Capítulo 8
—El coche de Napoleón ha salido —advirtió Caroline.
¡Ah, marchar sin ellos!… Rapp dejó de alabar el chal de color malva de Joséphine. Sólo le indicó cómo tenía que ponérselo: a la manera egipcia. Joséphine dejó de prestar atención. ¡Diablura de moda!… Simplemente, se colocó el chal sobre los brazos, como sabía, y terminó así de arreglarse. Rapp insistió.
—Dejémoslo para otro día, salgamos —dijo impaciente Hortense.
Bajaron las escaleras y se acercaron al segundo carruaje. Un frio intenso sacudió el cuerpo de Joséphine. Aquella noche helaba. Un lacayo abrió la portezuela del coche y desplegó la escalerilla. Rapp entró el primero. Caroline se agarró al lacayo y subió. Lo hizo con la mano apoyada en los riñones, apenas podía sostenerse en pie por el peso del embarazo de ocho meses. Junto con Rapp, Caroline se sentó dando la espalda al chófer. Y a continuación subió Hortense, y por último, Joséphine. El lacayo plegó la escalerilla, cerró la puerta, y el coche de la esposa del primer cónsul partió de inmediato. La escolta los seguía detrás.
Sonó el sonido claqué de las herraduras de los ruanos sobre los adoquines. La cabina comenzó a balancearse de un lado a otro. Y acompañó la marcha la música de las ruedas de madera al rodar por los adoquines. Rapp miró por la ventanilla.
—Llegamos tarde —le dijo Joséphine.
—Sí, lo sé —contestó él—. Estamos a una distancia larga del carruaje de Bonaparte. Y deberíamos estar justo detrás de él.
¡Y todo por un chal!… Rapp animó al cochero a correr más deprisa. El chófer arreó fuerte a los caballos, y el carruaje tomo velocidad para alcanzar el coche de Napoleón.
—¡Míralo! ¡Ahí va! —dijo Joséphine pegada al cristal izquierdo—. Hortense, tú que estás mejor posicionada, ¿alcanzas a verlo?
Hortense y Caroline se acercaron a la ventanilla de la portezuela derecha del carruaje. Al doblar la esquina, Caroline vio como una carreta con un tonel impedía el paso al carruaje y a la escolta de Bonaparte. El coche del primer cónsul salió deprisa y pasó de largo la carreta.
—¡Aún estamos lejos de Napoleón! —expresó Hortense—. Deberíamos de estar a la altura de aquella carreta.
Pero aún quedaba lejos. Solo era cuestión de un par de segundos. Joséphine se apoyó en la hija y se acercó a la ventanilla. El bidón de la carreta estalló como geiser. Expulsó hacia arriba un chorro de luz y pólvora. Y una circular onda expansiva se agrandó por los lados. El carruaje de Joséphine paró en seco, volcó arriba y a un lado, cayó al suelo, se balanceó sobre el eje, y una grieta recorrió las juntas de la cabina desde el suelo. Gritaron todos por el impacto. Los gritos se oían como a lo lejos, interrumpidos por un fuerte pitido auditivo que apenas dejaba oír. Las ventanillas habían volado hacia el interior.
Capítulos anteriores:
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Descarge el PDF gratis y siga leyendo el capítulo entero
from LIBERTARIO.ES http://ift.tt/29DVLD7
de nuestro WordPress http://ift.tt/29xeWTN
http://ift.tt/29xeBjY
blogs replicados, anarcocapitalista, Daniel Mondéjar anarcocapitalismo, liberalismo, libertario, LIBERTARIO.ES, libertarismo
No hay comentarios:
Publicar un comentario