En su nuevo libro, Who Needs the Fed?, John Tamny hace un alegato convincente de que la Reserva Federal es completamente innecesaria. Capítulo tras capítulo, ofrece ejemplos de personas realizando transacciones de crédito y explica cómo cualquier manipulación pública de estas transacciones es contraproducente o, en el mejor de los casos, innecesaria.
De los deportes a Silicon Valley y de Hollywood a Taylor Swift, Tamny revela la importancia de asignar recursos a usos rentables. Argumenta que solo las personas interactuando de mercados no intervenidos puede llevar a cabo esa tarea y acude a Ludwig von Mises y Henry Hazlitt a lo largo del libro para hacer este alegato.
Tamny es un feroz defensor de los mercados libres y es tan radical como Rothbard con respecto a los impuestos. Disfruté especialmente con su demolición de la sugerencia de los defensores de la economía de la oferta de disminuir los tipos fiscales marginales para aumentar el ingreso fiscal total.
El libro ya ha recibido muchas buenas críticas, así que aprovecharé para tratar algunos de los puntos explícitamente antiaustriacos en su libro. Mis comentarios críticos ocuparán la mayoría de mi reseña, pero el espacio que ocupen no debería considerarse proporcional a mi opinión sobre el libro en su conjunto. Tamny es un gran compañero de viaje de la Escuela Austriaca e indudablemente tiene en alta consideración a Mises y Hazlitt.
La definición de crédito de Tamny
Dinero, banca, banca centralizada y política monetaria pueden ser abrumadores para algunos. Tamny trata de simplificar estos conceptos hasta lo esencial y, como un buen maestro, repite sus definiciones sencillas las suficientes veces como para que se graben en la mente del lector. Hacia el final del libro, el lector casi puede terminar por sí mismo los capítulos de Tamny, con solo una indicación introductoria.
Sin embargo, a veces las definiciones son demasiado sencillas y pierden su capacidad para ser usadas en un buen análisis económico. Tamny mantiene una definición inaceptable del “crédito”. Desde el capítulo 1 y a todo lo largo del libro, el “crédito” es siempre y solo “recursos reales”. Su justificación es que los prestatarios no toman prestados dólares solo “para maravillarse de cómo crujen”, sino para demandar bienes y servicios reales, aunque podría decirse lo mismo para salarios monetarios, precios monetarios o cualquier tipo de renta monetaria. Procede a usar el término “crédito” solo en formas que sean sinónimas de “recursos reales”, lo que funciona sin errores algunas de las veces, pero no siempre.
La definición (crédito = recursos reales) es mala porque realmente no expresa la naturaleza de lo que conocemos como crédito o porque es claramente distinto de otros fenómenos del mercado. Evidentemente, las definiciones son importantes en economía y la evidencia de esto llega cuando se descompone el análisis económico de Tamny.
Para que quede claro, una transacción de crédito implica al intercambio de un bien presente por un bien futuro. Los bienes no tienen que ser dinero y no tienen que ser los mismos, pero debe haber una separación temporal. Cuando se intercambia dinero actual por dinero futuro, evidentemente el prestatario y el prestamista no están considerando en último término el crujido o placer de tener dinero, sino lo que pueden comprar con el dinero en el mercado. Sin embargo, esto no cambia el hecho de que lo que se intercambia es dinero.
Tanto el ahorro real como la expansión artificial del crédito aumentan la oferta de fondos prestables presentes y disminuyen en los tipos de interés. Ambos tienen consecuencias sobre la producción y el consumo en toda la economía. La definición del crédito de Tamny le impide ver esto.
¿Es la Fed solo una burocracia que controla los precios?
Los mayores problemas se producen cuando dice que la Reserva Federal no puede expandir el crédito. Si “crédito” son “recursos reales”, evidentemente la política de la Reserva Federal no puede aumentar la cantidad recursos reales en la economía. En el caso de Tamny, esto le lleva a la desafortunada conclusión de que “la Fed no puede cambiar la realidad económica sobre el terreno”. Esto no solo liquida su por otro lado fiero mensaje retórico (¿por qué debemos abolir una instrucción inocua?), sino que resulta también engañoso, como puede atestiguar cualquiera familiarizado con la teoría austriaca del ciclo económico (TACE).
