[Discurso en memoria de Henry Hazlitt realizado en la Conferencia de Investigación de Economía Austriaca en el Instituto Mises en Auburn el 31 de marzo de 2016]
Introducción
De este discurso trataré un debate de la década de 1960 entre Frank Knight, objeto de mi nuevo libro (2016) en la serie Grandes pensadores de la economía de Palgrave Macmillan’s, y Henry Hazlitt, recordado en este discurso. Me ocuparé de la disputa que tuvieron sobre bienestar, libertad y poder, que fue un debate importante entonces y ahora. Tomaré las observaciones de Knight y las aplicaré al debate actual sobre desigualdad y a lo que creo que son las indulgencias económicas a las que me refiero en el título de mi discurso.
Frank Knight
Frank Knight tenía un carácter arisco y me atrevería a decir, en nuestra época políticamente correcta y extremadamente sensible, que no hubiera durado mucho e indudablemente nunca hubiera obtenido un puesto titular, porque como sabemos un puesto de titular significa nunca tener que decir que lo sientes. Knight no era el tipo de polemista o discutidor con delirios de grandeza o que expresara dudas. Supongo al menos algún conocimiento de Frank Knight por parte de esta audiencia, pero tal vez sea oportuna una nota biográfica lamentablemente breve. Hoy dentro del mundo económico es conocido principalmente por la idea de la incertidumbre knightiana, expresada en su primer libro, Risk, Uncertainty and Profit, estableciendo su reputación en el panteón de los pensadores económicos en un libro que era esencialmente su tesis doctoral. Knight había crecido en un hogar conservadoramente teológico, que era asimismo una casa republicana. Su primera etapa universitaria la realizó realmente en universidades evangélicas en el estado vecino a este, acudiendo a universidades de Tennessee. A pesar de todo esto, al crecer le desagradó mucho de la religión organizada, aunque acudió a la iglesia unitaria durante buena parte de su vida.
Aparte de ser “echado” del Departamento de Filosofía de Cornell y un par de temporadas en la Universidad del Estado de Iowa, Knight pasó toda su carrera académica en la universidad de Chicago. Inspirado una devoción casi de culto entre sus alumnos de Chicago, llevando a sus estudiantes (que incluyeron principalmente a Milton Friedman, James Buchanan y George Stigler) a decir que no había Dios, pero que Frank Knight era su profeta. Knight fue uno de los fundadores de la “Escuela de Chicago” de economía, pero era más un maestro que un teórico o un escritor de libros. Fue debido a que no era esencialmente un maestro ni un crítico por lo que no escribió los grandes libros que se podrían haberse esperado. Buchanan, que se convirtió en amigo fiel y ganador del premio Nobel, señala en el prólogo a la edición de 1982 de Freedom and Reform que Frank Knight era un crítico y, aparte de Risk, Uncertainty and Profit, su obra “puede interpretarse como una serie de largas reseñas de libros”. Por tanto, su obra está desperdigada por diversas revistas económicas en forma de ensayos que partían de la base de su primera y más importante obra, Risk, Uncertainty and Profit, publicado en 1921. Las ideas que tenía se expresaban, reexpresaban y luego se remodelaban múltiples veces en diversos ensayos. Por tanto, sintetizar su obra, lo que he intentado hacer en mi propio libro (2016), significa trabajar a través de los restos de sus escritos compuestos por ensayos, discursos ti reseñas de libros, habiéndose recopilados los más notables en los tomos individuales de The Economic Organization (1933), The Ethics of Competition and Other Essays (1935), Economic Order and Religion, con T.W. Merriam (1945), Freedom and Reform (1947), On the History and Method of Economics (1956) y finalmente Intelligence and Democratic Action, publicado en 1960.
El propio Knight describía su “función social” como “descubrir mentiras, sinsentidos y absurdos en lo que ha pasado por ser discurso científico complejo” (Knight, 1982 [1947], p. xi). Su relevancia para nosotros como gran pensador económico hoy, aparte de la incertidumbre knightiana y su estatus como padre fundador de la Escuela de Chicago, puede indicarse en tres sentidos. Primero, probablemente sea uno de los economistas más interdisciplinarios y esto proporciona una base sobre la que los pensadores pueden discutir asuntos económicos desde sus propias disciplinas. Segundo, planteó asuntos que prevalecen en las últimas etapas del capitalismo y los asuntos que afrontamos actualmente y continuaremos afrontando en el futuro. Finalmente, fue un realista económico en que conocía las debilidades y fortalezas del capitalismo, así que aunque siguiera siendo un defensor del capitalismo como el mejor sistema, también se ocupó de las limitaciones y dificultades que planteaba esta forma imperfecta de realizar nuestros asuntos económicos sin acabar con lo que consideraba un sistema que en último término funcionaba. Al seguir este programa Knight se encontró en diversas peleas, concretamente con Keynes y los austriacos, con los que mantuvo discusiones en la década de 1930 con Friedrich Hayek. En muchos aspectos yo calificaría a estas no como discusiones a gran escala, sino más bien disputas fronterizas, algo equivalente a miembros del mismo club o sindicato peleando por las reglas de la asociación. Lo que me lleva la disputa fronteriza que es el sujeto de este discurso, la que se produjo entre Knight y Henry Hazlitt.
