En el anterior artículo resumí como Erich Fromm desarrollaba su visión del concepto de libertad en la época protestante, y como esto se puede comparar de alguna forma con la crisis de la libertad en la época moderna.
Ahora pasa a acometer el principal punto de su obra: explicar la psicología del nazismo y como esta puede llegar a reproducirse en nuestras democracias actuales.
Para llegar a explicar estos conceptos antes se para a explicar los mecanismos de evasión respecto a la duda que genera la libertad: el sadomasoquismo moral, la destructividad y la conformidad automática. Los tres se basan en el mismo concepto: buscar la unión para satisfacer el miedo y la incertidumbre. En el sadomasoquismo moral hay dos posturas: la primera es la de aquel que busca reforzar su miedo mediante la dominación de alguien, esto le genera tranquilidad, dado que crea una relación de dependencia en la cual él se ve como un ser absolutamente superior, y de este modo puede huir de su inseguridad. El rol del ser dominado es parecido en esencia a la carencia del que domina, se siente inseguro y en duda por lo que decide perder parte de su personalidad para crear una relación de dependencia con aquel que ejerce el rol dominante, el hecho de “ser” parte de aquel sobre quien se siente dominado le hace creer que tiene esa fuerza ilusoria de la cual presume el dominante. La destrucción funciona de un modo parecido, pero a través de otros medios: el ser destructivo se siente débil, por lo que debe estar constantemente probando el grado de su fuerza en cualquier persona con la que pueda compararse, huye de la confrontación real para resguardarse en un modelo de confrontación sucio que se basa en la destrucción de aquellos que puedan hacerle sentir inseguro: “Si ejerzo el poder de matar a otra persona, yo soy más fuerte que ella. Pero en sentido psicológico, el deseo de poder no se arraiga en la fuerza , sino en la debilidad. Es la expresión de la incapacidad del yo individual de mantenerse solo y subsistir. Constituye el intento desesperado de conseguir un sustituto de la fuerza al faltar la fuerza genuina.”¨
Tras esto se propone acometer el tema de la psicología en el nazismo. Comienza indicando que la ideología nacionalsocialista toma su fuerza de dos fuentes esenciales: las fuerzas psíquicas y las económico-sociales, dado que ambas sustentaban las bases de la ideología.
En el aspecto económico-social marca que esto se vio dado por la decadencia de la baja clase media, que tras los tratados posbélicos de la Primera Guerra Mundial se vio en una posición débil en muchos sentidos. Al mismo tiempo los socialistas (por causas que no especifica) sufrieron una derrota garrafal en el terreno político, y se vieron relegados a una posición más secundaria de lo que ellos desearían.
Esas cuestiones llevarían de lleno al aspecto psicológico, en el cual la clase media en especial, se sentiría especialmente insegura y aislada, lo que la llevaría a deseos sadomasoquistas morales y a una destrucción moral mayor. Esto se vería reflejado perfectamente en la ideología nacionalsocialista, la cual ofrecía sometimiento y posición de fuerza al mismo tiempo. Los aspectos destructivistas y sadomasoquistas se pueden ver mejor con algunas incoherencias y bases de la ideología nacionalsocialista.
SOMETER Y SER SOMETIDO
Es conocido que para los nazis la paz solo sería posible en un supuesto: el sometimiento de todas las culturas y naciones a una sola figura. La cual sería la figura más poderosa dentro del panorama, y tendría autoridad sobre las figuras débiles que deberían seguirlo incondicionalmente. Así la fuerza y el poder tienen el rol predominante en la ideología (sobra decir que Hitler se veía como la personificación de la figura de poder absoluto). A los débiles por lo tanto solo les queda resignarse y convertirse en esclavos de los poderosos, esto marcaría el aspecto sadista de los nazis, en el cual todos los alemanes necesitados de estas premisas ideológicas se verían personificados. Sin embargo, los fuertes no tienen una libertad moral de ejercer su poder en cualquier dirección, sino que deben siempre someter esta fuerza al bien común, a ese mismo bien de los débiles que en su discurso desdeñan. Esto se parece a un tipo de colchón psicológico muy propio de las personalidades sadomasoquistas: Cuando se ven en la posición de poder sienten paralelamente una sensación de debilidad perpetua bajo la cual pretenden poner una muleta moral, así los fuertes no pueden disfrutar de su poder con libertad… o al menos no para cuestionar la figura de otro ser fuerte.
