lunes, 11 de julio de 2016

El antídoto contra la Europa impositiva, por Libertario.es

Recientemente, la opinión pública, la agenda política y los mercados se han visto azotados por el fenómeno del Brexit: el principio de la salida de Reino Unido de la Unión Europea tras la celebración de un referéndum prometido por David Cameron.

Todo el mundo se volvió loco. Unos diciendo que era impensable la salida de un Estado miembro fundador de la organización precursora de la UE; otros esgrimiendo argumentos antidemocráticos, diciendo que era indignante que “los viejos” votasen sobre cosas que no iban a vivir y condicionasen el futuro de “los jóvenes” (curiosamente el mismo razonamiento que utilizaron los fanáticos de Podemos tras el 26J…); y otros tantos profetizando el fin del mundo porque los británicos votasen mayoritariamente a favor de dejar una UE que se ha alejado progresiva y peligrosamente de los objetivos originales planteados durante su fundación.

Ahora bien, ¿qué tiene todo esto de cierto? ¿Es acaso incompatible promover la creación de una comunidad en pro del comercio y la libertad y abandonar, posteriormente, la unión surgida a partir de esa comunidad en pro de la regulación y la burocratización del sistema? ¿Es democrático restringir el voto de acuerdo a un criterio generacional? ¿No disfrutan los jóvenes de los derechos y libertades logrados por sus predecesores? Y, más allá de eso, ¿se va a acabar el mundo porque Reino Unido deje de formar parte de un grupo de países -muchas veces incompatibles entre sí- cuyo denominador común es estar sometidos a una sobrerregulación de la economía y diversos aspectos de la vida cotidiana? Como diría la gran Margaret Thatcher: “No, no, no!”

La salida de Reino Unido no es, en principio, ni “buena” ni “mala”. Dejémonos de cuñadismos, predicciones alocadas y sentimentalismos europeístas. La practicidad es lo que debe mover nuestras acciones, no la subjetividad y el banal pensamiento de que debe mantenerse dentro de la Unión porque “es lo lógico”. Que este acontecimiento sea positivo o negativo depende del rumbo que tome Reino Unido de cara al futuro. Y tiene dos opciones: convertirse en algo similar a Suiza, un país independiente de la UE pero con estrechos lazos político-económicos; o pasar a ser un país aislacionista, autárquico y más estatista que la propia UE. Por ahora (y solo por ahora), parece apuntar a lo primero. Entre las primeras medidas adoptadas por el gobierno británico tras el Brexit se encuentra, entre otras, la reducción del Impuesto de Sociedades al 15%, en un intento por calmar las aguas y el pánico en los mercados y continuar atrayendo inversión al país. No obstante, también es cierto que la libra se ha desplomado en bolsa tras la incertidumbre y el miedo de los inversores. En cualquier caso, todo está por ver.

La clave en todo este asunto es, como siempre, si Reino Unido opta por el camino de la libertad o por el del liberticidio. Y, como siempre también, recordemos que la libertad siempre es lo correcto. El Brexit puede triunfar como una forma de efecto llamada al resto de países de la UE para presionar al aparato de Bruselas a abandonar sus políticas estatistas; o fracasar y resultar otro experimento fallido del nacionalismo en pos de una autosuficiencia que, en un mundo tan globalizado como el nuestro, no existe.

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