En opinión de Tamny, la Fed es solo una burocracia que controla los precios y que las personas evitarán de la mejor manera posible. Sus políticas de establecimiento de tipos de interés son similares a los controles de precios del New Deal en sus consecuencias económicas.
Tamny evidentemente no puede evitar nombrar a los economistas austriacos al hacer estas afirmaciones. Les acusa de creer en la idea keynesiana de que el gobierno puede crear prosperidad con una política monetaria expansiva. Lamenta que esta gran escuela de pensamiento en economía entienda esto erróneamente. Estoy encantado de darle una buena noticia: los economistas austriacos a los que reverencia tanto tienen razón acerca del dinero, la banca y los ciclos económicos. He aquí por qué.
Los efectos de una política monetaria expansionista
Una política monetaria expansiva tiene efectos más profundos y amplios que simples controles de precios. La Fed no se limita a decretar un nuevo tipo interbancario de préstamo más bajo. Inunda los mercados del préstamo con dinero recién creado. Los bancos toman prestado el nuevo dinero a tipos muy asequibles y luego lo usan para acumular nuevos préstamos para empresas y consumidores. Es un objetivo declarado de la política monetaria expansiva: la Fed trata de estimular el gasto en toda la economía.
A medida en que las empresas toman el nuevo dinero, aumentan sus demandas de factores de producción, especialmente para procesos de producción nuevos y más largos. Admitamos que la Fed no crea mágicamente nuevos factores de producción, sino que solo actúa aumentando la demanda de la oferta presente de factores. Por tanto, los precios de estos factores aumentan significativamente, especialmente en el sector de los bienes de capital.
El consumo aumenta en la misma proporción. Las rentas nacionales aumentan al llegar el nuevo dinero a los consumidores, estimulando un mayor consumo. Así que con la hay un apresuramiento general para usar los recursos reales actuales de la economía y los precios y salarios nominales aumentan consiguientemente debido a la inflación. Todos se sienten bien, pero no puede durar.
Las nuevas líneas de producción abiertas por la expansión monetaria no pueden completarse, porque el capital real requerido para hacerlo sencillamente no existe. De hecho, la cantidad recursos reales en la economía ha disminuido a través del festival de consumo causado por los falsos beneficios y el aumento de los precios de los activos. La creciente escasez de capital encarece los costos de producción y los beneficios previstos se convierten en pérdidas reales. La estructura de producción, lejos de estimularse, se ha devastado e ignorado. El auge entonces se convierte en un declive al tener pérdidas las empresas y tratar de liquidar el capital mal invertido y despedir a trabajadores. Salarios y precios disminuyen desde sus máximos previos.
Tamny explica mal la TACE y luego la acepta (causalmente)
Esto está lejos de la representación de Tamny de la postura austriaca, pero después de una diatriba contra los austriacos, describe accidentalmente lo esencial de la TACE de pasada:
Mientras los keynesianos enfrentan su creencia en que los gobiernos pueden expandir el pastel económico a través de un gasto excesivo, los austriacos cada vez argumentan más que los gobiernos pueden hacer algo similar, a través de la emisión de crédito “excesivo”. Muy sencillamente, no pueden. Igual que los gobiernos solo pueden gastar lo que han tomado antes de nosotros, pueden emitir crédito (en el sentido de recursos reales) solo si antes lo han tomado en nosotros. Ya sea por el gobierno o por la Fed, cualquier intento de estimular el crédito equivale a encogerlo, debido a su mala asignación, no a su expansión. Y va contra el crecimiento económico, no el origen de los auges, como piensan algunos austriacos. [Las cursivas son suyas, las negritas mías].
La frase destacada es una admisión inadvertida de la verdad de la TACE. Los austriacos no afirman que la Fed cree auges sostenibles o nuevos recursos reales, sino todo lo contrario: auges insostenibles a través del consumo y la mala inversión de los recursos reales. La expansión del crédito (nominal) parece un aumento en el ahorro real, pero es todo ilusorio. El auge temporal que engendra no es “crecimiento económico” como dice erróneamente Tamny, sino lo contrario: declive económico y destrucción de riqueza.