ALEMANIA ES UNO, DEBE SER INOCENTE Y BRUTAL AL MISMO TIEMPO
Uno de los mayores éxitos publicitarios de los ideólogos nazis fuer conseguir que el ciudadano medio identificara dos conceptos como similares: el partido nacionalsocialista y Alemania. Si estás contra el partido estás contra Alemania. Esto produjo un gran efecto en el ciudadano a la hora de votar. Y vuelve a surgir el mismo conflicto: ¿Por qué el hombre fuerte debería someterse al concepto de Alemania? Y además, dando por hecho que es una Alemania basada en el apoyo de gente que Hitler consideraba débil y manipulable. Es curioso que en cierto modo Hitler despreciara a la población alemana en general por su debilidad y al mismo tiempo utilizara esa misma debilidad como justificación para destruir aquellos estados represores que pretendían someterla. Porque esa era una de las justificaciones de Hitler: Alemania era en cierto modo un cordero inocente y débil que debía prevenir las invasiones extranjeras en forma de ataque. Esto se contradice totalmente con la idea de que es el más fuerte quien merece ejercer la dominación mundial.
Todo estas contradicciones vienen de una necesidad personal de ejercer poder de forma justificada. Una necesidad que más o menos fuerte se destiló entre la mayoría de la población alemana, y que se cuece en realidad en la mayoría de las personalidades con miedo a sentirse aislados o que se sienten débiles en general.
Erich Fromm acaba este capítulo con el siguiente párrafo acerca del anhelo de libertad:
“El anhelo de libertad no es una fuerza metafísica y no puede ser explicado en virtud del derecho natural; representa, por el contrario, la consecuencia necesaria del proceso de individuación y del crecimiento de la cultura. Los sistemas autoritarios no pueden suprimir las condiciones básicas que originan el anhelo de libertad; ni tampoco pueden destruir la búsqueda de libertad que surge de esas mismas condiciones.”
Finalmente solo queda hablar del último capítulo del libro, el cual trataré resumir de forma breve.
En este último capítulo “Libertad y democracia” Fromm expone (como explicó brevemente al principio del libro) que al contrario de lo que pensamos no estamos exentos de esa necesidad de autoridad, y que ese miedo al aislamiento que nos conduce a la sumisión y al dominio está más cerca que nunca. En este último capítulo expone que el hombre moderno ha perdido su yo, debido a que, para encajar en su entorno, ha tenido que sacrificar su personalidad, mutilando sus emociones y sustituyéndolas por pseudoemociones. El hombre para él ha perdido la capacidad de encontrarse a sí mismo y responder a sus propias necesidades por miedo a la soledad. Para Fromm la única forma de solucionar esto es la espontaneidad emocional, que exprese nuestro yo verdadero de la forma que más profundamente deseemos contra la esterilización que surge del miedo inherente al ser humano. Así Fromm postula que la anestesia emocional es la doctrina más practicada en nuestra sociedad. A esto adjunta la definición que se suele acatar de lo que es una persona neurótica. En su sentido clásico una persona neurótica es una persona cuya estabilidad emocional y carácter de la personalidad difieren de los estándares habituales del ciudadano corriente. La segunda definición, la moderna, establece que una persona neurótica es aquella persona cuyo carácter personal e inestabilidad emocional le impiden alcanzar su propia felicidad. La primera definición es sin duda la que más estragos ha causado en la historia de la humanidad, al comprender al individuo no como un todo en sí mismo, sino tan solo una herramienta.
Finalmente establece como debería ser un sistema político perfecto para él: una democracia socialista en la cual todo estuviera bajo control estatal pero con otro axioma de acción, lo que prima no es el colectivo, sino la felicidad de cada individuo. Yo creo que gran parte de sus afirmaciones son ciertas, sin embargo esa democracia socialista no es ni de lejos el modo idóneo de conseguirlo. Es una pena que un libro con unas ideas tan acertadas acabe con una conclusión de medios tan pobre. Sin embargo las enseñanzas individualistas que destila el libro son apasionantes y ejemplares:
“La libertad positiva implica el principio de que no existe poder superior al del yo individual; que el hombre representa el centro y el fin de la vida, que el desarrollo y la realización de la individualidad constituyen un fin que no puede ser nunca subordinado a propósitos a los que se atribuye una finalidad mayor”
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