se ocupa de lo típico y se olvida completamente de lo único. La tercera sección es un examen detallado del concepto del equilibrio. Se demostrará que la idea de un equilibrio exacto es inadecuada para entender los procesos económicos en tiempo real. En su lugar, defendemos la idea de “coordinación de patrones”. Finalmente, indagaremos acerca de la interrelación entre equilibrio y optimización. Ahí demostraremos que la suboptimización estática resulta ser un concepto inútil. Una economía del bienestar útil sólo puede basarse en una perspectiva totalmente dinámica y no determinista.

La verdadera incertidumbre

Una de las características más importantes de la verdadera incertidumbre es su naturaleza endógena y, por tanto, inerradicable. En principio, las actividades que se dirijan a anticipar el futuro o superar la incertidumbre no pueden ser completamente exitosas en un mundo de tiempo real. El famoso concurso de belleza de Keynes (1964, página 156) es un excelente ejemplo de esto. (También lo emplearemos en nuestra exposición del ciclo de negocio). Ya que el ejemplo de Keynes no ofrece un patrón general estable de resultados, realmente es totalmente dependiente del tiempo y, en este sentido, completamente único. Utilizamos el término “verdadera incertidumbre” para referirnos no sólo a este aspecto de la predicción, sino más en general, al reconocimiento de que todo intento de caracterizar el futuro incluye tanto las características únicas como las recurrentes (“típicas”). El ejemplo de Keynes destaca ese aspecto de la verdadera incertidumbre que la diferencia de la incertidumbre newtoniana o neoclásica. Es el caso puro (bergsoniano) de dependencia completa del tiempo.

En un periódico se publican cien fotografías. Cada concursante debe elegir los seis rostros más bonitos. El ganador será el concursante cuyas elecciones se parezcan más a la “opinión media”. El objetivo de cada participante será por tanto no elegir los seis que le parezcan más atractivos, (opinión1) ni siquiera adivinar qué opinión media cree ser la más atractiva (opinión2). En su lugar, el objetivo debe ser adivinar qué opinión media cree que elegirá esa opinión media (opinión3). Por tanto, el objetivo es adivinar opinión3, lo que es, a su vez, opinión4. Como veremos, en principio no hay límites a los grados de adivinación y contraadivinación. No hay una razón lógicamente suficiente para detenerse en un punto determinado: cualquier detención será, en buena medida, arbitraria o derivada de una convención. Tenemos más cosas que decir sobre este último punto en el Capítulo 10.

Las dos características del ejemplo de Keynes que exploraremos en detalle son su endogeneidad e inconsistencia con el equilibrio estático.

Endogeneidad

Supongamos que hay una oficina que recoge y distribuye las conjeturas que se incluyen realmente en el concurso (ver una técnica similar en Frydman, 1982). Ahora la gente sabría con seguridad cuáles son las conjeturas medias de opinión3 en t1. Si todos los individuos se limitaran a copiar esta opinión4, nadie ganaría. El premio estaría tan distribuido (supongamos) que no sería suficiente para enjugar los costes de oportunidad de participar en el concurso. Por tanto, el intentar mejorar sus posibilidades, cada individuo revisaría sus conjeturas. Consideremos que el individuo podría actuar de una de estas dos formas: (1) podría elegir las fotografías que la oficina indique como elección media y recibir un premio insignificante o (2) podría desviarse esperando que otros hagan lo mismo y así se aproximaría a las nuevas elecciones medias. Al saber que al menos algunos, si no todos, actuarían de acuerdo con (2), todos ellos, de hecho, lo harían. Por supuesto, ahora lo que habría que hacer es adivinar o predecir el volumen de la naturaleza de esas revisiones. Por tanto, sigue habiendo incertidumbre, a pesar de la existencia de la oficina de diseminación de información. Mas información adicional no ha eliminado la incertidumbre (en este ejemplo, ni siquiera la ha reducido), sino que únicamente la ha transformado en un nivel superior de contraadivinación.[1] Si el juego se hace en varias rondas, las opiniones de la gente cambiarían continuamente y no había final natural para el proceso.

Hay dos factores en el ejemplo keynesiano responsables de su endogeneidad. Primero, como se trata de un concurso, obviamente a cada concursante le importa predecir mejor que los demás. Por tanto, tiene in incentivo para buscar esa información, ya que eso le dará ventaja o evitará que otros la obtengan. Segundo, como el individuo está haciendo predicciones de predicciones, en lugar de gustos, disponibilidad de recursos y similares, la información relevante sería lo que otras están prediciendo. Por tanto, el conocimiento que ganen los participantes por el paso del tiempo afecta al objeto de la predicción de cada agente. Estas consideraciones nos permiten concluir que la misma actividad diseñada para acabar con la incertidumbre (esto es, la adquisición de conocimiento) es responsable de que persista existiendo. Tan pronto como se elimina un nivel de incertidumbre, necesariamente se crea otro nivel para reemplazarlo.

En cualquier punto en el tiempo, la incertidumbre de este ejemplo puede entenderse en términos puramente newtonianos. Podría verse a cada individuo como si tuviera una distribución de probabilidades sobre las posibles conjeturas acerca de la opinión media. Si fuéramos a detenernos aquí, no sería distinta de la incertidumbre acerca del tiempo que hará mañana o el resultado de cualquier juego convencional de azar. Por otro lado, los aspectos importantes de este ejemplo son sólo evidentes con el paso del tiempo. Desde esa perspectiva queda claro que no tenemos una interacción de elementos estables (igual que los puntos aislados del tiempo newtoniano). La propia interacción cambia incesantemente esos elementos. Como el conocimiento puede incrementarse, la incertidumbre no desaparece, sino que se transforma.