Knight sobre Hazlitt, abril de 1966
El periodista Hazlitt y el académico Knight tuvieron una relación corta pero agria en prensa, que empezó del estrado de la sociedad Mont Pelerin y se llevó a cabo a través de las páginas de la revista Ethics. Por su parte, Hazlitt pensó que el ataque de Knight no había sido provocado por su parte. Después de disparar una salva o dos contraHazlitt en el podio, Knight realizó su ataque más sostenido publicando un ensayo en abril de 1966, titulado “Economía abstracta como ética absoluta”. El ensayo, realizaba una clínica del libro de Hazlitt, The Foundations of Morality (1964). Knight se refería a la obra como polémica, estando en su punto de mira dos capítulos titulados “La ética del capitalismo” y “La ética de socialismo”.
Knight empezaba declarando que el libro de Hazlitt tenía una buena calidad y trazas de un buen tratado sobre ética sociopolítica. Una especie de condescendiente “podría hacerlo mejor” es el tono de sus comentarios. Esto era porque pensaba que la obra de Hazlitt contenía muchos de los defectos que creía que tendían a tener los defensores del capitalismo, es decir, que era el tipo de propaganda hipe simplificada y extremista que ignoraba la teoría y la práctica del cambio. Por tanto, escribía, la obra de Hazlitt no trataba la complejidad de la sociedad moderna y fracasaba en el propósito de la argumentación.
Knight resume el contenido de los capítulos que se dedican a las normas éticas y pasa a la cuestión de la justicia, de la que dice que para Hazlitt está resuelta con el argumento de John Bates Clark de su libro de 1899, The Distribution of Wealth, con su tesis “de que ‘La libre competencia tiende a dar al trabajador lo que crea el trabajo, al capitalista lo que crea el capital y el emprendedor lo que crea la función coordinadora. (…) [Tiende] a dar a cada productor la cantidad de riqueza que hace concretamente que exista’”. Esta argumentación, señalar rápidamente Knight, es mentirosa por tres razones. Primero, solo hay una tendencia general, dice, a remunerar a cada agente productivo. Segundo, la sociedad no consta completamente de productores. Finalmente, los productores no son “hombres económicos”. Aparte de los factores clave de capacidad económica, poder laboral y habilidad directiva y propiedad privada, Knight señala que la producción también implica una buena porción de “suerte”. Por tanto, la producción individual “se debe mucho más a la herencia biológica y social, de la cual el individuo no es responsable, que a los esfuerzos individuales pasados”. Knight concluye que Hazlitt sencillamente aplica el principio de producción demasiado ampliamente.
Knight pasa luego al argumento ético. Hazlitt resume la ética capitalista como un sistema de libertad, justicia y productividad, sobre lo que Knight argumenta que no puede ser definido con precisión, aparte de que la justicia distributiva tiene diversos significados. Lo que quiere dejar claro Knight es que va en contra de la ética individualista de Hazlitt, a la que califica de individualista en extremo, hasta el punto de que nunca menciona siquiera a la familia (Knight, 1966, p. 166). Knight continúa diciendo que éticamente se debe “condenar la injusticia de un inicio desigual en la competencia de la vida” y está “herencia de desigualdad” argumenta que tiende a aumentar con cada generación sucesiva (Knight, 1966, p. 166).
Es esta noción de “herencia de desigualdad” la que está en el centro de la cuestión del bienestar para Knight y por supuesto en el centro de las ideas de injusticia aportadas por muchos panfletistas socialistas que quieren acabar con el sistema capitalista. Aun así, tener socialismo lugar de capitalismo es remplazar los negocios por la política y Knight explica que muchas de las características más objetadas en el “capitalismo” son en general similares en política, aunque en su opinión “muy evidentemente peores” (Knight, 1966, p. 168). Se nasemeja mucho en que los funcionarios con control directo tienen inevitablemente, explicaba, “mucho poder arbitrario y llegan a sus puestos principalmente por persuasión competitiva o sencillamente por accidente”. La rivalidad, a la que califica como un motivo instrumentalmente irracional, “es más natural para los hombres que la cooperación racional”. Aunque afecte a ambos, Knight dice que está persuasión competitiva toma la forma de propaganda en política y de actividad de ventas en los negocios.
También son distintos. Para empezar, ninguno tiene el poder ni la libertad efectiva para crear un estado o jurisdicción, aunque haya algún poder, aunque sea limitado, para iniciar una actividad empresarial; evidentemente, para Knight, limitada por el acceso a la inversión, las habilidades, la herencia y todas esas cosas. Segundo, la gente nace en un estado y una familia, pero en el capitalismo puede elegir ser miembro de muchas organizaciones y así por ejemplo un trabajador tiene una amplia gama de empresarios para los que trabajar.
