Que mundo! Terroristas, presidentes de corporaciones mentirosos, timadores de los mercados de valores, políticos locos por el poder, reguladores que conspiran, y expertos sobornados: ellos parecen estar en todas partes. Como las revelaciones acerca de Enron y sus conexiones políticas nos recuerdan, nuestro mundo está horriblemente marcado por las componendas, los favores especiales, el chantaje, los quid pro quos, la duplicidad y la hipocresía. El gobierno es el mayor transgresor, naturalmente, pero aparte de Dios mismo, en quién o en qué podemos confiar?
Hay una fuerza en este mundo en la que tú puedes confiar. Hizo caer a la ambiciosa Enron y demolió todas sus pretensiones, junto a decenas de miles de compañías antes consideradas infalibles, en los últimos dos años. Ha bajoneado el orgullo de aquellos que creen que son los dueños del futuro. Y con la misma facilidad, diariamente eleva al humilde desde las profundidades hasta grandes alturas. Da vuelta su nariz a las legislaturas y pisotea por completo el más grande plan centralista jamás ideado.
No tolera mentiras y, en el transcurso del tiempo, siempre se asegura que la verdad prevalecerá. No acepta ninguna coima, es implacable en su adhesión a los principios y es absolutamente incorruptible. Ningún poder de la tierra es su amo. No puede ser adulada o acallada. Se resiste a cualquier gobierno, incluso al más poderoso que haya conocido el hombre.
Es omnipresente. Sin embargo, es un gentil y compasivo sirviente de aquellos que van por sus caminos pacíficamente, trabajando incesantemente con y para la humanidad. Trabaja protegiendo al mundo de charlatanes, día a día, nunca durmiendo, nunca descansando. Y con la misma frecuencia que la gente ha tratado de abolirla o deseado su desaparición, ha respondido con gran vehemencia para recordarnos que es parte integral de la fábrica misma del mundo en que vivimos.
Hablo, por supuesto, de la ley económica. Esta no es una ley que alguien pasa o que alguien impone. Precede a cualquier estado y a toda legislatura y fiat ejecutivo. Está construida dentro de la estructura misma de la realidad. Toma paciencia entenderla, puesto que sus preceptos no son pegadizos o extravagantes, sino más bien bastante discretos. Pero es fútil tratar de evitarla, aunque el hombre nunca deja de intentarlo.
Ludwig von Mises la presenta de esta manera: “La ciencia de la economía muestra que prevalece en la secuencia e interdependencia de fenómenos de mercado, una regularidad inescapable que el hombre debe tomar en cuenta plenamente si es que quiere lograr los fines apuntados. Incluso el gobierno más poderoso, operando con la máxima severidad, no puede tener éxito en empeños que sean contrarios a lo que ha sido llamada ‘la ley económica.’”
La ley económica tiene muchas partes componentes. Por ejemplo, está la ley de la demanda: todo lo demás igual, cuanto más bajo sea el precio de un bien (o servicio), mayor será la cantidad de éste requerido por los compradores. Está la ley de la oferta: todo lo demás igual, cuanto más alto sea el precio de un bien o servicio, más grande será la cantidad de ese bien o servicio que será ofrecido en venta.
Existe una miríada de leyes precedentes (como la ley de la utilidad decreciente) y leyes derivadas como la ley del valor del dinero: siempre que la cantidad del dinero sea incrementada mientras la demanda por el dinero a ser mantenido en reservas de efectivo no haya cambiado, el poder adquisitivo del dinero caerá.
Como son estas leyes impuestas? No lo son. Simplemente existen y sin embargo su poder es ominoso y no solamente sobre la economía sino también sobre todos los asuntos del ser humano. Estas leyes explican, por ejemplo, porqué es que los políticos tienen muy poco control sobre como los recursos son asignados en la sociedad. Sin duda, los políticos pueden manipular los precios y los sueldos, ellos pueden barajar la riqueza por doquier, gastando y regulando, pero la ley económica toma su desquite al producir descoordinaciones, como excedentes y déficits, e ineficiencias de todo tipo.