 Inconsistencia con el equilibrio

La incertidumbre puramente dependiente del tiempo es completamente inconsistente con el equilibrio estático. En nuestro ejemplo de esta incertidumbre no hay configuración de los “datos” que no tenga una tendencia a cambiar. Si dejamos pasar el tiempo, el conocimiento crecerá y habrá producido cambios endógenamente.[2] En consecuencia, no es posible que el sistema alcance un equilibrio, sea del tipo exacto o estocástico. Los individuos siempre tienen un incentivo privado para superar la incertidumbre remanente. Sin embargo, como hemos visto, el resultado colectivo de las acciones asumidas partiendo de este incentivo es transformar la incertidumbre, más que eliminarla.

En un reciente artículo, Roman Frydman (1982) aplica en concurso de belleza de Keynes a un modelo que examina la posibilidad de convergencia hacia un equilibrio de expectativas racional. No es sorprendente que Frydman descubra que bajo ningún grupo de suposiciones posible podemos caracterizar un proceso de aprendizaje que nos lleve a un equilibrio. Un proceso así tendría que conllevar formar expectativas sobre las expectativas de otros (O’Driscoll, 1979, página 162; cf. Rizzo, 1979, página 11). Lo que dice Frydman, igual que nosotros, es que hay una forma de incertidumbre que no puede erradicarse mediante más conocimientos. Este es el aspecto dependiente del tiempo de la verdadera incertidumbre.

Por tanto, el contraste crítico no es, como algunos han sugerido, entre incertidumbre mesurable y no mesurable (Knight, 1971), ni tampoco entre interpretaciones subjetivas y objetivas de la probabilidad (Savage, 1977). Es más bien entre formas de incertidumbres puramente dependientes del tiempo o newtonianas. Las primeras, como hemos visto, se crean endógenamente y son por tanto inconsistentes con el equilibrio, mientras que las últimas son esencialmente estáticas y por tanto consistentes con modelos estocásticos de equilibrio. Las herramientas neoclásicas para manejar la incertidumbre se han desarrollado en el contexto de estos modelos y en consecuencia se han adoptado únicamente a la perspectiva newtoniana.  En tanto en cuanto los economistas deseen construir modelos que incluyan la incertidumbre dependiente del tiempo, queda claro que tienen que desarrollarse nuevas herramientas de análisis.[3]

Una implicación importante de la incertidumbre dependiente del tiempo es que los intercambios no tendrán lugar a precios de equilibrio. Si el sistema económico produce endógenamente fuerzas perjudiciales, no podemos entonces abstraernos de los problemas del falso comercio. En lugar de dedicar nuestra atención a la configuración de los intercambios de equilibrio o incluso al proceso de ajuste hacia un equilibrio, el énfasis se trasladará hacia el patrón intercambios desequilibrados. La teoría “austriaca” del ciclo de negocio es un ejemplo de comercio desequilibrado sistemático que genera un patrón particular de comportamiento descoordinador. Lo examinaremos en nuestro capítulo dedicado al dinero. Otros intentos de estudiar “patrones de desequilibrio” han sido revisados por E. R. Weintraub (1979, páginas 141-154). La importancia de estos modelos reside en hacer muy específicas las necesidades informativas de los agentes. Puesto que estas necesidades no pueden ser satisfechas por precios falsos, nuestra atención se traslada naturalmente al marco institucional y su papel en promover (o inhibir) la coordinación de planes. Ningún traslado de información de precios es un requisito necesario para el proceso de intercambios monetarios en el tiempo. Tendremos más que decir sobre esto en los capítulos sobre competencia y precio.

La verdadera incertidumbre: tipicidad y exclusividad

La forma de incertidumbre puramente dependiente del tiempo tratada en la sección anterior debe ser una caracterización incompleta de la forma en que los individuos anticipan el futuro. Si el futuro fuera completamente impredecible en todos sus aspectos, la planificación y la acción serían imposibles. Si la completa estabilidad y predicibilidad son incompatibles con el tiempo, su ausencia total es incompatible con la acción (Shackle, 1969, páginas 3-7). Un marco estable dentro del cual sea posible proyectar sus consecuencias es un requisito previo lógico para que haya decisiones. La solución a esta paradoja de la incertidumbre reside en el reconocimiento de aspectos típicos y exclusivos de eventos futuros. La verdadera incertidumbre se caracteriza por ser y a la vez por tener características relativamente independientes del tiempo y dependientes de él en el decurso de los eventos. La dificultad sustancial de la economía neoclásica es su preocupación exclusiva por las primeras.

Tipificación

La tipificación es la actividad que nos permite tratar de resolver un futuro desconocido. Es el proceso de “extraer lo que hay de estabilidad y regularidad en el flujo de la realidad” (Bergson, 1946, página 111). Las características estables se denominan tipos (Schutz y Luckmann, 1973, páginas 229-241). La estabilidad en los tipos no se identifica únicamente en esos aspectos de los eventos que realmente se han repetido una y otra vez. Más bien, la estabilidad se refiere a aquellos aspectos que son repetibles, en el sentido de que no se ven afectados por el paso del tiempo. Consideremos, por ejemplo, la predicción de que habrá una patrulla de policía esta noche. Esto se incorpora a una predicción patrón o tipo, pues somos bastante capaces de concebir una patrulla como persistente en algún patrón general que no cambia con el tiempo. La ruta precisa que seguirá, lo que encontrará, como actuaría en caso de un atraco a un banco, etc. constituyen las características (relativamente) exclusivas o dependientes del tiempo de un evento. Incluso éstas pueden a su vez dividirse en sus aspectos típicos y exclusivos. La forma exacta que tomará cualquier predicción es por tanto naturalmente dependiente de los intereses prácticos y el marco conceptual de que quien la realiza.

