Un alto cargo de la CIA me dice “que está muy seguro de que Vladimir Putin fue responsable de Pearl Harbor, la Guerra de Corea, Vietnam e Irak”. Este malvado también estaba detrás del 11 de septiembre y de las manchas difíciles.
Desde el Dr. Fu Manchu no hemos visto a un supervillano tan empeñado en destruir a Occidente. Vlad el Malo es tan nefasto que ha logrado manipular las máquinas de contar votos de Estados Unidos y probablemente la Super Bowl.
Resulta extraño y hasta divertido observar la creciente Histeria Roja en Estados Unidos. Pero lo más divertido es el furor de los medios cuando afirman que el Kremlin se ha “metido” en las elecciones estadounidenses. O que incluso manipuló los votos a favor del candidato manchurio, Donald Trump. Si hubo alguna intromisión extranjera, esta provenía de un aliado de Oriente Medio, no de Rusia.
Todo muy infantil.
Mi respuesta: incluso si fuera cierto (y no lo creo), ¿y qué? ¿Acaso es nuevo que un gran poder se inmiscuya en los asuntos de otro? Eso es lo que hacen las grandes potencias.
Estados Unidos no está en condiciones de hacerse la doncella indignada. Desde 1946, Estados Unidos y el Vaticano financiaron al Partido Demócrata Cristiano de derechas en Italia, ayudándole a ganar tres elecciones nacionales contra la izquierda, pese a estar llenao de ex fascistas y bandidos sicilianos.
Washington organizó el derrocamiento del gobierno de Siria en 1949. En 1953, Estados Unidos y Gran Bretaña conspiraron para derrocar al gobierno democrático popular de Irán. En 1954, Estados Unidos derrocó al gobierno de Guatemala. A esto siguió una intervención en el Líbano en 1958. Tres años más tarde llegó la infame invasión de la Bahía de los Cochinos y más de cincuenta intentos de asesinar a Fidel Castro.
En 1965, Estados Unidos invadió la República Dominicana y derrocó a su régimen. 1973 nos trajo el golpe apoyado por Estados Unidos contra el gobierno marxista de Chile. Los izquierdistas de Nicaragua fueron los siguientes en la lista de Washington. Hubo una intervención encubierta en Haití, luego una campaña de bombardeo y sabotaje en Bagdad, Irak. También un intento fallido de derrocar al gobierno electo de Irán y más maquinaciones en Siria y Libia, seguido de invasiones directas.
Hay muchos más ejemplos que mencionar: Bolivia, Brasil, Congo, Turquía, Indonesia, Azerbaiyán, Rusia bajo Yeltsin, la Revolución “Naranja” de Ucrania, Georgia y el derrocamiento del gobierno pro-ruso electo en Ucrania. Y ahora, por supuesto, Siria.
Los cambios de régimen se han vuelto tan americanos como el pastel de manzana.
Estados Unidos incluso pudo haber intentado derrocar al presidente de Francia, Charles de Gaulle. Recientemente, Estados Unidos ayudó a colocar al sangriento dictador de Egipto en el poder, derrocando a un gobierno democrático en el proceso y pinchando el teléfono personal de su aliada, la canciller alemana Angela Merkel.
En el pasado, a la inteligencia soviética se le daban muy bien la intrigas, el espionaje profesional y ocasionalmente “encargarse” de cierta gente. Pero los soviéticos nunca fueron rivales para la cantidad de intromisiones y cambios de régimen de los poderosos Estados Unidos – y siguen sin serlo.
Yo fui el primer periodista occidental al que dejaron entrar en la sede de la KGB en Moscú, el temido Lubyanka, para entrevistar a sus altos dirigentes. También estuve encerrado en el notable museo de la KGB con su encargado para revisar las operaciones de inteligencia desde la guerra civil de 1917. Aprendí mucho sobre operaciones encubiertas, pero menos de lo que me habría gustado acerca de los agentes soviéticos que rodearon al presidente Franklin Roosevelt para influir en él.
Como observador experimentado de la inteligencia durante las tres décadas pasadas, pienso que las afirmaciones de los demócratas estadounidenses que perdieron las elecciones debido a las maquinaciones rusas son una auténtica patraña. Uno sospecha que todo el ruido y la falsa furia por la derrota de Clinton podrían presagiar un intento de expulsar al gobierno de Trump por medios legales (guerra legal) y demostraciones populares. ¿Por qué no? Es lo que hacemos todo el tiempo en Oriente Medio y con Rusia.
Los demócratas perdieron porque los lideraba una mujer horrible y corrupta que era muy odiada y de la que muchos desconfiaban. Intentaron ocultar el hecho vergonzoso de que el Partido Demócrata manipuló la nominación para excluir a un candidato honesto, el senador Bernie Sanders. Éste era el escándalo real, no las patrañas sobre brujería con las máquina de contar votos y las alarmas sobre los rojos.
Las afirmaciones de altos funcionarios de inteligencia de Estados Unidos de que Moscú manipuló las elecciones estadounidenses nos enseñan dos cosas: primero, que si es cierto, estaban durmiendo durante la guardia; en segundo lugar, que los servicios de inteligencia están tremendamente politizados. Su trabajo era informar a la Casa Blanca, no fabricar teorías de la conspiración.
Algunos de ellos demostraron ser extremadamente terroríficos, anti-rusos, y probablemente agentes de nuestro “gobierno profundo”.
Necesitamos profesionales tranquilos y experimentados para dirigir nuestros servicios de inteligencia, no ideólogos salvajes que traten de llevarnos a la guerra contra Rusia. EEUU iba por ese camino bajo Obama y Hillary Clinton. Si Rusia llegó a esta conclusión, normal que trataran de influir en el resultado de las elecciones, si es que realmente lo hicieron.
El bulo de que Hillary Clinton fue derrotada por impíos espías Rojos es tan creíble como lo de que “el perro se comió mis deberes.” Yo pensaba que mis compatriotas estadounidenses eran más mayorcitos.
Publicado originalmente el 18/12/2016.
Traducido del inglés por Verónica Santamaría, editoria de revista Libertario.es. El artículo original se encuentra aquí.
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