“Vinimos, vimos … murió” alardeaba la radiante Secretaria de Estado, Hillary Clinton, al hablar del derrocamiento occidental del líder libio, Muammar Gadaffi, en 2011.
Estaba, por supuesto, parafraseando descaradamente el famoso resumen de César de su campaña alrededor del Mar Negro. Clinton, que parece que han decretado que será la próxima presidenta de Estados Unidos, debería haber sido bastante más cautelosa al admitir el asesinato.
Esta semana se cumple el quinto aniversario de la espantosa muerte de Gadaffi. El líder libio huía en un convoy motorizado para intentar llegar al territorio de una tribu aliada cuando aviones de guerra franceses y un dron estadounidense atacaron y destruyeron los vehículos. Herido, Gadaffi se metió en una alcantarilla donde fue capturado por los rebeldes respaldados por los franceses y los estadounidenses.
Gadaffi fue severamente golpeado, y luego violado analmente con un cuchillo largo. Al menos dos balas acabaron al fin con su sufrimiento. Así terminó la colorida vida del hombre que quería ser un segundo Nasser y líder de un mundo árabe unido. Su muerte fue una advertencia a otros que tratasen de desafiar el status quo en el Oriente Medio que yo llamo el Raj estadounidense.
En 1987 me invitaron a entrevistar a Gadaffi en su sede de Trípoli, en el cuartel de Bab al-Azizya. Este fue en el primer aniversario de los ataques aéreos estadounidenses de 1986 a los cuarteles que pretendían asesinar a Gadaffi, descrito por el presidente de Estados Unidos Ronald Reagan como el “perro loco de Oriente Medio”. Pero esa noche, el “Líder”, como le gustaba ser llamado, estaba en su tienda beduina en un patio y así escapó de la muerte – por un tiempo.
Una bomba estadounidense de 2.000 libras atravesó el techo del cuartel para caer justo en la cama donde solía dormir Gadaffi, a menudo con su hija adoptiva de dos años de edad. La niña murió.
Gadaffi me llevó de la mano a través del edificio en ruinas, preguntándome “¿Por qué, Sr. Eric los estadounidenses tratan de matarme?” Yo le expliqué: por su apoyo a los palestinos, Nelson Mandela, el Ejército Republicano Irlandés, y los separatistas vascos. Para Gadaffi, todos ellos eran legítimos luchadores por la libertad. A continuación yo le reprendí por no respaldar a los mujaidines afganos, que luchaban contra la ocupación soviética y que eran auténticos luchadores por la libertad.
Gadaffi o al menos su jefe de inteligencia, el siniestro Abdullah Senussi, fue acusado de estar involucrado en el derribo de un UTA francés y un avión Pan Am estadounidense. Libia financió movimientos anti-franceses en África occidental y el Sahel, dominados por París.
El Chad se convirtió en un punto caliente entre París y Trípoli. El ex jefe de la inteligencia francesa, el conde Alexandre de Marenches, me dijo que el presidente de Francia, Francois Mitterrand, le ordenó bombardear el jet privado de Gadaffi, pero cambió de idea. Los británicos también trataron de matar a Gadaffi por medio de un gran coche bomba en Bengazi.
Con el tiempo, Libia logró enterrar el hacha de guerra con sus enemigos occidentales, aunque Gadaffi siguió siendo muy molesto para las antiguas potencias coloniales y un feroz crítico de los saudíes, a los que denunció como ladrones de los recursos árabes y traidores a los palestinos.
A menudo me han preguntado cómo era Gadaffi. Él era un beduino de origen humilde nacido en una tienda de campaña. A Gadaffi le disgustaba la pobreza y la corrupción del mundo árabe, y su dominación y explotación por parte de los estadounidenses, franceses y británicos. Se veía a sí mismo como un defensor de los derechos de los palestinos, y a Libia, con sólo 6 millones de personas, como la líder del África moderna.
Pero también era un fantaseador que a menudo diseñaba proyectos caprichosos, como el Gran Río Artificial para extraer las aguas artesias del Sahara. Le encantaba insultar a sus colegas líderes árabes, calificándolos de cobardes, ladrones y mentirosos. Gadaffi era teatral y extravagante y le gustaba presumir.
Después de pasar la noche con Gadaffi en su tienda beduina, le dije, en tono de burla, “Líder, puede que le vayamos a bombardear, pero he de confesar que nuestras mujeres piensan que usted es el líder árabe más guapo y apuesto.” Él sonrió y me mostró algunas de sus botas de piel de cabra y su falso traje militar a medida de diseño italiano. A veces parecía como un niño en una tienda de juguetes – estrafalario, pero también serio y decidido. Según sus muchos críticos, Ghadaffi era un peligroso megalómano antioccidental.
También fue vilipendiado y demonizado por los medios de comunicación occidentales, un proceso por el que pasan todos los terceros líderes mundiales que se niegan a aceptar los dictados occidentales.
Gadaffi estaba cooperando silenciosamente con los EE.UU., cuando la primavera árabe estalló en Túnez. La Secretaria Hillary Clinton y sus asesores neocon decidieron sacar provecho de la agitación de Oriente Medio y derrocar a Gadaffi.
Las potencias occidentales desencadenaron una nueva ‘revolución de color’. La CIA, la inteligencia francesa y el británico MI6 organizaron protestas en Bengazi, siempre un bastión anti-Gadaffi. Las fuerzas especiales occidentales atacaron las posiciones militares libias. La ONU fue embaucada para pedir la “intervención humanitaria para supuestamente salvar vidas civiles”.
Francia lideró la intervención militar. El hijo de Gadaffi, Seif, había afirmado que su padre había ayudado a financiar la elección del presidente francés Nicolás Sarkozy. El vengativo Sarkozy quería callar a los Gadaffis.
Las fuerzas especiales occidentales intervinieron tras el velo de un levantamiento popular. Las harapientas fuerzas de Gadaffi se colapsaron rápidamente y los grupos rebeldes tomaron el poder, y asesinaron a Gadaffi en el proceso.
Occidente se hizo con el petróleo de alta calidad de Libia y se deshizo de una espina en su costado. Gadaffi me dijo que si era derrocado, Libia estallaría en un mosaico tribal – que es justo lo que ha sucedido. El caos reina mientras los señores de la guerra apoyados por los EE.UU., Francia, Gran Bretaña, Italia y Egipto – y un pequeño contingente del ISIS – se pelean sobre la sangrante Libia. Las décadas de desarrollo que hizo de Libia la líder de África en atención sanitaria y educación desaparecieron.
Curiosamente, la misma plantilla que se empleó para derrocar a Gadaffi – también conocida como “cambio de régimen” – se empleó más tarde en Siria, con resultados mucho más destructivos, pero menos exitosos. Esperad ver más revoluciones de color cuando la señora Clinton se haga cargo de la Casa Blanca.
Publicado originalmente el 22/10/2016.
Traducido del inglés por Verónica Santamaría, editoria de revista Libertario.es. El artículo original se encuentra aquí.
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