Los aspectos típicos de los eventos pueden anticiparse de una o dos maneras: con la certidumbre o probabilísticamente. Desde la perspectiva de la certidumbre, que predice simplemente afirmaría que habrá una patrulla de policía. Por otro lado, desde la perspectiva de la probabilidad, quien haga la predicción asigna a cada grupo de eventos típicos mutuamente exclusivos una sería de valores. Así la probabilidad para una patrulla de policía puede ser de 0,4, para una pelea entre bandas de 0,2 y para hacer un intercambio de narcóticos de 0,4. La tipicidad de los eventos futuros no es diferente en el segundo caso del primero: lo que es diferente es la forma en que se anticipan. La anticipación probabilística es la “floja”, en contraste con el determinismo rígido tratado en el Capítulo 2. Sin embargo, incluso un determinismo flojo resulta fundamentalmente estático, al menos en dos aspectos. Primero, hay una inmovilidad en los eventos alternativos a lo largo del tiempo. Después de todo, esto es lo que significa la tipicidad. No es posible la caracterización de alternativas con un final abierto. Segundo, técnicas como la modificación de probabilidades basada en el teorema de Bayes sólo permiten cambios deterministas. Supuesta la ocurrencia de cierto evento típico, sólo hay una forma de que los valores de probabilidad puedan alterarse.

La extracción de tipos o patrones es posible por factores que afectan tanto al estado del entorno como a la interacción individual. En la primera categoría, la posibilidad de tipificación reside en la estabilidad de las leyes físicas, es decir, en el determinismo relativo del mundo a un nivel macro newtoniano. Por supuesto, a esto no podemos añadir nada a la literatura científica existente. En la segunda categoría se encuentran los efectos mutuamente reforzantes y estabilizantes de las reglas generales y ciertos tipos de actividades creativas. Las reglas generales las adoptan los agentes cuando las demandas de maximización a calcular resultan excesivas (Hey, 1981, páginas 252-253) o cuando el reconocimiento de la incertidumbre dependiente del tiempo hace imposibles las demandas informativas de maximización (Loasby, 1976, página 217). En la última situación, las distribuciones de probabilidades que solicitan los agentes para la maximización de la utilidad esperada se entienden como descripciones incompletas de la incertidumbre relevante. En cualquier caso, cuando los agentes siguen las reglas generales su comportamiento es más predecible. Bajo una amplia gama de situaciones, se aplicará la misma regla.

Además, el emprendimiento creativo, espoleado por las oportunidades de beneficio, se esfuerza por hacer posible la coordinación de planes. Asumiéndola (Knight, 1971) o intentando prever el futuro con más precisión, los emprendedores reducen la incertidumbre efectiva enfrentándose a otros (Kirzner, 1982). Esto no significa que la actividad emprendedora no cree ella misma alguna incertidumbre. Simplemente significa que, en relación con un mundo sin emprendimiento, los cambios que afectan exógenamente a un sistema son menos perjudiciales. Gracias al emprendimiento hay más estabilidad y regularidad en el flujo de los eventos.

Exclusividad

Las características exclusivas de los eventos son sus aspectos no repetibles o, en otras palabras, las variantes específicamente no dependientes del tiempo en un patrón estable. La no repetibilidad aparece a partir de un “valor de emplazamiento” (Schutz y Luckmann, 1973, página 240) transitorio del evento, es decir, de su orden en el flujo. A partir de la experiencia de un evento determinado deducimos ciertas estructuras conceptuales interpretativamente relevantes que modifican cualquier experiencia posterior (Schutz y Luckmann, 1973, página 240). Por tanto, cualquier intento de anticipar los aspectos exclusivos de un evento cambia su valor de emplazamiento, al menos porque la misma anticipación debe entonces afectar a la experiencia eventual. Esta es la endogeneidad de la verdadera incertidumbre de la que hemos estado hablando. La consideración de las características exclusivas de un evento futuro también resalta el carácter abierto de la anticipación en el tiempo real. Anticipamos eventos a partir de sus características típicas, pero no podemos precisar los “detalles” anticipadamente.

Por el contrario, la economía neoclásica evita la distinción entre exclusividad y tipicidad. Esos aspectos de los eventos se entremezclan cuando cada posible situación o resultado se “condensa” en una sola cantidad escalar. Desde esta perspectiva nos hacemos la ilusión de pensar que hemos caracterizado completamente el evento y así eliminado posibilidades abiertas en el futuro. En realidad, sólo hemos caracterizado una sola característica típica del evento en cuestión e ignorado todo lo demás.

Como los eventos nunca pueden predecirse con rescisión, sino sólo como tipos, hay tres circunstancias importantes bajo las que puede cambiar el esquema interpretativo-predictivo del individuo. Primera, cuando el evento típico se anticipa con certeza, puede que aún así no se produzca: puede que no aparezca una patrulla de policía. Si no lo hace, el individuo naturalmente revisará su opinión de lo que estable en el entorno. Esto es parecido a lo que normalmente quiere decirse mediante la refutación de una teoría: cuando un evento típico previsto no se produce, la teoría experimenta un cambio. Segunda, cuando los eventos típicos se anticipan probabilísticamente, cualquier resultado puede promover revisiones en el marco del agente. Esto depende de si los resultados reales hacen que el agente crea que la distribución de probabilidades subyacente es diferente de la que había imaginado originalmente.

Por fin, incluso cuando se produce el evento típico o cuando la ocurrencia de un evento típico dentro de un abanico de posibilidades aparentemente no causa por sí mismo que cambie la distribución de probabilidades subyacente, el agente puede inclinarse por revisar su esquema. Los aspectos exclusivos del evento (o, más exactamente, lo que aparece como exclusivo en relación con el marco inicial) ofrecen más “puntuaciones de datos” para su mejora.[4] Puesto que los tipos son, por definición, los elementos relativamente estables en el flujo del tiempo, sólo cambiarán lentamente. En otras palabras, el marco interpretativo y los tipos derivados de éste cambiarán tan gradualmente como para mantener su estabilidad relativa respecto de los cambios en los elementos exclusivos. Sin embargo, en último término aparecerá necesariamente un nuevo marco a partir del antiguo. La bifurcación de nuestra visión anticipatorio en características exclusivas y típicas significa que incluso una predicción correcta lleva consigo una fuente endógena de eventuales cambios. Esta fuente es el contenido inevitable de los “detalles” de lo que realmente ocurre. Siempre que haya anticipaciones abiertas, habrá en el curso del tiempo al menos un cambio gradual en los marcos de los que se derivan.