La explicación austriaca del ciclo económico es coherente porque permite una disociación entre términos reales y nominales, que Tamny no considera en su libro, a pesar de lo esencial que es esto, no sólo para la teoría del ciclo económico, sino para la economía en general. Debido a su extraña definición del crédito, tiene que tratar de explicar qué hace exactamente la Reserva Federal cuando lleva a cabo una política monetaria expansiva. Y parece muy confundido cuando afirma que los economistas austriacos creen que la Fed puede estimular el crecimiento económico a través de una política monetaria expansiva, cuando es bastante notorio que los austriacos argumentan lo contrario.
La banca de reserva fraccionaria y el multiplicador monetario
Otra área de confusión incluye su explicación y defensa de la banca de reserva fraccionaria. En ella desafía explícitamente de nuevo a los economistas austriacos por entenderla mal:
Tal vez resulte sorprendente que los miembros de la Escuela Austriaca de libre mercado sean los mayores críticos de que los bancos presten la mayoría de los depósitos que tienen. Como dijo hace mucho tiempo Murray Rothbard, un genuino austriaco: “Los bancos de reserva fraccionaria (…) crean dinero de la nada. Esencialmente lo hacen de la misma manera que los falsificadores”.
Ofrece un ejemplo para demostrar que no existe el multiplicador monetario:
Para entender mejor por qué esto es mucho ruido y pocas nueces, sentaos en una mesa con cuatro amigos. Pedid a uno de ellos que ponga 100$. Haced que esta persona preste 90$ a su vecino de mesa, que luego presta 81$ a su vecino, que presta 72,90$ a su vecino. Pronto descubriréis que sigue habiendo 100$ en la mesa después de todo este frenesí prestamista.
Claro. Por desgracia, su ejemplo no tiene nada que ver con la banca de reserva fraccionaria. Lo que los amigos están haciendo alrededor de la mesa son simples transacciones de préstamo. No hay depósitos, ni sustitutivos del dinero, ni medios fiduciarios, ni reservas. Solo préstamos. Rothbard incluso incluía un ejemplo similar en su libro El caso contra el banco central, solo para demostrar que “Lo importante aquí es que el dinero, ya sea oro u otras formas habituales de efectivo, no ha aumentado en modo alguno”.
Lo que ocurre la banca de depósito es muy diferente. Consideremos un banco de depósito que siempre haya mantenido reservas al 100%. Funcionan simplemente como un almacén de dinero. La gente deposita diversas cantidades de dinero que el banco guarda y mantiene en su caja fuerte. Tras cada depósito, el banco emite billetes o recibos que pueden presentarse para redimir el dinero representado por ellos. Siempre hay una relación 1:1 de dinero depositado por los billetes. Por tanto, los billetes pueden usarse como el dinero que representan en la economía, en la medida en que los demás los acepten en los intercambios porque confíen en el banco que promete su redención a la par a la vista.
Rothbard explica la transición de la banca del 100% a la banca de reserva fraccionaria de esta manera:
En este punto, el banquero de depósitos podría pensar: “Durante décadas, este banco se ha creado una reputación por su honradez y por redimir sus recibos. Ahora, solo piden redimir una pequeña porción de mis recibos. La gente hace pagos de dinero entre ellos intercambiando esos recibos de almacenamiento de dinero como si fuesen propiamente dinero (ya sea oro o papel-moneda de gobierno). Apenas se preocupan de redimir los recibos. Puesto que mis clientes son unos tontos, ahora puedo engañarlos y nadie se dará cuenta”. (…)
En resumen, el banquero emite falsos recibos de depósito y los da en préstamo. De esa manera, mientras no se detecte la falsificación y no se presenten esos recibos falsos para ser redimidos en efectivo, esos nuevos recibos falsos actúan y circulan en el mercado como genuinos, como si fuesen dinero real. Funcionando como dinero, o sustitutivo de dinero, aumentan la oferta de dinero en la sociedad, inflan los precios y provocan una redistribución de la riqueza y de la renta desde los últimos hacia los primeros receptores del nuevo “dinero”.
Aunque este escenario sea sencill de entender, es un poco más complejo que el ejemplo de Tamny de los amigos sentados alrededor de la mesa. Para acercarnos al sistema bancario moderno real de reserva fraccionaria, los amigos tendrían que emitir nuevos pedazos de papel que representaran los dólares depositados cada vez que cambian de mano los dólares o nuevos billetes de papel. Después de unas pocas etapas, los amigos podrían sumar todos los dólares originales y todos los pedazos de papel que representan sustitutivos del dinero para ver el crecimiento de la oferta monetaria.