Al tomar nuestras decisiones buscamos condiciones mejores y Knight explica que cuando los grupos sociales buscan mejores condiciones, que creen que son suyas por derecho, sus esfuerzos pueden crear problemas sociales, ya que los cambios sociales que benefician algunos pueden llevar a un empeoramiento de la situación de otros. Esto puede llevar un conflicto entre libertad y progreso. Por esta razón, el conflicto social no es necesariamente un problema de orden, como se plantea a menudo. Se convierte en un problema de poder, y volveremos a esto después, pero veamos primero como respondió Hazlitt a Knight.
Réplica de Hazlitt a Knight , octubre de 1966
Por su parte, Hazlitt (1966) dijo: “El espacio no me permite un examen de los oscuros dictámenes del propio Knight, aunque necesitan seriamente uno”. Sin embargo, sí ofrece una defensa contra Knight, con la salvedad inicial de calificar el ataque original de este en Mont Pelerin como “una extraña actuación”. Hazlitt decía que no reconocía las opiniones atribuidas a él por Knight del ataque escrito. Rebate algunos de los puntos de Knight y explica que ni su libro en su conjunto es polémico, ni los dos capítulos que destacaba Knight son el centro de este. Al contrario que Knight, Hazlitt explicaba que el centro del libro es el muy anterior capítulo 6 sobre “Cooperación social”, aunque sugiere que podría decirse lo mismo de los capítulos 7 y 8 o incluso de la conclusión, pero indudablemente no de los capítulos que destacaba Knight. También rebate varios puntos concretos, incluyendo aquellos sobre los que he llamado antes la atención. No son importantes y sospecho que son simplemente un caso de un académico y un economista práctico hablando del pasado entre ellos.
Hazlitt exponía lo que consideraba que era la justicia esencial del método capitalista de distribución. Como señalaba Knight, Hazlitt se estaba basando en The Distribution of Wealth de John Bates Clark (1908 [1899]). La tesis central que planteaba Clark era el punto que cité antes y merece la pena repetir ahora, de que “la libre competencia tiende”, una palabra que Hazlitt unida en cursiva, “a dar al trabajador lo que crea el trabajo, al capitalista lo que crea el capital y el emprendedor lo que crea la función coordinadora. (…) [Tiende] a dar a cada productor la cantidad de riqueza que hace concretamente que exista” (Hazlitt, 1966, p. 60). Esto es lo que Knight calificaba como mentira. Hazlitt señala que Knight se esmera en dar la calificación de que es una tendencia, pero como demuestran las cursivas de Hazlitt, esta calificación está en la cita original. A lo que Hazlitt añade que en su propio libro explicaba que ciertas calificaciones eran necesarias y era muy consciente de que la tesis de Clark había sido discutida. Sin embargo, sugería que se había ignorado mucho en el debate con Clark y que lo que él quería hacer era corregir esto dirigiendo nuestra atención a tres asuntos.
Primero, Clark estaba debatiendo el argumento marxista de que el capitalismo explota sistemáticamente la mano de obra y roba al trabajador su producción. Argumentaba que Clark en realidad demostraba que un método capitalista de distribución no es injusto de por sí, algo que mucha gente cree hasta hoy, y dice que esta falsedad ha dado lugar a “inquietud, resentimiento, demagogia, revoluciones y guerras que ahora amenazan con destruir no solo el ‘capitalismo’ sino la propia civilización”. Segundo, en opinión de Hazlitt, Clark demostraba la tendencia del sistema competitivo del mercado a dar a cada uno lo que crea y esto está de acuerdo con el principio más generalmente aceptado de justicia distributiva, al menos en el primer caso de recompensa económica por el trabajo. Explicaba que por tanto no había nada que impidiera a la gente redistribuir voluntariamente su riqueza y de hecho el capitalismo no hace nada por obstaculizar o desanimar la caridad y la generosidad. Lo que es problemático es el intento de forzar por medio de un gobierno socialista o igualitario una redistribución que ignore el esfuerzo o la eficiencia y destruya incentivos y producción. La verdadera justicia, argumenta Hazlitt, no se logra “nivelando la baja”. Por fin, Clark no estaba realmente describiendo un sistema puramente económico en su descripción del capitalismo y sus consecuencias, sino que más bien estaba describiendo un sistema legal que protege los derechos de propiedad, promueve el trabajo libre, los mercados y los salarios, hace que se apliquen los contratos y regula en contra del fraude, la violencia y otras ilegalidades.