Equilibrio

En las dos últimas secciones hemos tratado las implicaciones del tiempo real para la caracterización de la incertidumbre. Vimos que en un mundo de tiempo y verdadera incertidumbre hay un cambio endógeno incesante. En esta y las siguientes secciones prestaremos atención a la aparentemente idea contradictoria del equilibrio. El equilibrio se ha centrado tradicionalmente en la ausencia de cambio endógeno. Se ha concebido como el estado de cosas producido después de que todas las fuerzas endógenas se hayan manifestado completamente. Desde esta perspectiva, el tiempo y el equilibrio son sin duda incompatibles (Shackle, 1972, páginas 253-254). Sin embargo, sería un error, insistir en que el equilibrio conlleva la ausencia de todas y cada una de las tendencias al cambio. El marco de incertidumbre desarrollado en este libro puede incorporarse a un concepto del equilibrio en una forma que permita cambios imprevistos. Como veremos, una idea de equilibrio apropiadamente revisada no necesita ser inconsistente con el tiempo real.

El equilibrio como coordinación exacta

Los austriacos generalmente siguen a Hayek (1937a) al pensar en el equilibrio en términos de compatibilidad con los planes individuales. Por tanto, si A pretende comprar x unidades de un bien a y$ por unidad, entonces B (o un grupo de Bs) debe pretender vender x a y$ por unidad. Esta es una situación de coordinación ex ante. Si embargo, para que el equilibrio se mantenga, la intención de ambas partes debe basarse en las mismas expectativas respecto de los datos externos. A puede planear comprar paraguas mañana porque espera que llueva, mientras que B puede planear vender paraguas esperando que no. Bajo estas circunstancias, el plan de las partes relevantes no puede, en principio, llevarse a cabo. No hay un estado en el mundo en que ambos, A y B, lleven realmente a cabo sus planes. En consecuencia, el estado de coordinación ex ante no es suficiente para el equilibrio: tampoco debe haber una imposibilidad lógica en medio del camino de la consumación real de intenciones.

El equilibrio hayekiano puede ser parcial o general y puede predominar sobre los distintos “plazos” del tiempo marshalliano. Hasta qué grado el equilibrio requiere la homogeneidad de expectativas, puede verse contrastando el largo plazo con el equilibrio transitorio hicksiano. En el primero, todos los individuos deben basar sus planes en las mismas expectativas sobre el futuro indefinido. Por tanto, debe haber una completa homogeneidad en las expectativas. Por el contrario, en el equilibrio transitorio, los planes de compra y venta pueden basarse en expectativas opuestas en relación con el futuro más lejano. De hecho, la existencia de mercados puramente especulativos requiere la divergencia de expectativas (Lachmann, 1978, página 5). Los “toros” planean comprar esperando que el precio suba y los “osos” planean vender esperando que el precio baje.

De todas formas, el logro de una coordinación transitoria requiere que las intenciones de compradores y vendedores se basen en las mismas expectativas con respecto al día del intercambio. Supongamos que los individuos hacen sus planes al principio del día y los llevan a cabo al final del mismo. La capacidad de todas las partes de llevar a cabo sus planes requiere que, por ejemplo, las expectativas en relación con el momento de la venta sean homogéneas. La heterogeneidad de expectativas en relación con el futuro más distante no frustrará su coordinación transitoria. Así pues, el equilibrio hayekiano debe suponer expectativas homogéneas con respecto al periodo de tiempo dentro del cual prevalece el equilibrio. Sin embargo, fuera de ese periodo, las expectativas pueden ser, y a veces deben ser, divergentes.

La homogeneidad de expectativas no implica que acaben resultando correctas. El equilibrio coordinativo es esencialmente un concepto subjetivista y  no requiere consistencia con los datos externos objetivos. Si las expectativas en las que ambas partes basan sus intenciones resultan ser incorrectas, podemos decir que los datos han cambiado. En realidad, el “cambio” en un marco subjetivista sólo puede definirse relativamente al estado de las expectativas (Hayek, 1973a, página 40). El equilibrio es por tanto perfectamente consistente con el error. Sin embargo, el error, una vez descubierto, hará que la posición de equilibrio cambie.

La consistencia del equilibrio hayekiano con el error sirve de fundamento para una apreciación más amplia de su carácter subjetivista. La importancia de las expectativas significa que el equilibrio no puede definirse sin referencia a los esquemas interpretativo-predictivos de los individuos. Cuando éstos cambian, también lo hace el equilibrio. Además, las posibilidades objetivas, destacadas por los economistas neoclásicos como codeterminantes del equilibrio, no siempre son una restricción vinculante. En un mundo de conocimientos divididos, no hay un solo estado objetivo de la técnica que rija todo el sistema. Lo haya aprendido el individuo es la restricción, y no todos los individuos habrán aprendido las mismas cosas. Lejos de ser una “fuerza” objetiva en el sistema, el equilibrio sólo tiene sentido en el contexto de los presuntos conocimientos y expectativas de los agentes económicos. El equilibrio no necesita ser un resto de la economía objetivista de Ricardo. Más bien, puede verse como una relación particular entre una miríada de de mentes individuales.

Inadecuación de la coordinación exacta

La intención confesada de Hayek al desarrollar su concepto de equilibrio como la consistencia de los planes individuales era casar tiempo y equilibrio (Hayek, 1973a, página 37). Puesto que los planes miran al futuro, razonó que la coordinación de planes debía considerar el tiempo. Por desgracia, no entendió del todo la distinción entre los conceptos newtonianos y del tiempo real. El equilibrio de Hayek incorporó sólo el tiempo newtoniano. Sin embargo, Hayek y otros economistas austriacos no se dieron cuenta de que el equilibrio no es una concepción directamente operativa y que el mundo real nunca está en equilibrio. Sin embargo, demostraron al menos dos usos empíricos para el concepto de equilibrio exacto. Uno fue que constituye un programa de investigación, esto es, apunta hacia aquéllos factores dignos de mayor consideración. El otro fue una afirmación más radical: mediante referencia al concepto, se creía que podíamos predecir la dirección de los cambios en el mundo real. En las siguientes subsecciones analizaremos las dos opiniones. Nuestro examen de los posibles usos del equilibrio exacto revelará que en última instancia son inadecuados.

