miércoles, 20 de julio de 2016

Cómo hacer de nuevo realmente seguros los Estados Unidos, por Mises Hispano.

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Hoy empieza la Convención Nacional Republicana en Cleveland, a la que muchos ven como un lugar apropiado para el Partido Republicano moderno. Aunque muchos en la base del partido ven a Trump como un personaje similar a Lebron James, que puede devolver al Partido Republicano a la victoria, el establishment del partido ha considera a Donald más como Johnny Manziel: un mocoso inmaduro y egoísta que no tiene las habilidades que se necesitan para actuar en el gran escenario. Aunque no hay forma de saber dónde acabará el ticket Trump-Pence en noviembre, un gran evento televisivo en prime time parece ajustarse naturalmente al pedigrí de Trump como artista.

Como tal, el Equipo Trump ha decidido dedicar cada uno de los días de la convención a un tema concreto desarrollando su ahora icónico “Make America Great Again” [“Hacer de nuevo grandes a los Estados Unidos”] siendo esta noche “Make America Safe Again” [“Hacer de nuevo seguros los Estados Unidos”]. Aunque no hay ninguna razón para esperar ninguna solución real del teatro político del día, consideremos qué hace falta realmente para lograr el objetivo del titular de la noche.

Acabar con el imperio estadounidense

Para cualquiera que haya apoyado las incursiones de Ron Paul en la política presidencial, el paso más evidente es también el más importante: acabar con la desastrosa política exterior estadounidense. Estados Unidos tiene casi 800 bases militares en más de 70 países. David Vine pone esto en la perspectiva correcta señalando que “Gran Bretaña, Francia y Rusia, por el contrario, tienen unas 30 bases en el extranjero entre todas”. Un imperio así no solo es caro, contribuyendo a que los costes militares de Estados Unidos asciendan a 700.000 millones de dólares anuales, sino que ha hecho directamente a los estadounidenses menos seguros en casa.

La presencia estadounidense en Oriente Medio ha catalizado desde hace mucho el terrorismo contra occidente y EEUU en particular. El número de bases estadounidenses en países como Arabia Saudita sirve como herramienta de reclutamiento, si no como motivación principal, para grupos terroristas como Al Qaeda y fue la justificación declarada para los ataques del 11 de septiembre.

La represalia evidentemente no se limitó al 11-S. ISIS, la organización terrorista considerada como la amenaza de seguridad más grave ahora mismo para Estados Unidos, fue una consecuencia directa de la Guerra de Iraq. ISIS empezó originalmente como Al Qaeda en Irán, fundado por Abu Musab al-Zarqawi. Al-Zarqawi, un jordano, acudió a Iraq debido a la invasión de EEUU y murió en un ataque aéreo en 2006. Su organización terrorista no murió con él, sosteniéndose incluso a pesar de las muchas bajas que generó la intensificación de la ofensiva de EEUU en 2007.

Fie clave para el posterior crecimiento del ISIS el que fuera capaz de expandir su alcance más allá de los yahidistas suníes jóvenes que constituían la mayoría de la mayor red de Al Qaeda. ISIS añadió a sus filas muchos antiguos líderes baazistas del anterior gobierno de Saddam Hussein, a los que se les impidió tener un lugar en el nuevo gobierno iraquí. A pesar de que estas facciones fueran históricamente opuestas, la Guerra de Iraq dio a ambos grupos un enemigo común en Estados Unidos y sus aliados. De hecho, muchos miembros futuros del liderazgo de ISIS estuvieron en la misma prisión de EEUU, Camp Bucca, a la que el mayor general Doug Stone describía como una “universidad yihadí”.

El ISIS fue posteriormente capaz de aprovechar los vacíos de poder causados por el gobierno de EEE con el derrocamiento de Muahmmar Gaddafi en Libia y la guerra civil que estalló en Siria, permitiendo que se convirtiera en lo que es hoy.