Hazlitt argumentaba que el capitalismo evolucionó a lo largo de siglos y tenía un origen moral. La evolución del capitalismo, al contrario que las revoluciones socialista y comunista, no fue nunca instantánea o conveniente. Así que los auténticos sobresimplificadores (y recordad que así es como Knight calificaba a Hazlitt) son quienes sostienen que las consideraciones éticas y legales son irrelevantes para juzgar al capitalismo. Así que, después de un interesante pasaje de defensa, Hazlitt vuelve a Knight y concluye: “Encuentro el artículo de Knight disperso, confuso y lleno de incoherencias. No puedo descifrarlo ni siquiera después de una segunda o tercera lectura” (Hazlitt, 1966, p. 61). A partir de esta clínica, indudablemente experimente la sensación de Hazlitt de un terreno irregular y difícil, pero espero un bien de mi lector haber descifrado con éxito su obra.
La respuesta de Knight, octubre de 1967
Exactamente un año después, se publicó la respuesta de Knight a la defensa de Hazlitt, con el expresivo título de “Unas palabras de explicación” (1967a). Knight no trataba de dar una réplica formal, decía, sino más bien una aclaración. Aunque señala un touché o dos de Hazlitt, responde aclarando en lugar de admitiendo una derrota sobre estos puntos. Es un poco como cuando un inglés dice “con el mayor respeto” y luego procede a insultarte. Dicho esto, con el mayor respeto, Knight dice que el mayor defecto del libro de Hazlitt es la “constante insistencia en la cooperación,”, sobre la que Knight argumentaba que no se había definido y que se había olvidado su opuesto, la rivalidad. Por su parte, Knight pensaba en la cooperación como algo que implicaba libertad y “discusión” como medio para llegar a un acuerdo libre. Knight concluía su respuesta acusando a Hazlitt de hacer declaraciones generalizadas de medias verdades y yo debería señalar ahora que el propio Knight fue acusado de los mismos delitos por sus propios críticos en diversos momentos de su carrera. Continúa diciendo: “Lamento que mi crítica sea tan negativa, pero aclarar el terreno, incluso de basura, es algo que precede a la construcción y la construcción social es un problema complejo y duro. Si la propaganda al estilo de Hazlitt es eficaz políticamente, temo las consecuencias para la mejor sociedad que podría que tenerse a través de políticas más sabias” (Knight, 1967a, p. 85). Sus últimas palabras en estos intercambios son: “Y, en todo caso, bienaventurados sean aquellos para los que todas las cosas de son sencillas y, siguiendo el adagio de Pudd’nhead Wilson, son las diferencias de opinión los que crean largas amistades” (Knight, 1967a, p. 85).
Una vez vista la demarcación a la disputa entre Knight y Hazlitt, podemos profundizar un poco en la noción de cooperación de Knight, que tiene los tres aspectos del bienestar, la libertad y el poder. No hay suficiente tiempo para profundizar en cada uno de estos, pero me gustaría destacar alguno de los puntos clave de cada uno.
Bienestar
En el centro de la concepción del bienestar de Knight “está la premisa de que el bienestar económico no debe identificarse con la eficiencia económica agregada (es decir, asignativa). Más bien el bienestar debe verse como la suma de libertad económica, equilibrio del poder económico y eficiencia económica” (Nash, 1998, p. 161). También daba un argumento de que los resultados de la competencia perfecta reflejan los desequilibrios relativos de poder en un sector y de que estos resultados son esencialmente injustos. Podemos extrapolar de esto la conclusión general para todos los mercados de que el interés propio sin limitaciones no siempre llevará a resultados justos o resultados beneficiosos para la sociedad en su conjunto. Esto pone en cuestión de la “mano invisible” del pensamiento económico de Smith y proporciona una noción alternativa de competencia perfecta para la economía ortodoxa, crítica con la concepción del bienestar económico de Knight.
Así, al observar el bienestar, Knight dirige nuestra atención hacia la relación entre los dominios ‘económico’ y ‘moral’ de nuestra sociedad, argumentando que el interés propio no puede maximizar el valor de la ’función del bienestar social’ agregada (Nash, 1998, p. 165). Rechazaba separar la búsqueda intelectual de la comprensión de la sociedad de la moral y tampoco podía aceptar que hubiera una manera de tener un acuerdo extenso sobre los objetivos de la política social. La idea de que el pensamiento social y económico puedan lograr los mejores fines para la sociedad no era una idea con la que él podía estar de acuerdo. El problema que afrontamos al hacer política social es de valores, no de hechos, argumentaba, y los problemas sociales aparecen a través del conflicto causado por la mera existencia de afirmaciones opuestas. En una sociedad de mercado, una teoría de los precios equivale a una teoría del valor, porque el precio es el medio por el cual llegamos al acuerdo entre personas en el intercambio. Aun así, tenemos deseos y objetivos superiores de conducta con los que examinar nuestros valores, en lugar de tener simplemente un sistema que acepte y satisfaga deseos.
