martes, 24 de enero de 2017

Los nacionalistas necesitan libertarismo, por Mises Hispano.

¿Ha finalizado el momento libertario y ha comenzado el momento nacionalista-socialista?

Kevin Williamson lo sugirió en un reciente artículo en National Review. ¿Quién podría culparlo? Los ardientes partidarios de Sanders se molestaron cuando apoyó a Hillary ‘House of Cards’ Clinton y se reunieron bajo el ala de Gary Johnson. El candidato del partido libertario clama ser 73% similar a Bernie, citando los resultados del quiz político isidewith.com. Pero su complacer a la izquierda no termina aquí: dijo que estaba ‘abierto’ a la renta básica universal subsidiada por el estado, empujando a los izquierdistas a googlearlo. Pero, ¿desde dónde proviene el trazado hacia el surgimiento del nacionalismo blanco en el libertarismo?

Los libertarios no sólo han estado coqueteando con la izquierda; los populares blogueros anarcocapitalistas Christopher Cantwell y Stefan Molyneux han estado respaldando a Trump por su política fronteriza regulada, entre otras cosas.

Esto no es de extrañar ya que muchos grandes pensadores anarcocapitalistas siguen la visión de Hans-Hermann Hoppe en que las fronteras reguladas evitan que el Estado cometa integración forzada en lo que es propiedad pública, es decir, una invasión; particularmente cuando dicha inmigración es hacia la asistencia social y presenta una amenaza demográfica a las culturas liberales clásicas de Occidente.

¡Bastante bien!

Pero el ideal por el que debemos esforzarnos son los derechos de la propiedad privada, oponiéndonos a las frecuentes violaciones de éstos por parte del Estado. Tan simple mensaje, sin embargo, en el abismo que forman la izquierda y la derecha en el libertarismo, revela nuestra incapacidad de adherirlo consistentemente. En lugar de enfocar el fuego hacia los enemigos de los derechos de propiedad privada, los libertarios han estado brincando en las temas políticos y debatiendo cuestiones marginales. Sin embargo, esta brecha ha puesto en relieve a la izquierda como enemiga de los derechos de propiedad privada y ha atraído a muchos de la alt-right hacia el libertarismo.

No puedo juzgar a esos libertarios que se empezaron a identificar como alt-right porque yo simpatizo con el mensaje culturista patriarcal de proteger nuestra civilización occidental única de repentinos cambios culturales y los cada vez más frecuentes ataques ideológicos. Ya que el marxismo cultural continúa infiltrándose y atacando al libertarismo, hemos encontrado un terreno natural común con los conservadores de la vieja escuela. Por nuestra parte, ellos nos han oído reprender el caprichoso rechazo izquierdista de los valores libertarios occidentales y, al hacerlo, han descubierto que eran libertarios todo este tiempo sin saberlo. Por lo tanto, para mis estimados hermanos de armas alt-right, presento un argumento libertario de la razón por la cual los derechos de propiedad privada son la mejor manera de preservar los factores socio-biológicos que han dado lugar a culturas más libertarias en Occidente.

¿Cuáles son estos factores?

En pocas palabras: un promedio relativamente alto de coeficiente intelectual, niveles moderados de testosterona y psicopatía y un patrimonio cultural libertario. En The Uniqueness of Western Civilization, Ricardo Duchesne teoriza que las aristocracias libertarias e igualitarias de los Indoeuropeos, de las cuales descendimos nosotros los europeos, produjo la tradición occidental de la sana competencia.

Su deseo de gloria y el respeto por sus pares hizo a los reyes europeos no más que primeros entre iguales con los derechos de todo hombre libre respetado por todos. De hecho, incluso un rey podía ser llevado ante la corte de otro señor otro por interferir en la propiedad ajena. El resto del mundo, sin embargo, estaba lleno de déspotas, a menudo pretendiendo ser un Dios-Sol, siempre clamando su autoridad para recaudar impuestos agrícolas, ejecutando a todos los que cuestionaran su autoridad.

Así, Europa desarrolló muchas avanzadas sociedades sin estado en el último período medieval. Es cierto: Europa no es ajena a la extrema descentralización. La consecuencia de ello fue preservar un mayor nivel de testosterona y los rasgos psicópatas asociados a arriesgar el cuello y que no importara lo que alguien pudiera decir, es decir, una sociedad más individualista y libertaria.