Tamny defiende un requisito de reserva del 0%
Esta incomprensión ha llevado a Tamny a defender un requisito de reserva del 0%, que legalmente permitiría a los bancos inflar, sin ningún límite superior matemático sobre el crecimiento de la oferta monetaria. Según Tamny: “Los bancos no deberían afrontar ningún requisito de reserva, porque los bancos bien dirigidos no lo necesitan”. Con reservas del 0%, el depósito de 100$ de Taylor es el préstamo de 100$ de Travis, que es el préstamo de 100$ de Rosie y así hasta el infinito.
Aunque no ocurriera en la práctica en países donde no hubiera un requerimiento mínimo de reserva, lo que asegura es que los bancos inflarían al través del préstamo de la reserva fraccionaria en el mayor grado posible. Y como se prestan nuevos medios fiduciarios que empiezan a existir, se dispararía un ciclo económico como el explicado antes.
Tamny afirma que podemos confiar en que los bancos se limitarán a sí mismos porque un banco irresponsable sería eliminado del mercado (incluyendo la pérdida total del dinero de todos los depositantes) o sería capaz de tomar prestado de otros bancos para atender las demandas de redención de los depositantes. Este tipo de mecanismo de “corrección”, sin embargo, no tiene sentido. En realidad, abre la vía para que los bancos se cartelicen y formen bancos centrales, como veremos más adelante.
Está totalmente equivocado con respecto a la diferencia esencial entre un depósito y un préstamo y está reclamando un caos monetario y financiero, no solidez ni estabilidad. En el mundo ideal de Tamny, no existiría un depósito real en un banco, solo préstamos a intermediarios financieros (que se llamarían “bancos” a sí mismos), sin garantías, ni colateral, ni seguro.
La banca de reserva fraccionaria y la banca centralizada son las mejores amigas
Por supuesto, la inflación es solo una de las muchas consecuencias de la banca de reserva fraccionaria. Advirtamos que todo el sistema es muy frágil. Cada banco no puede redimir depósitos a la vista de todos los demás bancos. En un escenario de reserva del 10%, los tenedores de los billetes (incluyendo depositantes, quienes hayan aceptado los billetes en un intercambio y otros bancos) solo necesitan requerir un centavo más del 10% de sus depósitos para hacer cerrar el banco.
En la práctica, un acontecimiento así dispara una corrida bancaria más grande y como consecuencia colapsa la oferta monetaria. Por eso los bancos modernos se han cartelizado y confabulado a través de, lo habéis adivinado, bancos centrales como la Reserva Federal, para asegurarse de que ningún banco inflará significativamente más que otros y para garantizar que otros bancos aceptarán sus recibos y no tratarán de redimir estos recibos falsos en otros bancos. Por supuesto, esto no mitiga los problemas de la banca de reserva fraccionaria, por el contrario, los perpetúa e institucionaliza.
Por tanto, el mensaje retórico de Tamny se ve frenado de nuevo. ¿Cómo puede argumentarse a favor de la banca de reserva fraccionaria, pero en contra del banco central que mantiene unido este sistema frágil? Sin la Fed, la banca de reserva fraccionaria lleva a una corrida bancaria tras otra, mientras que la oferta monetaria se convierte en una montaña rusa. Con la Fed, la oferta monetaria aumenta constantemente, causando una inflación constante y ciclos económicos. Tamny, que argumenta que el dinero debería de ser una medición estable del valor (otra fuente de desacuerdo con los austriacos), no puede por tanto reconciliar muchos de los puntos que incluye en su libro.
Conclusión
Mi recomendación para Tamny es que analice más de cerca a sus héroes, Ludwig von Mises y Henry Hazlitt, especialmente con respecto a dinero, inflación y ciclos económicos. Debería también dar una segunda oportunidad a Rothbard y los austriacos modernos, pues se han limitado a aclarar y expandir las seminales y brillantes contribuciones de Mises. Tamny fortalecería su mensaje retórico y resolvería sus incoherencias al hacerlo. El resultado sería una demolición todavía más clara y poderosa del banco central que todos conocemos y odiamos.
Publicado originalmente el 1 de julio de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
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