Vemos en su análisis cómo Knight usaba su “economía” y su “filosofía social” combinadas para ayudarnos a entender los dilemas humanos. Si miramos simplemente al sistema competitivo como un sistema de satisfacción de deseos, miraremos un espejo que refleja lo que somos en lugar de los que son nuestros mayores ideales. Knight argumentaba que el orden social que tenemos puede gratificarnos, pero también da forma nuestros deseos y por tanto nuestro sistema debe ser juzgado éticamente por el tipo de personalidad que estimula y forja en la gente dentro de este orden social, ya quedar a la gente lo que quiere “normalmente significa gustos populares corrompedores” (Knight, 1935, p. 49). Sin embargo, aparece el problema de que el precio es la medida de la eficiencia y refleja lo que la gente realmente quiere, a través de sus decisiones libres en el mercado, al tiempo que lleva a la corrupción del gusto público. Aún así, ¿quién puede decir qué es de buen gusto? ¿No es esto simplemente elitismo progresista? En la conclusión de mi libro Economic Parables: The Monetary Teachings of Jesus Christ (2007), indico que la economía es como un espejo. Si miramos un espejo y pensamos que vemos algo feo, romper el espejo no va a hacernos más guapos. El problema no es el sistema, somos nosotros.
Libertad
Dicho llanamente, para Knight la economía trata sobre la libertad. Los ensayos de Knight en Freedom and Reform se recogieron y publicaron en 1947, esencialmente como una secuela de The Ethics of Competition, de 1935 y de nuevo por iniciativa de algunos de sus antiguos alumnos. El tema principal de la obra, como se deduce del título, es la libertad, pero la referencia a la reforma hace de ella en buena parte una expedición knightiana, ya que buscaba realizar un ataque sobre cualquier entendimiento superficial de la libertad y colocarla en terreno firme económico y filosófico. Si pensamos en la libertad en términos de laissez faire, entonces Knight en su importante ensayo Laissez-Faire: Pro and Con (1967b), explicaba que la relación entre laissez faire y control público no puede producirse fuera de un orden económico y político que funcionara bajo condiciones de mercado. Argumentaba que es absurdo dibujar líneas estrictas de batalla entre laissez faire y “planificación”. Explicaba que los seres humanos son animales sociales y que la vida social establece muchos límites a la libertad, que incluyen asuntos sociales y del bienestar. También explica que el laissez faire ha sido rápidamente modificado lo largo de los tiempos mediante regulación política, pero sugiere que saber lo lejos que llegará este cambio es una pregunta para profetas. La cosa sigue igual: tenemos que reconocer la necesidad de un orden político democrático y sus limitaciones propias sobre la libertad.
Indudablemente, Knight es partidario de apoyar al mercado, pero esto significa ocuparse de los importantes retos que afronta el capitalismo con respecto a la libertad y la igualdad y hay muchos aspectos de desigualdad a considerar en la opinión knightiana. Este aceptaba la desigualdad como un resultado inevitable de la libertad, aunque a veces lleve a resultados desafortunados para algunos. El pasado es un territorio muy extraño en la visión de Knight, haciendo de la libertad, escribe, una “anomalía histórica. Hace unas pocas generaciones lo normal era lo contrario; conformidad y obediencia era normas morales de la vida social” (Knight, 1960, p. 112). Las quejas acerca de las desigualdades, las grandes empresas y los monopolios derivan para Knight del romanticismo y argumentaba que esta no es la manera de enfrentar los problemas económicos reales que se nos presentan, aunque no está negando en modo alguno la seriedad de los problemas que existen. Lo esencial para Knight es que esos románticos tenían que ver la libertad como sentimiento central, si queremos entender completamente la sociedad económica.
Poder
En definitiva (y esto es el núcleo de la aproximación al bienestar de Knight), la política social debe tratar del poder y la debilidad, al igual que la libertad. Encuentra la concepción de Hazlitt de la libertad problemática e ignorante de los problemas de la debilidad y la rivalidad. Argumentaba que Hazlitt no trataba adecuadamente las relaciones entre libertad y poder y esto se relaciona con su tratamiento de la igualdad y la desigualdad. Un tratamiento apropiado reconocería que “graves desigualdades de poder, concretamente de poder económico, limitan la libertad efectiva de la parte más débil y, si son extremas, la destruyen, dejándola indefensa” (Knight, 1960, p. 174). Así que la libertad depende efectivamente del poder, que es el poder de posee una persona con un contenido razonable solo en la medida en la que la persona tenga medios y libertad efectiva para ejercitar su poder, lo que para la mitad de la población normal significa poco, ya que no tiene ni ese poder ni esos medios.
Como hemos señalado, la gente aspirara a mejorar su posición, lo que conseguirá mejorando su riqueza y renta y obteniendo distinciones y poder y lo hará de cualquier manera que tenga a su disposición. Esto significa usar todo el poder que posean para convencer e influir. Para conseguir influencia, deben obtener atención, que es lo que la gente quiere en todo caso y él dice que es en “este momento cuando la rivalidad social es más aguda y la sociedad libre a menudo parece ser sobre todo un fenómeno de ‘grito’ competitivo en busca de notoriedad en un sentido u otro” (Knight, 1960, p. 173). Esa búsqueda de atención, dice, resulta repugnante para la gente refinada, mientras que los marxistas esperarían que su dictadura consiguiera erradicar esto de la naturaleza humana.