Miles de tipos importantes pueden pagar $US 20,000 cada uno para reunirse en Nueva York y llamarse a si mismos el Foro Económico Mundial, pero no tienen el poder de dictar el curso de la regularidad inescapable en los fenómenos del mercado. Finalmente, esta gente está en la posición de observadores del vasto, y constantemente cambiante, nexo global de producción e intercambio, que sigue su camino alegremente. Ya sean hombres de negocios, burócratas, políticos, o expertos académicos, ellos no pueden finalmente administrar la economía del mundo.
La ley económica explica porqué la prosperidad y la civilización no pueden ser creados de la nada. Establece que deben haber ciertos prerrequisitos para la producción, específicamente el ahorro. La expansión crediticia por un Banco Central no es ningún substituto para el ahorro. Cuando se ve un crecimiento económico masivo generado por créditos fáciles, se sabe que no puede durar. Esta ley aplica en la escala micro, como le sucedió a muchos punto coms, y en la escala macro, como sucedió en el caso del boom económico de los años 90. Estas depresiones periódicas mantienen a la economía honesta. Es la ley económica en actividad.
Importa? Mira a la Argentina. Unos cuantos años atrás, parecía ser un próspero país. Los sueldos eran altos y el sistema político era estable. Luego los políticos y sus intereses aliados decidieron enfrentar a la ley económica. Ataron el peso al dólar mientras hacían que el valor de los pesos decline imprimiéndolos. Incrementaron los gastos sin tener medios para pagar la cuenta. La ley económica golpeó nuevamente, desmoronando el valor del peso y humillando a toda la élite política; el país voló hacia el caos.
Sucede lo mismo con otros intentos de burlar la ley económica. Considere el tema del proteccionismo. En este momento, U.S. Steel [Nota de Traductor.- compañía de acero de Estados Unidos] está librando una masiva campaña de cabildeo para dejar afuera a las importaciones competitivas. Si tiene éxito, los consumidores serán estafados pero no se conseguirá que U.S. Steel sea un productor más eficiente. Solo posterga el día cuando la compañía tenga que confrontar la realidad y algún día ciertamente lo hará. Eso sucederá porque la ley económica es vastamente más poderosa que el recaudador de la tarifa o que la voluntad política de salvar una industria que está perdiendo en la competencia.
La gente se queja de que la teoría económica es abstracta e inaccesible. Tal vez sea así. Pero no hace ningún bien negar su preeminencia como una herramienta para explicar los quehaceres de la humanidad. Aprende de ella o ignórala, ella sigue allí, accionando su magia en el mundo. El presidente Bush, por ejemplo, parece creer que no hay precio que pagar para establecer un imperio militar mundial. Pero la ley económica dicta que todos los recursos utilizados en relación a un fin particular deben venir de algún lugar.
Los gastos deben ser pagados de alguna manera y el gobierno solo tiene tres herramientas: impuestos, inflación, y deuda. Los tres salen del pellejo del público. El dice que no escatimará ningún gasto en darnos seguridad, pero es la ciudadanía y no Bush quien debe pagar la factura.
Otra ley económica es la ley del intercambio: especifica que dondequiera que una persona voluntariamente acuerda entregar algo que le pertenece (ya sean bienes, labor, o dinero) a cambio de algo que pertenece a otra persona, ambas partes terminan beneficiándose. Esa es una breve descripción de la esencia de la actividad que genera prosperidad y que ocasiona que se origine la civilización y que florezca.
Es esta ley económica del intercambio – no bombas, gastos del gobierno, regulaciones, créditos fáciles del Banco Central, o fraudes en el mercado de valores – la que es la fuente de riqueza, salud y seguridad en nuestro mundo. A los políticos no les importa un pito porque la voluntariedad no es lo que los caracteriza; pero la ley económica siempre tiene su revancha. Tumbó a la Unión Soviética y hará lo mismo con cualquier estado o institución que crea ser inmortal.
Traducción por John Leo Keenan, el artículo se encuentra aquí.
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