Pocos recordarán que hace unos años el mundo estaba preocupado porque el desplome del carbón podía tener un efecto dominó sobre las economías mundiales. Eso mismo ocurre ahora con el petróleo. Es verdad que el crudo tiene ramificaciones globales más importantes, pero si algo nos está demostrando el entorno actual es que el riesgo de una enorme crisis se disipa a medida que pasan más y más meses y el rey de las materias primas no levanta cabeza. Que no termine de recuperar niveles de resistencia clave por encima de 50 dólares, incluso con riesgos geopolíticos como el reciente de Turquía, Siria, Nigeria etc., es muestra evidente de lo bien suministrado que está el mercado y cómo se adapta a los menores precios.
Hay varios factores que ponen en riesgo el precio del petróleo a medio plazo:
– Irán ya exporta casi dos millones de barriles al día de los 3,8 millones de producción. El país ha recuperado el 80% de su cuota de mercado previa a la imposición de las sanciones, y tiene como objetivo llegar a 5,8 millones de barriles al día en 2021. Puede parecer un objetivo ambicioso, pero también se decía que Irak no iba a poder alcanzar la producción de la época de Saddam Hussein y lo ha hecho, alcanzando 4,25 millones de barriles al día. La OPEP produce 31,5 millones de barriles al día, casi un millón y medio más diario de lo que consideran su “cuota”. Lo más importante de Irán, en particular, es que es petróleo de bajísimo coste de extracción y muy alta calidad.
– Vuelve el fracking. Estados Unidos sigue produciendo más de 9 millones de barriles al día y lleva ya siete semanas aumentando el número de perforadoras en operación. La caída de algunos operadores minúsculos e ineficientes ha sido una quiebra financiera, pero no operativa. Esos pozos siguen operativos. Hemos visto más de 100.000 millones de dólares en ampliaciones de capital y reestructuraciones de balances, y un número muy limitado de quiebras, equivalente a menos del 1% de la producción. Sin embargo, la batalla entre tecnologías ha erosionado 500.000 barriles al día de producción en EEUU que se han más que compensado en el mercado global entre Irán e Irak.
– Vuelven los grandes proyectos. Tras el shock de la caída de precios, la industria se puso en marcha rápidamente para reducir costes y mejorar estructura de balance. La reducción de inversiones ha alcanzado un 25%, pero no ha afectado a los grandes desarrollos, como ha mostrado la producción reportada de las petroleras cotizadas. Que Exxon y Chevron anuncien una inversión de 37.000 millones de dólares en Tengiz es una prueba de que los números ya salen a 50 dólares el barril.
– La demanda crece, pero la eficiencia y las nuevas tecnologías siguen erosionándola. Es prácticamente imposible que se den las expectativas de crecimiento de demanda de China, a pesar de que crezca un 6,7% el PIB, y cada año el efecto sustitución de las nuevas tecnologías es mayor. Vehículos eléctricos, combustibles sintéticos, aviones solares… Todo esto parece irrelevante hoy, pero entre la eficiencia y la sustitución, se eliminan 2 millones de barriles al día cada año de demanda potencial de crudo.
Los grandes productores eficientes ya no rezan por que suba el precio a 70-80 dólares o 100 dólares el barril. Las empresas de servicios han bajado sus precios a los clientes hasta un 40%, el coste marginal de producción medio en las tecnologías más caras se ha desplomado a 40 dólares, incluso empresas como Simmons o Jefferies estiman que el coste marginal del fracking se ha reducido mientras la productividad ha mejorado y el de las arenas bituminosas también ha caído.
Y es que recordemos que el coste marginal de producción se disparó con la enorme expansión inversora que llevó a la industria a invertir más de 1 billón de dólares anual ante unas expectativas de demanda china y global claramente optimistas. Las empresas de servicios no daban abasto con las peticiones de equipos e ingeniería, y los precios por alquilar una plataforma de aguas profundas de última generación se multiplicaba por 10 en menos de una década, por ejemplo. Todo eso ha cambiado, y las grandes proveedoras de servicios, Baker Hughes, Halliburton y Schlumberger, ya estiman reducciones de más del 40% en precios.
Las medidas de aumento de eficiencia y ahorro por las mismas a 2040 equivaldrían a tres cuartas partes de la demanda de la UE, según la IEA. Se estima una reducción de demanda por medidas de eficiencia energética para 2035 equivalente a 12 millones de barriles al día (“una Arabia Saudí”). La intensidad energética (toneladas de petróleo equivalente por unidad de PIB) cae en todas las grandes economías y se espera que se reduzca aún más rápidamente en los próximos cinco años.
Pero no olvidemos el elefante en la habitación, ese que la industria ha sido incapaz de entender primero por arrogancia y luego por subestimar la tecnología. La sustitución. Lo explicamos en La Madre de Todas las Batallas (Deusto). Incluso los más escépticos se han sorprendido ante el avance inexorable del cambio. Eso no significa que el petróleo vaya a desaparecer del mix energético, pero que, como el carbón, seguirá perdiendo peso específico e importancia. Y los ganadores de esta batalla serán los que apuesten por la competitividad y la reducción de costes, no por la inflación de precios.
La edad de piedra no se acabó por falta de piedras ni la del reinado del petróleo por falta del mismo. Lo siento por los agoreros de distopia a lo Mad Max. El último barril de petróleo no valdrá millones de dólares, valdrá cero.
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