Programa de investigación.- Mises desarrolló lo que llamó un argumentum a contrario (Mises, 1966, página 250). De acuerdo con esto, el concepto de equilibrio puede utilizarse como contraste con el que compara las situaciones reales de mercado. Por tanto, si las condiciones a, b y c juntas implican cierto equilibrio, la ausencia de ese equilibrio implicaría que al menos una de esas condiciones no se sostiene. Por tanto, el análisis económico se centrará en las fuerzas responsables de esta situación. Consecuentemente, desde la perspectiva de Mises, el concepto del equilibrio exacto simplemente nos ofrece una pista sobre por qué no se obtienen ciertos resultados. Luego sólo permite predicciones negativas de estados. No aclara los procesos reales por los que se puede llegar a esos estados. Nos indica la dirección de estas fuerzas contrapuestas que son responsables de que el resultado real sea diferente del resultado del equilibrio. Por tanto, el equilibrio exacto no explica los mismos procesos reales, sino únicamente la razón por la que no produce cierto resultado. Luego fundamentalmente sólo es capaz de hacer predicciones negativas.

Sin embargo, Mises afirmó demasiado. Su método no nos permite ofrecer una explicación lógicamente suficiente del “fallo” de los procesos reales. Pues si este fuera el caso, las condiciones de equilibrio tendrían que haber sido condiciones necesarias, cuando en realidad son simplemente condiciones suficientes (Hausman, 1981, página 152). La ausencia de condiciones necesarias no implica la ausencia del resultado previsto por el concepto de equilibrio (p. ej., el óptimo de Pareto). Sólo la ausencia de todas las posibles condiciones suficientes (cuya conjunción es una condición necesaria) implicaría esto. Por tanto, el método de contraste ofrece sólo parte de la explicación completa de los fenómenos observados. Esas explicaciones parciales son asimismo consistentes con resultados distintos de los observados, pues unas veces las otras condiciones suficientes estarán presentes y otras estarán ausentes. Por tanto, se incluye un elemento de indeterminismo en el proceso explicativo.

Dirección del cambio.- Al contrario que Mises, Hayek argumentó que el equilibrio podía ser útil para realizar predicciones positivas. De hecho, sostuvo que “la exposición de las condiciones bajo las que todos los planes individuales serían compatibles es (…) implícitamente una afirmación de qué ocurrirá si no son compatibles” (Hayek, 1941, página 23, énfasis añadido). Si todos los demás precios están en sus niveles de equilibrio y el precio de las manzanas es demasiado alto en relación con el precio de las naranjas, para igualar oferta y demanda, el concepto de equilibrio nos dirá que el precio de las manzanas bajará. Hayek inmediatamente reconocía que cuando hay muchas desviaciones del equilibrio, el cambio “correcto” dependerá de lo que se suponga que va a ocurrir en los demás mercados (Hayek, 1941, página 23, nota 1). En general, esto haría que predecir la dirección del cambio resultara ser extremadamente complejo.

La predicción de la dirección de los cambios del mundo real es en realidad una forma de predicción de patrones. Estamos diciendo que acaecerá un resultado del tipo predicho por el concepto. Si, como en nuestro ejemplo previo, el precio de las manzanas es demasiado alto, una bajada prevista es compatible con un montón de cambios reales. Lo único que unifica estos cambios es que todos son consistentes con el tipo “bajada de precios”. Entonces, a todos los efectos prácticos o aplicados, hemos abandonado la concepción exacta de equilibrio. El equilibrio es ahora una dirección en lugar de un punto. Sin embargo, este abandono se ha hecho de forma puramente informal y es semejante a un mero error de observación “accidental”.

Como hemos visto, las interpretaciones tanto como programa de investigación como de dirección del cambio del concepto de equilibrio exacto tienen en cuenta su imperfecta aplicabilidad. ¿Pero es suficiente? ¿Deberíamos mantener un equilibrio esencialmente fuera del tiempo y entender el indeterminismo como simplemente una característica de la aplicación del modelo? ¿O debemos incorporar el indeterminismo que aparece con el tiempo real y la verdadera incertidumbre al propio concepto? Si nos interesa utilizar la idea de equilibrio para modelar o resolver procesos en tiempo real, entonces limitar el indeterminismo a la esfera de la aplicación no es suficiente. Es intolerable modelar ese proceso como culminando en un equilibrio exacto por dos razones relacionadas. Primera, recordar las pruebas de Popper-Schick de la imposibilidad de que los agentes predigan su propio comportamiento (Capítulo 2). Si los agentes no están seguros de lo que harán en el futuro, nunca harán planes que estén exactamente coordinados con los de otros. Por tanto, los compromisos serán de una variedad general, en lugar de detallados a un futuro comportamiento preciso de otros (aun asumiendo que este último pueda predecirse).

