Tras múltiples giros y refundaciones ideológicas, Podemos parece haber encontrado ya el estandarte político con el que concurrir a las venideras elecciones generales del 26-J: la restauración del zapaterismo. El propio Pablo Iglesias ha manifestado sentir mucha admiración por Zapatero, a quien ha calificado como “el mejor presidente de la democracia”.
Ciertamente, a nadie se le escapará que tales declaraciones son una mera treta electoralista para atraer a votantes socialistas desengañados, consolidando de esta forma el tan deseado sorpasso al PSOE. Pero, por teatral que sea el discurso de Iglesias, no deja de resultar llamativo la reivindicación de un legado tan desastroso como el de Zapatero. A fin de mantener viva la “memoria histórica” del reciente gobierno socialista —ése que, insisto, reclama como referente Podemos—, tal vez convenga rememorar sus “éxitos” más relevantes.
Así, bajo la primera legislatura de Zapatero, entre 2004 y 2008, la economía española experimentó la mayor burbuja de su historia: las familias se endeudaron en 430.000 millones de euros; las empresas aumentaron su apalancamiento en 620.000 millones de euros; las viviendas se encarecieron un 50%; el gasto público del conjunto del Estado se incrementó en un insostenible importe de 120.000 millones de euros; y la tasa de temporalidad alcanzó el 35% de todos los contratos laborales (diez puntos más que en la actualidad) existentes dentro de un modelo productivo inviable. Además, y por si todo lo anterior no fuera suficiente, la reacción electoralista del PSOE una vez estallada la crisis consistió en negarla con el mero propósito de engañar a los españoles y ganar las elecciones.
Durante la segunda legislatura, desde 2008 a 2011, el balance fue todavía más desastroso: hipotecada la acción de gobierno por las mentiras relatada durante la campaña electoral, el PSOE se cruzó de brazos viendo cómo se desmoronaba la economía española. Zapatero acumula el récord de la mayor destrucción de empleo de toda la crisis (2,6 millones de personas perdieron su puesto de trabajo), del mayor incremento de la deuda pública (370.000 millones de euros en cuatro años) y de ocultación del mayor agujero bancario que jamás hayamos sufrido (un agujero que estallaría apenas unos meses después de su salida de La Moncloa).
En lugar de proceder a liberalizar el mercado laboral (para frenar la sangría del empleo), de ajustar con decisión el presupuesto estatal desde un primer momento (para evitar la acumulación de deuda pública) y de reestructurar las cajas de ahorro (para evitar su quiebra), el PSOE apostó por tirar de déficit público para mantener a flote un barco que se hundía y que debía ser saneado lo antes posible. La única iniciativa original del zapaterismo fue el Plan E: un desparrame de gasto público inútil costeado mediante el sobreendeudamiento de los españoles.
Desde un punto de vista económico, el balance de los ocho años de Zapatero fue calamitoso: primero abrazó la burbuja como un éxito económico de su gobierno y, después, ocultó sus escombros entre mentiras y torrentes de deuda pública. Que Pablo Iglesias reivindique las dos legislaturas del zapaterismo no deja de ser un desazonador aviso a navegantes: justamente, el programa de Podemos se basa en echar mano del gasto y del déficit público para mantener a flote aquellos sectores de la economía que todavía no se han reajustado y que deberían hacerlo. Como ya sucedió con Zapatero, fracasaría de manera estrepitosa y trataría de embaucarnos para enmascarar sus desastrosas decisiones: la diferencia entre 2008 y 2016 reside, empero, en que entonces la deuda pública española era lo suficientemente baja como para absorber todo el despilfarro posterior del PSOE, mientras que hoy los infinanciables planes de gasto de Podemos nos llevarían directamente a la bancarrota.
La deuda de los ayuntamientos se reduce
La deuda de las corporaciones locales se redujo en 50 millones de euros durante el primer trimestre de 2016: de hecho, desde la llegada de los llamados “ayuntamientos del cambio”, el endeudamiento municipal ha caído en 2.500 millones de euros. Inevitablemente, Podemos ha intentado anotarse el tanto bajo el argumento de que su nuevo estilo de gestión está siendo más eficiente y justo que el de sus predecesores. Sin embargo, se trata de un argumento falaz: la deuda de las corporaciones locales viene reduciéndose desde el año 2013, momento en el que se les comenzó a imponer la regla de gasto contenida en la Ley de Estabilidad Presupuestaria. Tan es así que, desde mediados de 2013 a mediados de 2015, los pasivos de los ayuntamientos se redujeron en 7.500 millones de euros. Nadie que conozca la auténtica situación financiera de los municipios españoles sería tan osado como para afirmar que han comenzado a sanearse desde la llegada de Podemos a las instituciones: por desgracia, muchos parecen no tener el más mínimo reparo en recurrir a la mentira durante esta campaña.
La semana del Brexit
Los británicos votarán el próximo 23 de junio si permanecen dentro de la Unión Europea o si optan por abandonarla. Los mercados financieros llevan varias semanas alterados y las amenazas parecen sobrevolar la economía del país en caso de ruptura: el ministro de Economía, George Osborne, ha amenazado con una fuerte subida de impuestos e incluso el FMI ha entrado en campaña pronosticando una recesión. La realidad, sin embargo, es que una salida racional y ordenada de Reino Unido no tendría por qué generar ningún quebranto económico a medio y largo plazo: el think tank Open Europe incluso estima que la salida podría ser incluso beneficiosa si va acompañada de una liberalización regulatoria fuera del yugo de Bruselas. La cuestión verdaderamente importante, pues, no es si se produce o no el Brexit este jueves, sino qué sucederá al día siguiente en caso de que los ciudadanos opten por salir de la UE: si el Brexit va seguido de liberalizaciones comerciales por ambos lados, el resultado podría terminar siendo positivo.
La Reserva Federal no mueve ficha
La presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, decidió el pasado miércoles no subir los tipos de interés tal como se esperaba que hiciera. La excusa oficial en este ocasión fue la de no intranquilizar a los mercados en la decisiva semana del Brexit. No obstante, resulta harto dudoso que éstas fueran las auténticas causas que hayan motivado la parálisis de Yellen: más bien, todo apunta a que la banquera central anda en busca de casi cualquier pretexto para retrasar el prometido aumento de las tasas de interés. Y es que la Reserva Federal va a tener serios problemas a la hora de revertir los experimentos monetarios que ha llevado a cabo durante la última década. Para subir de verdad los tipos en el mercado interbancario debería drenar gran parte de la liquidez extraordinaria que ha inyectado desde 2009, pero la retirada de toda esa liquidez podría tensionar no sólo los mercados financieros estadounidenses, sino también los del resto del mundo. Una situación para la que no estamos en absoluto preparados.
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