Sin embargo, es importante señalar que la hostilidad a la presencia militar de Estados Unidos en el extranjero no se limita a Oriente Mediio. Decenas de miles d manifestantes tomaron las calles en Japón tras la muerte de una mujer japonesa a manos de un trabajador estadounidense de la base de EEUU en Okinawa. Fue simplemente el último de una serie de incidentes violentos que implicaron a estadounidenses de la base y japoneses locales. Este es el peligro propio de establecer a miles de estadounidenses en países extranjeros, donde todo delito violento corre el riesgo de convertirse en un incidente internacional.

Acabar con el subsidio público a la inmigración

En Gobierno omnipotente, Ludwig von Mises condenaba apropiadamente las consecuencias de las fronteras cerradas, argumentando que la “política de puertas cerradas es una de las causas raíz de nuestras guerras”.

Por desgracia, muchos libertarios parecen la inmigración simplemente como una alternativa binaria entre fronteras “abiertas” y “cerradas”, que ha llevado a un amplio apoyo a todos y cada uno de los intentos de gobierno de subsidiar la inmigración. Igual que un apoyo al libre comercio no equivale a un apoyo a la subvención pública de las exportaciones, como el apoyo del banco de exportación-importación proporciona a empresas de EEUU como Boeing en los negocios que lleva a cabo internacionalmente, oponerse a las restricciones públicas sobre la inmigración no significa apoyar los intentos de inmigración que son financiados e impulsados por el gobierno.

Esta mala comprensión de la inmigración tiene implicaciones de seguridad cuando se combina con el entorno fomentado por una política exterior insensata de Estados Unidos.

Por ejemplo, fue comprensible que el año pasado los estadounidenses, así como los políticos estatales y locales, plantearan su preocupación por el decreto de la administración Obama de traer a miles de refugiados sirios a Estados Unidos. Considerando los juramentos realizados por el ISIS de infiltrarse en esos programas y las preocupaciones expresadas por altos cargos de seguridad acerca de su incapacidad de investigar apropiadamente a los refugiados, la administración agravó el asunto rechazando trabajar con gobiernos estatales y locales en la ubicación de los inmigrantes. Es un pequeño ejemplo de los asuntos más importantes que afronta Europa, donde sus propios programas de inmigración, controlados por el estado, han llevado a algunos pueblos pequeños alemanes a tener más refugiados que residentes nativos.

Junto con el potencial riesgo de terrorismo, que hay que reconocer que es mucho menos grave que el del actual programa de visados del gobierno de EEUU, hay una preocupación evidente por los disturbios sociales de un cambio tan rápido en demografía y cultura.

Esto no quiere decir que no haya una aproximación libertaria para ayudar en la crisis humanitaria que ha generado el conflicto en Siria. Como destaqué el año pasado, Canadá ofrece un modelo al permitir que organizaciones privadas paguen la reubicación de refugiados en su país. Aunque siga habiendo preocupaciones por el proceso de investigación, hacer que la financiación de la inmigración venga de donantes privados, y no públicos, significa que los grupos privados tengan su propio nivel adicional de investigación y quienes la superen serían invitados por esos grupos, no impuestos a una comunidad a través del poder ejecutivo.

Reforma de la justicia penal

Dado tanto los recientes trágicos tiroteos de civiles por policías y la represalia deliberada contra ellos, la seguridad en las calles hoy no se limita evidentemente al terrorismo. Por desgracia, la retórica resultante ha sido en buena parte de naturaleza incendiaria y colectivista. La crítica de las actuales tácticas policiales no debería construirse como una guerra contra la policía, igual que los asuntos relacionados con la aplicación del derecho raramente son tan sencillas como el fantasma siempre popular del simple racismo.

Un peso evidente hacia una reconstrucción de la confianza entre las comunidades y las fuerzas del orden y la reducción de incidentes que pueden poner en peligro las vidas de ambos, es reducir el número de leyes penales en Estados Unidos. Como señalaba recientemente Ryan McMaken, la mayoría de los arrestos en Estados Unidos hoy no tienen nada que ver con los delitos violentos:

En 2014, de 11.205.833 arrestos en toda la nación (en EEUU), 498.666 fueron por delitos violentos y 1.553.980 por delitos contra la propiedad.

