La saga de Julian Assange parece estar llegando a su clímax – un clímax que decidirá el destino de este histórico denunciante que, durante años, ha sido como un enorme aguijón clavado en la espalda de los gobiernos de todo el mundo.
Su papel en la exposición de las maquinaciones del gobierno de Estados Unidos en los últimos años le valió los aplausos de los progresistas – hasta que la era Bush terminó, y Assange empezó a exponer los crímenes de la administración de Obama y – de manera más significativa – la hipocresía y la venalidad de Hillary Clinton y de su camarilla periodística. Ahora vemos a figuras de derechas como Sean Hannity y – ¡sí! – Donald Trump alabarle y defenderle, mientras que los supuestos progresistas vocean el eslogan de la campaña de Clinton de que Assange es un “peón del Kremlin” y un “violador”. Incluso Glenn Greenwald, un antiguo compañero de armas, que junto con Assange ayudó a Edward Snowden a evadir los no tan amorosos brazos del tío Sam, últimamente ha tratado de distanciarse del fundador de WikiLeaks (sobre la importancia de “filtrar” los contenidos antes de soltarlos). ¡A buenas horas, Glenn!
Es curioso cómo funciona eso.
Ahora vemos que el gobierno de Ecuador, que ha proporcionado santuario a Assange desde que los suecos presentaron unos cargos de “violación” orquestados, está sucumbiendo a la presión de Washington para silenciarlo. Después de que Assange diese a conocer los ya famosos correos electrónicos sobre Podesta, que – entre otras cosas – expusieron la complicidad de los medios de comunicación y la campaña de Clinton con un detalle delicioso, John Kerry exigió a los ecuatorianos que cortasen el acceso a Internet a Assange – y estos obedecieron dócilmente. Por supuesto esto no es sorprendente, dado que el presidente de izquierdas de Ecuador, Rafael Correa, ha apoyado abiertamente a la señora Clinton, y aborrece abiertamente a Trump: esta es la forma en que la izquierda opera a nivel internacional, y en este país: si uno se desvía de la línea del partido no pasará mucho tiempo hasta que salgan los cuchillos, dirigidos directamente hacia tu piel.
En cualquier caso, el siempre ingenioso Assange parece haber sido capaz de eludir la traición de Correa, ya que ha seguido liberando correos electrónicos comprometedores. ¡Esta sí que es una persona con un plan!
Todo esto ha coincidido con la culminación del largo proceso “legal”, iniciado por el gobierno sueco, que está acusando falsamente a Assange de “violación”. Se supone que debería haberse reunido con los fiscales suecos el lunes, pero ha conseguido retrasar la reunión hasta el 14 de noviembre – después de las elecciones en Estados Unidos.
Teniendo en cuenta las extrañas leyes de Suecia sobre el asunto, y la procedencia de sus acusadores, la campaña de desprestigio dirigida a Assange tiene cero credibilidad. Nadie cree que estos cargos (y recuerde, nunca ha sido formalmente acusado) no estén motivados por el deseo expresado por Washington de obtener su extradición a EE.UU. por cargos de “espionaje” – y no hay nadie que piense que el gobierno británico (que ha gastado millones para asegurarse de que se quede encerrado en la embajada de Ecuador) no lo haría a la menor oportunidad.
¿Es una coincidencia que la forma en que el Establishment trata de destruir a los opositores sea acusándolos de crímenes sexuales? Lo mismo hicieron con Dan Ellsberg: es el truco más viejo de la historia.
Igualmente ridículas son las acusaciones de que Assange es un “agente ruso.” En primer lugar, a pesar de la propaganda del gobierno estadounidense, no hay ni una prueba real de que los rusos hayan hackeado los correos electrónicos de la DNC, y cualquiera de los otros correos electrónicos publicados por WikiLeaks podría fácilmente haber sido información privilegiada. El quid de la cuestión es que, a pesar de que traten de proyectar la ilusión de ser omniscientes, simplemente no lo saben.
Lo que resulta instructivo es cómo los medios progresistas, que ni siquiera se molestan en ocultar su apoyo a Hillary Clinton, se hacen eco de la campaña de Washington para desacreditar a Assange como una herramienta Kremlin. Y, por supuesto, los neoconservadores, que están sólidamente de parte de Clinton, siempre han odiado a Assange, y están deseosos de unirse al coro.
Assange ha hecho más que cualquier otra persona por exponer las maquinaciones de los gobiernos de todo el mundo para asesinar y saquear al resto de nosotros: como enemigo declarado de los poderosos, que son su principal objetivo – y aquellos que defendemos la libertad y la transparencia debemos reunirnos alrededor de la bandera de Wikileaks para apoyarle.
Assange lleva refugiado en la embajada de Ecuador en Londres desde agosto de 2012, y los gobiernos de todo el mundo – y especialmente nuestro gobierno – se han dedicado a buscarlo, desprestigiarlo y desacreditarlo utilizando cualquier medio que tenían a su alcance. Sin embargo, Assange continúa exponiéndolos, incluso en estas circunstancias difíciles, sin tener en cuenta su propia salud, felicidad, o destino final. Él es un héroe de nuestro tiempo – en una época en la que la heroicidad parece estar totalmente ausente. Y él ahora se encuentra en más peligro que nunca: el gobierno ecuatoriano de izquierdas, deseosos de ganarse el favor de Hillary Clinton, vacila en defenderle, y la señora Clinton se pregunta “¿No podemos simplemente matarlo con un drone?”
El destino de Assange, sea el que sea, representa el nuestro propio: si cae, entonces, en cierto sentido, todos nosotros caemos. Porque lo que esto significaría es que no hay lugar para quienes dicen la verdad en nuestro mundo, y ninguna tolerancia para los héroes. Y ese no es el tipo de mundo en el que me importaría vivir.
Publicado originalmente el 19/10/2016.
Traducido del inglés por Verónica Santamaría, editoria de revista Libertario.es. El artículo original se encuentra aquí.
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