El 23 de junio de 2016, el pueblo de Gran Bretaña votará si sigue en la Unión Europea (UE) o la abandonará.
El bando a favor de la UE argumenta que abandonar esta le costaría muchísimo a Gran Bretaña en términos de prosperidad económica, estabilidad financiera y seguridad nacional. De hecho, se le dice a la gente que salir de la UE traería tiempos lúgubres para Gran Bretaña.
El bando en contra de la UE argumenta que abandonarla sería bueno, ya que daría a Gran Bretaña libertad para determinar su propio destino: para decidir sobre impuestos, pesca, inmigración y otros asuntos que son de la máxima importancia para el bienestar económico y político del pueblo británico.
En busca de ideas de por qué sería buena para Gran Bretaña una salida de la Unión Europea, podemos consultar la obra de Ludwig von Mises. Esencialmente, un Brexit eliminaría otra capa de intervención pública de la vida de los británicos y en su Una crítica del intervencionismo, publicado originalmente en 1929, Mises argumenta que siempre que el estado se entromete en el mercado libre, reduce el nivel de vida que había prevalecido antes de cualquier intervención estatal (ceteris paribus).
La evolución de la UE
La UE es un caso par excellence que ilustra el fracaso del intervencionismo. Para ser justos, en sus primeras etapas hubo algo similar a una idea europea para crear una verdadera área de libre comercio: un flujo fronterizo libre de bienes, trabajo y capital.
Básicamente, esto se logró a principios de la década de 1990. Produjo sin duda efectos positivos para el crecimiento y el empleo en prácticamente todos los estados-nación europeos. Pero la política de la UE no se detuvo ahí. Quería hacerse más poderosa.
En todos esos años la UE ha estado trabajando duro para acabar con el sistema de federalismo europeo, en el sentido de estados-nación soberanos compitiendo productivamente, tratando de reemplazarlo por un superpoder político, económico y financiero centralizado en Bruselas.
Sin embargo, la aproximación intervencionista de la UE ha producido una situación bastante lúgubre con respecto a los asuntos económicos y financieros de muchos de sus países: desempleo masivo, finanzas públicas en caos y mínimas perspectivas de crecimiento.
La cumbre de la nefasta megalomanía de la UE fue la introducción del euro en 1999: las divisas de los estados-nación que entraron en la Unión Monetaria Europea fueron reemplazadas por una sola moneda, el euro, emitido por un solo banco central, el Banco Central Europeo (BCE).
Desde principio, el BCE permitió un colosal banquete de deuda, que dejó a estados, bancos y consumidores en bancarrota. Para ocultar el desastre, el BCE ha rebajado los tipos por debajo de cero y siete imprimiendo dinero, las únicas opciones que le quedan para impedir que el euro se venga abajo.
La política del BCE no hace ningún bien, aparte de tapar los problemas durante un tiempo. La verdad es que causa una escasez de ahorro e inversión, un exceso de consumo y malas inversiones a la máxima escala, destruyendo así los mismos pilares sobre los que descansa la prosperidad.
Sin embargo, a pesar de la disfuncionalidad de su camino de centralización, la UE está decidida a mantener su rumbo actual aún más radicalmente: defiende impulsar “Completar la Unión Monetaria y Económica de Europa”, básicamente a través de “mayor coordinación de las políticas económicas”.
Los estados pequeños son mejores
Dicho esto, la crítica del intervencionismo de Mises puede bastar para denunciar la aproximación de la UE como un fracaso económico continuo. Sin embargo, hay otro argumento que merece la atención en este contexto. Fue formulado por Leopold Kohr.
En The Breakdown of Nations (1957), Kohr señala que los estados pequeños son más productivos y pacíficos que los estados grandes y que prácticamente todos los problemas políticos y sociales podrían reducirse en buena medida dividiendo los estados grandes en muchos estados pequeños.
Ante la crítica del intervencionismo de Mises y la idea de Kohr de que un superestado es la causa raíz de todos los males económicos y políticos, hay fuertes razones para que Gran Bretaña abandone la UE, para librarse de una ideología que no resultará ni puede resultar exitosa.
Dos razones por las que el Brexit es mejor
De hecho, un Brexit sería bueno por al menos dos razones. Primera, podría ayudar a poner fin a una política sin salida ya que más estados miembros pueden decidir irse, aumentando así la posibilidad de que la UE vuelva a ser un sistema de competencia productiva de libre mercado entre regiones.
Segunda, y más fundamental, el mero debate acerca del Brexit destaca el hecho de que el estado (tal y como lo conocemos hoy: es decir como un monopolista territorial de coacción con poder decisivo en la toma de decisiones) es prácticamente siempre el problema, no la solución.
El estado-nación actual va en contra de la libertad individual. No puede conciliarse con la idea de libertad individual. La situación se vuelve mucho peor cuando los estados-nación empiezan a agruparse, tratando de unificar su poder en una sola estructura estatal, como la UE.
En resumen, no debería haber ningún miedo a un Brexit por parte de quienes busquen libertad y prosperidad económica. Por el contrario, un Brexit puede ser la clave para hacer que Europa abandone un rumbo condenado, devolviéndole el sentido común y poniéndole de nuevo en la vía de la libertad y la prosperidad
Publicado originalmente el 20 de junio de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
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