Segunda, Oskar Morgenstern demostró que suponer una previsión perfecta, una característica definitoria del equilibrio exacto, resulta inconsistente con cualquier proceso de equilibrado. Demostró que cuando el plan de un individuo es dependiente del de otro, una previsión perfecta produciría “una cadena sin fin de reacciones y contrarreacciones conjeturales recíprocas” (Morgenstern, 1935, página 174). Lo ejemplificaba con la famosa historia de Holmes y Moriarty, que merece la pena citar entera:

Sherlock Holmes, perseguido por su oponente Moriarty, va de Londres a Dover. El tren se detiene en una estación intermedia y Holmes se baja allí en lugar de seguir hasta Dover. Había visto a Moriarty en la estación, sabe que es muy inteligente y supone que tomará un tren especial más rápido para atraparle en Dover. La previsión de Holmes resulta ser correcta. ¿Pero qué hubiera pasado si Moriarty hubiera sido aún más inteligente, hubiera estimado las capacidades mentales de Holmes y hubiera previsto sus acciones de acuerdo con ellas? Entonces, obviamente, se hubiera trasladado a la estación intermedia. A su vez, Holmes habría tenido que calcular eso y habría decidido seguir hasta Dover. Con lo cual, Moriarty habría “reaccionado” de nuevo de otra forma. De pensar tanto, no habrían podido ser capaces de actuar en absoluto o el más débil intelectualmente de los dos se hubiera rendido en Victoria Station, pues todo el trayecto hubiera resultado innecesario. (Morgenstern, 1935, páginas 173-174).

El equilibrio en este ejemplo sería una serie de planes estables que podrían acabar permitiendo que Holmes escapara o fuera capturado. Este aspecto de la solución no tiene importancia (para nosotros): lo que importaría sería la ausencia de cualquier tendencia a cambiar de los planes de los individuos. En equilibrio, sus planes se coordinarían, en el sentido de que cada uno es un óptimo, dado lo que el otro individuo está realmente planeando. Sin embargo, la moraleja de la historia de Holmes y Moriarty es que el conocimiento perfecto de los planes del otro hace imposible conseguir ese equilibrio. Ningún individuo estará satisfecho con ningún plan adoptado provisionalmente y por tanto no podrá lograrse la coordinación.[5] A pesar de la supuesta previsión perfecta (o precisamente por ella) se ha refirmado la verdadera incertidumbre del concurso de belleza de Keynes.

Por tanto, la previsión imperfecta es una condición necesaria, aunque no suficiente, para que un proceso genere un equilibrio. Sin embargo este equilibrio no puede ser una situación de coordinación exacta. Un proceso en el que debe haber errores no puede ocasionar un equilibrio sin errores, salvo por casualidad. Luego si vamos a mantener la noción de equilibrio debemos incorporar la realidad del error en el mismo concepto.

Coordinación de patrones

La inadecuación del equilibrio exacto de Hayek para el análisis de procesos en tiempo real implica que tenemos dos alternativas: o bien (1) revisamos el concepto de equilibrio para incorporar el tiempo y la incertidumbre o (2) abandonamos de una vez el equilibrio. Puesto que los austriacos nunca han creído que el estado de coordinación de planes sea una descripción directa del mundo real, no se trata de “realismo”, sino de la utilidad de la idea como herramienta de análisis.

En su sentido más amplio, el equilibrio está invariablemente ligado al modo causal de razonar. Un equilibrio es simplemente un estado de cosas en el que se han dejado completamente de lado las fuerzas perturbadoras de los cambios (Machlup, 1958, página 48). Como concepto puro, es por tanto un laboratorio mental en el que se pueden aislar varias causas y verificar íntegramente sus efectos. Por tanto, creemos que algún concepto de equilibrio resulta ser un ingrediente indispensable en todas las explicaciones económicas.

La única alternativa viable sería revisar nuestra noción de equilibrio teniendo en cuenta el tiempo y la incertidumbre. Este proceso se ha iniciado en el trabajo de aquellos economistas neoclásicos que utilizan la idea de un equilibrio estocástico. Sin embargo, nosotros proponemos un concepto diferente: la coordinación de patrones. Ésta hace uso tanto de la “compatibilidad de planes” original de Hayek, como de la distinción entre aspectos típicos y exclusivos de los eventos futuros. Los planes de los individuos están en un equilibrio de patrones si se coordinan respecto de sus características típicas, aunque sus aspectos exclusivos no puedan integrarse.

Como ejemplo, consideremos dos profesores, A y B, que enseñan en el mismo departamento y planean discutir acerca del próximo libro que van a publicar juntos. Sus planes están coordinados respecto de las características típicas de sus actividades, si, por ejemplo, cada uno espera del otro que esté en su oficina en el día en que él planea estar allí. Puesto que ninguno ha decidido a priori cuál es su postura respecto del problema principal del libro, los contenidos de su discusión pueden considerarse una característica exclusiva. Lo que digan dependerá de los “entresijos” que sólo aflorarán en el discurrir de la conversación. Estos entresijos sin duda dependen del tiempo. Por tanto, los planes de A y B están coordinados en el sentido de que cada uno vendrá a la oficina el día adecuado a la hora adecuada, pero no lo están en el sentido de lo que cada uno va a decir al otro. Sus planes están abiertos, lo que permite la espontaneidad o la novedad. Esto es una coordinación de patrones.

También hay una forma más vaga de coordinación de patrones, que podemos llamar “coordinación estocástica de patrones”. En este caso, las características típicas de las actividades se coordinan probabilísticamente. Así, en el ejemplo anterior, ambos, A y B, pueden “imaginar” una distribución de probabilidades de los días de la semana en que el otro va a venir a la oficina. Cada uno decide cuándo venir basándose en esta distribución de probabilidades. A veces el aspecto típico de sus actividades tendrá un sentido exacto y otras no. Pero, en general, cada individuo lo hace lo mejor que puede en sus circunstancias y así puede alcanzarse un equilibrio. Los contenidos exactos de las discusiones, cuando se produzcan, seguirán siendo dependientes del tiempo. Por tanto, este aspecto de los planes de cada individuo no está sujeto a caracterización estocástica y debe ser realmente abierto.

Característica de los conceptos de tiempo newtoniano, la concepción del equilibrio exacto mezcla planes y actividades. La idea más genérica que hemos llamado coordinación de patrones implica la coordinación de planes, pero no de actividades reales. Los planes realizados en un mundo de tiempo real, como hemos visto, deben ser abiertos. Abarcan las características típicas de las acciones y eventos esperables, mientras que los detalles se “rellenan” ha medida que se suceden esas acciones y eventos. Por tanto, la coordinación puede existir respecto de los planes o las características típicas de las actividades planeadas, pero no respecto de las propias actividades reales. Estas últimas son un complejo de características típicas y exclusivas y no son estables en el tiempo real.

