Después del Brexit la Unión Europea afronta una de las peores crisis de su todavía corta historia. Al más puro estilo kunderiano muchas voces se preguntan, no sin motivo, sobre la inutilidad de su existencia.
¿Podría tener UK los aspectos positivos de la UE sin los aspectos negativos?
Los primeros movimientos de políticos británicos después del Brexit, más allá de dimisiones, han sido los de mostrar un gran interés en seguir formando parte de la unión aduanera y de capitales a pesar de la salida política. Prácticamente toda el ala política del Brexit manifiesta la conveniencia de seguir integrados económicamente al resto de Europa (rompiendo así los clichés aislacionistas).
Así parecería que, al menos desde el punto de vista económico, Reino Unido podría estar en el mejor de los mundos si las negociaciones llegan a buen puerto: integración en el mercado único europeo (el mayor del mundo por PIB) y desligarse de las ineficientes, numerosas y onerosas leyes provenientes de Bruselas.
Sentimientos anti-europeístas en uno y otro lado.
Existe una ola creciente en Europa de sentimiento antieuropeo. En la mayoría de países, estos sentimientos se canalizan a través de partidos muy a la izquierda (España o Italia) o partidos muy a la derecha (Francia o Austria). Tanto en unos como en otros el ideal es romper cualquier tipo de lazo, ya sea político, comercial o de movilidad de capitales y movilidad de personas (en esto último la izquierda suele diferir).
El caso inglés es una rara avis en este sentido. Hay dos grandes corrientes dentro del Brexit, una muy parecida a la del resto de Europa, aislacionista y proteccionista, principalmente centrada en los perjuicios de la libre circulación de personas. Aunque como comentamos esta ala no parece ser la que políticamente se esté imponiendo, esta visión tiene un gran apoyo popular.
Sin embargo, dentro de los partidarios del Brexit hay otra corriente muy extendida que propone eliminar los lazos políticos, pero dejando intactos los lazos sociales y económicos. Esto es, se busca una descentralización política dejando intacto el mercado único y los comunes lazos culturales con el resto de Europa. Agradan las instituciones europeas originales (aquellas de los 50s) que veían en la libertad comercial la vacuna perfecta contra los conflictos armados que tanto daño habían causado.
Por desgracia, desde los 90s, las instituciones europeas viran hacia una centralización política que en muchos casos cercena las libertades económicas de las instituciones originales. De forma que, actualmente, pertenecer a la UE tiene todavía la ventaja del mercado único de libre circulación de bienes capitales y, en menor medida, personas, y el inconveniente de tener que hacer frente a unos costes regulatorios crecientes y a un enorme intervencionismo económico de puertas afuera.
La segunda corriente del Brexit busca conservar las ventajas de la UE y desechar los inconvenientes, como ya lo hacen países como Suiza, Noruega o Islandia, todos con acceso al mercado único y descentralizados políticamente.
¿Permitirá la burocracia de la Unión Europea acceder al mercado único al Reino Unido?
El desarrollo económico de UK en los siguientes años van a depender de dos factores:
1- Que la rama del Brexit que salga triunfante sea la segunda (descentralización política e integradora social y económicamente con el resto de Europa).
2- Que las instituciones europeas no impongan sanciones a UK, y permitan que se sitúen en una posición similar a la posición que actualmente tienen países que no forman la UE pero tienen acceso al mercado único.
Esta segunda posición es especialmente difícil, sobre todo porque puede suponer el fracaso de la integración política europea. Y es que, evidentemente, interesa poco que un país salga (esto era un club hasta ahora sólo de entrada), y mucho menos interesa que el país que salga tenga un desempeño económico muy superior al resto (muchos más querrán seguir su camino).
El desarrollo económico de años venideros en UK va a depender de decisiones políticas, muchas de las cuales se tomarán, no pensando en el bienestar de los ciudadanos, sino, como casi siempre en estos ámbitos, en el bienestar de los políticos y burócratas que toman estas decisiones.
Si UK es un ejemplo de éxito de integración social y económica, con un rendimiento económico notable, será una piedra en el zapato para los burócratas de Bruselas.
Si UK es un desastre en los años venideros, con huida de capitales y problemas en sus empresas, con caída en su moneda y mercados financieros, será un motivo para evitar futuras salidas de la cada vez más intervencionista Unión Europea.
La disyuntiva esencial
En definitiva, la Unión Europea, en su insoportable levedad, se encuentra en una situación políticamente complicada. Si deja acceder a UK al mercado único, pondrá de manifiesto el desastre económico que significa la integración política. Si deja fuera a UK, hundirá el barco inglés para mantenerse a flote unas décadas más, hasta que el centro económico del mundo se mueva definitivamente a las potencias emergentes orientales. En ambos casos, la falta de competencia política y el dirigismo de Bruselas están condenados al fracaso. La disyuntiva esencial es, entonces, si el proyecto político europeo va a fracasar a corto plazo o a largo plazo.
Si el fracaso es a corto plazo, se abren dos posibilidades:
- Modelo desintegrador de la izquierda o la derecha radicales. Vuelta a la ineficiente economía autárquica. Normalmente los modelos autárquicos son fuente de conflictos (si comerciando no se puede acceder al recurso del extranjero, es preciso arrebatárselo).
- Modelo integrador de los 50s. Vuelta a la libre movilidad de bienes, personas y capitales con competencia política. Hay una competencia entre diferentes jurisdicciones por atraer capital e inversión. El crecimiento económico vuelve a repuntar y Europa se emplaza y consolida como el centro económico mundial.
Si el fracaso es a largo plazo, Europa quedará como un bloque político único. Se armonizarán (con subida de impuestos) las leyes fiscales, se creará una hacienda única europea, y surgirá un mega Estado Europeo. Si bien geopolíticamente Europa gana en peso, su creciente intervención en la vida económica y la inflación legislativa, unida a la falta de competencia regulatoria, hace que el crecimiento económico se resienta cada vez más. La importancia económica de la Unión Europea (ahora mismo número uno en el mundo) podría caer rápidamente hasta el tercer puesto (por detrás de EEUU y China) y, en el medio/largo plazo, hasta el cuarto puesto (cuando el gigante indio despierte).
Hasta el Brexit, el fracaso a largo plazo era el camino que seguía la Unión Europea. Gracias al Brexit, se abre la posibilidad de que el fracaso a corto plazo se torne en una vuelta a los principios originales de la Unión Europea.
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