El 18 de noviembre de 2011, tras el Consejo de Ministros, Elena Salgado, ex vicepresidenta económica, insistió en que “España cumplirá con comodidad el objetivo de déficit” del 6% del PIB porque “hay margen suficiente para que no se produzca ninguna desviación”. Unos meses después, el déficit de España se cerraba con una desviación de más de 30.000 millones de euros.
En diciembre de 2015, el ministro de de Hacienda, Cristobal Montoro, aseguraba que España cumpliría con el objetivo de Bruselas. La desviación final fue mucho menor, de casi un punto, pero se generó. La de 2011 fue de más de tres. Una de las evidencias que muestran estos desvíos es lo rápido que se aumentan los gastos en España. Todo aumento de ingresos se consume, con creces.
En 2015 los ingresos fiscales aumentaron más que el PIB nominal gracias al crecimiento y las bajadas de impuestos, mostrando una fortaleza superior a otras economías de nuestro entorno. Los gastos se dispararon mucho más. España lleva, desde que decidimos que “había margen”, una expansión fiscal acumulada de más de 650.000 millones de euros en ocho años.
Con los ingresos extraordinarios de una burbuja inmobiliaria insostenible, el gasto público aumentó casi un 9% anual, un 49% en total, entre 2004 y 2009. Desde entonces se ha reducido menos de un 5%. Y que no les vengan con el subterfugio de que se gasta todo en Sanidad y Educación. España es el único caso entre las economías occidentales que multiplicó gasto, empleados y empresas “públicas” durante la recesión. Una auténtica administración paralela que consume, solo en Andalucía, 7.000 millones de euros del presupuesto. Diferenciemos gasto público de gasto político, y de ese nos sobra mucho.
Entre los dos periodos mencionados, 2011 y 2015, España ha conseguido reducir el déficit un 43%, y lo ha hecho a pesar de la decisión consciente de mantener el gasto público, sobre todo el social, que ha aumentado en 7.107 millones de euros desde 2011 a 2015, hasta los 187.211 millones. Además, lo ha hecho con un ajuste de la economía de casi 15 puntos del PIB entre déficit comercial y fiscal. No solo se han reducido importantes desequilibrios, sino que se ha hecho creciendo casi el doble que la media europea y creando 655.000 puestos de trabajo, bajando el paro a niveles de 2009. Pero no, no es suficiente. Y debemos seguir avanzando.
Esta semana la Comisión Europea ha analizado el incumplimiento del déficit de España, además de Portugal. La intención de Bruselas es que la sanción sea cero, como comentamos en esta columna y según confirmaron a EL ESPAÑOL fuentes europeas, además de las sugerencias de Dombrovskis y Moscovici durante su rueda de prensa (“la multa puede ser igual a cero”).
Lo que está claro es que ponerle una multa a un país que ha reducido el déficit a la mitad y creando más empleo que la mayoría de países de la UE sería sorprendente e injusto. Pero reforzar los controles es esencial, sobre todo ante un escenario de pactos, cuando la mayoría de la oposición parlamentaria solo habla de gasto, déficit y subidas de impuestos. Por eso es curioso que economistas y partidos que “exigen” relajar el déficit y aumentar gastos hoy se rasguen las vestiduras porque se relaja el déficit y se aumentan gastos.
Pero el problema del incumplimiento del déficit, fuera de cuestiones partidistas, es mucho más relevante, como explicábamos en “el déficit y los chocolates del loro”. Es que no se ha interiorizado en nuestro país que más déficit no es nada bueno ni supone más empleo. Que el déficit es la constatación de un desequilibrio estructural y su acumulación -más deuda-, lo que mal llaman “relajar”, siempre acaba en enormes recortes.
¿Dónde están los errores que cometemos que nos llevan a incumplir los objetivos?
– Estimaciones de ingresos exageradas. La media de error de las administraciones españolas -y europeas- con respecto a los ingresos fiscales ha sido, según estudios de la Universidad de Lisboa y el BCE, constante y además el error aumenta en los dos años posteriores al estimado. El cuento del “palo de hockey” en economías abiertas y endeudadas. En el caso español, una media del 1% del PIB. Preocupa que la mayoría de los partidos fíen el cumplimiento del déficit a ingresos estimados por partidas que son, como mínimo, extras (por ejemplo, “fraude fiscal”).