Una visión más amplia de la causalidad subyace en el uso de la coordinación de patrones como herramienta de análisis de procesos. En la concepción exacta de equilibrio, indicar todos los efectos de un cambio significa demostrar cómo un cambio genera un resultado preciso. En la visión de patrones, por el contrario, consideramos “todos” los efectos de una perturbación cuando nos lleva a cierta clase de resultados. En este sentido, el análisis causal es menos completo que el en caso exacto. Sin embargo, esta misma falta de totalidad constituye una gran ventaja de la coordinación de patrones. Por su estructura, el tiempo real y la verdadera incertidumbre no se eliminan del análisis.

El equilibrio, en nuestro nuevo sentido menos rígido, no implica una completa ausencia de toda tendencia al cambio. Como hemos visto, algunas características son estables mientras otras varían continuamente. Los tipos o patrones relativamente estables se ven, a corto plazo, afectados sólo por vaivenes exógenos al sistema. En otras palabras, se necesita algo más que el mero paso del tiempo para originar una reorganización de patrones. Sin embargo, los aspectos exclusivos de los eventos dependen del tiempo y por tanto cambian desde dentro del sistema. Este tipo de cambios son los que constituyen el proceso de mercado endógeno.[6] En ese proceso los participantes en el mercado adquieren conocimientos no teóricos “de las circunstancias particulares de tiempo y lugar” (Hayek, 1945, página 521) a medida que el futuro se va haciendo presente. Aunque ese conocimiento no puede pronosticarse en un sentido exacto o probabilística, la esencia del emprendimiento es “ver” anticipadamente esos desarrollos. Como este aspecto del futuro es, por definición, dependiente del tiempo, no puede ofrecerse una base lógicamente suficiente para cualquier predicción. Por tanto, las predicciones de los emprendedores resultarán ser creativas o intuitivas, más que implicaciones estrictas de un modelo. Por tanto, el objetivo del economista debe ser hacer “inteligible” la predicción de emprendedor y su comportamiento derivado. Como hemos visto en el Capítulo 2, esto significa que el esquema conceptual atribuido al concepto mental relevante demuestra cómo en el esquema establecido es más probable el comportamiento previsto que otro.

El análisis de un individuo ocupándose de las características exclusivas de los eventos futuros debe implicar una medida no distributiva de la incertidumbre. No podemos distribuir la unidad sobre un grupo fijo de posibilidades y esperar entender el indeterminismo esencial o el que el futuro sea abierto. Shackle (1969, páginas 67-85 y 117-169) ha desarrollado un marco (“sorpresa potencial”) diseñado para tener en cuenta este aspecto de la expectativa. No trataremos aquí de repetir su postura o las críticas que ha recibido (SHACKLE, 1969, páginas 86-108 y 170-179). Sin embargo, basta hacer notar que ni los subjetivistas ni ningún otro han desarrollado un formalismo para ocuparse de este problema. Ésta es una de las tareas más críticas que quedan por completarse para poder implantar completamente un programa de investigación subjetivista.

Sin duda hay ciertas similitudes entre nuestro concepto de coordinación de patrones y el equilibrio estocástico neoclásico. Pero hay una distinción fundamental. El quid reside en el reconocimiento de la exclusividad. En un equilibrio de patrones estocásticos, las características típicas se coordinan probabilísticamente igual que en el equilibrio estocástico convencional. Sin embargo, el análisis neoclásico ignora la dependencia del tiempo. Al hacerlo, reduce todas las ideas de incertidumbre y equilibrio inexacto a conceptos puramente newtonianos.

La utilidad de una concepción no determinista del equilibrio reside en nuestra habilidad para utilizarlo para modelizar ajustes de una forma que predeterminen sus resultados. Como veremos en el próximo capítulo, el proceso competitivo es un procedimiento de descubrimiento y por tanto, en principio, sus resultados no pueden predecirse. Por otro lado, es importante se capaces de decir algo acerca de las principales características de los procesos de mercado. La idea de coordinación de patrones nos permite hacerlo de ambas formas: podemos ocuparnos de los ajustes en términos generales (patrones) al tiempo que reconocemos la creatividad esencial de las actividades del mercado.

Equilibrio y optimización

Requisitos de conocimiento para el equilibrio

Al contrario que en el equilibrio competitivo general de Arrow y Debreu, un equilibrio hayekiano, sea en su forma exacta o de patrones, no es necesariamente un óptimo de Pareto. No se supone que los participantes en cualquier intercambio posean todo el conocimiento del sistema o, especialmente, el conocimiento del observador. El requerimiento del conocimiento para la coordinación de planes significa lisa y llanamente que las expectativas se corrigen, en el sentido de nada que los agentes estén “obligados” a aprender para ejecutar sus planes falsificaría esas expectativas (Hayek, 1937a, página 55). En la práctica, esto significa que el equilibrio requiere la ausencia del tipo de aprendizaje endógeno que podría perturbar los planes iniciales (exactos o de patrones). No tendría que haber nada en la configuración original de los datos que ocasione que no se produzcan. Lo que los individuos están obligados a aprender en cualquier situación dada depende, claro, de lo que el constructor del modelo incluya en su construcción. Esto, a su vez, depende de lo apropiadas empíricamente que sean sus suposiciones acerca del aprendizaje. Supuestamente, si un individuo planea construir un rascacielos, inevitablemente aprenderá si el terreno en que se va a asentar soportará una estructura tan pesada. Además, puede obligarle a aprender qué descubrirán o harán en el curso de la ejecución de sus planes. Por ejemplo, las actividades del mercado pueden hacer que el precio de ciertos tipos de mano de obra y materiales se eleve antes de que se acabe el rascacielos. Esto podría ocasionar que el proyecto se abandone sin acabarlo. Sólo si se anticipa esa información correctamente al inicio del periodo puede haber una coordinación en el plan.