El individualismo de Hazlitt, en opinión de Knight, ignoraba estos problemas de poder, debilidad, rivalidad y desigualdad. Para Knight, “la familia, no el individuo, es la unidad efectiva de la sociedad”, porque, según explicaba, “las diferencias de herencia (especialmente de riqueza) conllevan un inicio desigual en la competición de la vida, lo que viola la ética individualista fundamental” (Knight, 1960, p. 174). Knight califica la aproximación de Hazlitt como un ideal de una sociedad primitiva o de pequeños grupos tribales con interacción cara a cara y operaba bajo lo que Knight llamaba una “alegre suposición” de que si una sociedad dejara en paz a los hombres, estos cooperarían racionalmente basándose en reglas conocidas. Por contrario, Knight tiene una visión algo agustiniana de la naturaleza humana y por eso en cree en algo equivalente al pecado original que actuaba en contra de esta esperanza. Por el contrario, lo que cree Knight es que la gente (para ser moral) debe cambiar y luego por entendmiento mutuo cambiar el mundo. A esto es a lo que llama discusión. Es también una aproximación muy teológica el problema, que se encuentra en escuelas conservadoras y agustinianas de teología. Parafraseando a Lutero, se puede probar y gobernar el mundo con el evangelio, pero es mejor llenarlo antes de verdaderos cristianos. En otras palabras, estamos en un mundo de valores en conflicto.
Entonces, ¿qué tipo de discusiones de valores podemos tener? Tal vez podamos concluir que Knight fracasa en sus propios términos, porque, como él mismo indica, la gente “grita” en busca de atención para su causa y cualquier cambio que se produzca es probable que no sea compartido por otros. Indudablemente tiene razón acerca del grito, aunque Dios sabe qué diría de las primarias presidenciales actuales o de los intentos de echar abajo monumentos del pasado debido a políticas raciales. Knight no está en contra del cambio en e indudablemente no quiere ver que las cosas sigan como están. Tampoco es un progresista.
Un mundo de indulgencia necesitado de cooperación
Para acabar este discurso, quiere indicar de una manera knightiana cómo podemos tratar la cuestión moral del capitalismo moderno. En la visión knightiana, hay inevitablemente desigualdad y conflicto entre diversos deseos. El problema de la igualdad y la desigualdad reside en la confluencia de bienestar, libertad y poder. Vemos desigualdades en naciones desarrolladas y en naciones emergentes. Vemos distintos niveles de pobreza. No hay tiempo suficiente para detallar estas diferencias. Debe bastar con decir que cuando pensamos en pobreza extrema en África, por ejemplo, las causas son similares a las nuestras, es más un asunto de escala. Los problemas de África y las contradicciones de riqueza y pobreza en ese continente reflejan la misma causa raíz que voy a desarrollar al llegar a esta conclusión. Igual que el capitalismo sacó a muchos de la pobreza en Occidente, lo mismo puede hacer en África y en otras partes. Las naciones reclaman un sistema legal y político complementario al capitalismo y la ayuda técnica, pero están a merced de la corrupción y de la falta de derechos de propiedad
Todo lo cual me lleva al día de hoy y al problema que identifico de indulgencias, de las cuales hay muchas, pero desarrollaré los tipos principales. Creo que vivimos en una época de emocionalismo o inteligencia emocional, donde lo que uno piensa es menos importante que expresar lo que uno siente. La racionalidad no se impone a la ofensa. Este emocionalismo deja a muchas personas en una búsqueda espiritual en la economía y en esta investigación están buscando caminos fáciles, buscando indulgencias. Tomo el término indulgencias del punto de inflexión del periodo medieval que llevó a la Reforma y a una nueva era de ilustración. Como todos sabemos, Martín Lutero luchó contra la venta de indulgencias de la Iglesia Católica Occidental como una moralidad fácil, un perdón de los pecados sin aceptar la voluntad de Dios. Era sencillamente la compra de un certificado.
Las indulgencias de hoy vienen en forma de pagos por libre comercio y producción orgánica, mientras la gente grita los ejemplos de “te pillé” de pobreza extrema en África y los daños medioambientales causados por las “grandes empresas”. Vienen en forma de Ocupa Wall Street y otras protestas, ya que señalan con el dedo a banqueros y financieros. Viene en forma de celebridades haciendo campaña por un mundo mejor y contra la avaricia capitalista, que naturalmente ellos tienen como directores de sus propios negocios multinacionales. Viene en forma de ventas desorbitantes del libro sobre capital y desigualdad, del economista francés Thomas Piketty. Todos estos ejemplos demuestran admirablemente lo que sospecho que es el fantasma de la desigualdad, que nunca está lejos de las conciencias de la izquierda, pero está muy distante en términos de resolver el problema real de la desigualdad.