Esto significa un 82% de arrestos realizados por algo distinto a delitos violentos o contra la propiedad.

Además, muchas de estas infracciones no violentas, como uso de drogas, ebriedad, portar un arma blanca ilegal u otras infracciones que deberían considerarse como pequeñas faltas pueden llevar a mucho tiempo de cárcel o prisión, así como a serias multas y ganancias perdidas.

La aplicación de estas “pequeñas faltas” no solo puede convertirse en muertes, como en el caso de las muertes muy comentadas de Eric Garner, Alton Sterling y Philando Castile, sino que también dan a los ciudadanos más causas para preocuparse por trabajar con la policía. Cuanto más complejo es el código legal, más fácil es de incumplir, voluntariamente o no. En palabras de antiguo filósofo chino Lao-Tse: “cuantas más leyes se crean, más delincuentes se crean”.

Devolver el enfoque de la aplicación de la ley a la protección de vida, libertad y propiedad y alejarla de enfoques más grandes como la guerra contra las drogas y la aplicación del proteccionismo público haría mucho por reconstruir la confianza entre las fuerzas del orden y la gente.

Responsabilizar a las fuerzas del orden

Otra clave para reconstruir la confianza es eliminar barreras institucionales que impidan que los abusadores con placa sufran la misma justicia que los civiles. El privilegio estatal no se limita a antiguos secretarios de estado, las denuncias malas prácticas policiales raramente generan acusaciones y  los policías violentos a menudo están protegidos frente a sanciones disciplinarias graves por los sindicatos públicos. Aunque con seguridad no todas las acusaciones son legítimas, hay demasiados ejemplos de daños indignantes a personas inocentes por fuerzas del orden sin ninguna consecuencia grave.

Por el contrario, la carga de la indemnización por brutalidad policial recae en realidad sobre el público. En 2014, el Baltimore Sun destacó los 5,7 millones de dólares que se habían pagado en acuerdos sobre brutalidad policial por la ciudad de Baltimore por encima de los últimos tres años. Esto se corresponde con el aumento en los acuerdos policiales en grandes ciudades en todo el país. La percepción de que los agentes de policía violentos son examinado bajo un patrón distinto que la gente a la que protegen es indudablemente una gran fuente de desconfianza hoy en Estados Unidos.

Volver a hacer de la policía agentes de paz

Destacar los aspectos institucionales que protegen a los malos policías no debería considerarse como una acusación a todas las fuerzas del orden. Una sociedad civil requiere la aplicación de leyes y el importante papel que realizan a la hora de proteger vida y propiedades. Por eso es tan crucial invertir la creciente tendencia hacia unas fuerzas policiales militarizadas y volver por el contrario las fuerzas del orden al papel de agentes de paz que sirven a la comunidad.

La mejor forma de lograr este objetivo sería aumentar la cantidad de policía privada en Estados Unidos. Como señalaba Tate Fegley la semana pasada, la policía privada no solo es algo que ocurre común mente en Estados Unidos, sino que ha demostrado ser al tiempo más responsable y eficaz que la policía socializada. Un buen ejemplo puede encontrarse en Detroit, donde del Threat Management Center no solo llena las grietas de las fuerzas públicas del orden, sino que proporciona programas y servicios dirigidos a la prevención del delito. Como su relación con la comunidad es voluntaria, en lugar de ordenada por el estado, tiene un incentivo para impedir el delito y responder ante aquellos a los que sirve, no está aislado de la opinión de la comunidad.

Hacer a Estados Unidos seguro frente al gobierno

El hilo común de todos estos puntos es que la mayor amenaza para la seguridad de Estados Unidos son las acciones de su propio gobierno. Pero no esperéis oír a los políticos reclamar reducciones de su propio poder a corto plazo.


Publicado originalmente el 19 de julio de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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