-Los gastos casi siempre aumentan más que los ingresos. España, desde 1980, ha sido en casi todos los años, una economía deficitaria. Excepto en el breve periodo de la burbuja inmobiliaria, nuestra economía simplemente se “come” los ingresos fiscales, sea cuales sean, con la política de patada hacia delante. Por eso decir que hay que subir impuestos para reducir el déficit es falaz. Las administraciones públicas consumen cualquier mejora de ingresos con creces, y se ataca el crecimiento potencial y la actividad económica. No hay más que ver el ejemplo de las “Comunidades del cambio”, han aumentado impuestos e incumplido déficit mucho más que la media. Cuando estábamos fuera del euro hundíamos la economía a base de “devaluaciones competitivas” que ni reducían el paro -media de 17,5%- ni mejoraban el patrón de crecimiento. Echar la culpa a las autonomías es fácil, pero no nos engañemos, esos gastos se multiplicarían igual centralizados.
–Ejecución presupuestaria. Si uno mira la ejecución presupuestaria de cada año hasta mediados de año, la cosa pinta bien…. Hasta que llega septiembre y se acercan las Navidades. Y se disparan, de manera literal, los gastos. A la carrera de “consumir presupuesto” se añade la de “si incumples, te tienen que rescatar”. Un Fondo de Liquidez Autonómica que ha funcionado como garantía de estabilidad también se ha utilizado por algunos como incentivo perverso para perpetuar el incumplimiento.
LA SOLUCIÓN, RESPONSABILIDAD CREDITICIA
Los que defienden aumentar los desequilibrios o, lo que es peor, reducir el déficit gastando más están poniendo en peligro el propio estado de bienestar que fingen defender. Si no hacemos los deberes ahora, cuando hay liquidez y tipos bajos, los recortes serán mucho más duros cuando esas condiciones no se den. “Relajar el déficit” solo nos lleva a acumular mayores problemas.
No gastar cantidades basadas en ingresos no recibidos aún. Hasta que no se recaude, no gastar. Presupuesto base cero y déficit cero, como en Alemania, con competencia fiscal. Una fiscalidad más cercana al ciudadano y que el gobierno autonómico o local tenga que responder de sus errores y sus subidas de impuestos ante sus votantes.
Unificación de centros de compra, reforma de la administración, que el propio ejecutivo estima puede ahorrar hasta 30.000 millones más. Y lucha contra el fraude fiscal realista, sabiendo que es una estimación, y no gastándose el dinero antes de recaudarlo. Si aflorando 15.600 millones hemos incumplido el déficit por un punto, no piensen que es la panacea de nada. Que nos lo gastamos antes de que aparezca. Es curioso que los mismos que dicen que un ajuste del gasto de 10.000 millones de euros sería letal para la economía no consideren que aumentar los impuestos en la misma cantidad sería devastador.
Tenemos un entorno excelente para tomar decisiones de calado. Crecemos un 2,8% anualizado, creamos empleo a tasas superiores al crecimiento del PIB nominal, se ha reducido el déficit comercial y la capacidad de financiación de la economía ha mejorado de manera sustancial. Pero no podemos ignorar los desequilibrios. Nuestra economía no va a salir del agujero deficitario usando a empresas y autónomos como cajeros que financien las ocurrencias políticas. Es la hora de medidas de oferta como las que ya se están implementando, y de reformas completas del sistema de gasto.
El impulso reformista debe recuperarse. Debemos poner todos el empeño, porque lo que no nos podemos permitir es enfrentarnos, silbando y mirando a otro lado, a un entorno global de ralentización, que se disparen los tipos y nos lancemos a otro shock de deuda. Pensar que la política monetaria va a cubrir los desequilibrios de la economía es un grave error y ya se ha demostrado que no funciona. Pensemos, de verdad, en España. No repitamos el 2008.
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