¿Pues qué es la desigualdad? Si oímos a Knight, solo es. Es inevitable. Podemos hacer algo con respecto a la desigualdad en un sentido limitado, pero solo a través de la discusión y la cooperación. Tal vez los ejemplos que acabo de sugerir sean discusiones knightianas. Después de todo, las celebridades y protestantes están todos discutiendo el problema, ¿no? Bueno, sí, pero de alguna manera que sirve a sus propios intereses. Van sobrados de hablar y “preocuparse” por los problemas, pero muy cortos de soluciones realistas. El reto es resolver el problema, que es la razón por la que Knight argumentaba apasionadamente a favor del capitalismo. Ayuda mucho más de lo que perjudica, lo contrario de la visión izquierdista, así que tenemos que equilibrar o matizar nuestra comprensión del capitalismo si queremos hacer al mundo lugar mejor e incluso en ese caso es improbable que hagamos de él un lugar mejor para todos debido la naturaleza humana.
Si tomamos a la clase trabajadora de la que Marx escribió tan apasionadamente, ha mejorado enormemente su suerte. De hecho, en sus propios términos, mucha de la clase trabajadora se ha convertido en burguesa. Este cambio es un proceso de aburguesamiento, aunque esto fue supuestamente rechazado para bien por el sociólogo John Goldthorpe ya en 1963. Pero el mundo ha cambiado mucho desde que escribía Goldthorpe. La “clase trabajadora” hoy se va de vacaciones al extranjero, tiene propiedades e incluso va en ocasiones a la ópera. La definición de pobreza hoy está más relacionada con cuántos automóviles o televisiones tengas, en lugar de la subsistencia. Lo que es más importante, hoy la pobreza está más definida por el deseo, en términos de satisfacción de deseos y aspiraciones sociales, que por las necesidades. Lo que tenemos hasta cierto punto es una desigualdad en la satisfacción de deseos en lugar de necesidades, aunque tengo que apresurarme a señalar también que las clases medias y los protestantes progresistas parecen tener sus deseos satisfechos consiguiendo lo que consideran que es altamente moral. Es porque el problema es de deseos por lo que se ha estado alimentando el resentimiento entre las clases medias, especialmente desde la recesión de 2008.
La realidad es que, en términos de renta, los pobres se han beneficiado de la creación de riqueza bajo el capitalismo; esta es su gran fortaleza. Todos hemos visto el gráfico de renta en horizontal desde la salida del Jardín del Edén hasta la década de 1750 y luego siguiendo una curva empinada desde entonces. Mientras los comunistas eran ejecutados bajo Stalin y Mao, los pobres en las economías occidentales estaban comprando sus propios hogares. Durante el tiempo del comunismo, sin embargo, intelectuales izquierdistas podían siempre pretender que había una alternativa. Sus teóricos económicos podrían plantear universos alternativos. La caída del comunismo y la victoria del mercado parecían demostrar que solo hay un sistema económico, aunque defectuoso, pero, como argumentaba Knight, es defectuoso porque es un sistema que se ocupa de la escasez en una humanidad defectuosa. Este sistema puede haber triunfado y la pobreza puede haber cambiado, pero lo que no ha cambiado es la culpabilidad burguesa socialista por la presencia continuada de los pobres; de ahí la popularidad del libro de Piketty y las masas en las manifestaciones de Ocupa Wall Street, ya que contemplan sus propias dificultades. Aunque, como he dicho ahora mismo, sospecho que problema tiene mucho más que ver con el resentimiento que con la culpabilidad.
Sea como sea, culpabilidad a resentimiento, la caída de los sistemas comunista y socialista debido al cambio económico capitalista, y yo añadiría al inevitable impacto de la realidad, ha hecho trizas el marxismo, el socialismo y el comunismo. Sin embargo, no han desaparecido del todo. Puede haber una quiebra del sistema, pero permanecen los mismos instintos y estos instintos están dispersos en las piezas destrozadas que permanecen en el rango de causas y grupos que desafían los supuestos básicos del capitalismo de una manera muy similar a lo que estos grandes movimientos trataban de hacer. Aun así, aunque estén dispersos, no están flotando libremente al viento. Se han convertido en parte del propio sistema capitalista. A lo cual puedo añadir ahora que hay un mercado importante para estas causas. El chic radical vende.
Hay otras indulgencias, que podéis encontrar en ambos lados de una explicación acerca de los males del capitalismo. Por un lado, tenemos a los ejecutivos de la “responsabilidad social”, que tienen tanto la riqueza como el bálsamo para sus conciencias. Se abren paso a empujones en busca de atención junto a los manifestantes de Wall Street que he mencionado y que parecen tener el tiempo, la tecnología y el dinero para acampar en las calles en lugar de trabajar o buscar un trabajo. Es un grito lejano de las clases trabajadoras que necesitaban librarse de sus cadenas; parece que son los trabajadores que simplemente abren sus carteras. Así que el problema de la desigualdad es un problema de la clase media. Por supuesto, siempre ha habido algo esnob en torno a la izquierda, un enclave de la clase media que mira desde arriba a la clase trabajadora como su propio patio personal de juegos. Este pensamiento me llegó recientemente, en otro continente, cuando escuché a una persona de Responsabilidad Social Corporativa decir cómo querían visitar las áreas pobres, para ver cómo vive la gente “real” en el país concreto que estábamos visitando. Parece que la izquierda tiene que viajar distancias más largas y expandir su huella de carbono para cumplir su fantasía de cómo los pobres viven necesitando su ayuda. Los llamados campos “anticapitalistas” y “antiglobalización” que aparecen esporádicamente, raramente en tiempos de recesión, son los kibutz modernos para los consentidos, para que busquen un sentido para su propia vida. Siguen imaginando una vida de jefes avariciosos y trabajadores despojados y alienados.