Irrelevancia de la suboptimización en modelos de equilibrio estático

Algunos economistas neoclásicos han reconocido que una economía del bienestar sensata no puede basarse en la optimización de Pareto como estándar de evaluación. Resulta completamente irrelevante una suboptimización relativa del conocimiento que posee un observador omnisciente. Al faltar una institución alternativa viable que podría remediar el problema, sólo hemos demostrado que el mundo es imperfecto (Demsetz, 1969). Esto, obviamente, ocurrirá siempre. La suboptimización  relativa de la información que posee algún individuo “aislado” en el sistema también es irrelevante si falta una tendencia a su diseminación. La diseminación puede resultar imposible debido a los costes de adquirir información. Si se argumenta que la información que produce optimización puede, de alguna manera, obtenerse del sistema, hay un rompecabezas evidente. Es inexplicable que, en un contexto estático, esa información no haya ofrecido ya o no se esté ofreciendo al ritmo óptimo. Los modelos estáticos eliminan en la práctica el tiempo y la sucesión. Todo lo que pueda ocurrir, ocurre ahora. Por tanto, lo que comenzó siendo un estado de cosas subóptimo ahora resulta ser todo el tiempo un óptimo. Los equilibrios estándar son óptimos en relación con el conocimiento que tengan los agentes relevantes. En otras palabras, la gente hace el mejor uso de lo que saben (hipótesis de los “mercados eficientes”). Pero esto resulta trivial desde una perspectiva normativa: el óptimo en este caso no significa ni más ni menos que el equilibrio. Continuar esta línea de razonamiento llevaría a la cruda tautología panglossiana que ha infestado el trabajo de algunos economistas (p. ej., Stigler, 1982).

Sólo algo exógeno al modelo puede tenerse en cuenta en la suboptimización del modelo. Esto equivale a decir que los modelos estáticos de maximización no pueden explicar (racionalizar) la suboptimización, no pasan de postularla. O un equilibrio es subóptimo en un sentido irrelevante e inexplicado o es óptimo en un sentido explicado pero trivial. Por tanto, la economía estática del bienestar se autodestruye. Mientras haya razones lógicamente suficientes para un estado imperfecto de conocimiento determinado, obviamente no podemos decir que podría haber menos ignorancia. Las condiciones preexistentes (p. ej., los costes y beneficios de la investigación) implican en rigor ese estado de conocimiento. En consecuencia, debemos relajar el enlace entre las causas y los resultados para decir qué cosas podrían ser mejores o que podría prevalecer más conocimiento. Como hemos visto, un marco conceptual que se tome en serio el tiempo introduciría ese indeterminismo en la estructura de modelos.

Por tanto, desde la perspectiva dinámica desarrollada en este libro, debe haber algún papel para la economía del bienestar. Como el conocimiento debería estar cambiando, evidentemente no podríamos evaluar un sistema por la eficiencia de sus asignaciones en relación con un cuerpo fijo de conocimientos. Más bien, el único estándar posible sería el grado en que distintos procesos y sistemas generan conocimiento o realizan descubrimientos. El mercado competitivo, entendido como una máquina de descubrimientos, es el tema del próximo capítulo. En ese capítulo, nos ocuparemos de análisis del bienestar en una teoría dinámica.


[1] Esto no es negar que un individuo no pueda superar la incertidumbre si la oficina sólo revelara las conjeturas a ese individuo. Si nadie más supiera esto, no habría razón para que cualquiera, excepto para la persona afortunada, cambiara sus conjeturas. Sin embargo, esto significaría que habríamos vuelto al mundo newtoniano.

[2] Para este modelo, el tiempo se detendrá si la oficina marca un final para sus actividades y se obliga a la gente a hacer su conjeturas finales.

[3] G. L. S. Shackle ha iniciado importantes avances en esta dirección. Ver especialmente Shackle (1969).

[4] Aunque el marco pueda haber predicho “bien2 en el pasado, podría haberlo hecho mejor. Igualmente, las circunstancias pueden haber cambiado y por tanto el marco debe asimismo cambiar para seguir haciéndolo igual de bien en el futuro.

[5] Otro ejemplo del fenómeno nos lo ofrece G. B. Richardson (1960). En principio, supongamos que en una industria hay “inicialmente” una tasa de de retorno esperada más alta de lo normal. Supongamos además que todos los participantes en el mercado tiene una previsión perfecta de ello y que se satisfacen todas las demás suposiciones convencionales del modelo competitivo. Si cada nuevo competidor potencial debe tener en cuenta el comportamiento de otros porque pueden producir una oferta competitiva, o bien habrá una expansión indefinida de resultados o ninguna expansión en absoluto. Si todo el mundo prevé un retorno por encima de lo normal, un número indefinidamente grande de empresas entrarán a la vez en el mercado y la tasa real de retorno será indefinidamente inferior que la “inicialmente” esperada. Pero si la gente es muy inteligente, podrá prever esto no entrar. Sin embargo, si nadie entra, la tasa a su vez no bajará hasta el nivel de equilibrio. En ningún caso, por tanto, la suposición de una previsión perfecta resulta compatible con una tendencia al equilibrio. Esta no es una mera situación similar a una telaraña, sino un problema de circularidad lógica. Cada potencial entrante debe tomar sus decisiones desde la base de lo que otros decidan. Sin embargo, el conocimiento perfecto de lo que pretenden hacer paraliza la capacidad de cada uno para tomar cualquier decisión. Cf. igualmente con Frydman, O’Driscoll y Schotter (1982).

[6] Hay un “proceso de mercado exógeno” sólo en el sentido de una reacción del mercado a vaivenes exógenos. Aunque el proceso puede iniciarlo alguien fuera del sistema, el propio proceso de ajuste es endógeno.

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