Esta racha competitiva produjo un pueblo intelectualmente inquieto, innovando en las distintas escuelas de filosofía griega y el método científico, etc.

Ninguno de los cuales fueron capaces de ser desarrollados en la civilización islámica o China a pesar de sus avances tecnológicos.

El Renacimiento, la Reforma y la Ilustración dan testimonio de la incompatibilidad de los sistemas de creencias dogmáticos y orientales con los deseos indoeuropeos de afirmar sus propios puntos de vista, sin importar las consecuencias sociales. En contraste, la actitud colectivista y obediente de los chinos es probablemente el resultado del desarrollo temprano de estados en los que se domesticaron ciudadanos por apiñamiento y se degradó a los más asertivos durante milenios. Esto explicaría sus niveles más bajos de testosterona y signos de domesticación (gracilización) en su estructura esquelética.

Todo bien, ¿pero dónde estaría el espíritu libertario de Occidente sin el desarrollo de una clase capitalista dominante, de alto coeficiente intelectual?

Según la teoría del frío invierno, los asiáticos orientales y europeos ya tenían un mayor IQ para sobrevivir en ambientes más fríos. Pero, tal como el comercio fomenta la paz a un nivel nacional, una sociedad mercantil favorece los genes de aquellos individuos que son más sociables y dignos de confianza, sin mencionar a aquellos adecuados para el trabajo duro y tedioso. Por lo tanto, la teoría ampliamente aceptada de Gregory Clark, en A Farewell to Alms, es que el milagro económico anglo-holandés, el que ha hecho al mundo un lugar cada vez más divertido para vivir durante los últimos 300 años, fue un resultado de la exogamia de nuestra burguesía con las clases más bajas desde finales de la Edad Media. Además, las clases bajas fueron sistemáticamente flageladas por plagas y enfermedades, lo que significó que movilidad social hacia abajo los sustituyera con los sobrevivientes de las clases más altas, elevando el IQ total, la ética laboral y el sentido de la responsabilidad familiar.

Una fuerte burguesía creció, creyendo que su hogar era su castillo y, a pesar del desarrollo del estatismo, insistió que sus derechos de propiedad privada fueran respetados.

Así, el surgimiento del liberalismo clásico.

Estos primeros libertarios tenían una herencia milenaria de sistemas racionales de ética y ley sobre el cual construir. Hoy en día, Hoppe nos ha aportado el argumento más definitivo para estos derechos de aplicación universal e incondicional en magnum opus, The Economics and Ethics of Private Property. Los derechos civiles positivos inventados por el estado, por el contrario, siempre están condicionados y violan inevitablemente los derechos de propiedad privada en su aplicación.

Por ejemplo, ¿cómo podemos decir que alguien tiene derecho a asistencia de salud?

Si sólo el Dr. House pudiera diagnosticar a alguien al otro lado del mundo, ¿deberían ser violados sus derechos de propiedad privada para obligarlo a viajar y curar a ese individuo? Pero eso es precisamente lo que sucede – cuando el estado legisla los derechos, es en realidad un pretexto para violar los derechos ya dictados por la lógica. Naturalmente, la Izquierda adora esta práctica, ya que parece legitimar la redistribución de la riqueza. Pero, si nos aferramos a nuestros derechos de propiedad privada y nuestra herencia occidental, todo lo que odiamos sobre marxismo cultural puede ser detenido, especialmente los incentivos de beneficios para los inmigrantes.

Consideremos: si todas las propiedades públicas tuvieran que ser privatizados, cada persona decidiría a quien admitir en su propiedad privada. Por lo tanto, emergería un sistema natural de inmigración en el que sólo los migrantes calificados que quisieran vivir en nuestra cultura occidental viajarían hasta los puestos de trabajo, excluyendo a aquellos que por el contrario sólo se desplazan por los beneficios. Por razones obvias, podría encontrarse más fácilmente trabajadores locales y, sin salario mínimo, no serían reemplazados por inmigrantes ilegales. Sería la excepción el importar mano de obra del extranjero, manteniendo la inmigración de forma natural y cómoda para todos. No sólo sería este sistema la manera más eficiente de resolver los problemas de la inmigración, sino también sería una manera de honrar nuestros valores occidentales.


Traducido al español por Francisco Albanese. El original puede encontrarse aquí.

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