Una visión así está desconectada de la realidad. Las empresas hoy se centran en un el compromiso del empleado, porque reconocer al trabajador comprometido e interesado es más productivo. Es el antídoto para la alienación. De hecho, la alienación no es la conservación del trabajador de fábrica o del mal pagado. Mucha gente en el trabajo en la sociedad cree esto. Directores y funcionarios por igual puede sentirse alienados del trabajo o incluso de los objetivos de la empresa. También pueden estar atrapados por la hipoteca o la sensación de que no mejoran. El camino hacia un mayor compromiso es el diálogo, conectar a la gente entre sí en el trabajo en una causa común, no tratar de encontrar razones para dividirla. En definitiva al buscar nuestra satisfacción material tendríamos que cuestionar lo que estamos buscando más allá de la economía, no solo dentro de ella. Sin embargo, antes de dejarnos llevar tendríamos que darnos cuenta de que sea cual sea nuestra búsqueda, de que sea cual sea nuestro papel en la economía, se ve afectado por la naturaleza humana, tanto la nuestra como la de los otros. Como decía Jean-Paul Sartre, el infierno son los otros.
Por supuesto, nada de esto es romántico. Es esencialmente una cuestión de poder. En la economía la gente puede sentirse y lo mismo puede decirse de nuestro sIstema político, dos cosas que apuntaba Knight. Es maravilloso que la economía de mercado haya sacado a tantos de la pobreza y las rentas bajas, pero parece que somos una generación que sigue en búsqueda de significados espirituales. Nuestro estatus material no responde al problema espiritual, salvo tal vez en los términos mundanos de la terapia de las compras. Es sencillamente un lado de una moneda. Por usar de nuevo la famosa imagen de Marx, podemos ver esto como el cambio de unas cadenas por otras. El movimiento histórico que hemos visto es la liberación de las cadenas de la pobreza para enormes grupos de población solo para que estos se encuentren sintiéndose encadenados por el materialismo y las indulgencias de nuestra época. Eso es lo que se revela con la recesión de la clase media de la que fuimos testigos estos pasados años, porque la clase trabajadora se ha convertido en clase media en términos relativos y una mayor clase media, expandiéndose sintiendo indulgencia consigo misma a través de la deuda y la especulación de propiedades, se vio atrapada por la fuerza inevitable de la gravedad económica y sintió el impacto. Después de todo, cuando los precios de la vivienda estaban subiendo no recuerdo que nadie se quejara nunca ante mí sobre cuánto “valía” su vivienda, así que ¿por qué quejarse cuando baja? Lo que sufrió fue su deseo y expectativas y esto impactó en su bolsillo y sus conciencias.
No importa lo exitosa que sea nuestra economía, ni siquiera si la humanidad triunfara en la manera en que sueña la izquierda, el problema no se resolverá en términos materiales. Nuestra economía es un reflejo de nuestra condición humana. Pone números sobre lo que realmente nos importa y esto tiene que ser el punto de partida de cualquier comprensión moral de la economía. Knight tiene razón. No tenemos que afrontar la realidad brutal de la desigualdad y tendríamos que lo reconocer el déficit de herencia de ayudar a otros a iniciarse la vida, pero la cuestión es qué políticas y actitudes sociales son necesarias para conseguir esto. También tiene que haber un punto en el que digamos que ya es bastante y no permitamos que el emocionalismo dicte la política económica, que tiene dos impactos en términos de cómo podríamos cooperar para acabar con la desigualdad y en el bienestar social. Primero, tenemos que educar a la gente mejor en economía fundamental en la escuela, de forma que tengamos discusiones mejor informadas y más realistas acerca de asuntos económicos, lo que haría más informada la cooperación. Nos obsesionamos con enseñar Dios y sexo, así que ¿por qué no dinero? Segundo, tenemos que alejarnos del emocionalismo de nuestros tiempos y recuperar la idea ilustrada de que no somos simplemente criaturas sensoriales; somos criaturas de pensamiento. La cooperación es una actividad racional, no emocional y en realidad las emociones tienden a interponerse en la vía de la cooperación. El cascarrabias Knight puede haber puesto muy alto el listón en este aspecto, tal vez demasiado, pero me temo que haremos pocos progresos política o económicamente en estos tiempos si este apego al emocionalismo no cambia a favor del realismo económico.
Referencias
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