[En homenaje al gran historiador libertario Ralph Raico, recientemente fallecido, publicamos el prólogo de Robert Higgs de su libro Great Wars and Great Leaders (2010)]
Durante muchos años, he descrito a Ralph Raico como “mi historiador favorito”. Cuando David Theorux y yo estábamos haciendo planes para una publicación académica trimestral, The Independent Review, y seleccionando a los investigadores a los que pediríamos que fueran editores asociados, yo sabía que quería que uno de ellos fuera un excelente historiador y también sabía que la persona a la que prefería era a Raico. Tenía absoluta confianza en que aportaría a nuestro proyecto precisamente la combinación de integridad personal, maestría académica y buen juicio que necesitaba en un asociado. En los 15 años desde entonces, nunca he lamentado convencer a Ralph para que aceptara el puesto y que éste aceptara encantado mi invitación. Tres de los maravillosos ensayos críticos que aquí aparecen fueron publicados por primera vez en TIR.
Hacía mucho que había desarrollado un profundo respeto por Raico como investigador y como persona. Insisto en que esas dos cualidades no pueden separarse sin peligrosas consecuencias. Algunos investigadores tienen energía, brillantez y maestría en sus campos, pero les falta integridad personal; por tanto se inclinan fácilmente ante los vientos de la moda profesional y la presión social. Siempre he admirado el asombroso dominio de Ralph de un amplio rango bibliográfico relacionado con los asuntos de los que enseña y escribe. Pero he admirado aún más su valiente capacidad de evaluar francamente a los actores y las acciones en cuestión, por no mencionar la claridad e inteligencia de sus juicios humanos y sensatos.
Los historiadores académicos, que hace tiempo llegaron a dominar los escritos de historia seria en Estados Unidos, no se han distinguido por ser pensadores independientes. Demasiado a menudo, especialmente en los últimos 30 o 40 años, han sometido sus juicios e incluso su atención a una combinación de multiculturalismo hipersensible y adoración del poder. Tienden a ver a la sociedad como dividida entre un pequeño grupo de opresores (de entro los cuales están, no por coincidencia, los hombres blancos heterosexuales relacionados o cercanos con las grandes empresas) y un conglomerado de grupos oprimidos, entre los cuales los no blancos, las mujeres, los homosexuales y los trabajadores de bajos salarios reciben especial atención y solicitud.
Cuando los historiadores escriben sobre economía, normalmente la ven con gafas casi marxistas, entendiendo que inversores y empresarios han sido (y siguen siendo) los enemigos naturales de los trabajadores, que nunca habrían escapado de la indigencia si no hubiera sido por las luchas heroicas realizadas en su favor por sindicatos y políticos progresistas. Cuando escriben sobre asuntos internacionales, elevan a los líderes bélicos “demócratas” a un estatus divino, especialmente a Abraham Lincoln, Woodrow Wilson, Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt, políticos cuyas declaraciones públicas de nobles intenciones tienden a aceptar tal cual los historiadores.
Raico, por el contrario, rechaza de plano ser absorbido en este lodazal ideológico. Habiendo atendido el famoso seminario de Ludwig von Mises en la Universidad de Nueva York y habiendo completado su tesis doctoral en la Universidad de Chicago bajo la dirección de F.A. Hayek, entiende el liberalismo clásico tan bien como cualquiera y sus juicios históricos reflejan esta base más sólida y humana. Para Ralph, no solo sería indecoroso sino estúpido arrugarse obsequiosamente ante la presencia histórica de un Churchill, un Roosevelt o un Truman.
Sabe cuándo se encuentra ante un político que ambiciona el poder y la adulación pública y describe al hombre como corresponde. No esconde bajo la alfombra los crímenes cometidos por los líderes políticos occidentales más reverenciados. Si ordenaron o accedieron a la comisión de matanzas en masa, nos dice, sin remilgos, que lo hicieron. La idea de que Estados Unidos ha desempeñado invariablemente el papel de salvador o “chico bueno” en sus creaciones internacionales es reconocida por Raico como propaganda de estado más que historia honrada.
Así que en estas páginas encontrarán descripciones y relatos de la Primera Guerra Mundial, de los preparativos hacia la beligerancia de EEUU en la Segunda Guerra Mundial y de Churchill, Roosevelt y Truman, entre otros, que muestran poco parecido con lo que nos han enseñado en la escuela. Aquí encontrarán, tal vez por primera vez, evidencias convincentes de cómo maniobraron los británicos con los líderes de EEUU y engañaron al pueblo estadounidense antes de la declaración de guerra de EEUU en 1917 y 1941. Leerán acerca de cómo los británicos buscaron matar de hambre a los alemanes (hombres, mujeres y niños por igual), no solo durante la Primera Guerra Mundial sino durante buena parte de un año tras el armisticio. Se les ofrecerán descripciones de cómo los comunistas fueron deificados y el pueblo alemán demonizado por historiadores y otros que tendrían que tener mejor conocimiento. Verán pintados con sombras reales retratos de la épica confrontación entre la gran mayoría de estadounidenses, que querían mantener a su país en paz en 1939, 1940 y 1941 y la acomodada minoría sin escrúpulos que buscaba meter a Estados Unidos en la vorágine europea.
Los ensayos históricos de Raico no son para débiles ni para aquéllos cuya lealtad a EEUU o el estado británico supera su devoción por la verdad y la humanidad. Aún así, Ralph no inventa los feos hechos que relata, como atestigua su amplia documentación. De hecho, muchos historiadores conocen estos hechos, pero pocos están dispuestos a dar un paso adelante y desafiar las opiniones políticamente populares y profesionalmente aceptadas de la forma directa y sin rodeos en que lo hace Raico.
El principal defecto de los historiadores ha sido en su mayor parte no un olvido o rechazo por destapar los hechos relevantes, sino una tendencia a mantenerse en la academia y en la sociedad “respetable”, una esfera en la que la honradez individual y la valentía generalmente van en contra de un escritor o maestro, mientras que la capitulación ante el absurdo de la tendencia produce grandes recompensas y aclamación profesional.
Quienes no hayan leído los ensayos de Raico o asistido a sus conferencias tienen un festín en la tienda. Quienes hayan leído algunos, pero no todos lo ensayos de esta colección pueden estar seguros de que la calidad se mantiene alta en todo el libro. Cualquiera de los ensayos principales justifica el precio del libro y cada una de las críticas es una joya de sólida erudición y excelente juicio. Además, en contraste con la escritura blanda y poco inspirada que muestran la mayoría de los historiadores académicos, la prosa clara y vigorosa de Ralph sirve como picante aliño para la sustanciosa carne. Bon appétit.
El artículo original se encuentra aquí.
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