miércoles, 22 de junio de 2016

Inversión en I + D para crecer, no para despilfarrar, por D. Lacalle

Una de las tristes anécdotas de esta campaña electoral, que está llegando a niveles delirantes, ha sido el episodio de la famosa “Esperanza” de Unidos Podemos, y la utilización partidista de “los investigadores”. Como comentaba aquí, sin quererlo, han hecho un alegato contra su propio programa.

La supuesta bióloga emigró a Londres, capital de la apertura de mercado, impuestos bajos y flexibilidad laboral total en un país donde la inmensa mayoría de la investigación es financiada por el sector privado. No emigró a Atenas ni a Caracas. Se le olvidó que en Investigación y Desarrollo, los líderes británicos y holandeses, donde ella dice que hay muchas más “oportunidades”, son esas malvadas multinacionales que tienen grandes fondos como accionistas.

La inversión en I+D siempre se utiliza de manera política, pero se olvida que gastar por gastar no sirve de nada, como explico en “Acabemos con el paro” (Deusto):Es absolutamente necesario invertir, y hacerlo bien, en investigación. Estudios de Griffith, Redding y Van Reenen, entre otros, prueban que los países que invierten mejor y rentabilizan su innovación no solo son más competitivos y productivos, sino que alcanzan mayores cotas de prosperidad aunque no tengan acceso a materias primas. Pero la innovación y educación solo suponen un factor de modernización y de mejora de la competitividad y del patrón de crecimiento si son realmente validos en el mundo real.

No sirve de nada “gastar” un porcentaje elevado del PIB en Investigación y Desarrollo pero tener menos patentes que nuestros países comparables y casi ninguna industria creada tras esa investigación. Ese es el error de los que lo analizan todo desde la cantidad presupuestada, de lo que se gasta, no de lo que se consigue. España ha invertido desde 2002, anualmente, menos que la media de la Unión Europea en investigación y desarrollo, eso es cierto. Pero no es una novedad “de este gobierno”.

En 2007 era el 1,23% del PIB, y actualmente es alrededor del 1,24%. El máximo, 1,35%. Una reducción modesta considerando el brutal agujero presupuestario y la crisis sufrida. En la Unión Europea 28 supone alrededor del 2%. De hecho, el gasto público español en I+D+i por habitante es de 52,1 euros, mayor que la cifra de inversión pública por habitante en I+D+i de países como Italia (49,4), Reino Unido (46) o Dinamarca (33 euros). Porque la inmensa mayoría de la investigación en esos países es privada. El 53% de la inversión española en I+D+i es realizada por las empresas, seguido de las instituciones de enseñanza superior con un 28% y la Administración Pública con un 19%.

En los países líderes la inversión privada es más del 65%. Sin embargo no es solo un problema de gasto, o al menos no es el más relevante, ya que el diferencial con la Unión Europea se ha reducido recientemente. Se trata de rentabilizar esa inversión. Y ahí España tiene un problema histórico. Ya antes de la crisis, por cada patente que solicitaba España, Alemania llegaba a 24, Francia a 8, Holanda a 7 e Italia a 4. Por cada patente nacida en España, en Estados Unidos afloraban 34, en Japón 22…

El ejemplo de Israel es paradigmático. En Israel se apoya la investigación y el desarrollo no para aparecer en los rankings, sino para crear empresas, empleo y prosperidad. Orientada al mundo real.

Es decir, España tiene un problema de registro de patentes por la investigación realizada en una Unión Europea en la que sus países líderes crean muchas menos patentes que EEUU, Israel o Japón. La obsesión de que la Investigación y Desarrollo deben venir del sector público o vía enormes subvenciones sin atender al objetivo final es uno de los problemas. Nos fijamos en Finlandia o Corea del Sur y obviamos -probablemente por intereses políticos- que la mayoría del gasto en I+D es privado. De hecho, entre 1995 y 2008 todo el crecimiento de la inversión en este concepto en Finlandia fue privada, llevada a cabo por las empresas.

¿Es, de verdad, un problema de esfuerzo inversor? Solo en parte, y además, otros, con menos gasto, lo rentabilizan mucho más. Brasil, por ejemplo, ya doblaba en 2011 a España en número de patentes registradas con la mitad de esfuerzo presupuestario. Si a ello le añadimos que en la Unión Europea se pierden decenas de miles de millones de euros anuales en investigaciones redundantes según la propia Comisión, y que, cuando se habla de Investigación y Desarrollo, en Europa más del 70% se dedica al estudio del cambio climático (Clarke, Modet and Co, Banco Mundial. Ineficiencias en Investigación en la Unión Europea, 2009-2011), entonces no sorprende la bajísima rentabilización social y económica del esfuerzo inversor. Estudios de la Universidad de Berkeley muestran la importancia de que el I+D público sea un complemento del privado para que tenga verdadera eficacia.

El ejemplo de Israel es paradigmático. En Israel se apoya la investigación y el desarrollo no para aparecer en los rankings, sino para crear empresas, empleo y prosperidad. Orientada al mundo real. Israel dedica el 4,3 por ciento del PIB a I+D (público y privado), más que Finlandia (3,9 por ciento, la mayor parte proveniente del sector privado) o Corea del Sur (3,6 por ciento, también la gran mayoría privado).

En Israel, el 90 por ciento de la inversión es para aplicación empresarial real basada en analizar necesidades de los consumidores. El Gobierno tiene activos 37 programas-puente con universidades, instituciones de investigación y empresas. Pero no es una chequera en blanco. La financiación de empresas se hace a cambio de royalties. Y la universidad israelí tiene el mayor porcentaje de creación de empresas de la OCDE, empresas que se sacan a bolsa o venden, creando valor, y no se quedan en la facultad.

Es por ello que los programas de la mayoría de partidos políticos en España se equivocan con respecto a esta importantísima cuestión de la investigación y el desarrollo. Unos porque directamente solo piensan en ello como oportunidad de dar más presupuestos para informes sobre la desmercantilización de la vivienda y cosas similares, puro gasto político para crear clientes, y otros porque planean eliminar las deducciones fiscales a la inversión. Como me explicaba este sábado un ejecutivo de una gran compañía tecnológica “a lo mejor sin darse cuenta, los que hablan de eliminar estas deducciones no se dan cuenta de que tiene dos efectos negativos, menos inversión de las compañías que hay y menos empresas que se plantean establecerse en España”.

¿Qué debe hacer España para mejorar? Lo contrario a lo que los redistribuidores de la nada proponen. Debemos tener una fiscalidad atractiva que permita que nuestras empresas inviertan mucho más en investigación y desarrollo y que se instalen en nuestro país más líderes en innovación. Pero no solo las grandes, sino las PyMEs. Eliminar deducciones fiscales en este sentido para imponer subvenciones decididas desde el poder político es simplemente suicida, y profundizar el mismo problema de gasto improductivo, pocas patentes y pocas empresas creadas con ellas. La supuesta investigadora -inventada o no- de Unidos Podemos nos muestra sin pretenderlo, de nuevo, que su partido defiende lo contrario de lo que hace prosperar a los países. Y todos nosotros, nos equivocamos, como nos suele pasar, equiparando gasto con resultados.

Necesitamos inversión para crecer, no para disfrazar gasto político.

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